La ONU sigue paralizada y «naciones canallas» intensifican crímenes de
guerra: ¡La democracia occidental, ciega, sorda y muda! la miseria moral de
occidente.
Por Thalif Deen* – Inter Press service (IPS)
Las matanzas de civiles y la destrucción de
ciudades, especialmente por parte de Israel, son devastadoras y continúan a
pesar de las repetidas advertencias de la ONU, sus agencias humanitarias, la
Corte Penal Internacional (CPI), los expertos en derechos humanos de la ONU y
el Consejo de Seguridad.
Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿ha sobrevivido la
ONU a su utilidad, incluso cuando el 24 de octubre se ha conmemorado su 79
aniversario?
Las Naciones Unidas, que no han contribuido a
resolver algunas de las guerras civiles y conflictos militares más prolongados
del mundo -como Palestina, Afganistán, Yemen, el Sáhara Occidental, Myanmar,
Siria y, más recientemente, Ucrania-, fueron cuestionadas por el presidente
ucraniano Volodímir Zelenski durante su discurso ante el Consejo de Seguridad en
abril.
Entonces preguntó
con razón: «¿Dónde está la paz para cuya garantía se crearon las Naciones
Unidas? ¿Y dónde está la seguridad que el Consejo de Seguridad debía
garantizar?»
Los repetidos
llamamientos de Estados Unidos a un alto el fuego por parte de Israel han caído
en saco roto, incluso mientras continúan las violaciones de la Carta de la ONU
con acusaciones de crímenes de guerra y genocidio en Gaza desde el 7 de octubre
del año pasado.
Un diplomático
asiático, que habló bajo condición de anonimato, dio en el clavo cuando dijo a
IPS que los países que violan la Carta de la ONU y cometen crímenes de guerra
son «naciones canallas» y deberían ser expulsados del organismo mundial.
Pero eso nunca ocurrirá con un Consejo de Seguridad
dotado de poder de veto.
Sarah Leah Whitson,
directora ejecutiva de Democracia para el Mundo Árabe Ahora (Dawn, en inglés),
dijo a IPS que el Consejo de Seguridad de la ONU ha servido como el principal
obstáculo para la paz y la seguridad mundiales, obstaculizando en lugar de
ayudar los esfuerzos para poner fin a los conflictos en todo el mundo.
Tanto Estados
Unidos como Rusia han utilizado su poder de veto para garantizar que continúen
las guerras que apoyan, ya sean los conflictos de Rusia en Ucrania y Siria, o
las guerras apoyadas por Estados Unidos en Gaza, Líbano y Yemen.
Sin poner fin al poder de veto de estas dos
potencias mundiales que fomentan los peores conflictos del mundo, la ONU
seguirá siendo una institución desdentada y desacreditada, declaró Whitson.
Ramzy Baroud, periodista y editor de The Palestine
Chronicle, dijo a IPS que la cuestión de si las Naciones Unidas han dejado de
ser útiles o no, depende de cómo decidamos comprender la formación inicial y el
propósito original de la organización.
«Si creemos, y muchos
lo hacen con razón, que la ONU se formó para proteger los intereses de aquellos
que salieron victoriosos tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial,
entonces, en gran medida ha tenido éxito en su misión», planteó.
De hecho, afirmó, la ONU y especialmente su
instancia ejecutiva, el Consejo de Seguridad, ha reflejado principalmente los
equilibrios del poder mundial, que, hasta hace poco, se inclinaba
mayoritariamente a favor de Estados Unidos y sus aliados occidentales.
Aunque esto está cambiando en cierta medida,
señaló, Estados Unidos sigue demostrando que todavía es capaz de ser un
obstáculo importante antes de permitir que la institución desempeñe siquiera un
papel nominal en la imposición de las leyes internacionales y humanitarias a
las partes culpables, como Israel.
«Sin embargo, si nos atenemos a la idea errónea de
que la ONU existía como garante mundial de la paz mediante la generación y
aplicación de leyes internacionales, no cabe duda de que ha fracasado
estrepitosamente», dijo Baroud.
En respuesta a una pregunta formulada en una rueda
de prensa a principios de octubre, el portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric,
aseguró: «Bueno, cuando la gente habla de los fracasos de la ONU, mi pregunta
es: ¿de qué ONU están hablando?»
«¿Están hablando de
la incapacidad del Consejo de Seguridad para reunirse en cuestiones críticas?
