En “el nuevo orden mundial del
capitalismo salvaje:
El rostro más feo de la pandemia en el Chile virtual de la sofofa
Por Juan
Pablo Cárdenas S.: escritor/comunicador social/analista internacional:
Barómetro Latinoamericano/ Addhee. Ong
Se puede entender que allí donde reina la miseria,
la desocupación y otras lacras al país le cueste acatar las medidas sanitarias
derivadas de la pandemia. Para todos los que viven o sobreviven con un salario
o un trabajo ocasional debe ser muy difícil confinarse voluntariamente en sus
hogares, sobre todo cuando lo que hay en sus casas y barrios es hacinamiento y
el Estado demuestra tanta insensibilidad en salir al rescate de los más pobres
y desamparados. En estos casos se comprende que la gente se resista a los
estrictos controles impuestos por autoridades que ya no tienen percepción
alguna con el drama vivido por cientos de miles o millones de hogares chilenos.
Por algo, la
pandemia ha dejado al desnudo una precaria realidad socio económica,
contradiciendo décadas de mentiras en las cifras oficiales y sanitarias. Se
trataba nada más que de un gran embuste: nuestra realidad era en muchos casos
peor a la de otras naciones del Continente Americano y, por supuesto, tampoco
existía un sistema adecuado de atención en el ámbito de la salud. Otra
impostura que mucho nos hizo presumir, también, en relación a nuestros vecinos.
Lo que ha
quedado más que claro es la forma holgada y dispendiosa que vive un porcentaje
de la población. La situación de aquellos barrios pudientes y bien dotados por
sus solvente municipalidades. La desvergonzada forma de vida de un sector privilegiado/
la oligarquía, el 1% de la población que en todos estos meses viene
resistiéndose a acatar las disposiciones sanitarias, las restricciones de
movimiento y aquellas más repugnantes prácticas para consumar su ocio, lo que
se representan tan bien en aquellas clandestinas carrera de autos lujosos que,
además de violar flagrantemente las disposiciones del tránsito, ocasionan a diario severos accidentes que afectan
fatalmente a transeúntes que nada se relacionan con esta repugnante actividad,
todavía más fea en los tiempos de emergencia que viven
el país y el mundo en el nuevo orden mundial del capitalismo salvaje.
Todos los días
la televisión abierta nos deja constancia de las festividades y jolgorios que
se realizan cotidianamente en los barrios y balnearios más exclusivos, donde
por doquier se descubren focos de Coronavirus, además de violar flagrantemente
los estados de emergencia y el toque de queda. Las fiestas de manifestaron,
primero, en Cachagua, Zapallar y otros enclaves exclusivos, para luego
asentarse en Las Condes, Vitacura, Providencia y otros municipios capitalinos
que tienen como ediles a connotadas figuras de la oligarquía empresarial
agrícola citadina y de su clase política , todos ellos en plena competencia
para reelegirse o aspirar, ahora, a La Moneda. Para continuar con el
saqueo, la corrupción y la impunidad. ¡Es lo que hay!
Qué justo
sería que estos infractores cuyos delitos poco a poco se archivan por los
jueces y tribunales fueran penalizados donde más les duele. Es decir, con altas
multas y expropiaciones a las propiedades donde cometen indebido uso.
Asimismo, también en los lujosos balnearios
lacustres, ha podido recién descubrirse la existencia de suntuosas propiedades
con sus títulos de propiedad irregulares y por largo tiempo evadiendo
impuestos, gracias a haber sido asignados por políticos regionales en beneficio
de artistas, deportistas y empresarios inescrupulosos y acostumbrado a operar
en la más completa impunidad. Los mismos que después exigen justicia cuando sus
terrenos arrebatados a las pertenencias mapuches son asaltados y arrasados por
las llamas.
Los contrastes se han hecho escandalosos entre la
miseria y la ostentación. Por algo, en plena crisis las utilidades bancarias
han seguido creciendo y no cesan las importaciones suntuarias, de los autos “de
marca” y otros suntuarios. Ni así, nuestra clase política en más de un año ha
convenido un impuesto a la extrema riqueza y a las utilidades de aquellas
empresas que en el pasado fueron de propiedad de todos los chilenos, y cuyos
recursos podrían hoy aliviar considerablemente el drama social. Crear
oportunidades de trabajo y subsidios para paliar las más urgentes demandas de
la población, antes que la delincuencia se haga más incontrolable y termine por
corromper completamente a policías y militares.
Sabemos que
hoy provoca escándalo llamar a la desobediencia social, pero estimamos que éste
será el corolario obligado de la tensa situación que vivimos. Estamos ciertos,
por lo mismo, que Piñera Echeñique y sus cómplices están abusando de la
paciencia popular a la espera de terminar su período presidencial. El que no
habría concluido, ciertamente, sin pandemia y luego de la enorme reacción
social de fines del 2019 o sin acometer las más las más criminales violaciones
de los Derechos Humanos con el consentimiento hipócrita de sus aparentes y
rabiosos opositores. Los que en estos días urden postergaciones a los procesos
electorales ya programados, en el temor de ser todavía más castigados por el
pueblo. La pandemia capitalista sigue aliada del régimen, hasta que la
paciencia social termine por agotarse.
Lo que ahora
será más temprano que tarde. Sabedores que la rebelión toma tiempo, pero llega
a ser inevitable ante tantos abusos.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
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