El destino de Chile lo resolverá la Constituyente, no Gabriel Boric : Entrevista con el historiador Gabriel Salazar Vergara , académico de la Universidad de Chile.
La fuerza de cambio se ubica en un fenómeno que está
creciendo por todo el mundo: «la ciudadanización de la política»
«Yo voté por el mal menor», señala el profesor Gabriel
Salazar en entrevista. «Me interesaba votar por quien le hiciera el menor daño
posible al proceso constituyente».
El historiador chileno Gabriel Salazar, Premio Nacional de
Historia 2006, es tajante: las recientes elecciones presidenciales en Chile que
dieron como ganador a Gabriel Boric, de la coalición de izquierda Apruebo
Dignidad, «no tienen gran importancia. El destino de Chile lo va a resolver la
Convención Constitucional, no Boric. Históricamente hablando, esta elección es
superflua.»
Profesor de la Facultad de Economía y Negocios de la
Universidad de Chile, Salazar asegura haber votado por Boric; pero dada su
condición profesional es su deber académico analizar la situación chilena bajo
una perspectiva histórica.
«Hay un proceso constituyente por decisión ciudadana por
primera vez en la historia de Chile. La clase política, dada la movilización
ciudadana, tuvo que abrirle camino, pero pautado, legalizado,
constitucionalizado, convirtiendo al proceso en un juguete de ellos mismos. Sin
embargo, no pudieron controlarlo al cien por ciento y quedó fifty-fifty. Tiene
un 55, 54 por ciento de convencionales electos por el pueblo y el resto es
clase política. Es una convención
semi-soberana pero es lo que hay, como decimos en Chile. (…) Tiene en sus manos
el control del proceso profundo histórico. En cambio, la clase política que se
rige por la constitución de 1980, que es justo la que queremos derribar, no
tiene de dónde agarrarse que no sea de esa constitución. Y la mejor manera de
agarrarse es darle a las elecciones una importancia que no tiene. No tiene.»
Salazar también cursó las carreras de filosofía y
sociología y representa una voz obligada en Chile para hablar sobre poder
popular y soberanía. Él considera que el proceso que vive la nación
sudamericana va más allá de las pugnas electorales e, incluso, del espectro
ideológico que entendemos por izquierdas o derechas. Para él la fuerza de
cambio se ubica en un fenómeno que, a su parecer, está creciendo por todo el
mundo: «la ciudadanización de la política». En este la gente participa de la
cosa pública sin esperar que partidos políticos y el parlamentarismo medien por
ellos.
El historiador estima que Chile lleva unos pasos adelante
en esta práctica; no tanto por ser una especie de vanguardia en el tema, sino
por su propia condición histórica: haber vivido una dictadura que una década
antes de que sucediera en otras partes del mundo, impuso el modelo neoliberal del sistema capitalista.
Para Gabriel Salazar un ejemplo de esta ciudadanización de
la política en Chile fue la llamada Revolución pingüina, el movimiento
estudiantil que brotó a inicios del nuevo milenio. De esa lucha por una
educación pública, gratuita y de calidad surgió el hoy presidente electo de
Chile, Gabriel Boric.
«Él (Boric) y su equipo son de la generación pingüina. Si
obedecen a su corazón y al alma de esa generación, deben recordar su consigna
de cuando salieron a la calle y lograron apoyo: ‘la asamblea manda’. Lo gritaron por todas partes de 2001 a 2011. Y
de ahí surgen asambleas. Fue por eso que (la presidenta en aquel entonces, la
socialdemócrata Michelle) Bachelet tuvo que abrir una pseudo asamblea
constituyente, que fue un chiste. Y como fue un chiste, el estallido social
obligó (ahora) a tomarlo en serio. La generación pingüina está comprometida con
la deliberación. Y lo que debiera hacer Boric es obedecer a eso y favorecer el
desarrollo libre de esa asamblea (constituyente). Eso es lo mejor que puede
hacer con criterios de estadista.»
1980: Constitución ilegítima, fraudulenta, una aberración
en materia jurídica
El golpe de Estado de 1973 que derrocó al gobierno
legítimamente constituido del Dr. Salvador Allende Gossens para implantar una
junta militar encabezada por Augusto Pinochet, no sólo tuvo la intención de
parar las reformas que el presidente chileno estaba realizando. No.
Puso en práctica una nueva faceta económica y política del
sistema capitalista que debutaría años después en el mundo, teniendo a Chile
como laboratorio: el neoliberalismo. De la mano de los llamados Chicago Boys,
la privatización férrea de los servicios y bienes públicos comenzó en Chile.
