“NICARAGUA 2021.UNA NUEVA AGRESIÓN IMPERIAL YANQUI”
Sergio Rodríguez Gelfenstein.
Escritor, analista internacional.
Nicaragua es un pequeño país de América Central que
tiene una población 50 veces y una superficie 75 veces menor que la de Estados
Unidos. El PIB estadounidense (en 2019) fue 1.772 veces superior al de
Nicaragua el mismo año. Estados Unidos tiene 5.113 ojivas nucleares, 11
portaviones y 18 submarinos nucleares, Nicaragua ninguno. ¿Puede alguien creer
en su sano juicio que Nicaragua sea una amenaza para Estados Unidos?
Si el problema fuera la democracia, vale preguntarse
¿Cuánta preocupación le genera a Estados Unidos la democracia en Arabia
Saudita, los Emiratos Árabes Unidos o en nuestra región Paraguay, Brasil,
Honduras, Venezuela Haití o Chile donde ha planificado, organizado y apoyado
golpes de Estado en contra de la democracia?
Eso por no hablar del pasado cuando apoyó a cuánta
dictadura hubo en la región. En la propia Nicaragua, Estados Unidos fue mentor
de Somoza quien según el presidente Roosevelt era “un hijo de puta”, pero era “nuestro
hijo de puta”.
¿De dónde viene entonces el furibundo odio que los
sucesivos gobiernos de Estados Unidos han sentido y sienten por Nicaragua? Sin
duda alguna de su historia. Ningún país de América Latina y el Caribe le ha
propinado a Estados Unidos tantas derrotas como la patria de Rubén Darío y
Augusto C. Sandino, el General de seres humanos libres.
Veamos. Su posición geográfica dentro de la cintura
centroamericana le valió desde muy temprano la mirada ambiciosa de las
potencias. Así, a mediados del siglo XIX, el filibustero estadounidense William
Walker (hoy le diríamos mercenario) con el visto bueno tácito del gobierno de
Estados Unidos, invadió Nicaragua con una fuerza militar que lo llevó incluso
(aupado por un sector de los siempre presentes indignos y aleves que aparecen
en todo proceso político) a la presidencia de la República. Las fuerzas
patriotas se vieron abocadas a la Guerra Nacional para resistir la invasión
extranjera. Tras avances y retrocesos que intentaba para consolidar su control
sobre el país, Walker sufrió una contundente derrota el 14 de septiembre de
1856 en la batalla de San Jacinto a manos de los patriotas nicaragüenses que
eran doblados en número, dirigidos por el coronel José Santos Estrada. Fue el
principio del fin, por muchos más intentos que Walker hizo para sostenerse en
el poder fue perseguido, acosado y finalmente fusilado en Honduras en 1860. El
intento estadounidense de apoderarse de Nicaragua fue derrotado por primera
vez.
Un poco más de medio siglo después, en 1912 -tras
varios intentos fallidos- nuevamente Nicaragua fue ocupada por Estados Unidos.
El objetivo era el mismo: asegurar el territorio para que Estados Unidos
construyese un canal antes que lo hiciera algún contendiente. En 1916 se firmó
entre Estados Unidos y Nicaragua el Tratado Bryan-Chamorro que transformó el
país en un virtual protectorado yanqui/ satrapía. Como parte del control que estableció, en 1928 Estados Unidos creó una
Guardia Nacional, como fuerza nativa de ocupación de su propio país al servicio
de la potencia estadounidense.
