Por Ximena de la Barra, arquitecta.
Publicado el 29 de Febrero de 2016.
Diario El Clarín de Chile, “firme junto al Pueblo Chileno”.
Es nuestra confianza en nosotros lo
que incrementa nuestra fe en los grandes valores de la humanidad, en la certeza
de que esos valores tendrán que prevalecer. ¡No podrán ser destruidos!”.
Dr.
Salvador Allende Gossens, Presidente de Chile, 1972. Asamblea General del
Naciones Unidas.
El presidente Allende Gossens vive porque su ejemplo
es de lo poco de lo que pueden echar mano las nuevas generaciones chilenas para
seguir adelante. Durante años, muchos en Chile, desinformados por los medios mediáticos
mercuriales de (in)comunicación, deslumbrados por los oropeles de las promesas
neoliberales y la falsa premisa de que no había otra opción que esa, lo
consideraron un perdedor. En el mundo del dinero, perder no tiene valor de
cambio.
El fracaso del neoliberalismo, el de
la transición a la “libertad, democracia y justicia en la medida de lo posible”
negociada con los poderes fácticos y el desprestigio de la política partidaria
chilena que se hunde en la corrupción, ha traído como consecuencia positiva el
hecho de que hoy el pueblo – que no el oficialismo – reivindique su figura como
ejemplo de dignidad, lealtad, consecuencia, honestidad, de ética política, y de
convicciones democráticas.
El presidente Salvador Allende
Gossens (1908-1973) nació en el seno de una familia que creía en la búsqueda
del bien común y en la redistribución de la riqueza por la vía de un Estado de
Bienestar. Con solo 25 años fue co-fundador del Partido Socialista (marxista)
de Valparaíso. Tenía 29 cuando fue elegido parlamentario en tanto simultáneamente
ejercía la medicina. Fue Ministro de Salud durante el Gobierno del Frente
Popular (anti-fascista) del presidente Radical, Pedro Aguirre Cerda (1938-1941)
, aquel Frente Popular que, con el poeta Pablo Neruda como actor principal, dio
refugio y oportunidades en Chile a numerosas víctimas de la Guerra Civil
Española, acción que nos enriqueció moral y culturalmente como pueblo. El lema
del gobierno popular era: “gobernar es educar”, y lo hizo a todos los niveles,
contribuyendo así a avanzar hacia una cultura igualitaria.
El Frente Popular, además de
significar grandes avances para la clase trabajadora, desplazó a los partidos
oligárquicos que habían gobernado Chile desde la independencia en 1810, y forjó
en el Dr. Allende Gossens la firme convicción de que la unión de las fuerzas
progresistas había sido imprescindible para lograrlo. A pesar de ello, el
presidente Allende Gossens continuó su militancia en el Partido Socialista (PS)
toda su vida, y llegó a ser su Secretario General en 1943.
Después de un periodo de retroceso
político y democrático, y de la derechización del Partido Radical (PR) que
pactó con liberales y conservadores, se imposibilitó cualquier opción de
continuidad del antiguo Frente. El PR – el más importante de los partidos que
habían conformado el Frente – en su deterioro, había sellado su futuro de
irrelevancia política, de subdivisiones y de vaivenes en sus alianzas espurias
en busca de mantener su visibilidad.
Surgirá en cambio el Frente de Acción
Popular (FRAP), la alianza comunista-socialista que con el Dr. Salvador Allende
Gossens a la cabeza se presentó a las elecciones presidenciales en 1958 y 1964.
Los resultados de 1958 no tuvieron mayor significado. Tras una feroz campaña
del terror orquestada y financiada por los EE.UU., el FRAP perdió ante la
Democracia Cristiana (DC) la elección de 1964. La Revolución Cubana ya había
triunfado y Estados Unidos no quería “una segunda Cuba” en su patio trasero.
A pesar de su “revolución en
libertad” y de su evidente avance reformista, el triunfo de la DC, fue de corta
duración, especialmente al perder el apoyo de la derecha oligárquica,
precisamente por no comulgar con las reformas. La próxima contienda electoral a
realizarse en 1970 se disputaría, en consecuencia, entre tres candidaturas. Por
primera vez en Chile la Unidad Popular (UP) de la izquierda marxista, los
Socialdemócratas, los Cristianos por el Socialismo, junto con sectores
progresistas independientes, unieron fuerzas alrededor de un programa común de
gobierno, el Programa de la Unidad Popular. Más allá de responder a las
necesidades básicas de la población, como lo habían hecho en el pasado otros
frentes populares, esta vez el Programa se dirigía también a las raíces de esas
necesidades, fundamentalmente: el capitalismo, el imperialismo, los monopolios
y la concentración de la propiedad de la tierra, en manos de la oligarquía
terrateniente.
