¿Ganó realmente el pueblo?¡No!
Ganó la
oligarquía empresarial sofofa/la derecha
Juan Pablo Cárdenas S. escritor, comunicador social, analista internacional. Semanario el SurAndino/ Addhee.Ong.
Tendremos un gobierno
minoritario, con un parlamento que le será muy poco dócil, y con una enorme
cantidad de expectativas sociales que lo más seguro es que vuelvan a encender
la protesta social. Con el agravante de que la pandemia para nada está
controlada, que las arcas fiscales simplemente no dan para resolver todas las
demandas que siguen pendientes y conun Poder Legislativo al que le costará
consentir con lo que se proponga el Ejecutivo. Todos los candidatos estaban
advertidos que, de ganar, les costaría mucho gobernar. Así como les sería
demasiado difícil hacer frente a los conflictos radicados en varias zonas del
país, especialmente en la Araucanía. Que el fenómeno de la violencia y la delincuencia
que realmente asolan al país, muy difícilmente podrían ser mitigados sin la
posibilidad de que se avance efectivamente en justicia social y equidad,
conceptos que de la boca para afuera están posicionados en todos los discursos
desde la ultraderecha hasta la extrema izquierda. Sin que se resuelva, con
urgencia, mejorar drásticamente los ingresos de los trabajadores y de las
familias. Sin que las nuevas autoridades resuelvan acabar con las abusivas AFP,
se suba drásticamente el piso de las pensiones y la salud deje de constituir el
lucrativo negocio de las isapres para garantizar la atención médica y
hospitalaria a toda la nación. Es decir, se le dé curso a lo que se ha
prometido transversalmente en las tres últimas décadas, sin avance alguno y con
el agravante de que para, aliviar la crisis, se tuviera que echar mano de los
escuálidos fondos de los futuros jubilados, con lo que sus expectativas de un
retiro digno se hacen ahora más inciertas. Salvo la excepción conocida, ningún
candidato prometió revisar en serio los gastos de defensa, que dan origen a una
desigualdad flagrante entre uniformados y civiles. Ni siquiera se habló de
reducir las adquisiciones de armamento, como muy poco se aludió a los
innumerables casos de corrupción entre la oficialidad y las policías. Tampoco
se prometió esta vez derogar el IVA a los libros, una vieja demanda burlada por
todos los gobiernos.
De esta forma, el debate
sobre el destino del país a ratos pareció circunscrito a la posibilidad de
dictar una nueva y más permisiva ley de aborto, a ponerle más reconocimiento
legal a las relaciones entre parejas del mismo sexo como a otros asuntos que,
siendo importantes, en realidad no están en las prioridades de una población
que vive tantas carencias socioeconómicas y ahora se muestra aterrada respecto
de la inflación que se hace sentir con ganas y puede perfectamente desembocar
en próximos estallidos sociales. Se dijo que el país estaba altamente
polarizado, que estábamos en peligro de elegir entre un nacionalsocialista y un
marxista leninista, al grado que los candidatos de centro no demostraron mucho
éxito en parecer morigerados y ganar a esos chilenos todavía impactados por lo
que fue la dictadura pinochetista y lo que se le ha dicho respecto de los
horrores que vive Venezuela, Nicaragua y Cuba. Para lo cual la prensa adicta al
sistema miente y exagera a través de sus ignorantes y desinformados analistas,
cuanto los mismos animadores de la televisión. Lo cierto es que más allá de sus
“lugares comunes” y propuestas puntuales y de suyo demagógicas, todos los
candidatos, salvo la excepción conocida, fueron de visita ad limina ante los
grandes empresarios y más allá de las cámaras hasta sostuvieron con ellos
sospechosas conversaciones bilaterales que no fueron advertidas por la prensa.
Unos fueron a arrodillarse
ante los hombres de negocios y otros en la esperanza de sensibilizarlos frente
a las urgencias sociales del país, sobre todo para obtener recursos para
financiar sus campañas. Ante ellos no se habló de expropiaciones ni de grabarlos
con los justos impuestos que se hacen ahora imperativos. Y muy tibiamente se
les reprochó respecto de sus nuevos actos de colusión evasión o elusión
tributaria. Menos, todavía, se les exigió fortalecer el sindicalismo. Hasta
hubo candidatos que en el pasado de manifestaron en contra del imperio del
mercado y que esta vez guardaron sacrosanto silencio y, en las horas previas a
la elección, el gobierno decidió desahuciar una licitación pública ganada por
un grupo chino y alemán para confeccionar nuestras cédulas de identidad y
pasaporte. Nada más que para agradar a los Estados Unidos, potencia ciertamente
molesta y de la cual se temió represalias ante un acto soberano chileno. Todo
esto a pesar de que la nación asiática es nuestro principal socio comercial. A
lo anterior, agreguemos que hasta la expresión “neoliberalismo” desapareció de
los discursos y debates presidenciales, salvo la excepción de aquel candidato
que se atrevió a decir de todo, a sabiendas de que no tendría chance alguna de
llegar a La Moneda. Vendrá ahora una segunda vuelta en que se exacerbarán los
temores, se elevarán las descalificaciones y los candidatos -Kast y Boric-
harán todo lo posible por ganar el apoyo de los perdedores, los que en conjunto
sumaron más votos que cada uno de los contrincantes de la segunda vuelta. Se
nos hablará del peligro que representa al triunfo del adversario y se nos
retraerá a la época de Pinochet y de la Guerra Fría, cuando la inmensa mayoría
de los sufragantes no vivieron aquello y en algunos casos apenas saben de oídas
lo ocurrido tantas décadas atrás. Sin embargo, de verdad es que es muy poco
probable que el nuevo Presidente pueda realmente dar paso a una “era nueva”,
como se ha prometido y, salvo las consabidas fluctuaciones accionarias y del
precio del dólar, todo indicaría que el país va a seguir gobernado por la clase
política, como que el sacrosanto mercado seguirá siendo nuestro soberano. Con
el aval de los gobernantes y de la casta militar o guardia pretoriana. Toda vez
que ahora se impondrá un proceso de negociaciones cupulares que podrá borrar
con el codo algunas de las buenas intenciones. Cuento aparte es lo que siga
sucediendo en la Convención Constituyente si es que todavía se puede tener
confianza en que podrá seguir ejerciendo libremente enfrente de un Gobierno y
un Parlamento nuevo y empoderado, pese a su escasa representatividad. Después
de una elección que, como de costumbre, fue altamente determinada por la
propaganda electoral, el sesgo de los poderosos medios de comunicación y, hay que
decirlo, un país muy desmotivado respecto de una democracia que no resuelve sus
problemas. Más desigual, ciertamente, de un gobierno a otro. Cada día más
convencido que es la calle y no el voto el que puede abrir sus anchas alamedas.
De allí que sea tan alentador, la enorme mayoría que obtuvo la candidata
independiente, Fabiola Campillai, una de las más severas víctimas de la
represión piñerista.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro
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