Publicado el 26 Agosto 2016 Escrito por Ximena de la Barra, Arquitecta - El
Clarín de Chile
Recordatorio Histórico en una Píldora.
El gobierno de la Unidad Popular, liderado por el presidente Salvador
Allende Gossens, inició la Vía Chilena al Socialismo (revolución
democrática y pacífica) a comienzos de la década de los 70. En ese proceso, el cobre, principal recurso
natural chileno, antes en manos de las empresas Estadounidenses, se nacionalizó
con la aprobación unánime del Parlamento.
Los militares Chilenos, armados y entrenados por los Estados Unidos y
firmes seguidores de la Doctrina de Seguridad Nacional, pretendían ser fieles
defensores de la Constitución. Sin embargo, la traicionaron en un golpe militar
el 11 de Septiembre de 1973, con el apoyo de los Estados Unidos (EE.UU.)
(periodo Nixon/Kisinger).
Primera Fase: El experimento neoliberal en dictadura
Durante la Dictadura de Pinochet, Chile se transformó en la vitrina del
neoliberalismo. A finales de la década de los 70, Milton Friedman, profesor de
la Universidad de Chicago, y un puñado de sus alumnos chilenos, los Chicago Boys,
convencieron a Pinochet de la oportunidad que significaría para Chile
elemprender este experimento novedoso, que aún no se había llevado a cabo en
país alguno. Nada importaba que para que los chilenos – por entonces con
elevada consciencia política - no se resistieran, había que imponerlo a sangre
y fuego. Se acaba así lo poco que quedaba de la Vía Chilena al
Socialismo y comienza la Vía Chilena al Neoliberalismo.
Esta contra-revolución con los EE.UU. y el capital transnacional como
aliados, no solo sembró el terror destruyendo al movimiento popular sino que
además impuso ajustes estructurales que más adelante conformaron el Consenso de
Washington, impuesto a lo ancho y largo de una América Latina endeudada, en las
décadas del 80 y el 90. Para mayor seguridad y para perpetuar el modelo a
través del tiempo, la Dictadura cívico-militar promulgó una nueva Constitución
imponiendo al neoliberalismo en su texto.
Así, el cobre comienza a desnacionalizarse, se imponen el extractivismo
y las privatizaciones. Chile se transformó en una sociedad de mercado y las
exportaciones constituyeron la gran estrategia para garantizar un crecimiento
ilimitado. Los intereses de los EE.UU.
quedaron resguardados y los imposibles mecanismos para cambiar la Constitución
y las Leyes buscaban la perpetuidad del modelo
A finales del periodo presidencial de James Carter, la Dictadura
comenzaba a ser una vergüenza internacional y en negociaciones secretas entre
los Estados Unidos, los militares y lo que después llego a ser la Concertación
de Partidos por la Democracia (Concertación), se llegó a una fórmula para
retornar a la democracia a cambio de la impunidad para los criminales y de la
continuidad para la Constitución de la Dictadura. Se garantizaba, además, un
financiamiento especial para los militares, fuera del presupuesto público, con
lo que el gasto militar haría las delicias del Complejo Militar Estadounidense.
Segunda Fase: La consolidación y auge del neoliberalismo durante los
gobiernos “democráticos en la medida de lo posible”.
En el plano político, a la vez se restablece la democracia en la medida de lo posible, pero
meramente en su aspecto electoral y también se deslegitima al responder a una
ley electoral injusta. Se elige a un Demócrata Cristiano y ex golpista,
Patricio Aylwin, como el primer presidente de la Transición y Pinochet asume
como senador vitalicio. Ya firmemente en
el poder, la Concertación perfecciona el modelo y lo legitima haciendo cambios
mínimos en la Constitución de Pinochet, agregándole la firma del Presidente
Lagos. Todo mecanismo que se propusiera para llegar a una Constitución legítima
y democráticamente elaborada se rechaza inmediatamente.
La mayoría de los criminales violadores de derechos humanos siguen sin
ser castigados y a muchos de ellos se les dan cargos públicos destacados u
otros privilegios. Solo un puñado de casos emblemáticos es llevado a la justicia.