Para el Presidente Allende Gossens,
el socialismo es una forma perfeccionada de la democracia.
El Dr. Allende Gossens entendía al
Socialismo como una forma perfeccionada de la democracia y como tal, se
constituyó en principio inspirador de la Vía Chilena hacia el Socialismo. El
poder se lograría sin recurrir a la insurrección armada, lo que no significaba
que se renunciara a su carácter revolucionario dado que se ponía al servicio
del Pueblo y de la lucha de clases. La Unidad Popular estaba convencida de que
las viejas leyes podían dar mucho de sí en un gobierno con voluntad política de
emplearlas para cumplir con sus compromisos electorales.
Los resultados favorables a la Unidad
Popular llevaron a Dr. Salvador Allende Gossens a la presidencia en 1970 a
pesar de múltiples obstáculos. El triunfo del Presidente Allende Gossens
representaba la primera elección libre de un marxista comprometido con una
transformación fundamental del orden socioeconómico vigente dentro del marco
constitucional y legal existente, algo que los EEUU consideraban un ejemplo
peligroso que no debía propagarse en el imaginario de otros pueblos.
Si bien el Dr. Allende Gossens había sido el candidato más votado, su
36,6 % de votación no equiparaba la suma de la de sus dos contrincantes y, de
acuerdo con la Constitución vigente, debía ser ratificada por el Congreso que
estaba dominado por la Democracia Cristiana y la derecha oligárquica. El clima
de polarización política se intensificaba aun antes de que la elección
estuviera zanjada.
Ante su fracaso en las urnas, amplios
sectores de la Democracia Cristiana renunciaron a su componente democrático y
se volvieron golpistas, con funestas consecuencias posteriores dentro de sus
propias filas. Otros grupos con intereses socioeconómicos supuestamente
amenazados por la UP, también priorizaron estos intereses por sobre los de la
democracia y los de la sociedad. Estados Unidos amablemente los alimentaba
ideológica y financieramente. Los intereses en Chile de las grandes
transnacionales estadounidenses, estaban en juego. El Presidente Nixon ordeno a
la CIA impedir la elección del Senador Dr. Salvador Allende Gossens.
Se provocaron artificialmente pánicos
financieros y corridas bancarias. Se llegó a intentar un golpe de estado para
impedir la ratificación parlamentaria. Este intento fue rechazado por el
Comandante en Jefe del Ejército, General René Schneider Chereau, dado su férrea
convicción de la función de los militares como garantes de la Constitución. El
golpismo fascista terminó por asesinándolo.
En un giro insospechado, y dado que
Chile no tenía una historia vinculada al asesinato político, el repudio a esta
acción abominable llegó hasta el Parlamento que decidió ratificar el triunfo del
Senador Allende Gossens, no sin antes imponer un Estatuto de Garantías
Constitucionales. Esto no significó que disminuyeran los afanes
antidemocráticos ni que la Clase Trabajadora se consolidara como fuerza
dominante. La Unidad Popular recurrió entonces al fortalecimiento de la
consciencia de clase y a la unidad de los trabajadores, así como también a
forjar una coexistencia con los sectores de clase media dentro de la oposición.
A pocos días de iniciado su mandato, en Diciembre de 1970, el presidente
Allende Gossens presentó al Congreso una enmienda constitucional que otorgaría
el control absoluto, exclusivo, inalienable e irrevocable sobre la industria
minera del cobre, incluido el poder para expropiar los bienes de cualquier
empresa extranjera cuando fuera de interés público. El cobre era y continúa
siendo el principal producto de exportación y fuente de ingresos de Chile.
