Chile: La Constituyente, de rodillas
La declaración de los estados de excepción en Chile y Ecuador es la mejor muestra del fracaso de las mal llamadas democracias, “en la medida de lo posible”. En Ecuador sucede luego de que los Papeles de Pandora revelaron que el presidente Guillermo Lasso tiene cuentas ocultas en paraísos fiscales y blinda a militares y policías de cualquier juicio por sus actuaciones.
En Chile, el presidente Sebastián Piñera envía
soldados, tanques y helicópteros de guerra a territorio mapuche, para frenar la
recuperación de tierras del movimiento. Este hecho se produce mientras la
Convención Constituyente sesiona para redactar un texto que supere la carta
heredada del régimen militar fascista de Pinochet, por segunda vez, ya lo hizo
el régimen de Ricardo Lagos Escobar.
Lo más objetable es que la mayoría de izquierda de la
Constituyente, los movimientos sociales que la integran y el sector de los
pueblos originarios que decidieron participar, apenas han hecho declaraciones
sin tomar ninguna medida enérgica contra el estado de excepción.
Meses atrás dije que la Constituyente sería la tumba
de los movimientos (https://bit.ly/3C0mHuT).
Estaba equivocado. En realidad, la lucha popular está mostrando los límites del
proceso iniciado en octubre de 2019 para desviar la lucha callejera hacia las
instituciones.
El 12 de octubre, la Comunidad Autónoma de Temucuicui
difundió un comunicado donde nombra la realidad en los términos más claros. “Es
la demostración objetiva del fracaso de la Convención Constitucional y los
escaños reservados, donde la lucha histórica del pueblo mapuche ha sido
relativizada y reducida a una abstracción de “pueblos”; ahora en plena
discusión y proclamación del Estado plurinacional se ha declarado oficialmente
la militarización y la continuación del genocidio del cual el pueblo mapuche ha
sido víctima de manera histórica” (https://bit.ly/3mVgTw8).
En un comunicado del 16 de octubre, la Coordinadora
Arauco Malleco reafirma su línea histórica de “recuperaciones con base en el
control territorial y la transformación de estos lugares, recuperando espacios
vitales para la vida mapuche” (https://bit.ly/3jl8eT0).
El texto, firmado por decenas de comunidades, agrega
que “el enemigo es el gran capital-extractivista inserto en nuestros
territorios y no iglesias, ni el campesinado común”, y considera que “la
militarización impuesta por este gobierno fascista responde al avance
sustantivo del proceso de recuperación político y territoriales”.
En los hechos, la declaración del estado de excepción
pretende frenar la recuperación de tierras que se viene multiplicando en los
dos últimos años. De hecho, en los primeros meses de 2021 se ocuparon cinco
veces más fundos que el año anterior y la movilización del pueblo mapuche no
hace más que intensificarse.
Se pueden sacar algunas conclusiones de esta deriva
del Estado de Chile, de la parálisis de la Constituyente y de la persistencia
de las comunidades autónomas.
La primera es que el gobierno de Sebastián Piñera y el
Estado no encuentran más recursos que repetir y profundizar la militarización
para resolver un conflicto histórico. A mediano y largo plazo, no conseguirán
sus objetivos, como viene sucediendo cada vez que reprimen. Todo lo contrario,
conseguirán más apoyo y solidaridad con el pueblo-nación mapuche.
La segunda consiste en el fracaso de la Convención
Constituyente. Por un lado, está siendo paralizada por la derecha/el régimen
piñerista sofofo y la extrema derecha que buscan su fracaso. Pero, sobre todo,
por la debilidad de las y los constituyentes que responden a la izquierda y a
los movimientos sociales, que no atinan a tomar medidas drásticas, por lo menos
tan radicales como la decisión del régimen de enviar al ejército a territorio
mapuche.
Piñera siguió la onda de los camioneros que
paralizaron la circulación en el sur, exigiendo medidas ante el avance del
sabotaje mapuche al transporte. Un gremio ultraderechista, que vive del despojo
del territorio por el modelo extractivo de grandes plantaciones de pinos para la
exportación.
Pero el fracaso de la convención es, también, la
derrota de la gran maniobra para conducir la lucha de calles al redil de las
instituciones, empeño en el que destacó Gabril Boric, el candidato de la
izquierda a la presidencia en las próximas elecciones de noviembre. En rigor,
Boric traicionó la lucha de millones de personas contra el modelo
pospinochetista, ya que firmó un Acuerdo por la Paz Social y nueva Constitución
sin consultar ni siquiera a su propio partido.
La tercera conclusión, es la fundamental: como
demuestra la amplia movilización del 18 de octubre, en el segundo aniversario
de la rebelión social, amplios sectores de la juventud chilena están retomando
el camino de la calle para expresar su rechazo al neoliberalismo militarista
chileno. Hubo dos muertos, pero Boric “condenó tajantemente los destrozos,
saqueos y enfrentamientos” (https://bit.ly/3G1gT6L).
Es evidente que si llega a la presidencia va a
continuar con el extractivismo, seguirá militarizando territorio mapuche y
reprimirá con la misma dureza a quienes sigan en las calles.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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