Plebiscito: Victoria del
Movimiento social 18 de Octubre del Pueblo Chileno y descalabro de la clase
política: Los sinvergüenzas.
Por Juan Pablo Cárdenas S.: escritor, comunicador
social, analista internacional, Addhee. Ong.
Sabemos, sin embargo, que fue el obligado
confinamiento a causa del Coronavirus el que ocasionó el repliegue de la
protesta masiva, pero ahora estamos seguros que son muchos más los que han
comprobado la horrible desigualdad nacional, el cúmulo de discriminaciones y la
certeza de que eran muchos millones más los pobres e indigentes en nuestro
país. Explotados por los poderes del Estado, la concentración escandalosa de la
riqueza y el periodismo abyecto. De esta forma es que, en el miedo a ser
derribados, de la noche a la mañana, el Ejecutivo y el Parlamento convinieron
la consulta ciudadana que acaba de realizarse y cuyos resultados no alcanzaron
a imaginar realmente.
Los escrutinios de este proceso electoral nos
señalan que casi el ochenta por ciento de los ciudadanos quiere una nueva Carta
Magna redactada únicamente por representantes elegidos por el pueblo, esto es
sin presencia e intermediación alguna de las autoridades todavía en ejercicio.
Los que propusieron, incluso, un mecanismo como la convención mixta en el ánimo
de mitigar el ejercicio de la soberanía popular, así como para evitar aquellos
acuerdos macizos en pro de un régimen institucional en dirección a una
democracia participativa, la recuperación de nuestras riquezas naturales y
empresas estratégicas. Además de una reforma drástica de nuestro sistema
económico que signifique convertir al Estado en agente y garante principal del
crecimiento y el bienestar de todos los chilenos.
El único ganador efectivo es el pueblo que
concurrió a las urnas venciendo los temores propios de la pandemia y la
horrible represión descargada contra los jóvenes, los trabajadores y todos los
hombres y mujeres concertados sin la tutela de los partidos políticos y los
demás intereses fácticos. Ganaron, por cierto, en esta jornada cívica los
trabajadores, los jóvenes, los pensionados y todos los que han sembrado por
tanto tiempo la necesidad de proteger nuestros ecosistemas, ponerle freno a la
economía consumista y advertirnos de la codicia y corrupción del gran
empresariado.
Es decir, de ese puñado de multimillonarios empresarios
sofofos que tiene cooptado a los gobernantes y legisladores dejados seducir por
los grandes capitales nacionales y foráneos. Ciertamente, empoderados en
nuestros yacimientos mineros, la actividad pesquera y forestal, como en
aquellos servicios públicos tan estratégicos como el suministro del agua
potable, la producción de energía, las concesiones viales y la banca. Porque lo
que ya no tiene Chile a causa del Régimen Cívico Militar y de todos los
gobiernos que le sucedieron es soberanía alguna en las altas cumbres, en el
mar, en sus valles y manantiales.
Perdieron, también, los partidos políticos
coludidos de derecha a izquierda para beneficiarse de los altos estipendios que
dispone el mal llamado servicio público, cuyas cifras superan el ingreso de los
legisladores norteamericanos y europeos. De allí que en las masivas
celebraciones de la victoria del domingo siguieran ausentes las banderas,
pabellones y otros distintivos, mientras de desplegaba con entusiasmo el
pabellón nacional, la bandera mapuche y los emblemas de las más diversas
organizaciones sociales, artísticas y culturales. Qué triste fue comprobar en
estos meses la falta de coherencia ideológica de las colectividades
partidistas, así como la extrema deserción de sus militantes y simpatizantes.
Ni siquiera con toda la cobertura que la prensa
uniformada le dio a las cúpulas políticas, éstas lograron obtener algún
dividendo electoral, teniendo que rumiar la noche del domingo su completa
frustración.
Ecrasez l
infame Piñera Echeñique
Atónitas todas ante los resultados, salvo, por
supuesto, un cínico Sebastián Piñera, que tuvo la desvergüenza de incluir a su regimen
como uno de los ganadores del Plebiscito. Postura que incluso avergonzó a los
propios ministros que lo acompañaban muy bien parapetados sus rostros tras las
mascarillas sanitarias que su presidente echó al bolsillo. Desparpajo que
también tuvo la presidenta de la UDI que se atribuyó como apoyo a su partido
ese 20 por ciento que quiso darle continuidad a la Constitución/artilugio de 1980, en el que también concurrieron otros
sectores de la ultraderecha.
