miércoles, 6 de diciembre de 2023

La Organización de Naciones Unidas debe desaparecer.

 

“EL MUNDO ESTA CAMBIANDO, LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS DEBE DESAPARECER “. El súper poder empresarial, financiero del Club Bilderberg,  histérico, no concilia el sueño...

Por Serguei Lavrov Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia y Sergio Rodríguez Gelfenstein, escritor y analista internacional / Others News, Sputnik, RT, La Jornada de México, ACHEI, Argentina Indymedia,  Red Latina sin frontera. Sur, Addhee.ong:

-     
“La Organización de Naciones Unidas debe desaparecer”

-     “El mundo está cambiando, está experimentando cambios fundamentales y técnicos”.

-     Testimonio del Professor Jeffrey D. Sacks/Universidad de Columbia/NY/USA: “Los pueblos sin memoria histórica nada significan ni nada valen”

PROLEGÓMENOS:


A petición de la Juventud de la Plaza de la dignidad Gabriela Mistral y de universidades progresistas de Latinoamérica hemos preparado este material para Conferencias, Talleres, Seminarios etc., convencidos que la esperanza es el sueño del Ser Humano despierto que hay que pensarlo y realizarlo: “ El Nuevo Orden mundial multipolar y la mundialización.

Después de la histórica reflexión de la maestra de la Patria Continente América Latina y el Caribe, Gabriela Mistral, preciso,  que el sistema  capitalista salvaje e imperialista impuesto  en los países del patio trasero latinoamericano se ha conseguido por la corrupción, narcotráfico e impunidad de los regímenes vigentes hasta nuestros días y  por la fuerza  de las armas,  con una destrucción de la educación pública, la cultura que cada día enajena más a la gente. Los medios mediáticos de (in) comunicación globalizados controlados por la clase  empresarial, financiera/ agiotista, agrícola monopolista un monopolio comunicacional tiene como principal objetivo impedir que la verdad sea dicha, desinformando. Las opiniones están controladas hasta la uniformidad.  La dignidad humana brilla por su flagrante ausencia y es negada de hecho la vida democrática, la libertad y la justicia. Frente a este orden  se hace imperativo, un cambio de fondo, integral,  una revolución socialista profunda, “por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”, Dra. Rosa Luxemburgo, Dr. Salvador Allende Gossens.

El escritor no es testigo de la historia que hacen los pueblos dignos que luchan construyendo su futuro, sino es un protagonista. El y su obra son la misma cosa. En este concepto múltiple se debe por entero a la responsabilidad y a la lucha por / para cambiar de raíz el sistema capitalista perverso que nos agobia y nos mutila.

Como colofón, reitero una vez más, que la riqueza de los países latinoamericanos y caribeños no radica solo en sus materias primas de sus territorios, sino en la honestidad e integridad moral de sus escritores, educadoras, filósofos y artistas.

 Nuestro admirado escritor, colaborador, Sergio Rodríguez Gelfenstein con su obra presta su voz a quienes no la tienen, los sin justicia, los marginados llevando adelante y defendiendo el legado educacional, cultural común de los Pueblos de la Patria Continente América Latina y el Caribe, respetando los acentos nacionales, regionales y étnicos en el marco de la lucha por la razón, la Justicia Plena y Paz, en tiempos como los que sobrevivimos signados por la intolerancia, la mediocridad, el rastrerismo, el oportunismo y las malditas guerras imperialistas. Una tarea desproporcionada para  que unos pocos escritores se la echen encima. Pero no nos queda otro remedio.

El desarrollo científico y tecnológico donde el poder económico y político se halla controlado por una clase oligarca empresarial, financiera-bancaria/agiotista, agrícola monopolista, el 1%, con su testaferra la clase burguesa politicastra castrense corrupta, defendamos el derecho de los pueblos al pan, al trabajo y la vivienda digna,  la educación  y la salud pública y la Justicia Plena y asumamos  sin temor ni descanso nuestra responsabilidad en la construcción de un Nuevo Orden Mundial Multipolar y la Mundialización.  Entendemos, por esta última, el proceso de convergencia de diferentes culturas sin perder por esto su estilo de vida y su identidad,  en  el que  no haya cómplice, porque tampoco  haya verdugo.