Tras un prolongado debate, la
enmienda fue aprobada por unanimidad, autorizando la nacionalización de la
minería del cobre a la que el presidente Allende Gossens llamaba “el sueldo de
Chile”. Aunque la oposición estaba consciente que se estaba dando un
espaldarazo al Presidente Allende Gossens, hubo de reconocer que la medida
contaba con una popularidad casi total, incluyendo el entusiasta apoyo del
derrotado contendor presidencial de la Democracia Cristiana, Radomiro Tomic
Romero.
Ampliar la base de apoyo, la única
alternativa posible
La necesidad de negociar para ampliar
la base de apoyo, se transformó en la única alternativa viable para poder concretar
el Programa de la Unidad Popular. El Presidente Allende Gossens anunció su plan
para una reforma constitucional más amplia con el objetivo de institucionalizar
la participación de los trabajadores en todos los niveles de toma de decisión.
Buscaba apoyar al gobierno popular en su base de clase en lugar de en su
limitada base electoral.
Plenamente consciente de los riesgos
que implicaban el cambio constitucional, se preocupó de explicar
incansablemente esta iniciativa diciendo:
“Como la soberanía reside en el
pueblo… someteremos a la voluntad
soberana del pueblo la necesidad de reemplazar la actual Constitución de
fundamento liberal, por una Constitución de orientación socialista. Y el
sistema bicameral existente por una Cámara Única.”
“Es conforme con esta realidad que
nuestro Programa del Gobierno Popular se ha comprometido a realizar su obra
revolucionaria, respetando el Estado de Derecho, la autonomía universitaria
–académica, territorial y administrativa-.” (Presidente Allende Gossens,
1971:38)
“…El pueblo de Chile está
conquistando el poder político sin verse obligado a usar las armas. Avanza en
el camino de su liberación social sin haber debido combatir contra un régimen
despótico o dictatorial, sino contra las limitaciones de una democracia liberal.”
“…es mi obligación advertir que un
peligro puede amenazar la nítida trayectoria de nuestra emancipación… este
peligro es la violencia reaccionaria contra la decisión del pueblo.” (Presidente
Allende Gossens, 1971:41)
El mayor desafío consistía en lograr
avanzar hacia el socialismo en circunstancias en que sólo se había conquistado
el Poder Ejecutivo. La oposición usaba todos los medios legales posibles para
frenar el Programa de la Unidad Popular, incluyendo el establecer demandas en
contra del ejecutivo y el bloqueo de la aprobación del presupuesto. Se aprobó,
por parte de la oposición, una reforma constitucional impidiendo al Presidente
nacionalizar nuevas empresas sin la expresa aprobación del Parlamento.
El presidente Allende Gossens vetó
esta reforma y la oposición no consiguió los dos tercios necesarios para anular
el veto.
Estados Unidos también apoyaba la
guerra económica impulsada por la oposición ya sea directamente o por la vía de
organismos bajo su control como el Banco Mundial. Se creaban artificialmente
tanto un proceso inflacionario como el desabastecimiento de productos de
primera necesidad. El nivel de conflicto social se elevaba día a día y permeaba
a la sociedad entera. Sin embargo, el gobierno logró sobrepasar las metas en
cuanto a redistribución de ingreso y de gasto social, y aumentó su apoyo
electoral en las elecciones locales en abril de 1971.
El año 1972 fue más difícil porque
aumentó el consumo de las clases populares, bajó el precio internacional del
cobre y Chile fue sometido a un bloqueo en cuanto a créditos e importaciones.
El Gobierno Popular comenzó a perder el apoyo de la pequeña burguesía. Las
iniciativas de la Unidad Popular eran sistemáticamente bloqueadas por la
compleja institucionalidad vigente. La Central Única de Trabajadores eligió a
un dirigente de la Democracia Cristiana, y se elevó la actividad huelguística.
El sabotaje económico y la polarización se exacerbaban. Las movilizaciones y
confrontaciones culminaron con un paro patronal en Octubre de 1972. El liderazgo
político en gran medida había perdido el control sobre sus propios militantes a
ambos lados de la contienda.
El presidente Allende Gossens
incorporo a militares dentro de su gabinete, incluido el Comandante en Jefe del
Ejército, General leal y constitucionalista, Carlos Prats González, como
Ministro del Interior. La reacción a esta maniobra desde ambos extremos no se
dejó esperar por lo que permanecieron poco tiempo en sus cargos.