(Como dato: uno de esos Chicago Boys, estudiantes chilenos formados en Chicago,
Estados Unidos, bajo la tutela del economista Milton Friedman, fue precisamente
Miguel Kast, hermano mayor de José Antonio Kast, el candidato de la ultraderecha
apenas derrotado por Boric en las recientes elecciones.)
Para darle un marco legal a la serie de privatizaciones
contempladas hubo que confeccionar una carta magna a la medida: la constitución
de 1980. Sin embargo, dado que esta nueva reglamentación fue ideada,
confeccionada, instrumentalizada y promulgada bajo una dictadura cívico militar
que llegó bajo golpe de Estado, que registra miles de asesinados,
desaparecidos, exiliados y donde la censura y la represión minaban cualquier
expresión crítica, esta constitución es considerada ilegítima por amplios
sectores en Chile.
En 1990, al ser obligado a dejar el poder tras un
plebiscito, el dictador Pinochet pasó las riendas del país a un civil, Patricio
Aylwin Azócar, presidente de la Democracia Cristiana. En términos formales la
dictadura terminaba pero el pinochetismo seguía ahí, en una constitución con
esencia ultraliberal y donde el Estado se sujetaba a las leyes del mercado.
Cambiar esa ley fue una demanda constante desde los primeros momentos del
retorno a la democracia. No obstante, aunque gobernaran demócratacristianos o
socialistas/ socialdemócratas (el bipartidismo que estuvo a la cabeza de Chile
de 1990 a 2010), no fue modificada en sus artículos más elementales.
«¿La alegría ya viene?»
«Chile, la alegría ya viene» fue uno de los jingle y
frases que la coalición del retorno a la democracia usó en 1988 para promover
el «No» en el plebiscito que finalmente, tras 17 años de dictadura cívico
,militar, sacó a Pinochet del poder.
30 años después la gente en Chile ironizaba con ese
slogan: dimos un paso a la democracia pero «la alegría nunca llegó». Si bien la
economía del país creció en números macroeconómicos, a ras de suelo esa bonanza
jamás se vio reflejada y Chile se fue conformando como una sociedad con
servicios básicos privados, eternamente endeudada y muy desigual… hasta que la
olla explotó.
El 6 de octubre de 2019 entró en vigor un aumento de 30
pesos chilenos (3.8 centavos de dólar, aprox.) al transporte público. Un alza
quizá insignificante para muchos; pero si se aprecia el contexto previo y la
suma de precariedades para la población, ese hecho terminó siendo la gota que
derramó el vaso: estalló una revuelta popular tan fuerte y legítima que obligó,
en cuestión de semanas, a anunciar lo que en 30 años la mayoría de la clase
política no quiso escuchar: llamar a crear una nueva constitución. Pocos meses
después, tras un plebiscito nacional, 78% del padrón electoral ratificaría
comenzar un proceso constituyente.
«Chile despertó» fue la frase que comenzó a extenderse por
todo el territorio. El 18 de octubre la manifestación más grande en la historia
de Chile se volcó en las calles de Santiago, la capital. «Un millón 400 mil
(personas), según estimaciones. No había banderas de partidos políticos, ni
siquiera del Partido Comunista«, rememora Gabriel Salazar, quien en época de
dictadura fue detenido, torturado y exiliado en Reino Unido, país en el que
residió de 1976 hasta su regreso a Chile en 1985.
Boric, «el mal menor»
«Yo voté por el mal menor», señala el profesor Salazar en
entrevista vía Internet para Pie de Página al responder sobre la intención de
su voto en las pasadas elecciones presidenciales. «Me interesaba votar por
quien le hiciera el menor daño posible al proceso constituyente. Porque por
supuesto Kast (el candidato de la ultraderecha por el Partido Republicano) iba
a entrar en guerra, que iba a perder de todas maneras, pero era entrar en
guerra. Boric no. Por eso voté por él pero si Boric ahora no apoya el proceso
constituyente, uy, lo lamentamos por Boric porque va a llegar una presión
tremenda contra él.»
“El Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución “…
El plebiscito constituyente nació del llamado «Acuerdo por
la Paz y la Nueva Constitución», un polémico tratado firmado la madrugada del
15 de noviembre entre gobierno y diversos partidos políticos, una negociación
fuertemente criticada por sectores de las izquierdas al considerarlo un
madruguete cupular en contra del propio proceso social. Gabriel Boric estuvo
presente en dichas negociaciones y firmó el acuerdo, aunque señalando que lo
hizo a título personal y no de su partido, Convergencia Social (CS).
