Coca Cola, un espónsor poco
saludable: “Todo va mejor con Coca-cola”.
Por Silvana Melo/ Periodista/ Comunicadora Social.
El esponsoreo de los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018
por parte de Coca Cola es una de las grandes contradicciones sistémicas: el
estado publicita la vida saludable asociado con la imagen de la bebida
azucarada por excelencia. Responsable, junto a sus pares de marcas laterales,
de la pandemia de obesidad infantil que atraviesa el planeta. Además del
reparto de latas y botellas con la estética legendaria, la marca Powerade será
Hidratador Oficial de los juegos de octubre. Una bebida deportiva con un alto
contenido en sodio (300 mg en una botella de 500cc), sumado a otro alto
contenido en azúcar (30gr), que equilibra el sabor a sal predominante. Una sola
botella implica el 60% de la ingesta máxima admitida por la Organización
Mundial de la Salud. Las niñas y niños de 15 a 18 años que participarán en los
JJOO –y aquellos millones que lo mirarán por TV y lo aprehenderán en el sistema
educativo- son blanco de un doble discurso de un estado que organiza
competencias que exaltan deporte y salud pero incita a consumir bebidas que
producen obesidad, aceleran la diabetes y condicionan la vida futura, cuya
fórmula es exigida por los tribunales de justicia de los Estados Unidos, por
larga data.
“Todo Va Mejor con Coca cola”
La Fundación
Interamericana del Corazón (FIC) analizó 21.085 publicidades televisivas en
canales infantiles entre 2013 y 2014 y detectó que “la mayoría de los alimentos
publicitados (85,3%) tienen un bajo valor nutritivo por su alto contenido en
grasas totales, grasas saturadas, grasas tras, azúcares libres, sal y
calorías”.
Para quitarse la cantidad de azúcar que se consume en una lata de Coca
Cola no alcanza con un picado en un potrero. “La teoría ´no importa lo que
comas, lo importante es que te muevas´, que repiten cada vez que pueden Coca
Cola o Pepsi a modo de deslindarse de cualquier responsabilidad sobre la
epidemia de obesidad y diabetes tipo 2, es mentira”, asegura Soledad Barruti,
autora de Malcomidos.
Según la Organización Mundial de la Salud, 41 millones de niños, niñas
y adolescentes padecen sobrepeso y obesidad. El problema se ha triplicado en
los últimos treinta años. Y dejó de ser una característica de las clases altas,
sino que aparece como un símbolo de la alimentación deficiente en los sectores
más vulnerados- la clase media y las poblaciones callampas/ marginales, etc-,
plagada de grasas, azúcares e hidratos de carbono y mezquina en nutrientes.
En Argentina, según la Encuesta Mundial de Salud Escolar de 2012, en
cinco años aumentó el exceso de peso en los adolescentes de 13 a 15 años del
24,5% al 28,6%. El territorio de las desigualdades golpea duramente a los más
frágiles: según la investigación de FIC Argentina y Unicef, los niños y las niñas
de los sectores más populares tienen un 31% más de probabilidades de sobrepeso
que los del nivel socioeconómico más alto.
Marketing e intereses
El esponsoreo de Coca Cola a los Juegos Olímpicos de la Juventud
Buenos Aires 2018 desnuda el desinterés del Estado en la disputa necesaria
frente a las causas de problemas de salud que se han vuelto endémicos: el
consumo de azúcares libres, especialmente en la forma de bebidas azucaradas
aumenta el riesgo de desarrollo de sobrepeso y obesidad, síndrome metabólico,
enfermedades cardiovasculares, y presión arterial. En todo el mundo unas
184.000 muertes por año podrían ser atribuibles al consumo de bebidas
azucaradas: 133.000 casos de diabetes mellitus, 45.000 de enfermedad
cardiovascular y 6.450, de cánceres.
La relación entre el consumo de bebidas azucaradas y el aumento de la
obesidad infantil está en algunas agendas. En otras, se escapa velozmente
cuando prevalecen otros intereses: en la última apertura de sesiones ordinarias
del Congreso, el presidente de la Nación citó la preocupación: la Argentina es
“uno de los cuatro países que más azúcar consumen en el mundo”. Cuatro
meses antes la posibilidad de aumentar la carga tributaria sobre las bebidas
azucaradas se había desactivado por presión de la Coca Cola a las provincias
productoras de limón.
La marca todopoderosa logró frenar el aumento impositivo y, en el caso
de los JOJ, determinó que el convenio de marketing con el Comité Olímpico
Internacional fuera secreto. Incluso la Legislatura de la Ciudad de Buenos
Aires aprobó el contrato de ciudad sede sin tener acceso al acuerdo marco de
marketing. Durante los juegos de 2016 en Río, se filtró por alguna ranura de
los cercos informativos que protegen estos acuerdos, que los patrocinadores no
pagaban impuestos desde tres años antes. En Londres 2012, los colegios médicos
reaccionaron fuertemente ante la paradoja de la campaña por una vida saludable
patrocinada por Coca Cola y McDonald`s.
Desde 1928 Coca-Cola patrocina los Juegos Olímpicos. Y durante su
desarrollo monopoliza la comercialización y la publicidad de las bebidas,
además del sistema de hidratación. En Río 2016 la campaña llegó a 500 millones
de personas. Un negocio formidable a costa de la salud de las niñas y los
niños. “Nuestro objetivo es claro: utilizar el poder de los Juegos Olímpicos
(...) para acelerar nuestros planes de crear un negocio aún más fuerte en los
próximos años. Los Juegos Olímpicos son el mayor activo en el sistema
Coca-Cola", han escrito los activos Ceos de la multinacional.
En octubre 4000 chicos y chicas de 15 a 18 años de 206 países jugarán
en Buenos Aires. Según la Guía Educativa de los Juegos, el concepto surgió por
“la preocupación por el aumento mundial de la obesidad infantil y la baja
participación de los jóvenes en actividades deportivas”. Pero Coca Cola es el
patrocinador. Es la paradoja del Estado cómplice, que no juega a lo que
pregona, sino a lo que oculta.
PS: Lo subrayado es nuestro.
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