Desafiando al Pueblo Mapuche
“Los
mapuches no se integraron al Estado chileno voluntariamente; ellos fueron ocupados/
anexados por la fuerza de las armas: Primero, por las del bárbaro colonialista
español, y después por las de los del régimen oligárquico reaccionario,
testaferros del capital buitre foráneo. Con la excepción, del Gobierno Popular
del Presidente Dr. Salvador Allende Gossens”.
FRANCISCO
HUENCHUMILLA JARAMILLO, Senador (“Como los mapuches fueron despojados por el
Estado Chileno y los huincas”).
Las
políticas del Estado chileno hacia el Pueblo Mapuche han sido históricamente
hipócritas y tramposas. Aún mayor lo fueron durante la dictadura fascista cívico
militar. Pero continúan siéndolo hasta
hoy. Bajo toneladas de retórica paternalista y demagógica, esas políticas
ocultan el puño de hierro de la opresión que ha condenado a los mapuches a la
miseria y a la discriminación racial.
El
régimen cesarista de Piñera continúa –y profundiza- la política de “la
zanahoria y el garrote” que aplicaron la presidenta Bachelet, y los antecesores
de ambos en los siglos XIX y XX, salvo el breve período presidencial del
Presidente Salvador Allende Gossens.
Para
el 20 de agosto se anuncia un programa destinado a impulsar el desarrollo de La
Araucanía, la región más pobre del país. En esencia son recomendaciones que
surgieron de una comisión -encabezada por jerarquía de la Iglesia Católica-que
funcionó durante el anterior regimen. Tal como en el pasado, ese programa
estará empedrado de buenas intenciones que, sin embargo, conducen al infierno
de la represión. No es el desarrollo de La Araucanía -a la que se prometen 24
mil millones de dólares de inversiones públicas y privadas hasta el 2026 - lo
que preocupa a los testaferros del capitalismo. El corazón de la estrategia
invariable del Estado chileno es la acción policial y militar para contener las
demandas de tierra y autonomía del Pueblo Mapuche. De las buenas palabras se
pasa sin tropiezos al lenguaje de las balas. Desde 1990, bajo los pseudos gobiernos
“democráticos”, catorce activistas mapuches han sido asesinados por
carabineros.
Existe
una continuidad estratégica entre la guerra que el Estado libró contra el
Pueblo Mapuche, entre 1860 y 1883, y la conducta contemporánea de las
autoridades políticas, judiciales y las
fuerzas armadas del país: “La reserva moral de la sofofa”...
En
el siglo XIX la resistencia mapuche era acusada de “rebeldía” y hoy se les
acusa de “terrorismo”. Los apelativos cambian pero el estigma es el mismo. Este
fue el eje rector del discurso del presidente Piñera ante los empresarios de La
Araucanía el 28 de junio.
Bajo
el pretexto de combatir el “terrorismo”, el régimen de Bachelet incrementó la
militarización de La Araucanía. Incluso
llegó al extremo -vergonzoso para un régimen que se decía “socialista”- de
implementar la Operación Huracán, un montaje de la inteligencia de Carabineros
para acusar de “terroristas” a ocho dirigentes de la Coordinadora Mapuche Arauco-Malleco.
En
esa línea de calificar como “terroristas/ criminalizando” a los liderazgos de
la resistencia mapuche, se inscribe la iniciativa del actual regimen de
conformar un “Comando Jungla” que se está entrenando en….¡Colombia!, uno de los
estados más criminales de América Latina, responsable de miles de asesinatos de
dirigentes sociales.
El
Comando Jungla son ochenta carabineros del Grupo de Operaciones Policiales
Especiales (GOPE) destinados a combatir al “terrorismo” en La Araucanía, Biobío
y Los Lagos. Cuarenta de esos efectivos reciben entrenamiento del Mossad/
sionismo judío/ Israelita, y de la Policía Nacional en Colombia. Esta última,
también recibe entrenamiento del Mossad.
El Mossad, exhibe a lo largo de su criminal existencia, un prontuario de
crímenes, torturas y ejecuciones extrajudiciales como por ejemplo en Chile en
la Colonia Dignidad, en Paraguay, Argentina, Brasil, etc.
La
Dirección de Carabineros y Seguridad Rural de Colombia, junto con el ejército,
son autores de los “falsos positivos”: la ejecución de campesinos inocentes
para hacerlos pasar como guerrilleros caídos en el combate al “terrorismo” de
las FARC y el ELN.
La
Policía Nacional y el ejército de Colombia tienen antiguos nexos con el
narcotráfico. Constituyen el nudo de complicidades que han convertido a
Colombia en uno de los estados más corruptos y violentos del mundo. En Colombia se registran 209 mil hectáreas
de tierra sembradas con la hoja de coca que el año pasado produjeron 921
toneladas métricas de cocaína. Es imposible que estos enormes cultivos y
tráfico masivo de cocaína hacia EE.UU., su principal consumidor, existan sin la
complicidad del Estado colombiano, en particular la Policía Nacional, el
ejército y los magistrados de las instituciones civiles.
Es
evidente que la estrategia del Estado chileno para encarar las demandas del
Pueblo Mapuche encubre con un guante de seda la mano de hierro de la represión.
A
mediano o largo plazo esa estrategia provocará un conflicto armado –para el
cual se preparan las FF.AA. y Carabineros-. El Estado ha elegido la defensa de
las forestales y otras empresas que se adueñaron del territorio mapuche. Hacia
1880 alcanzaba a diez millones de hectáreas pero quedó reducido -a sangre y
fuego- a quinientas mil.
Las fuerzas
democráticas tenemos el deber de impulsar con urgencia un cambio radical en la
doctrina y estrategia del Estado hacia el Pueblo Mapuche. Chile debe reconocer -en
una nueva Constitución- los derechos políticos, sociales y culturales del
Pueblo Mapuche. Solo así se podrá evitar un enfrentamiento similar a los
ocurridos en Europa, África y el Medio Oriente, donde el racismo, la religión,
la discriminación y las miserables condiciones de vida de una minoría
étnica, violentada y humillada, hicieron estallar salvajes guerras
civiles, despedazando países completos.
Casi
el 10 por ciento de la población de Chile es mapuche, un millón setecientas mil
personas. Se trata del más importante de los once pueblos originarios. No solo
por su número tiene derecho a una vida regulada de manera autónoma por su
cultura y costumbres ancestrales. También su vigorosa y heroica lucha de siglos
ha conquistado ese derecho. Enfrentó al ejército español y más tarde al
chileno, derrotándolos en numerosas batallas. De sus entrañas surgieron toquis
como Lautaro, Michimalongo, Pelantaro, Lientur, etc., cuya genialidad
estratégica y táctica provocan admiración en las academias militares.
Hay
que asimilar las enseñanzas de la historia al plantear políticas democráticas
para encauzar una nueva relación Estado-Pueblo Mapuche basada en la moderna
concepción de los derechos humanos y sociales. Chile no puede actuar como un
ejército de ocupación en La Araucanía. Hay que eliminar la hipótesis de una
maldita guerra que contemplan el Estado y sus órganos coercitivos. La
estrategia de una nueva relación debe descartar la alternativa de eliminación
física del Pueblo Mapuche. Tiene que establecer una convivencia respetuosa y
una colaboración armoniosa entre pueblos diferentes en su origen pero
destinados a afrontar unidos, junto a otros pueblos de nuestra América, un
futuro de hermanos.
MANUEL CABIESES DONOSO/ PERIODISTA/ COMUNICADOR SOCIAL
DIRECTOR REVISTA PUNTO FINAL
PS: Lo subrayado es nuestro.
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