A pesar de todo esto, la Unidad
Popular volvió a aumentar su votación en las elecciones parlamentarias de Marzo
de 1973, a un 47% aunque lejos de obtener una mayoría parlamentaria, como
tampoco lo consiguió la oposición que se dio cuenta que por la vía electoral no
conseguiría sus objetivos. Se intensificó la política confrontacional y comenzó
la conspiración en busca de una salida militar. En Junio de 1973 una guarnición
militar intentó un golpe que pudo ser frenado por el General Prats González.
Pero éste finalmente perdió autoridad frente a sus tropas. La izquierda, por su
parte, llamó a la organización de la defensa de la Clase Trabajadora,
provocando a las Fuerzas Armadas que comenzaron con allanamientos en busca de
armas que en realidad no existían.
Ante la oposición atrincherada en el
Parlamento y el Poder Judicial, el Partido Socialista enarbolaba
la bandera de la necesidad de destruir la institucionalidad vigente. El
presidente Allende Gossens se opuso vigorosamente argumentando que el poder de
la oligarquía/burguesía no se alojaba en las instituciones sino en su poder económico.
También recordó al Partido Socialista que había sido el pueblo Chileno quien
había conquistado las instituciones del ejecutivo para poder llevar a cabo el
Programa del Gobierno Popular. Las instituciones deben ser modificadas pero no
destruidas, afirmó.
A mediados de 1973, el Partido Socialista
ya era más radical que el Partido Comunista (PC). Tan radical que se negaban a
apoyar al Presidente socialista cuando más apoyo necesitaba. No apreciaba la
brillantez táctica de Allende y lo acusaba de ser un reformista conciliador. No
aceptaba los ritmos políticos que el proceso demandaba, exigiendo “avanzar sin
transar” con políticas públicas que iban más allá de las capacidades legales y
políticas de la Unidad Popular y con movilizaciones sociales que aumentaban la
polarización.
Tampoco aceptaba la necesidad de
ampliar la base política abriéndose al ala izquierda de la Democracia Cristiana,
fundamentalmente seguidores de la Teología de la Liberación. Por el contrario,
el Partido Socialista avalaba las prácticas violentas o ilegales del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR) que no formaba parte de la Unidad Popular, y
que provocaban a la derecha oligarca.
Como el presidente Allende Gossens mantenía la firme convicción de que el
socialismo debía ser la máxima expresión de la democracia, no tomo acción en
contra de los que actuaban fuera de la ley, y tampoco utilizó la fuerza pública
para reprimirlos o desalojarlos. Amplios sectores de la oposición vieron al
Presidente Allende Gossens como incapaz
de establecer el orden y de controlar la violencia. Contradictoriamente, estos
mismos sectores ejercían la violencia y el sabotaje apoyándose tanto en el
grupo ultraderechista Patria y Libertad como en los medios de desinformación,
especialmente en el diario El Mercurio, provocando al gobierno.
La Dirección de la Democracia Cristiana
pasó a su ala de derecha con lo que se perdió el apoyo de su ala de izquierda.
Vino un segundo gabinete con participación militar, esta vez denominado
Gabinete de Salvación Nacional que terminó incluyendo al General Augusto
Pinochet quien se había manifestado siempre como constitucionalista, engañando
tanto al Presidente como al General Prats, que lo recomendó
Tan pronto el presidente Allende
Gossens completó su propuesta para una
nueva Constitución que democratizara al Estado, la circuló entre los partidos
políticos que constituían la Unidad Popular. El paso siguiente seria su
discusión en el Parlamento. A esas alturas, la oposición lideraban Frei
Montalva y Patricio Aylwin Azocar constituían una verdadera insurrección en
contra del gobierno lo que provocó una postergación del debate. La intención del
presidente Allende Gossens era pactar con el ala más moderada de la Democracia Cristiana
sobre los principales elementos de discordia: la relativa importancia que el
Estado concedería a la propiedad estatal, privada y mixta. La naturaleza de las
negociaciones llegó a convencer al Presidente Allende Gossens que la única
solución real sería someter el proyecto directamente al pueblo Chileno para su aprobación
en un plebiscito.
La propuesta, reformulada
respondiendo a las demandas y expectativas de las clases populares y medias,
aumentaba el nivel de control de estas clases sociales sobre el poder y sobre
los excedentes económicos. El Presidente comunicó a las Fuerzas Armadas su
intención de llamar a un plebiscito para dicho efecto. Pero las Fuerzas Armadas
ya habían avanzado lo suficiente en la planificación de un nuevo golpe de
estado y decidieron que el momento era el oportuno para poder evitar esta
acción presidencial.