¿Se refiere a que los Estados miembros no respetan ni aplican las resoluciones?
¿Está hablando de que los Estados miembros no respetan las sentencias del
Tribunal Internacional de Justicia, que todos los Estados miembros han
suscrito?», inquirió.
Añadió: «¿Y está hablando de que el Secretario
General cree que no está haciendo lo suficiente o que sus humanitarios no están
haciendo lo suficiente? Así que creo que ese tipo de preguntas son muy válidas,
pero creo que uno tiene que examinar de qué parte de la organización está
hablando».
Durante la Cumbre de los BRICS+ (encabezado por
Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), celebrada en la ciudad rusa de Kazán
el 24 de octubre, el secretario general, António Guterres, se reunió con
Vladimir Putin, y reiteró su postura de que la invasión rusa de Ucrania «viola
la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional».
Pero la respuesta de Rusia no se hizo esperar,
mientras continúan sus violaciones al documento fundacional de la ONU.
En la cumbre sobre la Biodiversidad, celebrada en
la ciudad colombiana de Cali, el 29 de octubre, Guterres dijo: «Necesitamos la
paz entre nosotros. Esa es la razón por la que he estado pidiendo, en línea con
la Carta, en línea con el derecho internacional y en línea con las resoluciones
de la Asamblea General».
Subrayó que «por eso hemos estado pidiendo un alto
el fuego inmediato en Gaza, la liberación de todos los rehenes y ayuda
humanitaria masiva a Gaza. Por eso hemos estado pidiendo la paz en Líbano y una
paz que respete la soberanía libanesa y la integridad territorial libanesa y
allane el camino para una solución política».
«Por eso hemos estado pidiendo la paz en Sudán,
donde existe una enorme tragedia»», concluyó su argumentación Guterres.
Quizá sean llamamientos que seguirán sin respuesta.
Baroud explicó que lo más exasperante es que, a
pesar de sus evidentes fracasos, la ONU sigue actuando como si sirviera para
algo más que para reflejar los desequilibrios de poder existentes en el mundo y
como plataforma publicitaria para Estados Unidos, Israel y otros países, que
violan el derecho internacional con total impunidad.
La ONU se creó tras
las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial(1939-1945). Ahora, a su juicio, es
completamente inútil por su incapacidad para detener atrocidades similares en
Gaza, Cisjordania y Líbano. No hay justificación moral, y mucho menos racional,
para que la ONU siga existiendo en su forma actual, dijo Baroud.
El Sur global se está alzando por fin con sus
propias iniciativas políticas, económicas y jurídicas, es hora de que estos
nuevos organismos ofrezcan una alternativa completa a la ONU o impulsen
reformas serias e irreversibles en la ineficaz organización actual, afirmó
Baroud, investigador principal no residente del Centro para el Islam y los
Asuntos Globales.
En un artículo de opinión para IPS, Alon Ben-Meir,
profesor jubilado de relaciones internacionales, señaló que la estructura del
Consejo de Seguridad de la ONU, en particular el poder de veto de sus cinco
miembros permanentes, conduce a menudo a la inacción.
Este poder permite a cualquiera de estos países
bloquear resoluciones, aunque exista un amplio apoyo internacional. Esto ha
dado lugar a bloqueos en asuntos críticos como la guerra civil siria, la guerra
de Ucrania y el conflicto palestino-israelí, afirmó.
«Los asesinatos de civiles y la destrucción de
ciudades y pueblos, especialmente por parte de Israel y Rusia, son devastadores
y continúan sin cesar incluso a través de la ONU y sus agencias humanitarias»,
consideró.
Recordó que el Tribunal Penal Internacional y los
expertos en derechos humanos de la ONU han pedido reiteradamente al Consejo de
Seguridad que actúe. En estos casos, las relaciones de enfrentamiento entre
Estados Unidos y Rusia impidieron alcanzar soluciones para mitigar estos
conflictos.
Aunque existe un amplio acuerdo sobre la necesidad
de reformar el Consejo de Seguridad, lograrlo implica pilotar panoramas
geopolíticos multifacéticos y equilibrar diversos intereses nacionales.
Dicho esto, los cambios graduales, especialmente
los que no requieren modificaciones formales de la Carta de la ONU, pueden
ofrecer un camino factible, afirmó Ben-Meir, que ha impartido cursos sobre
negociación internacional y estudios sobre Medio Oriente.