Con esperanza y memoria, “solo merecen la libertad y la vida quienes cada día la conquistan”...

Prof. Moreno Peralta/ IWA

Secretario Ejecutivo /Addhee.Org.

La Organización de Naciones Unidas debe desaparecer.

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Escritor, analista internacional/ Indymedia Argentina, Other News,  Sputnik,  RT, La Jornada de México, ACHEI, Addhee.Ong

En fecha tan lejana como el 25 de septiembre de 2011 escribí un artículo titulado “La ONU ha muerto”. Entre otras cosas allí decía que:  “Los acontecimientos de los últimos años signados por una unipolaridad cerrada […] dan cuenta de una ONU inoperante y plegado a la voluntad de los Estados canallas. La resolución unánime que condenó a Irán por la supuesta intención de construir armas atómicas contrasta la existencia de las mismas en países como Israel, India y Pakistán, que poseen la común característica de estar entre los mayores compradores de armas a los fabricantes que son básicamente los países miembros permanentes del Consejo de Seguridad”.

Continuaba más adelante: “La aprobación también unánime de las potencias para autorizar -a través de la resolución 1973- lo que derivó en el bombardeo indiscriminado a las ciudades libias y el asesinato de miles de ciudadanos, muestran una organización que ya no es garante de la paz sino promotora de la guerra. Igual hecho ocurrió durante los recientes acontecimientos en Costa de Marfil, donde el propio Secretario General de la ONU dio órdenes a los Cascos Azules de involucrarse militarmente bajo órdenes de las fuerzas armadas francesas que invadieron el país africano”.

Doce años después, el diagnóstico es el mismo pero la crisis es aún más profunda. La pandemia de Covid 19 evidenció ante el mundo la incapacidad de la organización para gerenciar el combate contra el virus que se constituyó en enemigo común de la humanidad.

En esta batalla, la Organización Mundial de la Salud (OMS fracasó estrepitosamente). En octubre de 2021, 20 meses después de haber comenzado la pandemia sólo el 57% de la población mundial había sido vacunada. La pandemia nunca pudo ser controlada a través de la distribución de vacunas. Los países ricos establecieron una clara distancia de los más pobres.  En enero de 2022, la OMS publicó una guía para priorizar la distribución mundial de las vacunas COVID-19 de manera justa pero ya era demasiado tarde y el plan era defectuoso. Primó la lógica del mercado, del lucro y la ganancia por encima de la lógica de la protección del ser humano, de su salud y su vida. Ello, porque la OMS depende principalmente de la buena voluntad de los países ricos y de las empresas.

Circunstancias similares ocurrieron en la actuación de la OMS durante la gripe A (subtipo H1N1) que atacó al mundo en 2009. Otro ejemplo de error reiterativo de la OMS fue su actuación en 2014 durante la crisis del Ébola. Su incapacidad es recurrente. En el primer caso los gobiernos que siguieron sus recomendaciones acumularon cantidades innecesarias de fármacos antigripales solo en beneficio de las empresas farmacéuticas. Y en el segundo, actuando con extrema pasividad ante la gravedad de la propagación del Ébola, infravalorando el problema . Solo cuando la epidemia estaba ya fuera de control en África Occidental, la directora general declaró una emergencia global.

Hay que decirlo, esa “buena voluntad” mencionada está en relación directa con la decisión de las empresas de actuar cuando observan que el contagio puede afectar sus ganancias y las de los países ricos. Este hecho es violatorio del enciso 3 del artículo 1, Capítulo 1 de la Carta de las Naciones Unidas que establece los propósitos y principios de la ONU y que señala que la organización debe:  Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”.

Así mismo, el pésimo trabajo de la ONU en el manejo de la pandemia atenta flagrantemente con el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU que establece que: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. La ONU ha demostrado que no es capaz de garantizar ese derecho y, ni siquiera cumplir con los propósitos que le asigna la Carta.