En 1927, en contra de la presencia estadounidense que
ya ascendía a 5000 soldados y alrededor de 500 oficiales y también en contra de
la traición (como se ve, siempre presente) del general José María Moncada que
había firmado con Estados Unidos el llamado “Pacto del Espino Negro” se alzó el
General Augusto C. Sandino”
bajo la consigna de “No me vendo ni me rindo. Yo quiero Patria Libre o Morir”,
desatando una guerra de carácter regular hasta que el empleo de la aviación
estadounidense en contra de ciudades inermes que producían grandes bajas a la
población civil lo convencieron de la necesidad del uso de la lucha de
guerrillas comandando un ejército de campesinos que la poetisa chilena Gabriela
Mistral bautizó como “pequeño ejército loco de voluntad de sacrificio”. La
guerra se fue expandiendo por todo el territorio nacional en la misma medida
que crecían los éxitos de Sandino hasta que el ejército estadounidense se vio
obligado a retirarse derrotado de Nicaragua en enero de 1933. Segunda derrota
de Estados Unidos en Nicaragua, ésta de carácter militar, que a su vez fue la
primera de ese tipo que sufrió Estados Unidos en América Latina.
El asesinato de Sandino aunque produjo una temporal
paralización de la lucha del Pueblo Nicaragüense, no detuvo su ímpetu
libertario. Las ideas de Sandino se generalizaron, cobraron vida entre los
jóvenes y en 1961 se hizo organización y estructura cuando se funda bajo el
liderazgo del Comandante Carlos Fonseca Amador, el Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN) que tras una larga lucha de 18 años con la
participación masiva del Pueblo Nicaragüense logra derrotar al “hijo de puta de
Estados Unidos” al que defendió hasta último momento protegiendo su huida sin
que momentáneamente pagara por sus crímenes en contra del pueblo. Nueva derrota
de Estados Unidos, esta vez de carácter político, porque en Nicaragua se
instauró un gobierno popular y revolucionario que por primera vez en la
historia institucionalizó el país creando un sólido ejército garante de la
soberanía y la integridad territorial, que además – también por primera vez- no
rendía cuentas a ninguna potencia extranjera.
Solo el agotamiento producido por verse obligados a vivir
bajo una brutal guerra intervencionista que según algunas fuentes provocó
alrededor de 150 mil víctimas entre muertos, heridos y discapacitados, hizo que
el pueblo desalojara al FSLN del poder por vía electoral. Sin embargo, en el
interregno en junio de 1986 la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La
Haya votó a favor de Nicaragua una
sentencia por la demanda
interpuesta contra Estados Unidos por promover la guerra e
inestabilidad en los años de gobierno sandinista. Nueva derrota de Estados
Unidos ante Nicaragua, esta vez diplomática y jurídica que puso en evidencia a
nivel internacional el carácter imperialista e intervencionista de su política
exterior.
A partir de 1990, se entronizaron en el país una serie
de gobiernos neoliberales que hicieron retroceder los índices de desarrollo
social a los niveles que había dejado la dictadura. Pero el FSLN con el
Comandante Daniel Ortega a la cabeza no se amilanó aunque la derrota electoral
produjo nuevas e importantes deserciones y algunas traiciones como –repito-
siempre ha ocurrido en todo momento.
El FSLN comenzó entonces a construir una nueva
historia en la que se impuso durante 17 años (casi los mismos que mediaron
entre la fundación del FSLN y el triunfo de la revolución) la perseverancia de
Daniel frente al desgano, la confianza en el pueblo frente a la suspicacia
respecto de sus capacidades, la voluntad frente al cansancio, la firmeza frente
a la ambigüedad y el FSLN volvió al poder de la misma manera que lo había
perdido: por vía electoral. Nueva derrota de Estados Unidos –de carácter
político- que no podía comprender como los regímenes neoliberales del sistema
capitalista que “administraron” el país desde 1990 hasta 2007 habían sido
defenestrados a pesar de todo el apoyo imperial.