«Si el Consejo de
Seguridad no adopta algunas de estas reformas, la ONU dejará prácticamente de
ser útil, especialmente en el ámbito de la resolución de conflictos, donde la
horrible muerte y destrucción diarias en todo el mundo atestiguan sus
estrepitosos fracasos», aseguró
Sin embargo, el declive del papel de la ONU en la
geopolítica se ha visto compensado por su actuación cada vez más sólida como
organización de ayuda humanitaria masiva.
Estos esfuerzos están dirigidos por las múltiples
agencias de la ONU.
Estos multiples organismos, que han salvado
millones de vidas, siguen proporcionando alimentos, atención médica y refugio a
quienes se encuentran atrapados en países asolados por la guerra, sobre todo en
Asia, África y Medio Oriente.
Además, siguen de cerca los pasos de organizaciones
internacionales de ayuda, como Médicos Sin Fronteras, Save the Children, Comité
Internacional de la Cruz Roja (CICR), CARE Internacional, Acción contra el
Hambre, World Vision y Socorro Sin Fronteras, entre otras.
*Thalif Deen, IPS United Nations bureau chief
and North America regional director, has been covering the U.N. since the late
1970s. A former deputy news editor of the Sri Lanka Daily News, he was also a
senior editorial writer for Hong Kong-based The Standard. He has been runner-up
and cited twice for “excellence in U.N. reporting” at the annual awards
presentation of the U.N. Correspondents’ Association. A former information
officer at the U.N. Secretariat, and a one-time member of the Sri Lanka
delegation to the U.N. General Assembly sessions, Thalif is currently editor in
chief of the IPS U.N. Terra Viva journal. Since the Earth Summit in Rio de
Janeiro in 1992, he has covered virtually every single major U.N. conference on
population, human rights, environment, social development, globalisation and
the Millennium Development Goals. A former Middle East military editor at
Jane’s Information Group in the U.S, he is a Fulbright-Hayes scholar with a
master’s degree in journalism from Columbia University, New York.
Nadie juzgará a la
Inteligencia Artificial GENOCIDA por crímenes de guerra: en el genocudio del
pueblo palestino/gaza, el 70% de las victimas asesinadas por el sionismo
colonialista israelí corresponden a mujeres y niños
Prof. Javier Rodrigo* –
CTXT Contexto y Acción/escritor, historiador, académico de la Universidad de
Barcelona/Cataluña
¿Podrá un futuro
Eichmann escudarse en la responsabilidad del algoritmo para descargarse de
culpabilidad?
La historia de la persecución de los llamados crímenes de guerra
está lejos de ser la de un éxito irrefrenable. Philippe Sands retrató sus
orígenes en el mundo contemporáneo en su deslumbrante Calle Este-Oeste, al
literaturizar el nacimiento de categorías como las de genocidio y crímenes
contra la humanidad. Y mientras que el propio Sands es crítico, pero a la vez optimista,
sobre las posibilidades de aplicación internacional del derecho humanitario, la
realidad es más bien la de un fracaso con pocos matices. Tanto la legislación
de la ONU para la prevención del delito de genocidio como las convenciones de
Ginebra de 1949 han tenido un recorrido limitado. Y, sobre todo, han sido de
aplicación muy reciente. Por mucho que resuenen los juicios de Núremberg,
Auschwitz, Fráncfort o Jerusalén, y por mucho que la cita a Arendt (leída o no
es lo de menos) sea ya casi de obligado cumplimiento, la historia de la
persecución del delito de crímenes de guerra (el crimen no justificado por la
necesidad militar, que incluye asesinatos, tratamiento inhumano de personas,
torturas, sufrimiento deliberado o la destrucción y/o apropiación de
propiedades ajenas) o contra la humanidad es la de unos pocos oasis en un
gigantesco desierto de impunidad.