En este contexto, la operación militar de Rusia en Ucrania y el reciente conflicto en Palestina pusieron sobre el tapete la inoperancia de la ONU. En ambos casos la organización fue incapaz de impedir que se proyectaran y ejecutaran sendos genocidios sobre los pueblos del Donbass y de Palestina respectivamente. En Ucrania hicieron de la “vista gorda” durante 8 años mientras con extrema crueldad hordas nazi fascistas exterminaban a la población ruso parlante.

El asunto palestino es mucho peor porque la ONU es causante directa del mismo al crear ilegalmente el Estado de Israel cuando no es potestad suya -según la Carta- crear países, pero incluso después de haber decidido tal esperpento jurídico, no ha sido capaz de hacer cumplir la resolución 181 de la Asamblea General, del 29 de noviembre de 1947 que establecía la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe y una zona bajo régimen internacional particular. En este caso, tal vez más que en ningún otro, se ha hecho patente el uso de la ONU como un instrumento de la política exterior de Estados Unidos. La ONU ha fallado en su responsabilidad primigenia que era promover y consolidar la paz en el planeta.

En otro ámbito, uno podría preguntarse qué sentido tiene la existencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC), otra agencia de la ONU si hasta agosto de 2023, se habían aplicado 26.162 medidas coercitivas unilaterales (mal llamadas sanciones) por parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá Reino Unidos, Suiza y otros países afectando a 30 Estados en todo el mundo. Así, el 28% de la población mundial está impedida de desarrollar su vida con total normalidad.

Vale decir que en este caso, la Asamblea General de la ONU en su 78° periodo de sesiones, aprobó con 128 votos a favor y 54 en contra una resolución sobre la promoción y protección de los derechos humanos frente a las medidas coercitivas unilaterales.

Sin embargo, todo es en vano. Las relaciones internacionales no son de derecho sino de poder. La ONU es una estructura sustentada en el poder atómico de 5 países que imponen esa condición al mundo. La institución del veto es una práctica antidemocrática que establece que el mundo tiene que vivir bajo la dictadura de 5 países por la única razón que tienen capacidad de destruir el planeta. Así, esa capacidad es la que establece y sostiene al sistema internacional y su estructura. El planeta vive bajo la permanente contradicción entre el carácter democrático de la Asamblea General y el carácter dictatorial del Consejo de Seguridad.

En la actualidad hay varios casos que exponen el carácter retrógrado de la ONU además de los ya conocidos en Ucrania y Palestina, En este sentido, la República Popular Democrática de Corea (RPDC) ha opinado en torno a que el Comando de la ONU, responsable de vigilar el cumplimiento del armisticio después de la Guerra de Corea de los años 50 del siglo pasado, debe disolverse para “evitar el inicio de una nueva guerra y defender la paz y seguridad en la península de Corea.

De acuerdo con el comunicado emitido por el gobierno norcoreano, el comando no representa “más que un instrumento de confrontación de Estados Unidos porque no tiene nada que ver con la ONU”. Según Pyongyang,  el comando “vuelve a revelar su naturaleza agresiva, buscando preparar una declaración de confrontación simulando la segunda Guerra de Corea”. Ya en 1975, la Asamblea General de la ONU aprobó dos resoluciones que estipularon la disolución del comando y la retirada de las tropas estadounidenses de la región e incluso, dos antiguos secretarios generales de la ONU, Butros Butros Ghali y Kofi Annan, afirmaron que “el organismo no está bajo el control de Naciones Unidas, sino de Washington”. Ahora -según la denuncia de la RPDC- el Comando “se reactiva como un instrumento de guerra plurinacional, encabezado por Estados Unidos. Se trata de graves acontecimientos que ponen en peligro la seguridad en la región Asia-Pacífico, la península de Corea incluida”. Parece evidente que la ONU está permitiendo ser usada por Estados Unidos para generar otro escenario de conflicto en el planeta.

No podía ser de otra manera cuando el secretario general de la ONU es un hombre proveniente de un país de la OTAN. Hay que recordar que cuando fue primer ministro de Portugal acompañó todas las tropelías de esta agrupación belicista ente ellas la guerra de los Balcanes y la invasión de Afganistán. Difícilmente un personaje de esta estirpe puede tener la ecuanimidad y la neutralidad necesaria para tratar los asuntos que incumben a la organización.  Un mundo justo jamás debe tener a un guerrerista como su máximo líder.

