Dr. Salvador Allende
Gossens
Presidente Electo de la República de Chile.
Discurso de Victoria Electoral.
Rescatemos la memoria histórica del
Pueblo Chileno:
El compañero presidente Dr. Salvador Allende Gossens, un luchador
social, el Prometeo del Pueblo Chileno, preciso:
“La Revolución
socialista y Latinoamericana es un gran hecho educacional/cultural, con una
profunda toma de conciencia de un Pueblo explotado y nos solo político y
económico”. Reunión con los sindicatos y las autoridades de la Universidad
del Norte/Chile - desaparecida por la
dictadura cívico militar- el 1/12/1970.
“Los pueblos sin
memoria nada significan y nada valen. Hay que honrar a aquellos seres humanos
que dieron sus vidas y su existencia
para dar contenido, forma y perfil a nuestras Nacionalidades”. Dr. Salvador
Allende Gossens, presidente de Chile en el Congreso de la Nación/México/
1/12/1972.
Con esperanza y memoria.
Prof. Moreno Peralta/IWA
Secretario Ejecutivo ADDHEE.ONG
Con profunda emoción les hablo desde
esta tribuna por medio de estos deficientes amplificadores. !Qué significativa
es -más que las palabras- la presencia del pueblo de Santiago que,
interpretando a la inmensa mayoría de los chilenos, se congrega para reafirmar
la victoria que alcanzamos limpiamente el día de hoy, victoria que abre un
camino nuevo para la patria, y cuyo principal actor es el Pueblo de Chile aquí
congregado. Qué extraordinariamente significativo es que pueda yo dirigirme al
pueblo de Chile y al pueblo de Santiago desde la Federación de Estudiantes.
Esto posee un valor y un significado muy altos.
Nunca un candidato triunfante por la
voluntad y el sacrificio del pueblo usó una tribuna que tuviera mayor
trascendencia. Porque todos lo sabemos: la juventud de la patria fue vanguardia
en esta gran batalla, que no fue la lucha de un hombre, sino la lucha de un
pueblo digno y consiente; ella es la victoria de Chile, alcanzada
limpiamente esta tarde.
Yo les pido a ustedes que comprendan
que soy tan sólo un hombre, con todas las flaquezas y debilidades que tiene un
hombre; y si pude soportar -porque cumplía una tarea- la derrota de ayer, hoy
sin soberbia y sin espíritu de venganza, acepto este triunfo que nada tiene de
personal y que se lo debo a la unidad del Pueblo Chileno, al hombre anónimo y
sacrificado de la patria; se lo debo a la humilde mujer de nuestra tierra. Le
debo este triunfo al pueblo de Chile, que entrará conmigo a La Moneda el 4 de
noviembre.
La victoria alcanzada por ustedes tiene
una honda significación nacional. Desde aquí declaro, solemnemente, que
respetaré los derechos de todos los chilenos. Pero también declaro, y quiero
que lo sepan definitivamente, que al llegar a La Moneda, y siendo el pueblo
gobierno, cumpliremos el compromiso histórico que hemos contraído, de convertir
en realidad el programa de Unidad Popular.
Dije, y debo repetirlo: si la victoria
no era fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva
sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva patria.
Pero yo sé que ustedes, que hicieron
que el pueblo sea mañana gobierno, tendrán la responsabilidad histórica de
realizar lo que Chile anhela para convertir a nuestra patria en un país señero
en el progreso, en la justicia social, en los derechos de cada hombre, de cada
mujer, de cada joven de nuestra tierra.
Hemos triunfado para derrotar
definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios,
para hacer una seria y profunda reforma agraria, para controlar el comercio de
importación y exportación, para nacionalizar, en fin, el crédito, pilares todos
que harán factible el progreso de Chile, creando el capital social que
impulsará nuestro desarrollo.
Por esto, esta noche, que pertenece a
la Historia, en este momento de júbilo, yo expreso mi emocionado reconocimiento
a los hombres y mujeres, a los militantes de los partidos populares e
integrantes de las fuerzas sociales que hicieron posible esta victoria que
tiene proyecciones más allá de la fronteras de la propia patria.