Un breve repaso permite comprobarlo. Hideki Tōjō fue juzgado,
condenado y ejecutado en 1948 como responsable de los crímenes japoneses en la
Segunda Guerra Mundial, pero hasta 2002 no se inició otro juicio por crímenes
contra la humanidad contra un presidente o primer ministro, Slobodan Milošević,
que murió antes de conocer la condena del Tribunal Penal Internacional para la
antigua Yugoslavia. No fue hasta 1998 que se aprobó en Roma el Estatuto que
rige la Corte Penal Internacional, un tribunal en funcionamiento desde 2002
pero cuya soberanía nunca ha sido reconocida por países como Estados Unidos,
Rusia, China, Israel, Cuba, India o Irán. En teoría, por chocar con su propia
soberanía. En la práctica pueden suponerse intereses de otra índole: Estados
Unidos, Rusia, India, China o Israel disponen de armamento nuclear. Y tampoco
la historia de la CPI es precisamente la de un luminoso camino hacia el fin de
la impunidad de los perpetradores de crímenes contra la humanidad. Responsable
de complejísimas investigaciones de resultados no siempre satisfactorios, la
totalidad de los juicios, así como todas las investigaciones en curso de la
Corte menos una (Bangladesh), se vinculan a países africanos, representando una
muestra muy limitada (e incluso podría decirse, sesgada) de los procesos
penales en los que podrían aplicarse los principios del derecho internacional
humanitario. Mientras, los procesos en investigaciones preliminares abarcan
países que no han reconocido a la Corte misma, como Venezuela, Ucrania,
Colombia, Irak o Afganistán. Desde 2015, también investiga posibles crímenes de
guerra y contra la humanidad en Palestina, con resultados inexistentes, si su
objetivo era el de la persecución penal de los delitos, y directamente penosos,
si el objetivo era ese tan hermoso como ingenuo de su prevención.
Todo juega pues en contra de la legislación internacional en el
terreno humanitario, a partir de su compleja compaginación con la soberanía de
los Estados. Desde los juicios de Núremberg hasta la actualidad, el del derecho
internacional ha sido un combate contra el marco jurídico y mental de la
impunidad. Escudándose detrás de teorías como la de los “dos demonios” o la
obediencia debida a la cadena de mando de difícil reconstrucción, los agentes
de violencia han querido siempre limitar o legitimar sus acciones criminales,
las han negado, matizado o justificado bajo la premisa del imperativo militar.
Desde la política española de reconcentración de civiles en Cuba en 1896 a la
ocupación israelí de Gaza que arrancó tras los ataques de Hamás del 7 de
octubre de 2023, pasando por el genocidios como el herero y nama a manos de la
administración colonial alemana de Namibia en 1907, por Srebrenica, Ruanda o
Darfur, las masacres de civiles, los desplazamientos forzosos de población
desarmada, los confinamientos y bombardeos sobre población no combatiente, la
sustitución demográfica o la colonización forzosa son praxis propias de las
guerras y los conflictos contemporáneos que casi siempre han conseguido salir
impunes, y la realidad de las pesquisas actuales no invita al optimismo.
Hoy, además, ha nacido un nuevo agente de violencia, la
inteligencia artificial genocida. En su guerra en Gaza, el ejército
israelí utiliza la IAG como base para un programa, Lavender, que marca
objetivos bélicos (personas, se entiende) y que se combina con otros mecanismos
de rastreo, detección y automatización de bombardeos militares. Es en última instancia
el algoritmo de la IA el que identifica a las víctimas, para acabar con ellas
en sus propios domicilios y en horario nocturno, con lo que ello conlleva de
muertes de civiles no identificados. Y si las cuestiones morales que todo ello
suscita son complejas, no lo son menos las jurídicas. ¿A quién podrá juzgarse
por crímenes de guerra, por causar sufrimientos no justificados por la
necesidad militar, cuando estos los determine un algoritmo? ¿Qué cadena de
mando deberá reconstruir un futuro, pongamos, Strassera, el fiscal del juicio
contra las Juntas en Argentina, cuando se deban establecer las
responsabilidades de los bombardeos sobre civiles desarmados realizados por
drones autorregulados? ¿Podrá un futuro Eichmann escudarse en la evanescencia
de una responsabilidad artificial para descargarse de culpabilidad?
Evidentemente, la tecnología no sustituye al principio de responsabilidad, que
señala a los estados mayores, jefes de operaciones y gobiernos. Pero ¿a quién
podrá sentar en el banquillo de los acusados la Corte Penal Internacional
cuando se trate de juzgar, si alguna vez se juzgan, los crímenes cometidos en
el uso de Lavender? ¿Está preparado el derecho humanitario internacional para
afrontar esta nueva realidad?
Sin la posibilidad a posteriori de la justicia, sea nacional o
internacional, las víctimas de los abusos y los crímenes de guerra y contra la
humanidad quedarán desprotegidas y, por fin, al albur de la más cruenta
impunidad. ¿Será eso lo que realmente buscan quienes implementan ya hoy la inteligencia
artificial como herramienta bélica?
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.