La firma de Boric le significó fuertes reclamos a su
persona por parte de diversos sectores de izquierda, de la antisistémica hasta
la de su propio partido. Pocas semanas después de ese acuerdo, Boric fue funado
(escrachado) por manifestantes que lo reconocieron mientras él charlaba con una
mujer en un parque. El hecho quedó registrado en video: él permanece quieto,
sin responder, mientras un grupo de gente lo baña con refresco, lo insulta y le
grita «vendido» y «traidor».
A su vez, la coalición del Frente Amplio (coalición de la
que era diputado) y el Partido Comunista criticaron su proceder. Su partido,
CS, lo puso a disposición de su Tribunal Supremo, quien le suspendió
temporalmente su militancia. Varios compañeros de partido renunciaron al mismo,
entre ellos el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, amigo de años de Boric y
compañero de generación en la lucha estudiantil.
Por el contrario, otras voces señalaron que la firma de
ese acuerdo fue fruto de la política real del momento y que sin el apoyo
explícito de su espectro político, Boric había sacrificado fuerte capital
personal para abrir cauce al plebiscito que conformaría después la Convención
Constitucional.
Octubristas y noviembristas
Desde entonces en Chile se habla de que hay dos formas de
abordar el proceso constituyente: los octubristas y los noviembristas, quienes
le dan la voz cantante al pulso social de la calle y quienes le dan más
relevancia a la política institucional, respectivamente. El primer término hace
referencia al 18 de octubre, día en que la rebelión social adquirió gran fuerza
en las calles chilenas, mientras que el segundo le da mayor énfasis a la firma
del acuerdo del 15 de noviembre.
Los trabajos constitucionales comenzaron el 4 de julio de
2021 y tienen, oficialmente, hasta el 4 de abril (o 4 de julio, si se solicita
prórroga) de 2022 para presentar la nueva Constitución chilena, que deberá
aprobarse en un plebiscito de salida (sin fecha establecida todavía). La
conformación del constituyente está considerablemente marcada hacia la
izquierda y centroizquierda. La derecha no cuenta con el tercio de los escaños
necesarios para tener poder de veto en las votaciones.
La Convención
Constitucional no es una convención soberana…
-Hay sectores académicos en Chile que señalan que la
actual convención constitucional no es una convención soberana en términos de
que pueda adjudicarse la representación total del pueblo, que las instituciones
ya creadas también deben aportar y que no se está inventando un país de la
nada, que ya hay cosas existentes.
“La soberanía radica en la ley, en la clase política”…
Ese es un discurso de los políticos: la soberanía radica
en la ley, en la clase política. Todos los políticos dicen lo mismo.
Relativizan el rol de la convención constitucional y le dan más importancia a
la ley pura, a la tradición legal, hablando de la constitución de 1980 y a los
partidos políticos que no quieren morir como partido. Pero este discurso no
tiene peso histórico.
Agrega Salazar: «Si escuchaste el discurso de Boric
después que ganó, no está planteando ninguna dicotomía de fondo. Está llamando
a todo el mundo para la paz. Son términos propios de una generación juvenil que
se rigió por los valores no politizados, porque rechazaban lo político.»
Para Gabriel Salazar, quien en 2020 sacó el libro Acción
Constituyente. Un texto ciudadano y dos ensayos históricos, si Boric no deja
libre el actuar del proceso constituyente y la convención no aprueba una nueva
carta que resuelva las demandas de décadas de la sociedad chilena, de nuevo
habrá otro estallido social: «tú viste que la ciudadanía, llegado el momento
crítico (la rebelión social de 2019), claramente se cargó para el lado más
radical.»
Salazar es una voz ampliamente respetada en Chile, que
suele no quedarse en el follaje en sus análisis sino ver las ramas, tronco y
raíz de los problemas de su país. Desde hace años participa activamente en
mesas, debates, foros, pláticas sobre soberanía y participación política
directa, temas constantes en su estudio histórico.
“De líder estudiantil a
diputadito”…
En 2016, cuando ciertos rostros del movimiento estudiantil
chileno como Gabriel Boric, Camila Vallejo, Giorgio Jackson, entre otros,
comenzaron a flirtear con aspiraciones políticas tradicionales, Salazar fue muy
crítico con ellos. Dijo, sin referirse a
nadie en particular, que el líder estudiantil en Chile se convertía en una
especie de «mandamás y todos los periodistas lo entrevistan, el campeón se cree
la muerte y sigue después el camino de la clase política y se convierte en
diputadito».