En cualquier democracia seria y real, este
descalabro electoral ya tendría a gobernantes y parlamentarios desalojados del
poder. Sin embargo, aquí, cuando todavía no se
cerraban todas las urnas, los derrotados ya sacaban cuentas alegres de lo que
serían los próximos comicios para elegir gobernadores, integrar la Comisión
redactora de la nueva Constitución y aquel nuevo plebiscito con el cual la
Carta Magna será refrendada por el voto ciudadano.
Por lo mismo es que el pueblo no debe descuidarse.
Deberá permanecer en las calles para impedir que nuevos conciliábulos cupulares
intenten torcer la voluntad soberana, exigiendo durante los dos años que siguen
la materialización de las reformas educacionales, previsionales y otras que han
sido constantemente burladas por La Moneda. Es evidente
que solo la masiva expresión callejera puede obtener los cambios radicales que
necesita nuestra convivencia política y social, además de ejercer la justa
presión a los miembros de la Constituyente, susceptibles de ser engañados,
sobornados y amenazados, como lo han sido antes los diputados y senadores, con
las honrosas excepciones que confirman la transversal corrupción política.
La victoria debe ser atribuida a las viejas y
nuevas generaciones de chilenos dignos y valerosos. A quienes perdieron sus
vidas o quedaron mutilados con la represión policial y militar, es decir por
los cancerberos del que llaman “estado de derecho”. El pueblo debe exigir con
fuerza, ahora, la liberación de los centenares de presos políticos imputados
por los Tribunales. Asimismo, como las demandas del Pueblo Mapuche deben ser
respaldadas por todo el pueblo discriminado y abusado a lo largo del país.
Una revisión simple de los resultados nos indica
quiénes son y dónde viven los que se oponen a la justicia social y ejercen sus
arrogantes privilegios. Pero con esta victoria popular del pueblo unido y
movilizado todos debemos proponernos conquistar a esa mitad de chilenos que se
resiste a votar, que marcó de nuevo una altísima abstención electoral, aunque
esta vez la misma Pandemia, la extrema marginación social y otras causas
explican más plenamente su decisión de no acercarse a los lugares de votación.
Asumiendo que las trampas impuestas por los gobernantes y legisladores a muchos
los ha llevado a desconfiar de la vía electoral y optar por otras formas de
lucha. Aunque sabemos que concuerdan con los anhelos ampliamente mayoritarios
en la población chilena.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Lo subrayado es nuestro.
Los sinvergüenzas
Por Juan Pablo Cárdenas S., escritor, comunicador social, analista
internacional. Addhee.Ong
Por cierto, que, tampoco, hubo ministros,
subsecretarios, legisladores, alcaldes o concejales que renunciaran a sus
cargos o dejaran a disposición de los militantes la conducción de sus partidos.
En esta actitud, una vez más, no hubo vencedores ni vencidos. Ni siquiera los que
públicamente llamaron a prolongar la institucionalidad vigente o aspiraron a
que el pueblo les regalará siquiera un escaño en la Convención Constitucional
que se encargará de definir la próxima Carta Magna. Toda una desvergüenza
que no se entiende desde los países democráticos acostumbrados a escuchar a los
ciudadanos y practicar realmente la alternancia en el poder.
El país debe elegir a todos los miembros de la
Constituyente en lo que debe ser una asamblea paritaria de hombre y mujeres,
pero por sobre todo al Servicio Electoral debiera dotársele de atribuciones
para impedir que los partidos monopolicen las nóminas de candidatos, dándole a
las organizaciones sociales y a los independientes o, mejor dicho, no
militantes, la posibilidad real de participar en los próximos comicios.
Todos debemos exigir que se legisle urgentemente
para impedir los arreglos cupulares y los millonarios gastos electorales, de
forma que no lleguen a instalarse en la Constituyente los mismos de siempre,
los que tienen dinero o quienes se proponen, ciertamente, y como lo han
declarado, morigerar los cambios, salvar el modelo económico capitalista salvaje neoliberal desigual y
combatir el descontento popular con mayor represión policial y violaciones de
los DDHH.