El Dictador es rescatado por el régimen de la Concertación que encabezaba
Eduardo Frei Ruiz-Tagle, de un juicio internacional y finalmente muere en su
cama.
La Concertación no aprovecha los breves periodos en que tiene mayoría en
el Congreso para abolir leyes injustas como la Ley de Amnistía, la Ley Laboral,
la Ley de Educación y las leyes represivas. El Partido Socialista, ex marxista
se declara socialdemócrata y en la práctica demuestra ser plenamente
neoliberal. El Presidente Lagos, que dice ser socialista, es reconocido por las
asociaciones de empresarios como el mejor presidente de derechas que ha tenido
Chile. Por esto, el ciudadano de a pie se aleja de los partidos políticos
tradicionales aunque tampoco encuentra en la izquierda atomizada, una propuesta
sólida y convincente.
En materia de economía, el mercado predomina en todos los ámbitos de lasociedad y el Estado,
fiel al Pinochetismo, se mantiene en su rol subsidiario, sin competir con el
sector privado ni tan siquiera en los sectores sociales como la salud y la
educación. Por el contrario, lo subsidia para que el sector privado ejerza las
funciones a las que el estado renuncia. Surge el culto al crecimiento como si
fuera sinónimo de desarrollo, y el culto al lucro que se instala para quedarse.
El modelo se basa en el extractivismo y las exportaciones. El “sueldo de
Chile” como el ex Presidente Allende llamaba al cobre, gradualmente pasa a
manos extranjeras. La extracción de recursos naturales, tanto en la minería
como en el sector forestal, entra en conflicto con las comunidades indígenas y
depende desmedidamente del agua, que también pasa a manos privadas. Se exporta
la materia prima sin ninguna elaboración industrial y sin un justo retorno en
forma de royalties. El incremento de la explotación de la naturaleza va de la
mano con la explotación de los trabajadores. A modo de ejemplo, la
productividad aumenta en un 90% pero los salarios solo un 20% con lo que
aumenta la vulnerabilidad de los trabajadores y se permite a los empresarios
llevarse la tajada del león. Para mayor insulto, las leyes impositivas extraen
más impuestos del trabajo que del capital.
La generosidad del Gobierno para con los inversionistas privados provoca
un auge en el flujo de inversiones extranjeras. Crece el Producto Interno Bruto
(PIB) y mejoran los indicadores macroeconómicos. Al no ser un crecimiento
industrializador, creador de valor e innovador, ni mucho menos desarrollador de
capacidades nacionales, sino el de procesos de acumulación rentista, no es un
crecimiento modernizador como se lo publicita. Se acelera la puerta giratoria
entre el sector público y el gran negocio, y los holdings chilenos comienzan a
operar globalmente. Los medios de comunicación concentrados en pocas manos, con
el impulso premeditado del Estado, proyectan al mundo una falsa imagen de
éxito.
El desarrollo social que no puede sino ser un reflejo de lo que ocurre en laeconomía y en la
política. En el extremo más vulnerable de las clases sociales, se sufren los
efectos de las disparidades que crea el modelo. Gran parte de la inversión
social se dirige a subsidiar al sector privado que vende servicios públicos en
el mercado, solo para la demanda solvente. Ni Margaret Thatcher ni Ronald
Reagan se atrevieron a ir tan lejos como se atrevieron los gobiernos de la
Concertación, al destruir el sistema público de salud y al transformar a la
seguridad social de un sistema de reparto en un sistema de capitalización.
La buena noticia es que se reduce la extrema pobreza en base a subsidios
temporales, que no con política pública estable, como correspondería hacerlo.
El gobierno propone a los pobres que se ayuden a sí mismos convirtiéndose en
emprendedores y surge el crédito fácil como la panacea que permite el consumo y
la integración social de los más precarios, cuando en realidad lo que consigue
es darle un espaldarazo al lucro del sector privado. El consumismo, el
individualismo y la apatía política están a la orden del día.
