Por
Sergio Rodríguez Gelfenstein:escritor/ analista internacional/Addhee.Ong
Durante
la Cumbre de las Américas realizada en Panamá en abril de 2015, el presidente
Barack Obama llamó a los mandatarios de la región a “olvidarse de la historia”
para pensar en un futuro promisorio que Estados Unidos ofrecía a la región.
Tuvieron que salir al paso la presidenta argentina Cristina Fernández y el de
Ecuador Rafael Correa para decirle a Obama que era imposible para nuestros
países olvidar dos siglos de afrentas, porque como dijo el filósofo y poeta
español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”.
Previo a
la Cumbre, el día 6 de abril en un artículo publicado en el periódico El Mundo
de España, en el que vislumbraba los principales asuntos a tratar en el evento,
el periodista argentino y conocido apologista del terrorismo Andrés Oppenheimer
recordaba que en una anterior cumbre, la de Trinidad y Tobago, realizada seis
años antes, el Comandante Hugo Chávez
“…le regaló un libro antiestadounidense” al presidente Obama. Se trataba de
“Las venas abiertas de América Latina”, uno de las más hermosas e
interpretativas obras jamás escrita acerca de la epopeya de los pueblos
latinoamericanos y caribeños a través de su historia, en tal sentido, el libro del maestro Eduardo Galeano se ha transformado en
documento identitario de lo que fuimos y de lo que somos para intentar
proyectar lo que queremos ser. El propio autor al referirse al hecho acaecido
en Puerto España el 18 de abril de 2009 expresó que “La única manera para que
la historia no se repita es manteniéndola viva”.
Obama refrendó
su prédica al visitar La Habana un año después de la Cumbre de Panamá. Al hacer
un llamado al pueblo cubano durante su visita a ese país, expuso que había que
“… olvidar los más de 50 años de ruptura y enfrentamientos entre Cuba y Estados
Unidos, y de no ser rehén de ese pasado…”.
¿Por qué
ese afán del presidente de Estados Unidos por olvidar la historia?, ¿por qué el
tarifado argentino periodista de Miami se refiere a las “…Venas abiertas…” como
un libro anti estadounidense?, tergiversando con ello la historia. ¿Por qué
algunos países de la región gobernados por la ultra derecha más cavernaria como
Colombia o Chile han eliminado o intentado eliminar los estudios de historia de
los programas de la enseñanza media”? ¿Por qué se tiene tanto miedo de que los
pueblos conozcan su historia?
Todas
estas interrogantes y otras han venido a mi mente en días recientes cuando
estamos siendo testigos de la forma burda y arrogante con que se pretende
tergiversar la historia de la segunda guerra mundial a fin de opacar y
minimizar el extraordinario y protagónico papel que jugaron el Ejército rojo y
los pueblos de la Unión Soviética en la derrota del nazismo, del expansionismo
y de la guerra, posibilitando de esa manera que en el mundo se abriera una
esperanza de paz y concordia para los pueblos.
Ayer 30
de junio, una vez más el presidente Trump se ufanaba de que el ejército de
Estados Unidos había ganado dos guerras mundiales. Como ya es su costumbre, una
vez más miente sin la menos impudicia. Las cosas hay que decirlas por su
nombre. Estados Unidos permaneció al
margen de la segunda guerra mundial y solo se incorporó tras permitir el
sacrificio de cientos de jóvenes soldados y ciudadanos de su país muertos por
permitir que se realizara el ataque a Pearl Harbor por parte de Japón en
diciembre de 1941. Hoy está absolutamente demostrado que los aviones
japoneses que como un enjambre se acercaban a la isla estadounidense en el
Pacífico fueron avistados por los radares sin que el alto mando político y
militar estadounidense hicieran algo por evitarlo, necesitaban una
justificación ante su opinión pública para involucrarse en una guerra que les
era completamente ajena.
Aspiraban
a la destrucción de la Unión Soviética y de Europa para emerger como potencia
única e indesmentible del planeta de manera de no tener contrapesos que le
permitieran fijar las pautas del comportamiento internacional y establecer bajo
sus criterios la estructura del sistema mundial de la posguerra.
Por eso
no se involucraron con los acontecimientos que ocurrían en el territorio
continental europeo donde se libraban los combates decisivos y donde la Unión
Soviética recibía los golpes más contundentes de parte del ejército nazi.
Estados Unidos como todo Occidente albergaba el deseo de que finalmente Moscú
cayera y el poder soviético se derrumbara bajo el peso de las hordas fascistas.
Por el contrario, trasladaron el grueso de sus fuerzas al
Pacífico para confrontar al más débil Japón en un espacio que le permitiera
-tras la derrota del ejército nipón- desatar sus ánimos expansionistas en una
región estratégica para su ambición imperial.
