“Opiniones políticas del comandante en jefe del Ejército del General Augusto Pinochet Ugarte, General Ricardo Martínez Menanteau”
Carta del Comandante en Jefe del Ejército del General Libertador Bernardo O'Higgins Riquelme, General Carlos Prats González, General de la Dignidad, Lealtad y legalidad.
En las
democracias verdaderamente sólidas y estables, las opiniones de las cúpulas
militares son prácticamente irrelevantes y no concitan realmente la atención de
la prensa. En Chile, en cambio, los medios de comunicación se encuentran muy
interesados en las FFAA y en cada acción o gesto que venga de la alta
oficialidad. Ello tiene base en las constantes irrupciones castrenses en la
política, sus sucesivos cuartelazos e, incluso, en la todavía fresca
conspiración/ golpe de Estado de 1973 que se derivó en 17 años de una dura y
cruenta dictadura cívico militar.
Es sabido que, más que velar por nuestra soberanía, el Ejército, la Armada y la Aviación han ejecutado constantes y fratricidas acciones para imponer la seguridad o la paz interna, por lo que han ocasionado incontables ejecutados, detenidos desaparecidos y toda suerte de víctimas en nuestra propia población civil. Muchas más, por ejemplo, que en los conflictos que desgraciadamente enfrentamos en el pasado con nuestros países vecinos, y en cuyos campos de batalla se inmolaron siempre muchos más civiles reclutados que uniformados de carrera.
No se
trata, tampoco, que los militares chilenos sean muy locuaces. Más bien son los
comandantes en jefe de los institutos armados los que deciden hablar cuando les
interesa, como recién lo ha hecho el general Ricardo Martínez Menanteau, a
través de conversación con el diario El Mercurio, medio que utilizan por
excelencia (domingo 20 se septiembre).
Esta
entrevista es publicada a pocas semanas del Plebiscito Constitucional, consulta
popular que debiera conducirnos a una nueva Constitución Política del Estado,
cuestión que sin duda debe inquietar a nuestras ramas de la Defensa y a las dos
policías. Una nueva Carta Magna que es poco probable que mantenga los
privilegios que hoy tienen los uniformados respecto de la población civil. De allí que el general Martínez rompa el
silencio y la supuesta prescindencia política que dicen tener los militares a
fin de plantear juicios que buscan influir en el proceso electoral que se
avecina, a sabiendas que la actual Constitución (la de Pinochet) pueda ser
abolida y nuestra nueva institucionalidad se defina sobre un “papel en blanco”,
como muchos lo desean.
Desde
luego, el Comandante en Jefe asume definiciones políticas. Claramente plantea
que las FFAA deben estar constituidas únicamente por el Ejército, la Marina y
la Fuerza Aérea, cuando perfectamente una asamblea constituyente pudiera
modificar esta situación y diversificar al mundo castrense como acotar sus
atribuciones, cuando en materia de Defensa ya no están muy nítidos los perfiles
funcionales de cada rama castrense en materia de defensa y posibilidad de
guerra.
Más
Insólitas son, todavía, las declaraciones del general Martínez respecto del Movimiento
Social 18 de octubre, manifestándose completamente en desacuerdo con quienes
aseguran que el Estado ejerce una violencia estructural como se asegura por
muchos y provocara una verdadera y masiva insurrección popular, interrumpido
solo por la emergencia sanitaria mundial del Covid 19. De allí que en sus
opiniones respecto del conflicto de la Araucanía llegue al extremo de plantear
que “la violencia en el sur es obra de delincuentes, además de cobardes, que
atacan de noche, a rostro cubierto y a personas indefensas…”
Con lo que
colige que sería necesario enfrentarlos, advirtiendo también que si se llegara
a atacar a los contingentes militares éstos “tendrían una respuesta superior”.