El Presidente Allende Gossens preparaba
su discurso televisivo para informar a la Nación de estas intenciones, cuando
las fuerzas armadas traicionaron su mandato constitucional dando inicio al
Golpe de Estado el 11 de Septiembre de 1973. El ataque a la casa presidencial
con el apoyo entusiasta de Washington, resultó en la muerte del Presidente y en
el nacimiento de un nuevo Estado fascista cívico-militar liderado por el
General traidor, Augusto Pinochet Ugarte, militarizado, basado en el terror, la
tortura, y el desmantelamiento de todo programa revolucionario.
La cruel ironía resulta ser que la Vía Chilena hacia el Socialismo no
era armada pero tampoco era pacífica. En tanto se amparaba en la
Constitución, no podía ser refutada legalmente por la oposición. Para
impedirla, ésta tuvo que recurrir a la destrucción del Estado. El Estado que presidente
Allende Gossens había defendido con toda energía y heroicamente.
La mesa estaba servida para la
imposición a sangre y fuego del primer experimento neoliberal influenciado por
el rancio gremialismo católico que emanaba de la dictadura Franquista y por el
fundamentalismo neoliberal de Milton Friedman y la Chicago School of Economics.
Años después, instituyendo la
Constitución de 1980, la dictadura cívico-militar se aseguró de atar al modelo
de tal forma que ya no importaría quien gobernara en el futuro. Un país
reconocido mundialmente por sus políticas sociales de avanzada y por la
fortaleza de sus sindicatos, pronto quedo despojado de ambos.
Hasta el día de hoy la
institucionalidad impuesta por la dictadura cívico militar de Augusto Pinochet
Ugarte constituye un obstáculo para la recuperación de la verdadera democracia.
Esa clase de democracia perfeccionada con la que soñaba el presidente Allende Gossens
y por la que ofrendó su vida, muriendo en un combate heroico contra los
militares fascistas al impulsar la Vía Chilena hacia el Socialismo.
También resulta patético constatar
que la consolidación del modelo neoliberal de la mano de Socialistas Renovados/renegados
y Demócrata Cristianos, se aleja sistemáticamente de la más mínima posibilidad
de recuperar un “Estado de Bienestar” como el que existió décadas antes de la
existencia de la Unidad Popular.
Los chilenos deben acudir al mercado
para satisfacer necesidades básicas que debieran constituir derechos. Solo los
extremadamente pobres, si consiguen demostrar serlo, y logran vencer la
burocracia, consiguen acceso a magros subsidios, limosnas que constituyen un
escupitajo a la dignidad del Ser Humano. La democracia imperfecta en la medida
de lo posible, se limita solo al derecho
al voto en el marco de un sistema electoral sesgado que impide participación
alguna de las minorías.
Los derechos a protestar de los
sectores más perjudicados y a la integridad física de los mapuche y de los
rapa-nui que defienden su territorio, se mantienen severamente conculcados.
La radicalidad perdida del PS
La radicalidad del Partido Socialista
inicialmente se perdió en los brazos de la social democracia y en el entusiasmo
por la tercera vía. El Partido Socialista se renovó abandonando al marxismo
pero argumentando que intentaban humanizar el capitalismo.
Más adelante, de regreso en el
gobierno en coalición con sus antiguos enemigos sediciosos – la Democracia Cristiana
– el Partido Socialista ha sido un fiel promotor del neoliberalismo y defensor
de los intereses de las grandes empresas multinacionales, del capitalismo
salvaje globalizado, en lugar de los del
Pueblo. Se ha negado a aceptar un proceso constituyente que cambie
democráticamente la Constitución de la Dictadura. En lugar de humanizar el
capitalismo lo han perfeccionado y defendido del descontento popular. Han
transformado a Chile en uno de los países con mayor desigualdad social en el
mundo.
