Candidata a senadora Fabiola Campillai Rojas: desde la infame agresión al anhelo de un cambio social, económico y político.
Aquel día Ana
María Campillai Rojas sintió un fuerte ruido, vio humo y horrorizada observó a
su hermana sangrando por la frente, tirada en el piso. Uno de sus ojos le
colgaba y de inmediato se dio cuenta de la gravedad y furiosa increpó a los
carabineros que se encontraban a unos 50 metros. “Paco culiao, ya te mandaste
el cagazo, ayúdame que mi hermana se muere”. Por respuesta recibió otra bomba
que afortunadamente no las lastimó y, en el suelo, Fabiola se revolvía
semiinconsciente. Ya no iría a trabajar a la fábrica, porque comenzaba el
periplo para salvarle la vida. Con la ayuda de vecinos logró llegar al Hospital
Barros Luco en donde fue estabilizada y luego trasladada al IST, el Instituto de
Seguridad del Trabajo, recinto desde el que la derivaron a la Clínica Láser
ubicado en la comuna de Las Condes. Herida había recorrido varios kilómetros
por las calles de Santiago, desde San Bernardo al barrio alto, pero no se pudo sanar
lo irremediable, iba a quedar ciega de por vida. Volvió al IST y fue sometida a
largas operaciones, una de las más complejas perseguía aminorar el daño
cerebral, pero todas ellas solamente fueron reparadoras, no se pudo hacer más.
El capitán
Patricio Maturana Ojeda, de la 14a Comisaría de San Bernardo, fue dado de baja
en agosto del 2020. Según la Fiscalía, disparó tres veces y directo a las
personas. Fabiola Campillai Rojas entonces tenía 36 años y era una trabajadora
de Carozzi y, a pesar de sentirse interpretada por las demandas surgidas en la
protesta social, no participaba de las marchas. Su vida se concentraba en las
actividades laborales, integraba el cuerpo de bomberos de la empresa y también
era futbolista de una liga femenina de la compañía. Hoy no puede ver y perdió
el sentido del gusto y del olfato.
El capitán Patricio
Maturana Ojeda, está procesado como autor de la criminal agresión, pertenecía a
la 14a Comisaría de San Bernardo y fue dado de baja en agosto del 2020. En la
noche del 26 de noviembre del 2019 disparó en tres oportunidades y, según la
Fiscalía, de frente y directo a las personas sin realizar una parábola en
momentos en que no existía impedimento para la circulación de transeúntes o vehículos,
ni peligro para la vida o seguridad de las personas que dicho día se
encontraban en la escena de los hechos. El rescate de imágenes de las cámaras
institucionales como de grabaciones, han permitido conocer comentarios
posteriores entre la tropa, destacando la frase: “se la pitió el Matu”.
Víctima de la
represión policial, la luchadora social Fabiola
Campillai Rojas, actualmente de 38 años, es una obrera de la industria del
alimento que participaba con gran entusiasmo en la compañía de bomberos y en
actividades deportivas de la fábrica Carozzi. Vive en la población Cinco Pinos
de San Bernardo y es madre de tres hijos, dos niñas y un niño, trabajaba en
turnos nocturnos, por ello, a las 20,30 aproximadamente, se dirigía a laborar
de manera rutinaria, como lo había hecho durante los últimos años.
Decidió
proyectar su experiencia hacia la lucha social por entero y hoy ha adquirido un
liderazgo que se nutre de ideas sencillas pero sentidas por la mayoría del
pueblo al que pertenece. Una trabajadora y pobladora cuya tragedia se diluye en
la decisión y valentía de afrontarla como parte de una etapa de su vida y que
la inserta de lleno en la lucha colectiva por un mañana mejor. No redujo su
vida a la victimización sino que la pone al servicio de una causa que la
hermana con las y los que luchan por un país más justo.
Resolvió
incursionar en la lucha política adhiriendo a un proyecto aún en construcción,
pero que tiene bases sólidas que surgen de las movilizaciones populares
masificadas desde el 18 de octubre del 2019. En declaraciones señaló que “la
Protesta Social respondió a las profundas heridas de todo un pueblo, producto
del sistema neoliberal que nos domina. Por eso, no basta con cambiar una ley,
debemos cambiar el sistema”. Una aseveración que va más allá de lo
políticamente correcto y que apunta al centro de la definición que hoy cruza a
toda la sociedad chilena y al proceso político que se desarrolla en el país.
Asimismo, con
gran seguridad indica a la Agencia EFE:
“Los derechos
humanos son lo primero, no solo por lo que me pasó a mí, sino por las
violaciones sistemáticas que se han dado desde 1973. La gente, de alguna
manera, sigue siendo violentada por el sistema capitalista salvaje. También
queremos justicia para todos, no puede ser que casos como el mío se demoren
años. Si yo tuviera dinero, mi caso ya se habría juzgado. También vamos a
pelear por la vida digna, los derechos de las mujeres y el derecho a la salud.
Vivimos en poblaciones, sabemos lo que necesita la gente”.
Y para que no
existan dudas de la proyección de sus claras y contundentes opiniones remarca
con énfasis: “Comparto con miles de personas el no sentirme representada con
ninguna candidatura presidencial. Creo que esto se debe a que el 18 de octubre
de 2019 nos mostró las necesidades postergadas de un pueblo, pero ninguna
candidatura ha sido capaz de recogerlas”. Una clara demostración de lo diferente
que son las cosas cuando el pueblo se decide.
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