El gobierno sandinista se volcó a reconstruir el
país. Se llegó al hecho insólito de tener que hacer una nueva campaña de
alfabetización (Nicaragua es el único país del mundo declarado dos veces libre
de analfabetismo por la Unesco). La población volvió a tener acceso a la salud
pública porque el país había sido llevado a los niveles de salud previos a la
revolución en cuanto a mortalidad infantil, camas por habitantes, presupuesto,
vacunación infantil, mortalidad materna, eliminación de enfermedades endémicas
y otros. Nuevamente la seguridad social retornó a la preocupación del gobierno
y se elevaron los presupuestos sociales en materia de recreación, cultura
deportes y otros. El país volvió -literalmente- de las tinieblas, cuando tenía
hasta 12 horas diarias de apagones para crear una red nacional de
abastecimiento eléctrico desarrollando las energías alternativas como ningún
otro país de América Latina.
Y todo eso en un marco de paz ciudadana, de
convivencia democrática, con un ejemplar modelo de economía mixta en la que los
empresarios invertían en su país por la estabilidad que el gobierno había
generado. En septiembre de 2008, solo un año después de que el FSLN regresara
al poder, al concluir el análisis del desempeño económico del país, la Junta
Ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI) determinó que “las
políticas macroeconómicas de Nicaragua siguen siendo prudentes y que su
programa para mitigar la pobreza es satisfactorio”. Casi ocho años después,
en abril de 2016, el mismo organismo financiero internacional, después de la
visita de una Comisión al país dictaminó que: “La economía
nicaragüense sigue registrando tasas de crecimiento elevadas y políticas
macroeconómicas sostenibles. En 2015, el Producto Interno Bruto (PIB) creció
4.9% y el promedio de los últimos cinco años (5.2%) es uno de los más altos de
la región”. Nueva derrota de Estados Unidos, esta vez de carácter económico pero
con incidencia en lo político: el gobierno del FSLN demostró que su modelo
político de crecimiento sustentable era viable y verosímil en el tiempo.
Era más de lo que Estados Unidos podía soportar, entendió que se estaba
gestando un modelo que podría ser replicado en otras latitudes: un pequeño país
con recursos escasos era capaz de construir un experimento soberano de economía
mixta y desarrollo social en el marco de la democracia y la paz ciudadana. El recién inaugurado presidente Donald Trump
ordenó acelerar todos los planes subversivos siempre presentes en la carpeta de
las agencias de inteligencia y ordenó el derrocamiento del gobierno, contando
para ello con el siempre presente apoyo de fuerzas locales, sobre todo de
empresarios no contentos con la riqueza habida y ávidos de mayor lucro,
sectores de la derecha tradicional que piensan en inglés, la jerarquía católica
opuesta al papa Francisco y grupos de ex sandinistas desgajados del tronco
original por diversos motivos, válidos o no, pero que en cualquier caso no
justifican ponerse al servicio de una potencia extranjera y transformarse en
asalariados de ella.
En abril
de 2018 se desató un brutal intento de golpe de Estado que los medios de comunicación
nacional e internacional se apresuraron a decretar victorioso sin contar con la
voluntad de resistencia del Pueblo Nicaragüense, la fortaleza institucional del
país, en particular del ejército y el liderazgo del FSLN y del comandante
Daniel Ortega. La intentona se saldó con casi 200 muertos entre ellos 20
policías, así como severos daños a la economía nacional. Fueron destruidos 252
edificios públicos y privados, 209 kilómetros de calles o carreteras, se
incendiaron 278 maquinarias y equipos de construcción y 389 vehículos. Al
final, la ofensiva insurreccional opositora en la que la embajada de Estados
Unidos tuvo pública participación fue otra vez derrotada, sin embargo los daños
causados a la economía retrotrajeron los avances de varios años que habían
significado un mejoramiento ostensible de las condiciones de vida del pueblo.