Durante la presidencia de Ricardo
Lagos Escobar, traicionando los principios del socialismo que dice profesar,
legitimó con su firma la Constitución de la dictadura cívico-militar, sin
consultar al pueblo, cambiando solo algunos artículos, pero dejando intacta la
imposición del neoliberalismo y los candados que impiden eliminarlo. Dentro de
sus innumerables traiciones, tal vez la peor, durante su mandato, ha sido la de
entregarle al interés del capital foráneo la concesión plena de la minería del
cobre, que concede aún mayores beneficios que su propiedad, revirtiendo el
proceso de nacionalización por la cual el presidente Allende Gossens había
ofrendado su vida.
En materia de política internacional,
el Partido Socialista se ha transformado además en el paladín de la defensa de
los intereses de los EE.UU. No solo ha servido de punta de lanza para la
formación de la Alianza del Pacifico, sino que ha aceptado una base militar
estadounidense en la Quinta Región/Valparaíso/concón: El fuerte Aguayo, ha
abierto los servicios públicos como la seguridad social y los fondos de
pensiones a las transnacionales estadounidenses, ha invertido en deuda pública estadounidense
y ha acompañado activamente a EE.UU. en sus campañas de desestabilización de
los países miembros de ALBA, la integración Latinoamericana alternativa y
solidaria. Tanto es así que Lagos Escobar fue el único presidente
Latinoamericano que apoyó el golpe de 2002 en Venezuela, reconociendo al
efímero régimen golpista del traidor Carmona.
El Partido Socialista también se ha
transformado en tenaz defensor de la corrupción, impunidad y la autoamnistía para los crímenes
de la dictadura cívico-militar. El ejemplo más sangrante es la defensa y el
rescate del Dictador Augusto Pinochet desde su arresto en Londres. Ahora se ha
sabido que siempre hubo un pacto de silencio con las Fuerzas Armadas para
garantizar su impunidad. De igual modo se ha sabido tardíamente que la
Concertación, coalición de gobierno liderada por el Partido Socialista y la Democracia
Cristiana, que inició la transición a la democracia, lo hizo pactando con la
Dictadura y engañando al pueblo respecto a su intención de cumplir el programa
de gobierno por el que llegó al poder.
La inmoralidad, corrupción del Partido
Socialista ha impactado en todos los ámbitos de la vida de los chilenos. No les
fue suficiente con la traición, el engaño y con la puerta giratoria establecida
entre el gobierno y la empresa privada, que ha enriquecido a su cúpula. Pero
hay mucho más. La máxima expresión de inmoralidad de los mal llamados
socialistas/pragmáticos contemporizadores ha sido la forma en que han
subvertido la escasa democracia, financiando tanto sus propios bolsillos como
los de su partido con las comisiones que cobran a los empresarios para legislar
en su favor. La guinda del pastel ha sido que el mayor financista de los otrora
“revolucionarios socialistas” ha sido el yerno del dictador de marras, Julio
Ponce Lerou que accedió a una incuantificable fortuna personal al apropiarse de
empresas mineras de propiedad pública, a precio de remate.
A diferencia de la Vía Chilena hacia
el Socialismo, esta vez lo que se necesita es un nuevo comienzo. Utilizar el
orden legal y la institucionalidad ilegitima existente no es una alternativa.
La única posibilidad verdaderamente democrática es la de un proceso
constituyente con poderes supra-constitucionales, culminando en un plebiscito
para ratificar una nueva Constitución elaborada por el pueblo.
Ha llegado el momento en que la
educación política, la organización y la unidad popular se hagan urgentes e
imprescindibles. Una comprensión integral de la realidad actual y la
inspiración que proviene de nuestra rica herencia política, servirán de
orientación a las luchas que están por venir. El heroico ejemplo ético y
político del presidente Salvador Allende Gossens nos acompaña. (En POLITIKA,
Santiago de Chile, en ocasión del 42 aniversario del golpe de Estado contra el
gobierno popular del Presidente Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973)
* Arquitecta chilena. Ximena
de la Barra formó parte del Gobierno del presidente Allende. Fue funcionaria de
Naciones Unidas, docente y consultora internacional y pública sobre América
Latina. xdelabarra@yahoo.es
Referencias:
• Allende Gossens, Salvador. 1972.
Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Obras escogidas
(1970-1973) (Barcelona: Critica), 4 de Diciembre.
http://salvador-allende.cl/Biblioteca/AllendetomoII.pdf . La Vía Chilena hacia
el Socialismo. México: Editorial Fundamentos, (1971)
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