Para los que están en la pampa o en la
estepa, para los que escuchan en el litoral, para los que laboran en la
precordillera, para la simple dueña de casa, para el catedrático universitario,
para el joven estudiante, el pequeño comerciante e industrial, para el hombre y
la mujer de Chile, para el joven de la tierra nuestra, para todos ellos, el
compromiso que yo contraigo ante mi conciencia y ante el pueblo -actor
fundamental de esta victoria- es ser auténticamente leal en la tarea común y
colectiva. Lo he dicho: mi único anhelo es ser para ustedes el compañero
presidente.
Han sido el hombre anónimo y la
ignorada mujer de Chile los que han hecho posible este hecho social
trascendental. Miles y miles de chilenos sembraron su dolor y su esperanza en
esta hora que al pueblo pertenece. Desde otras fronteras, desde otros países,
se mira con satisfacción profunda la victoria alcanzada. Chile abre un camino
que otros pueblos de América y del mundo podrán seguir. La fuerza vital de la
unidad romperá los diques de las dictaduras y abrirá el cauce para que otros
pueblos puedan ser libres y puedan construir su propio destino.
Somos lo suficientemente responsables
para comprender que cada país y cada nación tienen sus propios problemas, su
propia historia y su propia realidad. Frente a esa realidad serán los
dirigentes políticos de esos pueblos los que adecuarán la táctica que deberá
adoptarse. Nosotros sólo queremos tener las mejores relaciones políticas,
culturales, económicas, con todos los países del mundo. Sólo pedimos que
respeten -tendrá que ser así- el derecho del pueblo de Chile de haberse dado el
gobierno de la Unidad Popular.
Somos y seremos respetuosos de la
autodeterminación y de la no intervención. Ello no significará acallar nuestra
adhesión solidaria con los pueblos que luchan por su independencia económica y
por dignificar la vida del ser humano en los distintos continentes.
Sólo quiero realizar ante la historia
el hecho trascendental que ustedes han realizado, derrotando la soberbia del
dinero, la presión y la amenaza; la información deformada, la campaña de
terror, de la insidia y la maldad. Cuando un pueblo ha sido capaz de esto, será
capaz también de comprender que sólo trabajando más y produciendo más podremos
hacer que Chile progrese y que el hombre y la mujer de nuestra tierra, la
pareja humana, tengan derecho auténtico al trabajo, a la vivienda, a la salud,
a la educación, al descanso, a la cultura y a la recreación.
Pondremos toda la fuerza creadora del
pueblo en tensión, para hacer posible estas metas humanas que se ha trazado el
programa de la Unidad Popular.
Juntos, con el esfuerzo de ustedes,
vamos a realizar los cambios que Chile reclama y necesita. Vamos a hacer un
gobierno revolucionario.
La revolución no implica destruir, sino
construir; no implica arrasar, sino edificar; y el pueblo de Chile está
preparado para esta gran tarea en esta hora trascendente de nuestra vida.
Compañeras y compañeros, amigas y
amigos: Cómo hubiera deseado que los medios materiales de comunicación me
hubieran permitido hablar más largamente con ustedes, y que cada uno hubiera
oído mis palabras, húmedas de emoción, pero al mismo tiempo firmes en la
convicción de la gran responsabilidad que todos tenemos y que yo asumo
plenamente. Yo les pido que esta manifestación sin precedentes se convierta en
la demostración de la conciencia del pueblo.
Ustedes se retirarán a sus casas sin
que haya el menor asomo de provocación y sin dejarse provocar. El pueblo sabe
que sus problemas no se solucionan rompiendo vidrios o golpeando un automóvil.
Aquellos que dijeron que el día de mañana los disturbios iban a caracterizar
nuestra victoria, se encontrarán con la conciencia y responsabilidad de
ustedes. Irán a su trabajo mañana o el lunes, alegres y cantando; cantando la
victoria tan legítimamente alcanzada, y cantando al futuro. Con las manos
callosas del pueblo, las tiernas manos de la mujer y las risas del niño,
haremos posible la gran tarea que sólo un pueblo conciente, digno y
disciplinado podrá realizar.
