Chile
se alza en masiva protesta: “aún tenemos patria ciudadanos…”
Juan Pablo Cárdenas S. escritor/comunicador social/ analista
internacional/ Semanario sur andino/ Addhee.ong
Pocas veces en su
historia Chile y su política se habían hecho más bochornosas. Cuesta entender
que siga todavía vigente una Constitución que fuera repudiada por los dos
tercios del electorado en una consulta ad hoc para ello y que, después de un
año, las autoridades sigan empeñadas en jurar su adhesión a un texto ilegítimo
en su origen y contenido, como por años se dijo. Lo normal hubiera sido que al
más breve plazo después de este Plebiscito se hubiera organizado una
Asamblea Constituyente adelantándose,
también, las elecciones presidenciales y parlamentarias. En el entendido de que
la decisión ciudadana constituyó un amplio voto de repudio al conjunto de la
clase política. Sin embargo, se asume que la Pandemia ha sido el gran pretexto
para postergar todos los comicios ciudadanos y mantener en La Moneda a un
Presidente ampliamente repudiado por el pueblo y a punto de ser derribado por
una protesta social en pleno curso antes de saberse de toda esta emergencia
sanitaria. Con las policías y la FFAA desplegadas en las calles, Piñera ha
logrado mantenerse en el Gobierno y, para colmo, aplicar criminalmente las
leyes de emergencia de una Carta Magna desacreditada. Miles de chilenos son
detenidos diariamente por las fuerzas de la represión, al mismo tiempo que el
país es confinado a sus hogares por las cuarentenas, en el propósito cierto de
evitar la protesta social. Porque ya se sabe que éstas solo multiplican los contagios
y la muerte en los sectores hacinados y pobres, es decir donde vive la mayoría
de nuestros habitantes. A lo anterior, el Gobierno le escatima recursos a los
sectores acosados por el desempleo y la falta de poder adquisitivo siquiera
para sus necesidades más elementales. Hemos llegado a la vergüenza de recurrir
al fondo de cotizaciones previsionales para convertirlos en bonos de auxilio a
la población, por lo que millones de futuros jubilados ya no van a percibir
pensión alguna. Tarde o temprano estos retiros estimulados por el Congreso
Nacional no solo le van a pasar la cuenta al actual jefe de estado sino al
conjunto de legisladores. Y todo sucede mientras Piñera y la decena de
multimillonarios que lo secundan incrementaron en millones de dólares su
patrimonio durante la pandemia y, ni así, se resuelven a destinar siquiera un 2
o 3 por ciento de su colosal patrimonio y utilidades a enfrentar la grave
crisis sanitaria y social que vivimos. Lo curioso es que haya quienes se ufanan
de una podrida democracia que desconoce tan flagrantemente la voluntad soberana
del pueblo; que algunos piensen que se deben acatar la Constitución y las leyes
repudiadas por la mayoría. O quienes toleran que un severo transgresor de los
Derechos Humanos siga en la Moneda y no sea derribado como correspondería hacerlo,
cuando todas las encuestas y el sentido común señalan que ya no alcanza un
mínimo respaldo que lo legitime en el poder. Ya vendrá la hora del balance para
demostrar los estragos cometidos contra el país por la administración piñerista.
Es cosa de pensar solo como los desempleados se cuentan por millones, o cómo
las guardias blancas /paramilitares asolan la Araucanía y cometen genocidio
contra el Pueblo Mapuche. Así como en las decenas de jóvenes mutilados por las
balas policiales, varios de los cuales han perdido sus ojos. Consideremos,
además, todo lo que nos han escamoteado las grandes transnacionales protegidas
por las leyes neoliberales y escogidas de los cancerberos del Gobierno. En el
momento de escribir estas líneas miles de chilenos son atacados en sus barrios
y hogares para apagar su legítima protesta y furia. Pero los cacerolazos
encendieron de nuevo la protesta en las poblaciones y ciudades cercadas por el
Estado de Sitio y el Toque de Queda, mientras ya se organiza un paro nacional
de trabajadores.