Ya en el pasado,  Europa nos dio ejemplos del liderazgo que la representa. Entre 1972 y 1981, Kurt Waldheim, un político austríaco de extrema derecha fue designado secretario general de la ONU. No importó que Waldheim hubiera sido miembro de la Liga de Estudiantes Nacional-Socialistas Alemanes, una estructura del partido nazi de su país que lo llevó a que incluso formara parte las SA, las tropas de choque del partido nazi que bajo las órdenes directas de Hitler sembraban el terror en los países ocupados. Nada más y nada menos que un nazi fue enviado por Europa para ser secretario general de la ONU.

La actuación respecto de Venezuela no está ajena a su impronta. La ONU ha violentado el Acuerdo de Ginebra que establece una solución amistosa y satisfactoria para las dos partes en el conflicto del Esequibo. Las gigantescas reservas petroleras descubiertas en 2015 en ese territorio en reclamación movilizaron al gobierno de Estados Unidos que ejerciendo presión sobre la ONU logró que el caso fuera enviado de forma ilegal a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), un órgano de la ONU que ha decidido actuar sin tener jurisdicción sobre el caso.

Ya, el anterior secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, un títere de Washington,  había decidido de forma unilateral e ilegal ponerle fin a la figura del buen oficiante. Dando continuidad a esta aberración jurídica, Antonio Guterres -casi desde el mismo momento de su designación- aceptó la demanda que Estados Unidos había iniciado ante  su predecesor, favoreciendo unilateralmente la decisión de Guyana que en realidad es la decisión de la empresa ExxonMobil, que pretende explotar ilegal y unilateralmente los recursos del Esequibo. Guterres es cómplice de este intento de despojo, de la misma manera que lo es la CIJ que, poniéndose al margen de la ley pretende avalar la demanda de Guyana.

Guterres debió consultar a Venezuela para obtener su conformidad respecto de la jurisdicción de la CIJ, tal como lo establece el Acuerdo de Ginebra. Vale agregar que Venezuela no es firmante del protocolo sobre jurisdicción obligatoria de la CIJ por lo que no está obligada a acatar la decisión que tome este organismo. No es Venezuela la que se ha puesto al margen de la ley. Ha sido la organización de Naciones Unidas, una vez más.

Tal vez nadie como el presidente de Brasil, lo ha señalado con tanta precisión: “La ONU de 1945 ya no vale nada en 2023". Lo dijo espantado por la incapacidad de la organización para detener el genocidio israelí en Palestina. Como es habitual, la dictadura anacrónica del veto ejercida por Estados Unidos he impedido incluso que se detengan las acciones armadas en Gaza. Al respecto Lula dijo: "Solo un país tuvo derecho a vetar y la vetó [la propuesta], y fue Estados Unidos. Esto es incomprensible, no es aceptable. Por eso luchamos para cambiar la ONU” y agregó: "Por eso queremos cambiar el número de [miembros] y cómo funciona y acabar con el derecho de veto"

En este contexto fue el propio gobierno israelí el que se puso al margen del derecho internacional al reconocer públicamente que posee armas nucleares, lo cual le está vedado por la Carta de la ONU. No obstante, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), otro ente perteneciente a la ONU, tan activa queriendo auditar y controlar a Rusia en el conflicto en Ucrania, ha dado vuelta la cabeza para evitar dar una opinión sobre esta otra situación que…otra vez, pone en entredicho la neutralidad de la ONU y su apego al derecho internacional todo lo cual deteriora la seguridad global, colocando en grave riesgo el régimen de control internacional de armas que la ONU debe sostener, defender y aplicar.

 Washington se ha colocado por encima de la ONU avalando todos los desmanes cometidos por Israel, país que por cierto no ha firmado el Tratado de No Proliferación. Sus 300 bombas termonucleares son un verdadero peligro no sólo para el pueblo palestino sino para todo el planeta, cuando se sabe que las mismas están en manos de estos nuevos nazis del siglo XXI, desbordantes en odio, ávidos de matar y carentes de todo sentido de humanidad.

La ONU ha fracasado, no tiene sentido de existir. Un mundo nuevo está naciendo. Una organización nueva le debe acompañar.

