“La estéril ilusión del cambio por arriba”
Por Raúl Zibechi,
escritor, periodista, analista internacional/Addhee.Ong / Red Latina sin
fronteras
Durante las rebeliones se
fortalecen las organizaciones de base y se crean nuevas. En Chile, más de 200
asambleas territoriales y más de 500 ollas comunitarias en Santiago cuando se
declara la pandemia. En Ecuador el Parlamento Indígena y de los Movimientos
Sociales, con más de 200 organizaciones. En Colombia decenas de puntos de
resistencia, territorios libres donde los pueblos crean nuevas relaciones entre
ellos.
Los resultados de la opción
institucional suelen hacerse visibles tiempo después, cuando la potencia de los
levantamientos empieza a desfibrarse y casi no quedan organizaciones de base.
El Parlamento ecuatoriano ya no funciona. Las asambleas chilenas se han
debilitado en cantidad y participación. Igual sucede en Colombia.
El caso de Chile es el más dramático,
ya que toda la potencia de la rebelión del Movimiento Social 18 de Octubre fue
pronto neutralizada con la firma de un acuerdo para una nueva Constitución,
aunque sabemos que el objetivo final era sacar a la población de las calles,
porque es la amenaza principal para el dominio de las élites económicas y
políticas.
Chile es el único de esos tres
países en que el proceso electoral coronó a alguien que dijo representar la rebelión,
el actual presidente Gabriel Boric. ¿Qué más se podía pedir? Un joven que fue
activo en la protesta estudiantil y que forma parte de la nueva izquierda
agrupada en torno al Apruebo Dignidad.
“El mal menor,
concertación/Nueva mayoría II: ¡Mas de
lo mismo!
Es la mayor decepción imaginable,
para quienes apostaban a un cambio gestionado desde arriba en ancas de la
protesta. Fue Boric quien firmó el pacto con la derecha y el centro, con la
elitista clase política, para convocar la constituyente. Fue quien dijo una y
otra vez que las cosas cambiarían con su gobierno y prometió desmilitarizar
territorio mapuche, Wall Mapu, no más AFP, No mas Forestales depredadoras, No
mas Estado de Excepción, etc.
Dos meses después de asumir la
presidencia decidió establecer el Estado de excepción en esas tierras. Igual
que Sebastián Piñera, el presidente derechista odiado por medio Chile. Igual
que todos los gobiernos anteriores, incluyendo por supuesto al régimen de
Pinochet.
El Estado de excepción se dirige
contra el activismo mapuche que recupera tierras y sabotea a las empresas
extractivas que destruyen la madre tierra. En particular, se dirige contra la
Resistencia Mapuche Lavkenche (RML), Coordinadora Arauco-Malleco (CAM) y
Liberación Nacional Mapuche (LNM), así como contra organizaciones de
resistencia territorial autónomas.
La ocupación militar de la
Araucanía responde al pedido de los empresarios forestales, del gremio de camioneros
y latifundistas. Para Héctor Llaitul, dirigente de la CAM, es la plena
expresión de la dictadura militar que nosotros, los mapuche, siempre sufrimos;
en tanto la RML considera que Boric dejó las nuevas políticas represivas en las
manos del Partido Socialista/ Socialdemócrata, con el aval del crimen
organizado.
Sólo cabe agregar que el área
económica fue entregada a uno de los más destacados defensores del neoliberalismo
capitalista y la ortodoxia económica, Mario Marcel. No habrá cambios. Apenas
maquillaje. La popularidad de Boric se despeñó: 57 por ciento lo desaprueban,
sólo dos meses después de asumir.
Lo de Chile no es la excepción,
sino la regla. Algo similar sucede en Ecuador, aunque la presidencia la ganó el
derechista Guillermo Lasso. En Colombia, lamentablemente, el movimiento social
se entrampó en las urnas al desorganizar sus propios territorios urbanos.
Algunas reflexiones.
Primero:
la política electoral depende mucho más del marketing que de programas y
propuestas. Así como el consumismo es una mutación antropológica (Pasolini), el
marketing electoral remodela de arriba abajo los mapas y las conductas
políticas.
Dos:
el poder, el verdadero poder, no nace de las urnas ni está en los parlamentos
ni en los gobiernos, sino lejos de la visibilidad pública, en el capital
financiero ultraconcentrado, en el 1% invisible que controla medios de
comunicación, fuerzas armadas y policiales, gobiernos de cualquier nivel y,
sobre todo, a los grupos ilegales narcoparamilitares que rediseñan el mundo.
Tres:
los gobiernos electos no pueden –en el hipotético caso de que lo intentaran–
tocar los intereses de los verdaderos poderes y de los poderosos. Ellos están
blindados detrás de varios ejércitos, estatales y privados, de un opaco sistema
judicial y de los grandes medios.
Cuatro:
se trata de tomar otros caminos, no de insistir en los que ya sabemos que no
conducen más que a relegitimar lo existente y a debilitar los mundos otros que
nacen. No disputar el poder de ellos (ni su salud, ni sus medios, ni su
educación). Crear lo nuestro. Y defenderlo.
* Periodista, escritor y
pensador-activista uruguayo, dedicado al trabajo con movimientos sociales en
América Latina.
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