Los sindicatos tradicionales que aún no se reponen de la perdida de sus
mejores dirigentes, optan por apoyar al gobierno, aun en contra de sus propios
intereses. Son permanentemente cooptados y debilitados al haber sido privados
del derecho a huelga y a la negociación colectiva. Los empresarios, con el
beneplácito del gobierno, crean el multi-rut1con lo que
fraccionan sus empresas de modo que el sindicalismo o lo que queda de él se ve
limitado a luchar dentro de ámbitos muy reducidos. Del mismo modo, proliferan
las subcontrataciones –trabajados independientes-, con lo que los trabajadores
ya no saben exactamente quién es quién los explota.
Los movimientos sociales se transforman en la verdadera oposición. Por
lo mismo, son cooptados o reprimidos aprovechando la Ley de Seguridad del
Estado, que data del Pinochetismo. La represión se ensaña con los estudiantes
que luchan por la educación como derecho en lugar de como mercancía, y con las
comunidades y dirigentes del pueblo mapuche que luchan por recuperar sus
tierras -ahora en manos de las forestales transnacionales subsidiadas por el
gobierno- y por proteger el medio ambiente en sus tierras ancestrales.
Los EEUU no dejan de ser un actor omnipresente en esta escena, y Chile
seconvierte en su fiel servidor. La gestión del Estado no solo está dirigida a
enriquecer a los grandes empresarios, también está dirigida a servir los
intereses espurios del imperialismo estadounidense. Por eso la transferencia de
recursos por la vía de los mecanismos ya mencionados se dirige mayoritariamente
a los holdings estadounidenses. Además, el Estado Chileno deposita sus excedentes
fiscales –en tiempos de bonanza del precio internacional del cobre- en las
arcas de ese país comprando bonos del Tesoro.
Chile negocia y firma una gran cantidad de tratados comerciales
contribuyendo a la propaganda mundial sobre los supuestos beneficios del libre
comercio, y apoyando las ansias estadounidenses de reconstruir, por la vía de
los tratados bilaterales el poder potencial que perdió en 2005, cuando América
Latina, liderada por los entonces presidentes Hugo Chávez Frías y el Presidente
de Argentina Néstor Kirchner Ostoic, se opuso al Tratado de Libre Comercio con
América Latina (ALCA). Chile fue el primer país Latinoamericano donde en 2004,
entró en vigor un tratado bilateral de ese tipo con los EE.UU. que solo
beneficia a las corporaciones transnacionales a medida que destruye a los
remanentes de la industria Chilena, a sus trabajadores y a la naturaleza.
Más adelante, Chile juega un rol fundamental en la creación de la
Alianza del Pacifico –básicamente uniendo a los países “amigos” de los EE.UU.–
haciendo contrapeso a la emergencia de mecanismos de integración regional
contra-hegemónicos. Paradojalmente, Chile no participa en ninguno de los
mecanismos comerciales de larga data en América Latina como son la Comunidad
Andina (CAN) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) aunque intenta influir en
ellos.
Pero además, Chile apoya los proyectos de hegemonía política de los EEUU
en América Latina. Por eso es que continuamente participa en las iniciativas de
desestabilización de Venezuela y Bolivia, los “enemigos” de EE.UU. Por lo
mismo, resulta siendo la única excepción en América Latina al
haber reconocido al efímero gobierno golpista de Carmona en Venezuela en
2002. Igualmente, Chile es muy activo en hacer sobrevivir el Panamericanismo
asentado en la Organización de Estados Americanos (OEA). Como no puede
continuar siendo la excepción, ha integrado la Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) pero
asumiendo un perfil muy tibio.
Como no todo puede reducirse a dar, a Chile también le tocó recibir.
EE.UU. graciosamente se prestó para preparar a quien tenía potencial para
convertirse en una futura líder política. Entrenó a Michelle Bachelet en
materia de Defensa en el Inter-American Defense College en Washington D.C.,
para que pudiera asumir esa cartera durante el gobierno del Presidente Lagos.