No obstante a
eso, ya en plena pandemia el 21 de febrero de 2020, el Directorio Ejecutivo
del Fondo Monetario Internacional (FMI) realizó una nueva consulta en
Nicaragua. En su informe concluía que: “Desde
abril de 2018, los disturbios sociales y sus secuelas erosionaron la confianza
y produjeron grandes salidas de capitales y depósitos bancarios, lo cual afectó
negativamente a la actividad económica nicaragüense. Se
estima que el PIB real sufrió otra contracción en 2019 de 5,7% (el crecimiento
de 2018 fue de -3,8%) debido al deterioro de la demanda agregada, la
consolidación fiscal y las sanciones”. En este punto, recomiendo al lector que
vuelva líneas atrás y vea al informe del organismo en 2016 para que establezca
las comparaciones, así mismo debe incluir en su análisis el último factor
mencionado: el de las sanciones que comenzaron a gravitar en el desarrollo del
país como parte de la agresión imperial de Estados Unidos.
El informe agrega que: “Si bien la desaceleración económica se tradujo en un
superávit en cuenta corriente en 2018 y 2019, la mejora quedó íntegramente
neutralizada por la reversión que experimentó la cuenta financiera. Las
autoridades adoptaron políticas menos restrictivas en el ámbito monetario y del
sistema financiero en 2018–19 a fin de evitar una espiral económica
descendente”. De esta
forma se da muestra, de manera precisa, de la capacidad institucional del país
para enfrentar las adversidades producidas, no de forma casual, sino por la
renovada agenda intervencionista de una potencia extranjera como ha quedado
demostrado con las pruebas de tal instrumentación mostradas por las autoridades
del país. Nueva derrota de Estados Unidos que no pudo ni derrocar al gobierno
ni impedir su nuevo camino a la normalización ya no solo en medio de la agresión,
también de la pandemia.
Pero no ha sido
suficiente, ahora en la cercanía de las elecciones presidenciales pautadas para
este año, Estados Unidos una vez más ha soltado a sus huestes para deslegitimar
las instituciones del país, cuestionar el ordenamiento constitucional e
intentar por vía externa lo que una oposición menoscabada, desprestigiada y
dividida no puede lograr con el esfuerzo propio. Como no puede ser menos para
un país que se respete, Nicaragua ha hecho valer todo el peso de la ley para
salvaguardar la estabilidad y la paz del país.
Ante esto, un nuevo
coro se ha desatado para intentar la enésima agresión contra Nicaragua. La
mejor prueba de que lo que está haciendo el gobierno de Nicaragua es acertado
es el rechazo a las medidas tomadas por parte de la OEA, su secretario general
Luis Almagro y los gobiernos de Estados Unidos y España entre otros. Son
señales claras de que se ha emprendido el camino correcto.
En este caso, la
coral está acompañada por la derecha empresarial oligarca y sus testaferras socialdemócrata
y socialcristiana internacional y ciertos sectores de una izquierda de salón
que posee un discurso muy radical pero no supera las normas de análisis de la
democracia representativa. Hay que saber lo que significa un día, todos los
días, una semana, todas las semanas, un mes, todos los meses, un año, todos los
años, es decir transitar toda la vida bajo acoso, con agresiones,
intervenciones militares, sanciones económicas, bloqueos, intentos de asesinato
de los dirigentes e innumerables expedientes terroristas que se alojan en las
agendas de la política imperial.
Con todo respeto,
quiero decir que hay que vivirlo para saber de que se trata. Sin menoscabar a
nadie, los que hemos tenido la suerte de
vivir el tiempo de los fusiles y actuar con ellos, en el tiempo de la
política para hacerla honestamente y también el tiempo de los lápices y las
computadoras para usarlos en la misma lucha, sabemos la diferencia entre unas y
otras.
Y en estos momentos
–disculpen que lo repita tanto- siempre recuerdo al Comandante Tomás Borge
cuando me decía: “Si estás confundido, fíjate siempre dónde está el
comandante Fidel Castro Ruz. Ahí hay que estar”. Y Fidel nos enseñaba que
había que saber en qué trinchera está el imperialismo para ponerse en la
trinchera del frente”. Para mí, en el largo camino de la revolución esa es
orientación y guía.