¡Fuera Piñera Echeñique!
¡Qué gusto da comprobar que pese a las duras restricciones,
el pueblo vuelve a expresarse y exigir la salida de Piñera, tal como en el
pasado demandara la de su mentor Augusto Pinochet! Y claro: todos podemos y
debemos hacer algo para acompañar a la primera línea que se expresa contundente
en todo Chile, aunque los medios de comunicación apenas lo consignen. Acotados informativamente,
como siempre, solo a lo que transcurre en los cuatro palacios de nuestra
institucionalidad.
En efecto, la protesta debe tener múltiples caras y formas
de acción. Asumiendo sin complejos y tapujos que la Constitución y las leyes
hay que desconocerlas y burlarlas cuando ya no son justas y se constituyen en
un instrumento para ahogar la expresión ciudadana. La democracia no se mide en
la llamada fortaleza de sus instituciones, por sus vetustos edificios, sino en
la consecución de los derechos del pueblo. Tan clara y largamente manifestados
en Chile.
El país debe alzarse,
cercar la Moneda y forzar la salida de Piñera, de sus ministros rastreros y
oscuros asesores, además de poner fin a la farándula parlamentaria que ha hecho
gala televisiva en estos dramáticos momentos. Debemos impedir las nuevas
postergaciones eleccionarias propiciadas por La Moneda. Países que están en
peores condiciones sanitarias no se han atrevido a cancelar los derechos
ciudadanos de sus habitantes, mientras que estas dilaciones en Chile son consentidas
por los propios legisladores y hasta por los impacientes candidatos. Piñera ya
no tiene otro expediente que tener confinada a la población, cerrada las arcas
fiscales y postergadas las elecciones para prolongar su mandato y evitar ser
expulsado de un cargo que apenas consiguió por el apoyo de una minoría nacional
y gracias a la mayoritaria abstención popular. Qué duda cabe que el retiro del monumento
del general Baquedano de la Plaza Dignidad obedeció a una tajante forma de
expresión de un pueblo que en realidad lo que quería era a Piñera fuera del
poder y derribado con todo su caballo neoliberal. Es una hipocresía sin nombre
prorrogar la vigencia de una Constitución y un conjunto de leyes espurias ya
repudiadas por esa enorme mayoría ciudadana. Piñera debió renunciar apenas el
pueblo se lo demandó masivamente, por lo que la historia lo juzgará muy
drásticamente por su fraudulento empeño de permanecer en La Moneda y seguir
beneficiándose de sus acciones e inexcusables omisiones. Qué duda cabe que la dignidad
nacional exige forzar su salida. De otra
manera nos arriesgarnos a ser tildados como un pueblo servil y complaciente.
Actitud propia de aquellos parlamentarios que, con todo lo que ocurre, ni
siquiera se resuelven a acusarlo constitucionalmente. Celebramos en estos días
la iniciativa de algunos parlamentarios de sumar voluntades para acusar
constitucionalmente a Piñera a fin de destituirlo de su cargo. Votos para ello
podrían haber más que suficientes, por lo menos para demostrar la orfandad en
que se encuentra un Primer Mandatario repudiado ya por los propios partidos y
militantes del oficialismo.
Sin embargo, mucho nos tememos que nuevamente haya sectores
de la oposición que se resten a este voto de censura legislativa y, de esta
forma, lograr que la Constitución que prometieron reemplazar hace más de 30 años
siga vigente y, con ello, el modelo económico social heredado de la dictadura
cívico militar. Ya han surgido las primeras voces de algunos senadores para
manifestar la necesidad de que Piñera complete su período presidencial. Pero seamos claros: el país ya sabe
quiénes son estos personajes y a que partidos pertenecen, así como cuánto les
ha redituado su retracción ideológica en estos largos años en que la promesa
democrática ha sido desairada por los gobiernos de la Concertación, la Nueva
Mayoría y, por supuesto, de la derecha oligarca
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