“La causa del Pueblo no admite la menor demora” …
Por Jorge Zabalza.
Pocos días atrás, convocados por la Mesa Nacional de
Colonos, AFINCO (gremio de los trabajadores del INC) y la Mesa Intersindical de
Bella Unión, se reunieron unas 80 personas en la chacra cooperativa “15 de
enero”. Como el grupo de oligarcas que nos gobierna se propone desmantelar el
Instituto Nacional de Colonización (INC), los allí reunidos discutían cómo
organizarse para defenderlo.
Entendieron que era buena cosa rodear el parlamento los
días 12 y 13 de octubre, momento del senado para votar el artículo del presupuesto
que desfinancia el INC. Convocaron entonces a reunirse en “fogones artiguistas”
al costado del Palacio Legislativo. A los convocantes se suman varias
organizaciones más, las que representan la Nación Charrúa, a los afrodescendientes,
productores ecológicos, aspirantes a colonos, sindicatos de trabajadores
rurales, asalariados con tierra de Bella Unión, estudiantes, cooperativistas de
FUCVAM. La concentración coincide con la convocada por el PITCNT en la plaza 1°
de Mayo.
Al igual que en 1964 me propongo acudir al llamado de lucha
por la tierra, como también habré concurrido el martes por la mañana al Canal
10 junto a los que luchan por un Canelones libre de soja transgénica. Así
comenzó aquella historia reciente, la que aún sigue corriendo.
¡¡
Tierra!!
Una vez más emergió la cuestión de la tierra. Desde
que los malos europeos la robaron a mano armada, el modelo “tierra para quienes
la trabajan” enfrenta el modelo “tierra para los pocos y privilegiados”. La
lucha entre ambas formas de producir estuvo en el origen del Uruguay como
república independiente. Los peores americanos pensaban, según Isidoro de María,
que los pueblos indígenas “no eran capaces de comprender todos los beneficios
que resultaban de la conquista y por eso luchaban contra los invasores”. Por
eso impidieron recuperar su territorio a los pueblos originarios, los privaron
del espacio propio, donde desarrollar sus autonomías y sus culturas.
José Artigas Arnal veía el problema desde el ángulo
opuesto. Escribió al gobernador de Corrientes: “Recordemos que ellos tienen el
principal derecho y que sería una degradación para nosotros, mantenerlos en
aquella exclusión vergonzosa que hasta hoy han padecido por ser indianos”. Esa
visión, Artigas la puso en práctica el 10 de setiembre de 1815 con su
Reglamento de Tierras: la cuestión indígena se resolvía restituyendo la
propiedad/ la tierra a los guaraníes, los charrúas y los afro uruguayos, a los marginados
, despojados de ella que deambulaban por
campos que eran suyos, que se los arrebataron los ocupantes oligarcas, con la
complicidad del régimen burgués de turno.
Luego de la “independencia”, el genocidio riverista hizo
del Uruguay un territorio libre de poblaciones originarias y los genocidas pudieron
apropiarse de los latifundios, del puerto y de los cargos en el aparato
burocrático.
Ocupar,
ocupar y ocupar.
Ciento cincuenta años después, el viejo modelo
artiguista resurgía con el programa del Congreso del Pueblo. La Reforma Agraria
se volvió el nudo de las más sentidas aspiraciones populares. Consigna de la
rebelión peluda, la bandera de UTAA lucía el “tierra para el que trabaja”. En
todo el espectro partidario, desde Wilson Ferreira Aldunate a la izquierda que
se preciaba de revolucionaria, se coincidía en la necesidad de cambiar la
estructura de propiedad de la tierra. Hablar de reforma agraria fue muy natural
en aquel Uruguay sesentista. Los que empuñamos un arma, en busca de la palabra
justa, la encontramos en el grito “Por la Tierra y con Sendic”, síntesis cañera
del espíritu que reinaba.
En 1985, al regresar a los cuarteles, la dictadura nos
dejó el 8% de la tierra bajo propiedad de capitales extranjeros, porcentaje que
el movimiento popular consideró escandaloso. La pérdida de soberanía por la
extranjerización de la tierra fue uno de los ejes crítico del discurso de la
izquierda. Sin embargo, pese a los esfuerzos de algunos sindicatos y sectores minoritarios,
fue imposible reinsertar la reforma agraria en los programas del PITCNT y del
Frente Amplio. Se negaron los que marchaban hacia la moderación y el
liberalismo.
Actualmente, casi sin ninguna oposición, los capitales
extranjeros han llegado a ser propietarios del 50% del territorio nacional. La cifra
indica el grado en que el Uruguay ha perdido independencia y ha sido insertado
en la economía mundial como productor de materias primas. El proceso de recolonización
ocurrió ante la pasividad y el desinterés del movimiento obrero, con la
complicidad de los tres partidos que fueron gobierno luego de la dictadura
cívico militar.
La tierra es el único recurso natural con que cuenta
nuestro pueblo para alcanzar la justicia social. Con su plan de lucha por la
tierra y contra la pobreza, Raúl “Bebe” Sendic supo unir los problemas de la
marginación social con el cambio en la forma de hacer producir la tierra. La
cuestión social se resuelve aboliendo el latifundio y poniendo en práctica el
“tierra para el que la trabaja”, transformando el modo de hacer producir la
tierra y distribuir sus productos.
La tierra, sin embargo, continúa inaccesible para el
marginado y empobrecido, para el que enriquece con su trabajo a los
latifundistas locales y extranjeros… ¿ocupar, ocupar y ocupar será la única
forma posible?
El 12 de octubre, fecha luctuosa para los pueblos
latinoamericanos, nos vemos alrededor del parlamento para manifestar nuestra
reivindicación de “tierra para el que la trabaja”.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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