A lo largo de la
historia siempre ha habido traidores y desertores. ¿Dónde está el general
Rafael del Pino, héroe de Playa Girón? ¿Dónde Dariel Alarcón “Benigno”
compañero del Che en Bolivia? ¿A quién sirve hoy Joaquín Villalobos, ex jefe
del Ejército Revolucionario del Pueblo de El Salvador? ¿ Que se hicieron
algunos ministros y altos funcionarios del Gobierno Popular del Presidente Dr.
Salvador Allende Gossens que por más de 30 años se han hecho ricos
administrando el modelo neoliberal chileno a expensas de su defensa de la
Constitución de Pinochet? ¿Es que acaso todos los que acompañaron al Comandante
Hugo Chávez Frías el 4 de febrero de
1992, están siguiendo sus ideas hoy? Si a alguien le interesa el tema, revise
la Constitución venezolana de 1999, vean quienes la firmaron y averigüen donde
están hoy.
Hasta Eduardo Galeano
y José Saramago cuestionaron y rompieron con la Revolución Cubana por estar en
contra de medidas extremas que tuvo que tomar el país ante la persistente
agresión estadounidense. Como hombres inteligentes, al cabo del tiempo
comprendieron la situación y fallecieron en sana paz con Fidel y el Pueblo Cubano.
Boaventura de Souza ha sido permanente y fuerte crítico del proceso
bolivariano. Hay que ser capaz de diferenciar entre la crítica y la traición.
Finalmente debe imperar aquella máxima del Comandante Camilo Cienfuegos: “Esos
que luchan, no importa dónde, son nuestros hermanos”.
¿Quién no comete
errores? ¿Acaso 25 siglos de sociedades de clases pueden ser superados en
cortos lapsos de tiempo? ¿No traen los constructores de la nueva sociedad,
vicios y lacras del pasado? ¿Dónde esta el manual de construcción de esa nueva
sociedad y el modelo que se debe seguir? No existe, porque este un proceso
vivo, dialéctico, sustentado en el ensayo y error. Son seres humanos de carne y
hueso no exentos de equivocaciones los que se proponen el asalto al poder para
entregárselo al pueblo. El precepto cristiano dice que: “El que esté libre de
pecados que tire la primera piedra”.
En el caso de
Nicaragua, nadie me puede contar la historia. Yo fui errónea e injustamente
expulsado de forma ignominiosa del país cuando fui embajador de Venezuela
enviado por el Comandante Hugo Chávez. No es tema de este escrito, solo una
referencia para decir que no puede ser el ámbito de lo propio el que motive la
acción de un revolucionario. Y tampoco puede ser el resentimiento, el afán de
protagonismo y la sobrevaloración individual lo que mueva su vida a favor del
pueblo.
No somos los
revolucionarios los que hemos planteado la disyuntiva del todo o nada. Las
consignas de “Patria o Muerte Venceremos” y “Patria Libre o Morir” fueron
adoptadas por Fidel y por Sandino después que las circunstancias se las
impusieron. Vale recordar el brutal decreto de Guerra a Muerte que el General
Libertador Simón Bolívar Palacios y
Blanco se vio obligado a firmar en 1813 en medio del fragor de la lucha
independentista contra España y en el que no se aceptaban medias tintas. En
algún momento, tanto en Cuba como en Nicaragua disminuyó el uso de esos lemas
que identificaban su vocación revolucionaria como forma de aflojar las
tensiones, pero la agresión no cesó. Fue el imperialismo el que planteó el
“todo o nada”.
Y en estas
condiciones lamentablemente no hay espacio para las terceras opciones. O estás
con el imperialismo o estás con la Patria. Que cada quien elija su trinchera.
Yo no tengo dudas de cuál es la mía.
Lo
subrayado, interpolado es nuestro
“La historia de Nicaragua y Augusto César Sandino el General de hombres libres.”
Por Prof. Moreno Peralta /IWA.
Traducido al alemán, francés e inglés por la Señora Gerda Bottcher, Directora de la
Revista Latinoamérica. Un pueblo Continente.
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