Serguéi Lavrov. “El mundo está experimentando cambios fundamentales y tectónicos”.

Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

Mi artículo de la semana pasada “La ONU debe desaparecer”, despertó comezón entre algunos lectores que me escribieron para manifestar estupor, hacerme saber sus opiniones, exponer críticas y preguntarme si eso era posible y cómo debería hacerse.

Recordé que hace unos meses, en una reunión, una veterana diplomática venezolana jubilada, apelando a sus muchos años de servicio y experiencia, ante un planteamiento similar de mi parte, me llamó a la cordura y a entender que “las cosas no funcionaban así”. Esa diplomática, que en general ostenta un discurso bastante radical, se rendía ante la tradición y ante una práctica, que ahora resulta obsoleta, sobre todo porque hoy, la ONU, está incapacitada para resolver los grandes problemas de la humanidad.

En este marco, quisiera -haciendo una interpretación propia- exponer un artículo escrito por el Ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov el pasado 10 de octubre de 2023¸ publicado en la página oficial de ese ministerio.  El texto es bastante extenso. Voy a hacer un esfuerzo de resumirlo, incorporando lo que a mi juicio son los aspectos más resaltantes. Cualquier error o falla es de mi entera responsabilidad.

Según el Canciller ruso, el planeta está experimentando cambios “fundamentales y tectónicos” que están haciendo surgir un nuevo mundo multipolar más justo, reflejando de esa manera la diversidad cultural y civilizatoria de la Tierra. Así, la mayoría global, (85% del planeta) aboga por una distribución más equitativa de los bienes, por el respeto a la diversidad civilizatoria y por la democratización de la vida internacional.

Este es el contexto en que el canciller Lavrov explica el rechazo de Occidente a los principios fundacionales de la ONU para lo cual hace un análisis histórico desde finales de la guerra fría exponiendo los acuerdos tomados para evitar la expansión de la OTAN. En 2021-2022, Rusia elaboró una propuesta que fue entregada a Occidente para que se establecieran garantías mutuas de seguridad pero fueron silenciadas y rechazada. Con la militarización de Ucrania, la OTAN pretendió extender su área de influencia hacia el este, amenazando a Rusia. Incluso se dio a la tarea de crear alianzas agresivas en el Asia-Pacífico apremiando y provocando a China, a Rusia y a la Asociación de Naciones del Sureste de Asia (ASEAN).

Pareciera que la política de Estados Unidos está encaminada a extender la Doctrina Monroe a todo el mundo, tratando de esa manera, de determinar cuál debería ser la política exterior de los países. La violación de la Carta de la ONU se está transformando en una constante. Se quiere mostrar la expansión de la OTAN como algo beneficioso y la extensión de los BRICS como dañino. Estados Unidos pretende erigirse como árbitro del mundo. Se omite el principio fundamental de la Carta de la ONU que dice que la organización “ está fundada sobre la base de la igualdad soberana de todos”. Así mismo, se está socavando permanentemente el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países.

Desde la desintegración de la URSS, Estados Unidos quiso subordinar a Ucrania. Hay suficientes pruebas de ello. La injerencia directa de Washington en el derrocamiento del presidente Yanukovich es abierta, pública y conocida. A partir de ese momento, el país comenzó a vivir una espiral de represión, persecución y asesinato de aquellos que no aceptaron y rechazaron el golpe de Estado de 2014. Así mismo, se empezaron a aplicar medidas racistas de todo tipo y se violentaron todas las leyes internacionales.

En ese contexto se llevó a delante la negociación que concluyó con los Acuerdos de Minsk. Hoy se sabe que solo fueron un gran engaño por parte de Alemania y Francia que solo buscaban ganar tiempo para oxigenar y fortalecer a Ucrania a fin de prepararla para sus objetivos macabros.

Rusia, que desde 1997 había hecho todo tipo de esfuerzos para llegar a un acuerdo que aceptara la indivisibilidad de la seguridad, comenzó a percibir, sobre todo desde 2015 que en Ucrania se estaba profundizando una práctica gubernamental de carácter supremacista y neonazi.