América Latina y más allá de la
frontera de nuestro pueblo, miran el mañana nuestro. Yo tengo plena fe en que
seremos lo suficientemente fuertes, lo suficientemente serenos y fuertes, para
abrir el camino venturoso hacia una vida distinta y mejor; para empezar a
caminar por las esperanzadas alamedas del socialismo, que el pueblo de Chile
con sus propias manos va a construir.
El hecho de que estemos esperanzados y
felices no significa que vayamos nosotros a descuidar la vigilancia: el pueblo,
este fin de semana, tomará por el talle a la patria y bailaremos desde Arica a
Magallanes, y desde la cordillera al mar, una gran cueca, como símbolo de la
alegría sana de nuestra victoria.
Pero al mismo tiempo, mantendremos
nuestros comités de acción popular, en actitud vigilante, en actitud
responsable, para estar dispuestos a responder a un llamado -si es necesario-
que haga el comando de la Unidad Popular. Llamado para que los comités de
empresas, de fábricas, de hospitales, de las juntas de vecinos y en los barrios
y en las poblaciones proletarias vayan estudiando los problemas y las
soluciones; porque presurosamente tendremos que poner en marcha el país. Yo
tengo fe, profunda fe, en la honradez, en la conducta heroica de cada hombre y
de cada mujer que hizo posible esta victoria.
Vamos a trabajar más. Vamos a producir
más.
Pero trabajaremos más para la familia
chilena, para el pueblo y para Chile, con orgullo de chilenos y la convicción
de que estamos realizando una grande y maravillosa tarea histórica. Cómo siento
en lo íntimo de mi fibra de hombre, cómo siento en las profundidades humanas de
mi condición de luchador, lo que cada uno de ustedes me entrega. Esto que hoy
germina es una larga jornada. Yo sólo tomo en mis manos la antorcha que
encendieron los que antes que nosotros lucharon junto al pueblo y por el pueblo.
Este triunfo debemos tributarlo en
homenaje a los que cayeron en las luchas sociales y regaron con su sangre la
fértil semilla de la revolución chilena que vamos a realizar.
Quiero, antes de terminar, y es honesto
hacerlo así, reconocer que el gobierno entregó las cifras y los datos de
acuerdo con los resultados electorales. Quiero reconocer que el jefe de plaza,
general Camilo Valenzuela, autorizó este acto multitudinario, con la convicción
y la certeza, dadas por mi, de que el pueblo se congregaría, como está aquí, en
actitud responsable, sabiendo que ha conquistado el derecho a ser respetado;
respetado en su vida y respetado en su victoria; el pueblo que sabe que entrará
conmigo a La Moneda el 4 de noviembre de este año.
Quiero destacar que nuestros adversarios
de la Democracia Cristiana han reconocido en una declaración la victoria
popular. No le vamos a pedir a la derecha empresarial sofofa que lo haga. No lo
necesitamos. No tenemos ningún ánimo pequeño en contra de ella. Pero ella no
será capaz jamás de reconocer la grandeza que tiene el pueblo en sus luchas,
nacida de su dolor y de su esperanza.
Nunca, como ahora, sentí el calor
humano; y nunca, como ahora, la canción nacional tuvo para ustedes y para mí
tanto y tan profundo significado. En nuestro discurso lo dijimos: somos los
herederos legítimos de los padres de la patria, y juntos haremos la segunda
independencia: la independencia económica de Chile.
Ciudadanas y ciudadanos de Santiago,
trabajadores de la patria: ustedes y sólo ustedes son los triunfadores. Los
partidos populares y las fuerzas sociales han dado esta gran lección, que se
proyecta más allá, reitero, de nuestras fronteras materiales.
Les pido que se vayan a sus casas con
la alegría sana de la limpia victoria alcanzada. Esta noche, cuando acaricien a
sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tendremos
por delante, cuando tengamos que poner más pasión, más cariño, para hacer cada
vez más grande a Chile, y cada vez más justa la vida en nuestra patria.
Gracias, gracias, compañeras. Gracias,
gracias, compañeros.
A la lealtad de ustedes, respondré con
la lealtad de un gobernante del pueblo; con la lealtad del compañero
presidente.
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