lunes, 26 de agosto de 2024

Venezuela: la gran perplejidad


Venezuela: la gran perplejidad

Por Prof. Dr. Boaventura de Sousa Santos/ Xinhua, 
Telesur, ADDHEE.ONG, TVBrics, La Jornada de México, NewsLetter@Othernews.org, Red Latina sin fronteras. Sur, Sputnik, RT, Novosti, Tass, Indymedia Argentina, Enred Sin Fronteras, El salto diario, info@Rosalux, Achei Asociación, Ideario Artiguista, NewsLetter@Globalred:

En cuanto al posible fraude electoral en Venezuela, espero con calma la decisión del Tribunal Supremo de Justicia. No tengo ninguna razón para confiar menos en este tribunal que en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, después de que decretara la impunidad total de los presidentes, en evidente favor de Donald Trump, o en el Tribunal Supremo de Brasil, después de que mantuviera en prisión a Lula da Silva sin una sentencia firme sobre los crímenes por los que fue condenado -injustamente, como resultó-.

Lo que me impulsa a escribir es la perplejidad que me produce la sorprendente atención informativa mundial sobre Venezuela, toda ella guiada por la certeza de que ha habido fraude y de que Nicolás Maduro es un dictador sanguinario. El genocidio de Gaza parece un episodio de videojuego comparado con la gravedad de lo que está ocurriendo en Venezuela. Las crisis en Sudán, Kenia, Tanzania, Nigeria y Guatemala son triviales comparadas con el horror en Venezuela. Este enfoque global y políticamente monolítico sobre Venezuela me recuerda a otro reciente centrado en Ucrania. ¿Estamos ante un nuevo episodio de guerra de propaganda, parte inherente de la estrategia de cambio de régimen?

Cualquiera que conozca la historia de los Estados Unidos sabe que la defensa estadounidense de la democracia siempre ha estado subordinada a los intereses económicos y geopolíticos del país, definidos por las clases, grupos económicos o élites dominantes del momento. La izquierda democrática latinoamericana ha tenido una trágica experiencia de ello.

Cabe preguntarse, por tanto, por qué Estados Unidos estan tan interesados en la defensa de la democracia en Venezuela. En mi opinión, la respuesta es relativamente obvia. Estados Unidos quieren controlar las mayores reservas certificadas de petróleo del mundo y cerrar las puertas de América Latina a China, tal y como ha hecho en Europa.

Como ha sucedido en muchos otros países (más recientemente en Ucrania en 2014), se trata de una estrategia de cambio de régimen. Dado que el objetivo es el mencionado, apoya a aquellas fuerzas políticas que garanticen la salvaguarda de ese objetivo. En Venezuela, dado el fuerte sentimiento soberanista que se remonta a mucho antes de Hugo Chávez Frías, esa garantía la dan las fuerzas más extremistas e incluso fascistas de Corina Machado. Hay otra oposición en Venezuela, alguna antichavista, alguna formada por chavistas disidentes, democrática, moderada, alguna de izquierdas, pero nunca se la menciona, porque esa oposición, por muy anti-Maduro que sea (y lo es), es soberanista. Por lo tanto, no es fiable desde el punto de vista de los intereses económicos y geoestratégicos de los Estados Unidos.

Hace unos diez años, la situación en Siria era algo similar. Había una oposición democrática moderada al gobierno de Assad, pero no era esta oposición la que contaba con el apoyo de la «comunidad internacional». Eran los extremistas islámicos, y las razones eran las mismas. Lo específico del caso de Venezuela es el entusiasmo con que parte de la izquierda democrática latinoamericana se alinea con los Estados Unidos en esta cruzada. Oficialmente es al revés, es decir, son los Estados Unidos los que apoyan las iniciativas latinoamericanas, pero la verdad oficial en este terreno es, en el mejor de los casos, una verdad a medias. Este sector de la izquierda latinoamericana muestra claramente que la defensa de la democracia tiene prioridad sobre la defensa de la soberanía. No sólo se suma al «clamor mundial» sobre el fraude, sino que propone nuevas elecciones, incluso antes de que el Tribunal Supremo venezolano se haya pronunciado.

En mi opinión, esta medida es peligrosa e incluso suicida para la democracia latinoamericana, dado el contexto internacional en el que estamos entrando. No hace falta ser sociólogo para predecir que el cuestionamiento de las elecciones en un determinado país y la exigencia de nuevas elecciones podrían desencadenarse en un futuro próximo, si así lo requieren los intereses económicos y geoestratégicos de la potencia dominante en el subcontinente. El abrazo que algunos de los países fundadores de los BRICS dieron a Nicolás Maduro resultará cada vez más un abrazo fatal, ya que Rusia, China e Irán (que pronto se unirá a los BRICS) llevan años en el punto de mira de Estados Unidos.

Otro miembro fundador de los BRICS es Brasil. Si los intereses de Brasil y Estados Unidos parecen coincidir en la defensa de la democracia, cuesta creer que ocurra lo mismo con los BRICS. Por mucho que les duela admitirlo a los brillantes diplomáticos brasileños, desde la perspectiva de los intereses geopolíticos de Estados Unidos, Brasil significa dos cosas: la Amazonia y el bloqueo de China en América Latina. En cuanto a esto último, lo máximo que aceptaran los Estados Unidos es la escisión (y el consiguiente debilitamiento) de los BRICS, que esperan que pueda producirse a través de una posible alianza entre Brasil y la India de Narendra Modi.

Si esto no ocurre, y si es cierto que los intereses económicos y geopolíticos de EE.UU. siempre prevalecen en esta región, no se puede descartar que dentro de unos años estemos frente al «clamor internacional» de fraude en las elecciones brasileñas, exigiendo un recuento de los votos y posiblemente nuevas elecciones, incluso antes de que las instituciones nacionales encargadas de certificar las elecciones se hayan pronunciado. El objetivo siempre será el cambio de régimen. De hecho, esto ya se ha intentado en Brasil, y de la forma más violenta, el 6 de enero de 2023. Es poco probable que esto ocurra y, desde lo más profundo de mis convicciones políticas, espero que nunca ocurra. Lo que me inquieta es que el procedimiento de poner a un país soberano en la alternativa de repetir elecciones o de convertirse en un paria internacional esté siendo legitimado por fuerzas políticas que, si de algo sirven las lecciones de la historia, tienen más probabilidades de ser víctimas de él en el futuro. Por último, si este tipo de defensa de la democracia se impusiera sobre todo lo demás, cabría predecir que la misma izquierda latinoamericana, por coherencia, apuntaría después a Cuba.

Afortunadamente, se trata de una predicción errónea. Cuba no tiene recursos naturales y, en cualquier caso, después de todo lo que ha pasado desde la Revolución Cubana, Estados Unidos puede prescindir de la ayuda de los gobiernos latinoamericanos de izquierda para provocar un cambio de régimen en el Caribe.

LO SUBRAYADO/INTERPOLADO ES NUESTRO.

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