En este contexto, Occidente ha manifestado temor de debatir estos temas. Han asumido una posición respecto de Ucrania pero evitan a hablar de Mayotte y Comoras (Francia)  así como de Chagos y Malvinas (Reino Unido). Yo agregaría que se niegan también a debatir los casos coloniales de Puerto Rico, la República Árabe Saharaui Democrática y Palestina.

El Canciller Lavrov opina que el modelo de mundo occidental liberal es intrínseco a un discurso de doble rasero en la política internacional. Cuando el concepto de libre autodeterminación entra en contradicción con los intereses geopolíticos occidentales, estos lo condenan y castigan a los países con sanciones. Pero si le “interesa” la autodeterminación, la apoyan como en el caso de Kosovo que le fue sustraída a Serbia por decisión de la OTAN sin realización de un referéndum de autodeterminación para que el pueblo opinara como si se hizo en Donbass y en Crimea. Ahora, Bruselas pretende imponer su “mediación” entre Azerbaiyán y Armenia, solo para tratar de desestabilizar la región, ubicada también en las fronteras de Rusia.

Pasando a otro tema, pero dando continuidad al análisis, Lavrov dice que Estados Unidos busca impedir la democratización de las relaciones internacionales imponiendo sus criterios y violando la ley y los procedimientos.  La propia secretaría general de la ONU actúa al margen de la neutralidad a la que está obligada.

En este contexto, menciona el discurso de Antonio Guterres el pasado 29 de marzo cuando dijo que  “…la administración autocrática no garantiza la estabilidad, sino que representa un catalizador del caos y conflictos”, mientras que “las fuertes sociedades democráticas son capaces de auto enmendarse y automejorar, pudiendo estimular los cambios, incluso radicales, sin derramamiento de sangre ni violencia”. Dice Lavrov que sin querer, Guterres “se acuerda uno de los ´cambios` generados por las aventuras agresivas de las ´democracias fuertes` en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y muchos otros países”.

A continuación señala que en el mismo discurso el Secretario General dijo que: “Ellas ([as democracias] son centros de extensa cooperación que hunde sus raíces en los principios de la igualdad, la participación y la solidaridad”. Lo curioso es que esta retórica concuerda plenamente con cierta argumentación del gobierno de Estados Unidos. Es además un discurso proselitista que entra “en directa contradicción con el punto 4 del Art.1 de la Carta de las Naciones Unidas donde se recoge la necesidad de que la ONU ´sirva de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes`”.

En este marco, el Canciller ruso opina que es necesario revisar las relaciones existentes entre el Consejo de Seguridad (CS) y la Asamblea General (AG) de la ONU. Expone que ha habido un “abuso del derecho a veto” de las potencias occidentales. Explica que Estados Unidos incluso forzó un debate sobre el asunto en la Asamblea General. Sin embargo, dice que hay muchas resoluciones del CS aprobadas hace bastantes años sin que se hubiera aplicado el veto, y no se han cumplido. Lavrov se pregunta por qué la AG no analiza las causas de esta situación , en particular las relacionadas con Palestina, Asia Occidental y el norte de África.

Por otro lado, plantea que debe atenderse el problema de las sanciones porque Estados Unidos y sus aliados han establecido sanciones adicionales unilaterales que son ilegales al decidirse al margen del Consejo de Seguridad. Así, también ocurre que el CS ha decidido sanciones temporales que se han extinguido, no obstante, como en el caso de Irán,  se siguen aplicando. En la práctica, Occidente decide sus propias normas.

El canciller ruso opina que es necesario hacer efectivo el espíritu de multipolaridad “explícito en la carta de la ONU”, considerando que la mayoría del planeta está a favor de “reforzar su soberanía, defender sus intereses nacionales, sus tradiciones, su cultura y su forma de vivir”. Según él, esto está presente en las recientes Cumbres de los BRICS, el G-20 y la Cumbre de Asia Oriental por lo que se hace imprescindible reformar cuánto antes los mecanismos de gestión global.

Aquí disiento con el Canciller Lavrov porque creo que eso es imposible, habida cuenta que Estados Unidos vetará cualquier reforma de la ONU. Me parece que el camino (aunque largo tal vez) debería ser comenzar a construir una organización paralela que desde mi punto de vista está germinando a partir del BRICS.

