Estados Unidos, el imperio de las fobias y su doble moral enajenante
Por: María Fernanda Barreto, escritora,
comunicadora social, analista internacional/
TeleSur Tv.net / Addhee.Ong
Washington ha optado por
centrarse primero en Rusia para tratar de desplazarla del tablero geopolítico.
En 1829, seis años después de la famosa proclama del gobierno de James Monroe, el Libertador Simón Bolívar Palacios y Blanco se refirió con gran claridad política a la potencia estadounidense señalando en una frase, ahora famosa, que Estados Unidos parecía estar destinado “a plagar a América de miseria en nombre de la Libertad”.
Esa afirmación no fue una
premonición sino el producto de un análisis muy acertado del Libertador sobre
el expansionismo y el supremacismo blanco anglosajón, que ya se expresaban en
la política estadounidense a principios del siglo XIX.
La joven potencia,
paradójicamente formada por migrantes de diversos países, creció signada por un
profundo racismo y la idea de ser una nación excepcional, con un “Destino
Manifiesto” que, luego de la Segunda Guerra Mundial, lo facultaba para llevar
las riendas del mundo capitalista. Al racismo estructural de la cultura
occidental que desprecia las culturas latinoamericanas, africanas y asiáticas,
se sumó, en las más de cuatro décadas de Guerra Fría, una fobia anticomunista
promovida por Estados Unidos.
Una vez desintegrada la
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), ese destino que creían haber
logrado alcanzar tropezó con pueblos insumisos y potencias emergentes.
Para sostener su poder
económico y político invade países de África y Medio Oriente y estimula la
“islamofobia” con herramienta cultural para acompañar el discurso supremacista
frente a los países invadidos.
El nuevo milenio comienza
con la consolidación de un gran bloque latinoamericano antiimperialista, una
Rusia que se fue reconstruyendo política y económicamente de las cenizas de la
URSS y una China que silenciosamente se había convertido en una potencia que
hoy le disputa el primer lugar como economía mundial.
Ahora, ante el lento derrumbe
del imperialismo y su mundo unipolar, Estados Unidos está dispuesto a generar
nuevas guerras, antes que aceptar ser una potencia más dentro de un mundo
multipolar. Como ya hemos dicho, estos conflictos requieren que siembre más
miedos y fobias.
La pregunta consiste en
cómo justificar un discurso supremacista estadounidense sobre dos poderosas
culturas, y particularmente sobre la milenaria cultura china, cuna de muchos de
los más grandes inventos de la Humanidad, y en cuya raíz está el evitar los conflictos
que pongan en riesgo la paz que el Pueblo Chino sabe valorar.
El uso de la pandemia
para despertar la “xinofobia”
Tan pronto como China
anunciara la aparición de un contagioso virus en su territorio que poco a poco
se convirtió en pandemia, Estados Unidos comenzó a promover esa fobia contra
China que requiere para abonar el terreno de la maldita guerra.
Donald Trump, uno de los
presidentes estadounidenses más representativos del supremacismo blanco,
comenzó a hablar del “virus chino” en lugar de utilizar el nombre
científico que se le había asignado.
Trump alimentó la tesis de
que el nuevo coronavirus había sido creado por China para establecer una
especie de control mundial a partir de la muerte de millones de personas.
La tesis del entonces
presidente estadounidense se caía por su propio peso. Primero porque es ilógico
y casi ridículo pensar que China haya lanzado un arma biológica en su propio
territorio, y segundo porque, tal como luego lo confirmó la Organización
Mundial de la Salud (OMS), era muy poco probable que este virus se hubiera
originado en un laboratorio. Pero, aun así, esta acusación logró gran impacto
mediático.
Un estudio publicado hace unos meses por la Asociación Norteamericana de Salud Pública, logró establecer una relación entre el primer trino de Trump usando las palabras “virus chino” con un aumento de expresiones racistas y xenófobas antiasiáticas en las redes sociales, y la ejecución de crímenes de odio contra la comunidad asiática residente en Estados Unidos.
