Entre acuerdo y acuerdo, de la rebelión popular nadie se acuerda
Por Dr. Guillermo
Correa Camiroaga
Escritor y analista internacional/ADDHEE.ONG:
Han
pasado apenas tres años desde que se produjo el violento despertar rebelde del
pueblo chileno y a estas alturas, viendo cómo ha ido mutando la coyuntura
política, la rebelión iniciada en octubre del 2019 ha quedado archivada para la
casta política institucional y para todos aquellos sectores que se plegaron
sumisamente tras los procesos electorales e institucionales derivados del
Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, instrumento elaborado desesperada e
inteligentemente desde las esferas del poder destinado a desarticular, dividir
y desmovilizar el incipiente movimiento popular rebelde que, al calor de la
lucha, comenzaba a organizarse y tejer redes de unidad en la acción
antisistema.
La pandemia de coronavirus aportó lo
suyo con el confinamiento y el aislamiento, rompiéndose así aún más las redes
de solidaridad e identidad de clase que comenzaban a tejerse desde los
territorios en lucha.
Poco a poco se fueron sumando al coro
de la elites, nuevas voluntades que hasta hacía muy poco tiempo rechazaban con
ímpetu este Acuerdo fraguado entre gallos y medianoche en noviembre del 2019, y
junto a esta nueva toma de posición política asumida, ahora al interior del
sistema que decían querer eliminar, se comenzaron a crear los argumentos
necesarios para justificar este viraje político, dándole un carácter poco menos
que “revolucionario” a la Convención Constitucional y al texto que desde allí
emanara, dejando de lado las limitaciones fijadas para dicho proceso
institucional, como el quórum de los 2/3, la salvaguarda de los tratados
internacionales y de los pilares fundamentales para la mantención del sistema
de dominación capitalista en su expresión neoliberal, elaborados, obviamente,
desde la propia clase dominante.
Esta inteligente maniobra política
tuvo un éxito rotundo ya que hasta el día de hoy siguen existiendo “los viudos
y las viudas” de la Convención que, emborrachados por la euforia triunfalista
de su propia imaginación, siguen rumiando la derrota del plebiscito de salida y
añorando el texto constitucional redactado por la Convención Constitucional en
el que ni siquiera se propuso nacionalizar las riquezas minerales de nuestro
país, pero, además, era solo un enunciado de
derechos sociales y buenas intenciones escritas sobre el papel, puesto que
debían ser concretadas en leyes que serían dictadas por el propio parlamento
tan vilipendiado y cuestionado, lo que fue determinado explícitamente por los y
las convencionales en las disposiciones transitorias fijadas desde la propia
Convención para tal efecto.
Hoy, cuando el Parlamento ha retomado
totalmente el sartén por el mango de la cocina política para establecer las
normas de un nuevo proceso constitucional, la Convención y el texto rechazado
se ha transformado en una especie de “fetiche de culto”, que se añora
entrañablemente, olvidándose completamente, como decía anteriormente, de
las limitaciones estipuladas en la nueva constitución allí propuesta, que
permitían solo readecuaciones y una modernización del sistema de dominación,
descartando de plano la “muerte del neoliberalismo” como ilusoriamente
planteaban algunos sectores para justificar su cambio de posición política.
Como he planteado en numerosas otras
reflexiones anteriores, la característica memoria corta de chilenos y chilenas
deja de lado los análisis políticos de fondo para aferrarse a ilusiones
similares a las planteadas con el arcoíris multicolor, la alegría que venía y
que nunca llegó. Y eso, a mi entender, es lo que nuevamente está ocurriendo hoy
en día.
La desarticulación y desmovilización
del movimiento social queda de manifiesto en la escasa participación de cada
movilización o protesta popular que se convocó durante el año pasado. Los
estudiantes secundarios fueron los únicos que, una vez más, se movilizaron e
intentaron reactivar la movilización social y la protesta popular durante el
año 2022. Al parecer, de la rebelión popular de octubre nadie se acordaba.
Lo anteriormente expuesto se puede
constatar de manera brutal y dolorosa con la casi nula solidaridad con los
weichafe del pueblo mapuche encarcelados, pertenecientes en este caso a la CAM,
que han decidido realizar una huelga de hambre para denunciar el accionar
judicial y carcelario desatado por el Estado y el gobierno de Gabriel Boric en
su contra.
Al dar por iniciada la huelga de
hambre el 27 de noviembre del 2022, los presos políticos de la CAM recluidos en
la cárcel de Concepción plantearon: “nos declaramos en huelga de
hambre líquida, asumiendo ésta acción de lucha hasta las últimas consecuencias.
Con esta movilización, nos adherimos a los Presos Políticos Mapuche (PPM)
recluidos en la cárcel de Valdivia y, a su vez, declaramos nuestro más férreo
apoyo a los militante CAM, y a todos los weychafe de la causa mapuche que se
posicionan en lucha por las reivindicaciones político-territoriales en la senda
del weichan y por la reconstrucción nacional mapuche”, planteando en
el petitorio “El traslado inmediato al módulo comuneros del CCP Temuco o en su
defecto al CCP Concepción, habilitando para el efecto un módulo de comuneros.
Condiciones carcelarias para presos políticos mapuche y trato digno a nuestras
visitas. Abonos y beneficios carcelarios para Daniel Canio Tralcal (CCP Temuco)”.
Al día siguiente, el weichafe y vocero de la CAM, Héctor LLaitul, se sumó a
esta huelga de hambre e igual decisión tomaron, adhiriendo a esta acción de
lucha y resistencia, los cinco integrantes de la CAM recluidos en la cárcel de
Valdivia, entre los que se encuentra su hijo Pelentaro Llaitul Pezoa.
Han pasado 42 dos días desde que se
inició la huelga de hambre y el deterioro físico junto a las consecuencias
negativas transitorias y permanentes sobre la salud de los huelguistas comienza
a manifestarse en todos ellos. En el caso del weichafe Héctor Llaitul, el
pasado sábado 06 de enero sufrió, además, un cuadro con alteraciones en su
presión sanguínea, desmayo y taquicardia.
Las miles y miles de banderas mapuche
que ondearon durante la rebelión iniciada en octubre, hoy brillan por su
ausencia en las calles de Chile. Ni siquiera los pequeños colectivos y
agrupaciones que constantemente agitaban las causas mapuche acá en Valparaíso
han realizado movilizaciones para solidarizar y hacer visible esta huelga de
hambre, lo que lleva a preguntarse seriamente si aquellas banderas solamente
fueron “íconos folclóricos” para ornamentar de manera carnavalesca las
protestas callejeras. Es duro y doloroso decirlo, pero es lo que se puede
observar hoy en la región de Valparaíso ante esta huelga de hambre que sigue
siendo invisibilizada al cumplirse 42 días desde que se inició el 27 de
noviembre del 2022.
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