Dado el peso de las palabras de Salazar en la izquierda
chilena, Boric respondió a esa crítica vía Twitter: «Respeto [la] opinión de
Gabriel Salazar. Su advertencia debemos analizarla reflexivamente, justamente
para no convertirnos en lo que pronostica.»
Como en muchas partes del mundo, en Chile hay un fuerte
rechazo y desconfianza hacia la clase política pero este rechazo no es absoluto
ni inflexible, dados los mismos números de la reciente elección presidencial
chilena: Gabriel Boric es el presidente más votado en la historia de Chile, con
una participación de casi el 56% del padrón electoral, incluso mayor que la
obtenida por el plebiscito constitucional.
-Si existe esa desconfianza hacia la clase política, ¿por
qué se dio esta votación, que es prácticamente la más alta en su historia,
teniendo en cuenta anteriores votaciones presidenciales con mucho menor
participación?
Esto es interesante. Y permite entender la naturaleza
profunda que estamos viviendo acá. (…) Quien votó fue la juventud de los
barrios marginales, quienes no habían votado antes. Y esta vez la votación de
la juventud aumentó y la votación de los sectores populares aumentó. Y el
millón de diferencia (entre la cantidad de votos ganados por Boric entre
primera y segunda vuelta) se explica por eso en buena medida.»
Sin embargo, Salazar, doctor en Historia Económica y
Social por la University of Hull, de Inglaterra, y uno de los fundadores de la
llamada Nueva Historia Social chilena, insiste que si el constituyente no delibera
en verdad «de nuevo va a aparecer una oposición con todo el peso de aquellos
que tienen definida su opción política profunda pero que no votan, que es el
grueso de la juventud popular. Y ellos son de acción. Y vamos a tener una
movilización callejera que no me la quisiera para Boric ni para nadie pero va a
ser el 18 de octubre multiplicado.»
-¿Cree que se pueda correr por las dos vías de una forma
un tanto pragmática, la de la calle y las instituciones? Usted votó por Boric,
por ejemplo. Es decir, reivindicar el poder popular de la Convención es lo
ideal, pero no se pueden dejar libres e inoperantes las fuerzas de cambio que
llegaron con el triunfo de Gabriel Boric.
No hay duda. Si este proceso sigue adelante,
inevitablemente los partidos de centro y de izquierda van a colgarse detrás,
por oportunismo o porque realmente van a entender que la cosa va por ahí. Y los
que van a quedar aislados son los de centro derecha y su aislamiento irá en
forma creciente. Lo que está en duda es qué capacidad tienen los convencionales
populares para interpretar al pueblo que está afuera de la Convención para
llegar a una constitución que responda por lo menos al 60 por ciento de las
expectativas populares.
“Boric no tiene estatura de estadista”…
«Si alguien tuviera estatura de estadista… que yo creo
Boric no tiene, por eso no quise suscribir la carta de apoyo (a Boric) donde
firmaron todos los premios nacionales. Yo no firmé esa carta. No creo que Boric
sea el gran estadista que necesitamos ni tiene capacidad él solo de liderazgo.
Él no va a ser un Fidel Castro Ruz, ni un (Juan Domingo) Perón, ni un Mao
(Tse-Tung), ni una (Angela) Merkel, (Franklin D.) Roosevelt o (Charles) De
Gaulle.
“El estadista
reconoce por donde va la historia y le abre camino”
«Quien tiene estatura de estadista es quien reconoce por
dónde va la historia y le abre camino a la historia. Quien sólo defiende los intereses de la clase política o de una
ideología o clase social, no tiene estatura de estadista. (…) En Chile
quien lea bien la historia tendría que actuar para favorecer el desarrollo
constituyente, más allá de lo que pueda alcanzar la comisión constituyente. Y
no creo, sinceramente, que Boric capta eso y va a actuar por eso.»
-¿Y si juega bajo reglas pragmáticas para luego marcar
otras?
¿Fuera tan astuto como eso? Podría ser. Sería un
Maquiavelo-, suelta Salazar con cierta ironía. -No tiene cara de Maquiavelo.
Tiene cara de niño bueno.
-¿Le concede el beneficio de la duda a Boric?
-Tengo una duda metódica al respecto.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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