Sin embargo, lo que estamos percibiendo es que a lo
sumo serian los propios partidos los que agregarían a sus listas a algunos
independientes, porque a éstos se les haría prácticamente imposible postular
autónomamente de las colectividades políticas, según la ley electoral vigente.
Menos oportunidades tendrían, todavía, las
innumerables organizaciones sociales que repletaron ciudades y pueblos con sus
demandas, sin que en estas manifestaciones pudiéramos visualizar los
estandartes partidistas ni los rostros de los políticos activos y bien
apoltronados en el Congreso Nacional y el Ejecutivo. Se sabe que cuando algunos
de estos quisieron sumarse a las marchas, tuvieron que escapar rápidamente para
no ser verdaderamente linchados por el pueblo. Fueran de derecha, izquierda o centro.
Por más que los canales de televisión, algunos periódicos o emisoras los
convocaran a sus matinales y noticiarios faranduleros. Los hicieran parte de un
estallido social con el que no estuvieron comprometidos ni invitados, después
de treinta años que se dieron maña para darle continuidad a la herencia
institucional pinochetista y al régimen capitalista salvaje neoliberal.
Como ya se ha indicado, antes de la próxima
contienda presidencial, los chilenos tendremos que elegir a los gobernadores de
todo el país, a las autoridades municipales y a los miembros de la Convención
Constitucional. De allí que resulte tan absurdo y monstruoso en estos días la
proclamación de tantos postulantes para suceder a Piñera Echeñique en La
Moneda. Al menos unos cuatro o cinco de los partidos
oficialistas; otros tres o cuatro del PPD y del Partido Socialista; mínimo unos
cuatro cinco de la Democracia Cristiana; unos dos o tres del Frente Amplio y de
sus grupos o “sensibilidades”, como las llaman, además del siempre listo
candidato del PRO, un alcalde comunista que sin tapujos también se ha auto
designado. Como también aguardamos por los de otras colectividades que siempre
se muestran prestos a ofrecer a sus rostros para desempatar las querellas entre
los partidos más grandes. Entre todo un espectro político que no suma más de
cien o ciento cincuenta mil militantes. Sin contar todavía el crónico apetito
de quienes buscan repetirse el plato en La Moneda. Aquellos y aquellas figuras
que no los inhiben el paso implacable de sus años y sucesivos actos de
corrupción.
Entendida la política en Chile como una carrera
constante por el poder y los cargos de “representación”, es decir nunca o muy
pocas veces como una oportunidad de servicio público, esta proliferación de
candidatos no nos parece tan extraña, aunque cada vez se haga más indignante.
Debemos ser el país en toda la tierra que se nutre de menos agrupaciones
sindicales juveniles y gremiales.
Ya no existen los partidos que en el pasado se
ufanaban de representar a la clase trabajadora o, siquiera, a los sectores
medios. Asimismo, son muchos los jóvenes que se han atrevido a fundar nuevos
movimientos y que en muy pocos años han terminado envueltos por los pactos
electorales, como extraviados por los grandes empresarios que financian la
actividad electoral o las votaciones de los legisladores.
De seguir este grave desdén a los verdaderos
artífices de los resultados del Plebiscito, lo sensato sería que los sectores
sociales volvieran a golpear la mesa, irrumpieran nuevamente en las calles para
hacer todavía más explícito su repudio al conjunto de la clase política. La
lucha, en este sentido, no solo es contra el régimen de Piñera Echeñique, sino
a favor de establecer una institucionalidad genuinamente democrática, incluido
el rescate de todos los derechos políticos, económicos y sociales conculcados.
Devolverle la soberanía al pueblo y arrebatársela a los necios que dicen actuar
en su nombre, y que solo vienen traicionándolo en todas las últimas décadas.
Ojalá no nos dejemos madrugar nuevamente por las
trampas políticas del sistema electoral y que en los comicios venideros la
participación electoral exija un pacto previo de garantías políticas, si no
queremos reiterarnos en la masiva abstención ciudadana o fomentar la violencia
como solución a las injusticias. El pueblo debe avanzar a la primera línea de
la acción y decisiones políticas.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Lo subrayado es nuestro
No hay comentarios:
Publicar un comentario