Más adelante, para que lograra su segunda presidencia, la fogueó
internacionalmente y la arropó con propaganda inmerecida al hacerle lobby para
su nombramiento en la Dirección de ONU Mujeres.
Tercera Fase: La decrepitud del neoliberalismo maduro o tardío:
En esta etapa, Chile comienza a cosechar los frutos de 40 años de
neoliberalismo extremo durante los cuales sus fuentes de crecimiento –los
trabajadores y los recursos naturales- fueron sacrificadas sistemáticamente en
el altar al lucro y a la acumulación rentista, que ha dejado tras de sí
externalidades que nunca entran en las cuentas alegres. Etapa que también
consolida a la relación servil con los EE.UU. y llena los bolsillos sin fondo
de la clase empresarial que cada día se entremezcla más con la clase política.
En el plano político, la democracia de baja intensidad recibe su golpe de gracia al
transarse las posiciones del Estado en el mercado. La oligarquía farisea sofofa
compra a los cargos electos, a las leyes y a las decisiones de política
pública. Así es como la comunidad empresarial toma las riendas del Estado,
corrompiéndolo. Al develarse este escándalo, los chilenos pierden la confianza
en las instituciones públicas o privadas. No se salva nadie. Ni la iglesia
Católica con graves y comprobados casos de abusadores de niños, ni la banca que
fomenta el consumo pero no a los pequeños productores, ni el endeudamiento para
lograr una educación como instrumento de movilidad social, ni la libre
competencia para bajar los precios al consumidor. Tampoco se salva el Estado,
ni siquiera la Presidencia, cuya corrupción y connivencia con los abusadores es
abrumadoramente evidenciada. Ni siquiera los convence el engañoso e
irrealizable programa de reformas del gobierno que se mercadea como la solución
a todos los problemas.
Cunde la apatía electoral y el malestar
de los chilenos. El 30% de los electores potenciales no se han registrado para
votar. ¿Por qué votar cuando la corrupción de los candidatos ya ha sido
probada? Surge un movimiento
de boicot electoral. Dada la abstención, la mayoría del 60% que eligió a
Michelle Bachelet en su segundo mandato, constituía en los hechos solo un 25%
del electorado. Su índice de aprobación en las encuestas se sitúa
actualmente en 15% lo que se debe en gran medida a su hundimiento en materia de
ética y de efectividad política a los ojos del pueblo. La Concertación –ahora
Nueva Mayoría con la incorporación del Partido Comunista- está plagada de
conflictos internos y carece de la flexibilidad para adaptarse a las nuevas
circunstancias. El Partido Comunista que tiene que hacer la vista gorda,
comparte la mala fama de sus nuevos socios a cambio de un puñado de
parlamentarios que no logran cambiar nada. La izquierda partidaria, permanece
atomizada.
En la economía, al igual que en la política, se consolida el poder oligopólico delos
grupos económicos que continúan su proceso de acumulación por desposesión. La
privatización llega al paroxismo al privatizarse el océano a costa de la pesca
artesanal. El modelo depredador se exacerba y las exportaciones que
corresponden a recursos naturales no procesados llegan al 90% del total, entre
lo que se incluye al cobre porque ya no se exporta cobre refinado. La
dependencia excesiva en los mercados globales deja a Chile a merced de fuerzas
que no controla. Por mucho que aumenten las exportaciones, no ganan los
chilenos. Ganan las transnacionales y sus compinches locales, muchos de los
cuales ocupan cargos públicos de responsabilidad.
Continúa recortándose “el sueldo de Chile” al bajar los precios
internacionales del cobre y al destruirse intencionalmente lo poco que queda en
manos del Estado. Al estar la mayor parte de este recurso en manos de privados,
el Estado no controla los volúmenes exportados con lo que el exceso de oferta
no permite influenciar en los precios internacionales del cobre. Las privadas
no solo casi no pagan royalties (solo el 3%), También han sub-facturado con la
intención de evadir sus obligaciones fiscales. El Estado ha sido cómplice de
este expolio al no ejercer su rol fiscalizador.