Mientras
tanto, la Unión Soviética resistía los embates de la aplastante maquinaria de
guerra alemana que sin respuesta alguna de Occidente avanzaba rauda hacia su
objetivo de capturar la capital del gran país euroasiático. Al respecto, en un reciente artículo escrito por Vladimir Putin y
publicado con el título de: “El 75º aniversario de la Gran Victoria:
responsabilidad colectiva ante la historia y el futuro” el presidente ruso
rememora que el General Alfred Jodl, jefe de operaciones de las Fuerzas Armadas
de Alemania admitió durante el juicio de Nuremberg que la “ ... única razón por
la que no habíamos sido derrotados ya en 1939, [fue] solo porque alrededor de
110 divisiones francesas y británicas, desplegadas contra 23 divisiones
alemanas durante nuestra guerra con Polonia en Occidente, permanecieron
completamente inactivas”.
Todo eso,
a pesar de las opiniones de quien en ese momento era Primer Lord del
Almirantazgo y poco tiempo después Primer Ministro británico Winston Churchill
quien desde posiciones más realistas creía que se debía establecer una alianza anti nazi que
incluyera a la Unión Soviética.
Todo el año 1942 fue de continuo avance alemán en suelo
soviético, sin embargo los generales alemanes se vieron enfrentados a una
resistencia inaudita que tuvieron en la defensa de Leningrado y Moscú sus
valladares más reconocidos –pero no los únicos- durante los primeros meses de
la guerra…hasta que los nazis fueron detenidos en Stalingrado y definitivamente
derrotados en esa ciudad heroica en febrero de 1943.
Pero la batalla no se libraba solo en los
frentes de combate, todos los pueblos de la Unión Soviética se implicaron de
una u otra manera en la que con justicia han dado en llamar la “Gran Guerra Patria”. En el mencionado artículo, el presidente Putin recuerda que
“En un año y medio, el pueblo soviético hizo algo que parecía imposible, tanto
en el frente como en la retaguardia. Y todavía es difícil comprender, entender,
imaginar los increíbles esfuerzos, coraje, abnegación necesarias para esos
grandes logros”.
Stalingrado, significó el inició de la contraofensiva.
Solo cuando se desarrollaba la crucial batalla de Kursk en julio de ese año, la
mayor de la historia en cuanto a aviación y tanques participantes, Gran Bretaña
y Estados Unidos desembarcaron en Italia por Sicilia. Si Stalingrado fue el
inicio del fin, Kursk fue la confirmación de que la derrota alemana era solo
cosa de tiempo. Solo entonces los aliados occidentales se apresuraron a
preparar un desembarco para combatir a la Alemania desde el oeste, el mismo se
vino a producir apenas en junio de 1944 cuando ya estaba a punto de comenzar la
Operación Bagration, la mayor en toda la historia de la guerra con
participación de 3.5 millones de soldados, 4.500 tanques, 6.500 aviones y
35.500 piezas de artillería a través de
la cual el territorio soviético quedo prácticamente liberado, dando inicio a la
persecución de los alemanes hasta su madriguera en Berlín.
Según el “Balance de la Guerra” publicado por el investigador
holandés W. Van Mourik, para el pueblo soviético la guerra significó la pérdida
de 32 millones y medio de sus hijos
entre soldados muertos o desaparecidos y civiles muertos en acciones de guerra.
Estados Unidos tuvo 174 mil bajas, el Reino Unido 430 mil, Francia 240 mil y
Alemania, casi 7 millones. Estas cifras por si solas dan una idea del horror
de la conflagración y del aporte que cada quien hizo para llegar al fin de la
pesadilla.
En cuanto
al origen de la misma, el presidente Putin también dio su opinión: “Fue
resultado de muchas tendencias y factores en la política internacional de la época.
Todos los acontecimientos de antes de la guerra formaron una cadena de eventos
fatal. Pero, por supuesto, el factor principal que predeterminó la mayor
tragedia de la historia de la humanidad es el egoísmo del Estado, la cobardía,
la indulgencia del agresor ganando fuerza, la falta de voluntad de las élites
políticas para encontrar un compromiso”.
Las
evidencias son claras, intentar falsear la historia o negarla solo se puede
entender como el intento de crear las bases para redundar en los errores como
repetidamente se ha mencionada. En el caso de la segunda guerra mundial como en
el de la historia de agresiones contra América Latina hay actores comunes
siempre presentes: Estados Unidos y la Europa cunas de la destrucción y la
muerte, de las violaciones más despiadadas a los derechos humanas, origen de
las teorías y doctrinas más atrasadas y reaccionarias de la historia, soporte
de la agresión, la invasión y la intervención, progenitoras del irrespeto de la
voluntad de los pueblos, precursores del avasallamiento de la dignidad, el
honor y los principios.
La
tergiversación de la historia solo puede servir a oscuros intereses que son
expresión de lo maligno y lo retrógrado que a su vez manifiestan lo peor de la
condición humana. Y ello está indisolublemente ligado al supuesto éxito del
capitalismo como manifestación extrema del intento de imponer la verdad de una
minoría sobre la verdad de la humanidad que es la verdad de todos.
Lo subrayado es
nuestro
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