Chile. Dos millones de mujeres contra el perverso sistema capitalista salvaje.
Por: Carlos
Aznárez y María Torrellas.
Todas y todes íbamos hacia la Plaza de la Dignidad y cuando subimos al Metro el «ambiente» ya se anunciaba lo que después se hizo realidad. En cada estación, grupos compactos de viajeras ataviadas con el verde pañuelo pro aborto y el morado feminista, le ponían color y calor a este gran día. Al salir, en la estación Universidad Católica nos encontramos con la sorpresa que el lugar de cita se había alargado para albergar tanta concurrencia, por gran parte de la Alameda.
Luchar es vivir. Estar vivo no es vivir.
Allí se instaló la pancarta de la cabecera, con una definición transparente: «Trabajadoras somos todes. 8 de marzo somos más. La revuelta feminista debe seguir hasta que valga la pena vivir».
Éramos tantas las que nos abrazábamos, saludábamos y sonreíamos a pesar de no conocernos, pero sabiendo que estábamos ahí para demostrar que estamos decididas a pararle los pies al capitalismo salvaje, a los femicidios. No ignorando que lo que estábamos generando allí, se repetía en cada ciudad de Chile y en cada país y pueblos del continente y el mundo, lo que aumentaba el valor de tan enorme movilización.
Éramos mujeres de todas las edades,
disidencias, es cierto, y atravesadas por la realidad del interclasismo, pero
con la certeza de que la gran mayoría eran las jóvenes, adolescentes y niñas
(muchas de estas últimas de la mano de sus madres o hermanas). El «todas juntas
sino pa qué», marcaba lo que se puede sentir en una marcha que con el correr de
las horas llegó a los dos millones de manifestantas, dando una lección a
aquellos y aquellas que desde el poder apostaban a cifras muy menores, y que
llevó a que una insulsa generala de carabineras, diera el dato a la prensa que
sólo se habían movilizado 150 mil mujeres.
Insulsa y ciega la «paca» uniformada, que seguro tampoco sintió la
atronadora consigna de «Putas, maracas pero nunca paca» o la otra de «la paca
no es sorora, sino que es represora».
Lo cierto es que la marea morada y verde se echó a andar al mediodía
desde la entrada principal del Centro cultural Gabriela Mistral y la calle
tembló por el bullicio con que festejaron el arranque de una de las más grandes
manifestaciones de las últimas décadas, las cientos de miles de compañeras que
se habían colocado detrás de la pancarta y armando un pasillo al paso de la
misma.
Se dice pronto 2 millones, pero más impresionante es estar allí con
ellas, codo a codo, sintiendo que la autoestima se transforma en pura
sororidad, cuando paso a paso y muy lentamente la columna busca avanzar. Darnos
cuenta que no han podido con nosotras ni con siglos de exclusión,
humillaciones, malos tratos, torturas de todo tipo y asesinatos.
Todas nuestras reivindicaciones en cada cartel, en cada lienzo, en los
gritos y cánticos. Y que además, subimos la apuesta cuando en las consignas o
en las cartulinas escritas a mano, esas chiquillas, encapuchadas muchas de
ellas, apuntan al capitalismo salvaje, al imperialismo, a los y las
politiqueras de la oligarquía y cierta «izquierda» acomodaticia como la
que acompañó a los regímenes de la Concertación, gente sin escrúpulos
que han convertido al discurso habitual en una estafa constante y un puñado de
mentiras.
Estar al lado de estas compañeras chilenas este 8M es un bálsamo que
como feministas nos ayuda a curar cualquier altibajo o sensación de que no
podríamos vencer a tantos enemigos que se nos ponen delante en la lucha
cotidiana. Es por ello que marchamos transformando la rabia en alegría,
sintiéndonos fuertes, incluso frente a la repetidísima provocación de ese cuerpo
armado represivo de la muerte al que tanto alabaron al sátrapa
Pinochet y la gran mayoría de los falsos «demócratas» que le sucedieron.
Todo el recorrido fue una fiesta reivindicativa, y a pesar de que la
multitud hizo desbordar el orden de la marcha, y la cabecera se diluyó casi
enseguida por el empuje de otras tantas banderas chilenas, mapuches y
específicas de tal o cual población o centro de trabajo, se pudo cumplir con el
itinerario establecido y se llegó frente al Palacio de la Moneda donde se
realizó la performance de Las Tesis.
Cuando miles de voces señalaron que «el violador eres tú», apuntando al
Palacio presidencial y a los carabineros que protegían ese sitio que los padres
políticos y militares de los actuales ocupantes, bombardearon en el 73 y en el
que Salvador Allende resistió hasta el final, la ovación y el aplauso coronó
tanto esfuerzo de quienes pusieron el cuerpo para que todo salga más que bien.
Poco después, y cuando seguían llegando hasta el lugar miles y miles de
mujeres, los carabineros comenzaron la represión indiscriminada, sin que
mediara ninguna excusa, solo porque tienen el permiso de sus amos, porque odian
a quienes no se arrodillan ante su prepotencia, porque son un cuerpo que tarde
o temprano deberá desaparecer.
Muchas compañeras intentaron alejarse, pero los uniformados habían hecho
una encerrona, cerrando calles y generando «embudos» con sus vehículos. Hubo
refriega, y entre todas nos protegimos y tratamos de que las más ancianas o con
niños y niñas no sean alcanzadas por los gases o el chorro potente del
«guanaco».
A lo que hay que sumar el coraje de las indispensables cabras de la
primera línea. Solo así y con una alta dosis de responsabilidad popular se
pudieron evitar males mayores que es lo que deseaban los atacantes. No pudieron
evitar con su prepotencia habitual lo que el mundo entero ya sabe, a pesar de
la censura, la dictadura chilena solo sabe reprimir, y este
domingo 8M, las mujeres y disidencias, estas dos millones de gargantas
volvieron a dejar en claro que «Piñera es asesino igual que Pinochet».
Las 123 jóvenes mujeres trabajadoras de la fábrica de
camisas en Nueva York que murieron abrasadas por el fuego por culpa de sus
patrones en 1911, hubieran estado orgullosas de sus compañeras chilenas que
este 8M las evocaron en las calles como se debe. Volverán a hacerlo,
sumándose este lunes a la Huelga internacional feminista, y en los
días sucesivos a incrementar la Revuelta.
Investigarán a carabineros en Chile por agredir a adulto mayor: La investigación se deriva de un hecho violento cometido contra un anciano de 69 años el pasado domingo, en el marco de las manifestaciones en Chile por el Día Internacional de la Mujer.
Los dos agentes de Carabineros de
Chile que agredieron al ciudadano Patricio Bao en las inmediaciones de la Plaza
de la Dignidad, están bajo proceso de investigación de la Fiscalía Centro Norte
de Santiago de Chile, según trascendió este martes.
Carabineros también informó que realiza una investigación administrativa del caso, para evaluar si existieron excesos en el uso de la fuerza por parte de los uniformados. Sin embargo, en el video difundido en redes sociales se ve claramente la agresión contra el adulto mayor, que incluso cae al suelo y recibe golpes.
Los agentes emplearon sus bastones, sin que Bao realizara acciones evidentes de resistencia al arresto. En tanto, el general de ese cuerpo, Enrique Monras, justificó la agresión aduciendo que anteriormente el anciano había agredido a un agente.
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