CODELCO, la empresa estatal del cobre
que explota lo poco que no ha sido desnacionalizado, habiendo sido más exitosa
que todas las privadas juntas, ha sido entregada a la administración de
tecnócratas provenientes de las privadas que han procedido a quebrar
financieramente a la empresa, con el fin de impulsar su privatización. El
litio, del cual Chile posee el 54% de las reservas mundiales conocidas, ya se
ha transformado en el nuevo objeto de codicia. Las arcas fiscales no pueden
sino reflejar tanta desidia estatal y tanto compadrazgo con las
transnacionales.
Los sectores sociales, al igual que la naturaleza, inevitablemente sufren losimpactos de una
economía al servicio de las transnacionales y de una elite corrupta y rentista.
Los chilenos continúan recurriendo al mercado para obtener servicios sociales
ya que el Estado no ha enmendado plana en este asunto y continúa fomentando la
privatización y el lucro en estos sectores. La clase media se reduce
considerablemente y pierde toda esperanza de movilidad social basada en
sus esfuerzos por educar a sus hijos. Los empleados del sector terciario –antes
miembros de la clase media- son tan explotados, que justamente se perciben a sí
mismos como parte del proletariado. La solución de recurrir al crédito fácil,
ha llegado a sus límites con el 60 % de las familias viviendo encadenadas a sus
deudas y a sus salarios miserables, sin poder permitirse protestar por su
situación, lo que ha creado una moderna forma de peonaje.
Sin embargo, a medida que se exacerban las disparidades, crece el
descontento y la protesta pública multitudinaria. Las mayores movilizaciones
sociales se producen por fuera de los partidos políticos y de la oficialista
Central Unitaria de Trabajadores (CUT). Ya no son los estudiantes los únicos
que llevan el peso de las manifestaciones. Se comprueba que los sostenedores
escolares que lucran desmedidamente con la educación se sienten protegidos porque
muchos de ellos tienen además un escaño en el parlamento o un alto puesto en el
ejecutivo. Lo mismo ocurre con los directores de las Administradoras de Fondos
de Pensiones (AFP). Por eso es que la consigna de los movimientos sociales
ahora es: “NO a las AFP, NO al lucro en los servicios públicos”.
Los pensionistas también han salido a las calles a denunciar al gobierno
por la estafa que ha significado la obligación impuesta de cambiarse del
antiguo sistema de reparto al sistema de capitalización individual, que solo
genera aún más disparidades e indigencia en la vejez. Como si esto fuera poco,
las administradoras de fondos de pensiones han hecho inversiones riesgosas, y
mientras estas mantienen el nivel de sus millonarias ganancias y financian a
sus propios negocios y a las campañas políticas, los pensionistas se han
quedado con las migajas. A pesar de todo ello, la comunidad empresarial
continúa sus prácticas desenfrenadas de explotación.
Las relaciones con los EE.UU. continúan estrechándose. Bajo el eufemismo de
Centro de Entrenamiento para personal de Operaciones de Paz en Zonas Urbanas,
se instala una base militar estadounidense en Fuerte Aguayo, Concón, muy cerca
de Santiago y de Valparaíso, destinada fundamentalmente a la guerra interna.
Vale decir, capacitar para sofocar la protesta social que surge inevitablemente
del modelo que ha llegado a su decrepitud.
Los cables de Wikileaks confirman que EE.UU. buscaba fomentar un mayor
liderazgo de Chile en la Región y en los foros mundiales para marginar la
influencia de Hugo Chávez y mantener “la estabilidad regional”. Proliferan los
conflictos fronterizos, creados especialmente con aquellos países “enemigos” de
EE.UU., como lo es Bolivia, con lo que se contribuye a demonizarlos dándole
pasto a los conglomerados mediáticos de desinformación que operan apoyando las
estrategias estadounidenses. Tampoco ausente de los cables develados está el
interés de EE.UU. de mantener a Chile dentro de su negocio de armamentos.
