miércoles, 17 de junio de 2015

“EN EL ESTADO DE DERECHO JAMÁS LA EDUCACIÓN Y LA MEDICINA PUEDEN SER BIENES DE CONSUMO PARA Y POR EL LUCRO, PORQUE SON DERECHOS DEL SER HUMANO”




 El golpe del 11 de Septiembre de 1973, planeado y financiado por el régimen del gran padrino de la Casa Blanca y llevado a cabo por las Fuerza Armadas cipayas, no sólo significó la destrucción del Estado de Derecho, el magnicidio del Presidente Dr. Salvador Allende Gossens y el asesinato y desaparición de miles de chilenos, sino qué, se decapitó la prestigiosa Universidad Chilena y dos de ellas fueron desaparecidas: La Universidad del Norte/Chile y la Universidad Técnica del Estado. Sus mejores cerebros, si no perdieron la vida, tuvieron que exiliarse.

Las Universidades chilenas sin medios académicos, sin libertad y lo más importante, sin su ley fundamental, la autonomía universitaria –territorial, académica y administrativa-, desaparecieron.

Quedó muy en claro, para la opinión pública internacional, no fue el Gobierno Popular del Presidente Dr. Salvador Allende Gossens el que destruyó el Estado de Derecho, abolió, pisoteó la Constitución y la autonomía universitaria, sino los enemigos de la Humanidad, el imperialismo yankee globalizado y sus testaferros, la oligarquía empresarial sofofa y el poder castrense mameluco chilensis, al servicio del capital buitre foráneo.

Por más de dos décadas, la Universidad chilensis militarizada, un negocio por y para el lucro, que nace en el fatídico e infausto 11 de Septiembre de 1973, se le exigió habilitar egresados para el ejercicio de determinadas profesiones. Cualquier tarea universitaria que tuviera que ver con las Ciencias del Ser Humano, que implicase pensamiento libre, investigación poco rentable a corto plazo, o crítica contra alguno de los dogmas impuestos por “las fuerzas Armadas vencedoras” –la reserva moral de la taifa sofofa- fue rechazada, perseguida e ignorada. Con estos antecedentes, la Universidad chilensis llega a la transición “de la democracia, libertad y la justicia en la medida de lo posible”, sumida en el caos. El régimen de la arcadia de la alegría de la concertación termina por enajenar a la Universidad Chilena. Como administradores de la infausta herencia de la dictadura de marras: La educación es un bien de consumo, al igual que la Medicina. Es hasta hoy la asignatura pendiente, entre otras de la Sociedad chilena en general, y de los intelectuales en particular. Setenta universidades privadas fueron abiertas sin bibliotecas, laboratorios y académicos calificados por los “vencedores” del infausto 11 de Septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas. Da vergüenza ajena ver a militares zafios/incultos designados rectores de la Universidad chilena. Situación difícil de explicar en el extranjero por lo irracional. Por lo antes dicho, me cuesta un esfuerzo grande conservar alguna esperanza respecto a la vialidad a corto plazo de una política de salvación para la Universidad chilena, y para el Pueblo Chileno sin soberanía con una Constitución y sus amarres vigentes desde 1980, sin que exista el coraje civil para cambiarla por otra sancionada soberanamente por el pueblo.

La Universidad chilensis forma parte del proyecto económico y político heredado impuesto /heredado de la dictadura militar fascista y que administra  la concertación. Con poca cultura nueva, sin una investigación seria y con escasos cambios en las formas y los contenidos de los conocimientos: se copia y mal al modelo yankee, y al modelo de la España profunda franquista. Los que nos hemos formado en universidades europeas y que visitamos periódicamente este país, concluimos que estamos ante una Institución que da vergüenza, es una factoría de dónde el que paga obtiene un título universitario.

Pese a la suma gravedad de las consecuencias que todo ello trae consigo en contra de la sociedad, los partidos políticos, especialmente los regímenes concertacionistas siguen despreocupándose del asunto educacional en general y universitario en particular, con suicida irresponsabilidad. Un problema básico de colosales proporciones y que tan negativamente afecta el porvenir de Chile.

La educación en general está anquilosada, le falta calidad, equidad y eficiencia para lograr la indispensable excelencia académica. No se puede hablar de crisis de la Educación chilena: Crisis dice relación con el momento del proceso cuando está en duda la continuación o la modificación de éste. Pero en el marco del exitismo y la autocomplacencia reinante en el paraíso de la felicidad, la arcadia mercurial de la sofofa se piensa que el modelo educacional chilensis es el mejor de América Latina.

El modelo de Universidad impuesto por “los militares vencedores” es un sub producto reflejo, o producto residual del imperio yankee globalizado en crisis congénita, del cual chile forma parte de su patio trasero. La universidad privada chilensis, mayoritariamente está controlada por los grupos económicos de la taifa sofofa, del Opus Dai de la jerarquía de la Iglesia Católica y de grupos de los militares “vencedores”, lo que permite acomodar sus enseñanzas a los dogmas religiosos. Se ha pasado a unos centros en el que el dogmatismo -bestia destructiva de todo espíritu científico- todavía se aplica con una dosis exacerbada a saberes que nada tienen que ver con ninguna religión.