Bravata que no disimula su preocupación sobre lo que sucede, puesto que en otro
párrafo de su entrevista anuncia “un
plan especial de ingreso al Ejército para pueblos originarios”, con lo que
reconoce la discriminación de nuestras etnias hasta en el reclutamiento
militar.
¿y la autocrítica del comandante en jefe ?
Por supuesto que en los juicios del Comandante en Jefe no
hay una sola autocrítica ni por el pasado o el presente.
Al grado
que, sobre la supuesta reprimenda recibida por el ex ministro de Defensa, a
propósito de una grave filtración desde el Ejército a la prensa, solo reconoció
con arrogancia que él se “disculpó” ante el Secretario de Estado, pero nunca le
pidió “perdón”. Muy reacio se mostró, además, a opinar sobre los militares que
sufren presidio por sus graves violaciones a los Derechos Humanos. Tal como
entregó una muy escueta respuesta sobre los oficiales procesados por corrupción
y que él mismo estuvo obligado a marginar del Ejército, atribuyéndole al
Gobierno la “decisión política” de negarse a indultar a los militares que
cumplen condena de por vida.
Pero donde
el desparpajo del general Martínez se expresa totalmente es cuando se refiere a
la situación previsional de las FFAA, negándose a aceptar que exista cualquier
privilegio castrense respecto de los trabajadores civiles pensionados. Para
ello alega que los militares deben cumplir una disponibilidad 24/7, sin pago de
horas extras o bonos, estar sindicalizados o tener derecho a huelga, así como
restringidos en sus desplazamientos, libertad de expresión y en riesgo de
trabajar con armas y explosivos, cuanto dispuestos a dar la vida por la misión
que les encomiende la República…
Entre
tantas cosas, se le olvidó al General, reconocer que la pensión promedio de los
civiles es al menos triplicada por las de los militares jubilados todavía con
menos años de servicio. Omitió decir que durante los períodos de emergencia
realmente elevan sus estipendios no solo en dinero, sino en viviendas,
“ranchos”, viáticos, gastos de representación, casinos, hospitales y un sinfín
de otras granjerías. Que sus riesgos laborales, ciertamente son muy inferiores
a los de los mineros, pescadores y otros que cotidianamente pierden sus vidas
en sus sacrificadas faenas. O que en desastres como el que ahora vive el país
con la pandemia, los que tienen mayormente garantizada su estabilidad laboral
son justamente todos los uniformados, ante los millones de trabajadores que
pierden sus empleos y disminuyen sus ingresos.
Tenemos
“muchos deberes y pocos derechos respecto a la inmensa mayoría de los
chilenos”, asegura el primer oficial de la República, llegando al descaro de
afirmar que no hay otra profesión que se le parezca en cuanto a necesidad del
Estado. Una percepción realmente imprudente y que lo único que favorece es el
divorcio cada vez más profundo del mundo militar con la población civil. Miles
de uniformados que consumen la mayor tajada de nuestro presupuesto fiscal en
materia salarial e infraestructura y que, como la historia lo comprueba, no han
cesado de abusar y corromperse gracias al poder de las armas que controlan.
¡ sin hablar del latrocinio de “la ley
del cobre”¡
Lo que no
se condice para nada con el “amor a la patria” que proclaman en sus arengas o
entrevistas. Muy eficientes, debemos reconocerlo, en levantar campos de
confinamiento y tortura destinados a sus connacionales. Implementar cada vez
más onerosas y ridículas paradas militares, mientras el hambre, la cesantía, la
delincuencia común y el narcotráfico asolan a nuestras ciudades y barrios de
todo el país. “Valientes soldados” ,- la reserva moral de la sofofa, según el
dirigente socialdemócrata Carlos Briones- ,verdaderamente expertos, como se han
demostrado, en traicionar la institucionalidad y actuar de guardianes de los
capitales foráneos enseñoreados en todo nuestro territorio y riquezas
naturales.
juanpablo.cardenas.s@gmail.com
Lo subrayado es nuestro
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