Chile se ha puesto al servicio de los
EE.UU. para promover el “libre” comercio y para contribuir a destruir o
transformar encubiertamente a los mecanismos de integración contra-hegemónicos
que con tanto esfuerzo han surgido en la Región. En cambio, ha liderado la creación de
la Alianza del Pacifico y más tarde ha sido el paladín del Tratado
Transpacífico (TTP). En definitiva, la gran contribución de Chile a la
geopolítica estadounidense consiste en aportar a evitar, entorpecer o destruir
cualquier mecanismo que contribuya a un mundo multipolar. Comprender el rol de
Chile como el guardián de los intereses de EEUU en la región es fundamental
para comprender porqué los medios de comunicación hegemónicos aun ensalzan las
bondades del modelo chileno y de sus líderes políticos. Esta campaña mediática
global, a su vez permite a Chile, a pesar de su fracaso, continuar ejerciendo
su rol de liderazgo, tal como lo requiere EE.UU.
¿Cómo se vislumbra el futuro? El Estado chileno ha plantado las simientes de su
propia destrucción física, ética y económica. Se han puesto en marcha formas
inéditas de traspaso de recursos desde la ciudadanía al empresariado
transgrediendo tratados internacionales en asuntos sociales, ambientales y
relativos a los pueblos indígenas. Los dueños de Chile y de sus recursos no son
el pueblo soberano, sino que son un puñado de personas que no tienen asiento en
ninguno de los tres poderes del Estado, sino en los directorios de las grandes
empresas. La ruptura entre representantes y representados es insalvable y las
clases dominantes se muestran incapaces de plantear alternativas.
Sin embargo, los chilenos de a pie
parecen haber perdido el miedo, se organizan para informarse y para denunciar
el lucro en los servicios básicos, la lacra de las subcontrataciones, y demás
formas de violación de derechos. Se organizan en pos de una Asamblea
Constituyente saliéndole al paso a la engañosa propuesta gubernamental de
cambio constitucional que pone esa tarea en manos comisiones designadas y de
parlamentarios probadamente corruptos y coludidos con el gran capital. Aún
faltan pasos fundamentales que dar antes de encontrar una salida, como son el
de unir todas las luchas en una sola gran lucha, el de construir un pueblo que
supere el individualismo y el consumismo, y que recupere la ética republicana
para poder desarrollar una clara propuesta de futuro.
Este artículo ha puesto de manifiesto lo indisoluble que resulta ser la
situación nacional de su relación con EE.UU., aunque con la excepción de
algunos iniciados, los movimientos sociales aún no lo han llegado a comprender
plenamente. No se encontrará opción de salida alguna si no se incluye este
crucial factor en el análisis. El momento político en la Región se complica y
resultará cada vez más difícil luchar en contra el poder imperial y de la
corrupción a nivel local, sin el contexto de países vecinos con quienes
compartir la lucha. Chile ha sido un país pionero tanto cuando emprendió
la vía chilena al socialismo como cuando emprendió lavía
al neoliberalismo. Bien puede volver a ese rol precursor y ponerle un “palo
en la rueda” a la contra-revolución neoliberal que en este momento se extiende
por el continente dando golpes duros y blandos.
En pleno auge del neoliberalismo, Chile y una multitud de sus analistas
y consultores dieron lecciones en la región y en el mundo de cómo ser
exitoso. Do it the Chilean way como se permitió recomendarle
Sebastián Piñera, entonces Presidente de Chile a Angela Merkel. Esta vez no
habrá consultores ni analistas ni argumentos para asesorar respecto a las
virtudes de un neoliberalismo tardío. Pero el mundo, incluso el mundo
desarrollado, haría bien en estar pendiente de los acontecimientos en Chile,
aunque les parezca que eso no va con ellos, porque a medida que el
neoliberalismo conquista el globo, se aceleran los procesos que a Chile le tocó
experimentar tempranamente. Difícil es
aprender de experiencias ajenas pero esta vez, no conviene hacerse el sordo.
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Mostrador, 4 de Julio.
Notas:
1. Multirut:
numerosos números de identificación fiscal dentro de una misma empresa para
evitar tener que cumplir diversas leyes laborales destinadas a la gran empresa.
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