La Universidad chilensis no se quiere reformar ni siquiera en su forma. Lo que simplemente ha hecho la autoridad competente: tomando como modelo el Sistema Educacional de la monarquía franquista de la España profunda, simplemente la autoridad competente del Ministerio de Educación, el Consejo de Rectores, etc., es reorientar la administración de los centros universitarios, privilegiando el lucro como un bien de consumo sobre la excelencia académica. Con esto, consecuentemente aplica el estilo heredado de la dictadura de marras: el que consiste en cambiar el nombre a las cosas para mostrar que cambian las propias cosas, o la que se concreta en una nueva serie de fraseologías a fin de ocultar que se sigue haciendo más o menos lo mismo.

Debido a la cerrazón y cerrelismo que aplasta a la Universidad Chilena, desde el 11 de Septiembre de 1973, ciertamente no cabe esperanza alguna, de que al empezar “la democracia, la libertad y a justicia en la medida de lo posible”, todo fuese a superarse rápidamente.

Sin duda no era lógico, que al terminar el primer régimen de la concertación, los centros universitarios tuvieran concretamente en marcha un nuevo estilo de enseñanza y de investigación. Pero en pleno ´régimen concertacionista, a numerosos ciudadanos provoca estupefacción y molestia que las universidades chilensis continúen atravesadas de los vicios del régimen fascista.

Es probable que los cambios que esperamos en la Universidad chilena a partir del régimen concertacionista, estuvieran erróneamente inducidos del movimiento contestatario de estudiantes y de profesores bajo la dictadura militar. Al observar en que ha quedado ese movimiento –puro corporativismo- no cabe más remedio que concluir que en contra de algunas apariencias, tales protestas contra la dictadura de marras no tienen nada de revolucionarias, ni siquiera de progresistas respecto a la Universidad, sino que en el fondo, la inmensa mayoría sólo trataba de colocarse profesionalmente. Los profesores querían conseguir un puesto fijo, y los estudiantes deseaban saber a qué atenerse respecto a su futuro.

A pesar de no haber alcanzado  por los docentes los objetivos antes señalados se ha sumido en la rutina a la Universidad Chilensis. No surge la menor idea ni la más mínima propuesta original para que nuestra cultura y nuestra sociedad sean más dinámicas, más creativas y más libres. Incluso la inmensa mayoría demuestra su conformismo/fatalismo/resignación acerca de las mezquinas partidas presupuestarias que el régimen dedica a la enseñanza pública y a la investigación científica. Hasta los más acérrimos defensores de los regímenes concertacionistas aceptan como fracaso importante de esta etapa, la etapa de un desarrollo educacional y científico mínimamente adecuado a los avances sociales y económicos obtenidos. Desde el primer régimen concertacionista, el socavón cultural y científico ha ido en aumento, encontrándose la universidad chilensis y muchos centro s de investigación en situación de vergüenza nacional ante los fraudes, las irracionalidades, la mediocridad e incluso la estupidez, los caciquismos y el espíritu aldeano dominan la vida académica universitaria chilena.

No sólo no tenemos una universidad sin autonomía- académica, administrativa y territorial-, que responda mínimamente a las necesidades de la sociedad chilena, sino que no existe el menor indicio de que podamos tenerla algún día. Todo esto, producto de tres décadas, tal vez habría que decir, siglos de dogmatismo, ineficacias y corrupción, todo en el marco orwelliano de la Constitución de 1980 y sus amarres impuesta por la dictadura de marras.
Lo más grave es que la clase politicastra, exitista y autocomplaciente y corrupta, no ha tenido la capacidad de darse cuenta que fruto del oscurantismo cultural y educacional que nos afecta por más de treinta años, hemos quedado desprovistos de ascendientes internacional como sucede con “las Universidades de las Repúblicas bananeras”, las cuales van simplemente tirando como las casi setenta universidades chilensis, incluso peor. Yo tengo motivos para sospechar que me he quedado corto con estas últimas reflexiones.
Como colofón acentúo que la Universidad Chilena la entiendo como una institución capaz de generar ideas, construir pensamientos y transmitir a los estudiantes el conocimiento acumulado. El concepto ideología no es un cuerpo doctrinario no científico, sino un conjunto de aspiraciones objetivos, valores, ideales, propósitos, etc. Hablar del fin de los ideologías es una supina ignorancia.

La nueva Universidad chilena debe plantearse sobre la base de las diferencias y especifidades de nuestro ambiente ecológico- socio- cultural. Este modelo es imposible en el Chile, porque la Universidad heredada de la dictadura de marras, no admite alternativa.
La taifa sofofa, el Opus Dai de la jerarquía de la Iglesia católica y el asesor de la dictadura militar y de la concertación, Agustín Dunny Edwards E. y su pasquín El Mercurio, son de opinión que la universidad es una institución neutral, apolítica- definición ideológica reaccionaria y oportunista- donde hay que mantener la pureza académica para conservar el funcionamiento de esta institución, de la contaminación ideológico. Falacia, porque ningún tipo de educación escapa de los marcos impuestos por la organización social.
Todo está dicho, pero como nadie hace caso, hay que volver a repetir la denuncia.


Prof. Moreno Peralta/IWA
Representante de la Universidad del Norte /Chile, 1970, en el Consejo de Rectores de la Universidad Chilena, hasta el 11 de Septiembre de 1973.

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