“Hay personas que luchan
(luchar es vivir) un día y son buenas, hay otras que luchan un año y son
mejores. Pero, hay otras que luchan toda la vida, esas son las imprescindibles”.
Beltorl Brecht/ Traducción Señora Gerda Böcher. Directora
Revista Latinoamérica, un Pueblo Continente. /Berlín DDR.
Prof.
Atilio Borón
El
5 de Marzo se cumplieron tres años de la desaparición física del Comandante Hugo
Chávez Frías, venezolano y latinoamericano como su numen político General
Libertador Simón Bolívar Palacios y Blanco. Con su muerte física, cada vez más
sospechada de haber sido un homicidio biotecnológicamente planificado y
ejecutado, se apagó el principal motor de los procesos de unidad e integración
de los pueblos y estados que constituyen Nuestra América.
Y
como es sabido, si hay una constante en la política del imperio estadounidense
hacia estas zonas al Sur del Río Bravo es que todo intento de unión o
integración debe ser combatido con total intransigencia. Washington ha sido
invariablemente fiel a esta máxima desde los tiempos del Congreso Anfictiónico
convocado por el General Libertador Simón Bolívar Palacios y Blanco en 1826 en
la ciudad de Panamá, por entonces parte de la Gran Colombia creada por
inspiración de aquél en el Congreso de Angostura en 1819. La Casa Blanca ha
aplicado ese principio geopolítico desde entonces, independientemente del color
político (o el de la epidermis) del ocupante de turno en la mansión
presidencial. Lo estamos viendo ante nuestros propios ojos en estos días.
En
una América Latina atontada por las agresiones del neoliberalismo de los
noventas y deslumbrada por los espejitos de colores que prometía el
neocolonialismo con su fetichismo consumista irrumpió el comandante Hugo Chávez,
en Caracas.
Lo
hizo como una fuerza desatada de la naturaleza, para sacar a los
latinoamericanos de su sopor e invitarlos a librar una nueva y decisiva batalla
contra el imperialismo yankee y por nuestra segunda y definitiva independencia.
Y lo pudo hacer porque, para utilizar el elogio que Lenin le dedicara a Rosa
Luxemburgo, el comandante Chávez Frías, era un águila que volaba más alto y
veía más lejos que todos los demás. Su llamado bolivariano y martiano al
principio fue desoído; luego fue escuchado con incredulidad por políticos que
presumían de ser “realistas” y no lo eran; después con suspicacia y finalmente,
gracias a su enorme capacidad de persuasión, aceptado como la única vía de
entrada digna al siglo veintiuno.
El
comandante Chávez Frías movilizó y excitó las ansias emancipatorias de pueblos
y naciones sumidos por siglos en la opresión. Voltea en Venezuela la primera
ficha de un dominó que luego recorrería todo el continente: la segunda caería
en Brasil con Luiz Ynácio Da Silva en el 2002, para seguir con Néstor Kirchner
en Argentina, en el 2003; con Evo Morales Ayma en Bolivia, en el 2005; con Rafael
Correa en Ecuador, en el 2006 y en ese mismo año con Daniel Ortega en Nicaragua
y Manuel Zelaya en Honduras; con Cristina Fernández en el 2007; con Fernando Lugo en Paraguay en el 2008 y Mauricio Funes
en El Salvador, en el 2009, despejando el camino para que el ex Comandante del
FMLN, Salvador Sánchez Cerén, asumiera la presidencia de ese país en el 2014.
Basta
con recordar esta radical modificación del mapa sociopolítico latinoamericano
para calibrar el imperecedero espesor político de la herencia chavista. Este
nuevo ciclo, que algunos llaman “progresista” y que se apresuran a dar por
muerto, combina procesos de ascenso de los marginados de diversa naturaleza
-algunos más radicales, otros menos- pero con un signo común: su
enfrentamiento, más o menos abierto según los casos, con los designios del
imperialismo yankee. Pruebas al canto: el rechazo del ALCA -“Alca, Alca, al carajo!
¡Váyanse al carajo, yankees de mierda!” Comandante Hugo Chávez Frías,
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela-, en Mar del Plata, en
donde el Comandante Chávez Frías logró el decisivo apoyo del anfitrión de la
Cumbre de las Américas, Néstor Kirchner, y el no menos fundamental de Luiz
Ynácio Da Silva, arrastrando a casi todos los demás.
Estados
Unidos todavía no se recupera, más de diez años después, de esa, su mayor
derrota estratégica y geopolítica en el hemisferio. Tuvo que admitir el rotundo
fracaso de su política cubana que, en palabras de John Kerry, concebida para
aislar a Cuba terminó aislando a los Estados Unidos. Tuvo que lanzar un plan
criminal para tratar de eliminar al chavismo de la faz de la tierra; logró
hacerlo físicamente con el Comandante Chávez Frías, pero el chavismo sigue,
acosado, atacado, pero aún de pie y luchando. Y, pese a las campañas desestabilizadoras
para acabar con los gobiernos de inspiración bolivariana, en Bolivia Evo
Morales Ayma tiene aún tres años de mandato y en Ecuador no se percibe ninguna
figura o coalición política que pueda derrotar a Alianza País en las elecciones
de Febrero del 2017. La Argentina fue la gran decepción, por una derrota
absurda producto de una serie interminable de errores y desaciertos que
terminaron instalando a una fuerza reaccionario en la Casa Rosada.
Pero
aún así, en medio de esta verdadera “guerra de reconquista” que ha lanzado el
imperio para volver a subordinar a los países del área a la hegemonía
estadounidense el legado del Comandante Hugo Chávez Frías sigue vigente en la
UNASUR, en la CELAC, en el ALBA, en Petrocaribe, en el Banco del Sur
(boicoteado a muerte pero aún con chances de sobrevivir a tanta mezquindad y
estupidez políticas) en TeleSUR, en la Radio del Sur.
Vivo
también en una de sus iniciativas más nobles: la convocatoria, que sólo él pudo
hacer, para iniciar los Diálogos de Paz entre las FARC-EP y el gobierno de
Colombia en La Habana y poner fin a medio siglo de guerra civil. Por eso, en un
alarde de cobardía sus enemigos hoy se ensañan con su obra. Lo vituperan porque
saben que ahora, ya muerto, ese hombre, militar y humanista a la vez, dueño de
una insaciable sed de saber y de una erudición sólo comparable a la del
Comandante Fidel Castro Ruz, no puede responderles.
De
no mediar por tan infeliz circunstancia, las ilustres mediocridades que
constituyen el grueso de sus enemigos no podrían haber resistido más de quince
minutos en un debate sobre temas de política, economía o cultura. Se desgañitan
pregonando los errores de su gestión, y la de su sucesor, Nicolás Maduro. Pero,
a la hora de realizar un balance (porque no conozco ningún gobierno que haga
todo bien o todo mal, ni siquiera el Vaticano, como lo recordaba con
indisimulada ironía Nicolás Maquiavelo) los aciertos históricos del Comandante Chávez
Frías exceden con creces sus errores, allí donde y cuando los hubiera cometido.
Y
esto es lo que importa y por eso, a tres años de su muerte, su legado sigue
vivo en nuestros pueblos. Su ferviente llamado a la unidad, a la resistencia
ante el imperialismo yankee, es tan actual hoy como ayer. Por eso el Comandante
Chávez Frías vive, como el sacerdote guerrillero Camilo Torres Restrepo,
asesinado y desaparecido hace cincuenta años, como el Comandante Ernesto
Guevara de la Serna, asesinado hace cuarenta y nueve años. Por eso recordarlo
es un deber al que ningún revolucionario debe renunciar.
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