Por Juan Pablo Cárdenas S. /Escritor/Comunicador
social/Analista Internacional/Barómetro
Latinoamericano/ Addhee.Ong:
Quienes pensaron que la epidemia de Coronavirus podría salvar a Sebastián
Piñera de su inminente caída, hoy deben estar masticando su decepción. Con su
última estupidez, al concurrir hasta la vacía Plaza de la Dignidad para
fotografiarse, y con ello provocar a los millones de chilenos que estuvieron
movilizados e hicieron de este lugar el epicentro de sus protestas, ahora deben
ser muchos más los que se convenzan de que la emergencia sanitaria solo le ha
dado una tregua a su régimen exitista, autocomplaciente, corrupto e inepto…..
Sus adeptos debieran instalarle efectivamente un bozal a
su Presidente más que una mascarilla
sanitaria, además de amarrarlo en el Patio de los Naranjos para que no vuelva a
salir a cometer nuevos despropósitos que nos escandalicen y avergüencen como
nación. Además de impedirle que use los medios mediáticos mercuriales para propalar mentiras, como aquella de que él
había comprado miles de respiradores mecánicos para hacer frente a la pandemia
mucho antes que se les ocurriera a otros gobernantes del mundo y de la Región
con quienes siempre busca compararse. El victimario de las víctimas del movimiento
social del 18 de octubre, ya estaba informado de la llegada del coronavirus…
No sabemos todavía cuánto tiempo nos falta para
volver a la normalidad política, para que los chilenos puedan salir libremente
y sin temor a las calles y plazas; para que los ciudadanos recuperen sus
derechos cívicos y los militares vuelvan a sus cuarteles. Sin embargo, se sabe
que confinados en nuestras casas, y con todas las restricciones agregadas, no
ha variado mucho el sentimiento general respecto de la incompetencia del
conjunto de la clase politicastra contra la cual se alzó el 18 de
octubre.
Por el contrario, se ha demostrado palmariamente
que oficialistas y opositores no han sido capaces siquiera de ponerse a la
altura de la grave emergencia que vivimos, a excepción de un puñado de alcaldes
que se ha tomado en serio sus cargos y codo a codo con los habitantes están
enfrentando los riesgos ocasionados por este virus importado al país, como se
sabe, por los chilenos que anduvieron por Europa, Estados Unidos y otros
destinos turísticos o de negocios.
El Ejecutivo y el Parlamento vienen dando un triste
espectáculo de reyertas, cruzados dimes y diretes y denodados esfuerzos por
lucirse, recuperar pantalla en la televisión y sacar cálculos alegres respecto
de las futuras competencias electorales, en el marco de la política bajuna
impuesta por el régimen heredero de la
dictadura cívico militar.
Obviamente
que el buen y correcto desempeño político durante esta crisis le puede traer
dividendos electorales a algunos, pero siempre que se impongan la mayor
discreción posible o la menor estridencia en lo que hacen. Lo cierto es que ya
empiezan a agobiarnos los opinólogos políticos que se han hecho cotidianos en
los matinales y noticiarios de televisión mediática, por los que los canales
podrían haber perdido mucho su audiencia de no ser el encierro obligado que
vive más de la mitad de la población, como la oportunidad de valorar a tantos
especialistas y profesionales serios que son requeridos por la información más
gravitante del momento. Los cuales realmente abochornan la participación de los
políticos invitados y de esa cantidad de animadores y periodistas mediocres y
faranduleros que pululan en la llamada pantalla chica, pese a la dramática
situación.
Gobiernistas, opositores y en especial los
disidentes del actual sistema debieran aprovechar estos meses para actuar
debidamente una vez que se superen estas amargas circunstancias. Para cuando el
mundo y nuestro país ya no sean los de antes y la economía neoliberal impuesta
por el capitalismo salvaje se precipite
en el descrédito y las cifras rojas. Es decir, para cuando tengamos que
afrontar la necesidad de garantizar derechos tan fundamentales como el empleo,
la producción, los salarios y pensiones justas. O para garantizarle a
todos el acceso a la salud, la vivienda digna y, desde luego, la educación
gratuita y de calidad. Hablamos, por cierto, de ese conjunto de demandas
sociales que quedaron suspendidas por la llegada del Coronavirus pero cuya
consecución ya no podrán ser eludidas por los gobernantes, una vez que las
desigualdades y abusos hayan quedado todavía más al desnudo.
Intelectuales y políticos debieran estar concibiendo
qué hacer para el reemplazo de las administradoras de pensiones, así como para
fortalecer la salud pública e igualitaria. Al mismo tiempo que encarar el
desafío de que el Estado se haga cargo de la administración de los servicios
básicos privatizados y extranjerizados por la Dictadura cívico militar y la Posdictadura
concertacionistas/ piñerista . Lo que supone también la recuperación de
nuestros yacimientos, reservas forestales y otros recursos estratégicos hoy en
manos foráneas.
Lo más probable es que las demandas se aceleren
todavía más después de la emergencia sanitaria, esto es la necesidad de
materializar lo más velozmente posible el plebiscito y una constitución
democrática. Porque ya no se tratará solo de voluntad política sino de sentido
común y de los severos dictámenes que ya nos ha entregado la comunidad
científica, como la visualización de un nuevo orden internacional, en que
Estados Unidos y sus aliados perderán su actual hegemonía. Todo lo cual le
supondrá a Chile hacerse de nuevos amigos y recuperar a los que perdió por la
soberbia e incapacidad y abyección de los últimos gobernantes.
A los virus que han asolado la Tierra a lo largo de
la historia humana siempre le sobrevinieron tragedias pero también profundas
transformaciones en nuestros hábitos de vida. Una inmensa tarea que ciertamente
exige nuevos líderes y formas de solidaridad y grandeza que hacen intolerables
a los Trump, los Bolsonaro, los Piñera y tantos otros. Para lo cual será
preciso nuevas ideas, la solvencia ética de nuestros gobernantes e instrumentos
políticos modernos para la regulación democrática y la expresión del pueblo
soberano. Al que hoy se lo condena a la interdicción en Chile después de ser
elegidos sus mandatarios, así sea con una pizca de sufragios y una enorme
abstención ciudadana.
Es muy factible que ya no necesitemos para entonces
tantas movilizaciones ni de la ira del pueblo. El mal y el error prometen caer
por su propio peso. Por las contundentes evidencias de un modelo político,
económico y social fracasado.
Lo subrayado
es nuestro.
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