La investigación concluyó
que aquél no había sido diseñado como arma biológica y que no era posible
asegurar que hubiera salido de un laboratorio chino, pero de igual manera, el
discurso del nuevo gobierno estadounidense continuó señalando a China como
responsable de esta pandemia.
En ambos casos, los
mencionados carteles de comunicación de comunicación popular se encargaron de
difundir estas teorías que resultaban tan útiles para promover la ansiada
“sinofobia” en los países occidentales. Primero alimentando la incertidumbre
sobre el origen de la pandemia, y luego estigmatizando hasta las costumbres
culinarias y la medicina tradicional del gigante asiático.
La razón de esta campaña,
que como hemos señalado se mantiene de diversas formas, mande quien mande en la
Casa Blanca, obedece precisamente a la necesidad de reafirmar la idea racista y
xenófoba del supremacismo estadounidense para justificar las agresiones que han
ejecutado y las que probablemente piensan ejecutar próximamente contra China.
Quién produce armas
biológicas
Mientras tanto, en esa
pugna, Washington ha optado por centrarse primero en Rusia para tratar de
desplazarla del tablero geopolítico, de modo que posteriormente pueda enfocarse
en la disputa definitiva con China.
Por eso, Estados Unidos ha
empujado la guerra en Ucrania utilizando a la OTAN para sacrificar a toda
Europa, lo que además le servirá para reeditar un Plan Marshall que garantice
la continuidad de su subordinación. Consecuentemente con todo lo aquí dicho, se
impone hoy una censura sin precedentes contra Rusia y se estimula una terrible
“rusofobia”.
A principios de marzo de
este año, el gobierno ruso denunció la existencia de laboratorios biológicos en Ucrania en los que
se estarían realizando peligrosas investigaciones y produciendo armas
biológicas. Evidencias sobre el papel rector del
Departamento de Defensa de los Estados Unidos sobre estos laboratorios fueron
presentadas por una periodista búlgara y tácitamente asumidas por la
subsecretaria de Estado norteamericana, Victoria Nuland, quien confirmó la
existencia de dichos laboratorios y manifestó la preocupación del gobierno
estadounidense por que los materiales que ahí se encuentran no “caigan en manos
de las fuerzas rusas”, ante el Senado de su país, lo que comprueba que dichos
laboratorios tienen importancia militar.
A raíz de esta
información, el portavoz del
Ministerio de Defensa de la República Popular China recordó en una rueda de
prensa realizada hace pocos días, que China fue víctima de ataques con armas
biológicas en el pasado y por eso ha abogado siempre por la completa prohibición
y erradicación de este tipo de armas de destrucción masiva, por lo que llamó a
Estados Unidos a respetar la “Convención sobre la prohibición del desarrollo,
de la producción y del almacenamiento de armas bacteriológicas (biológicas) y
toxínicas y sobre su destrucción” firmada en 1972; del mismo modo pidió al
gobierno estadounidense que aclare ante la opinión pública mundial, qué hace en
los 336 laboratorios biológicos que posee en 30 países del mundo.
Recientemente en Nuestra
América, por ejemplo, la oposición colombiana exigió al gobierno de
Duque que revele si se almacena en el país armas nucleares o biológicas estadounidenses,
ya que tras su reunión con Joe Biden el pasado 10 de marzo, el presidente
colombiano afirmó públicamente que Colombia “puede almacenar en nuestro
territorio equipos para Estados Unidos que puedan servir ante cualquier
situación de riesgo”.
Pero ante todas estas
evidencias sobre la producción de armas biológicas por parte de Estados Unidos
que ponen en riesgo al mundo entero, las grandes corporaciones mediáticas han
optado por restar importancia a estas graves informaciones o simplemente callar.
Esto deja claro que estos
carteles de la comunicación están al servicio del discurso supremacista
estadounidense para promover sus fobias y justificar sus guerras, y nos
recuerda que la paz mundial requiere también grandes batallas en el terreno de
la comunicación.
Lo subrayado e interpolado es nuestro
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