Para concretar su propuesta de reforma Lavrov convoca a :

·         Ir reconociendo el peso económico y financiero real de los países del Sur Global.

·         Desbloquear el funcionamiento de los órganos de solución de controversias de la OMC.

·         Ampliar los miembros con poder de veto en el CS.

·         Abordar métodos más justos en la “formación de la Secretaría de la ONU”

·         Revisar las responsabilidades de los países anfitriones de las sedes de la ONU.

Claro, todo esto es posible, si Estados Unidos está de acuerdo. Me parece difícil por no decir imposible que lo acepte porque eso cercenaría su hegemonía institucional y jurídica sobre el mundo.

Finalmente el artículo plantea que la aplicación de estas propuestas permitiría avanzar en la solidificación de la supremacía del derecho internacional. Aprovechando las potencialidades del Sur Global y sus asociaciones en primer lugar del BRICS, pero también de otras instancias como la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) ,la CELAC, la Liga Árabe, la ASEAN, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC),  la Unión Económica Euroasiática (UEEA),  la Comunidad de Estados Independientes (CEI)  y la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, entre otros, se podría aprovechar al máximo las potencialidades de estas agrupaciones. Algunas de ellas, están coadyuvando a construir una gran asociación euro asiática, que -desde mi punto de vista- es el espacio donde va a nacer y el eje sobre el cual va a girar el mundo nuevo.

Toda esta dinámica está tratando de ser contrarrestada por Estados Unidos y por Occidente en general toda vez que su objetivo es sostener su dominación, manteniendo un mundo fragmentado. Al respecto, el Presidente de Rusia, Vladímir Putin -con el objetivo de reforzar el Derecho Internacional sobre la base de la Carta de la ONU- formuló seis principios para la formación de una auténtica multipolaridad. Son ellos:  apertura y relaciones sin barreras que obstaculizan la comunicación en el mundo, respeto de la diversidad como fundamento del desarrollo conjunto, máxima representación en las estructuras de la gestión global, seguridad universal basada en el equilibrio de intereses de todos, acceso justo a los bienes del desarrollo, paridad para todos y renuncia a la dictadura “´de los ricos o los fuertes`”.

Finaliza el canciller Lavrov afirmando que la humanidad debe superar la unipolaridad y que existe una responsabilidad colectiva para lograr ese objetivo, asegurando que “Rusia, junto con los países que comparten su postura, está dispuesta a coadyuvar plenamente a su puesta en práctica”.

 

TESTIMONIO DEL PROFESOR JEFFREY D. SACHS, CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD DE COLUMBIA/ny/usa.

Sesión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el mantenimiento de la paz mediante el desarrollo común, del 20 de noviembre de 2023

Señor Presidente, señores Embajadores, señor Secretario General Guterres, señora Presidenta Rousseff, distinguidos diplomáticos, señoras y señores,

 Mi nombre es Jeffrey D. Sachs.  Soy catedrático de la Universidad de Columbia. Soy especialista en economía global y desarrollo sostenible.  Comparezco ante el Consejo de Seguridad de la ONU en mi propio nombre.  No represento a ningún gobierno u organización en el testimonio que voy a prestar.

 La reunión de hoy tiene lugar en un momento de varias guerras importantes.  En mi testimonio me referiré a cuatro: la guerra de Ucrania, que comenzó en 2014 con el violento derrocamiento del presidente de Ucrania, Viktor Yanukóvich; la guerra entre Israel y Palestina, que ha estallado repetidamente desde 1967; la guerra de Siria, que comenzó en 2011; y las guerras del Sahel, que comenzaron en 2012 en Mali y ahora se han extendido por todo el Sahel.

Estas y otras guerras recientes se han cobrado millones de vidas, han dilapidado billones de dólares en gastos militares y han destruido la riqueza cultural, natural y económica acumulada durante generaciones e incluso milenios.  Las guerras son el peor enemigo del desarrollo sostenible.

 Estas guerras pueden parecer insolubles, pero no lo son.  De hecho, yo sugeriría que las cuatro guerras podrían terminar rápidamente mediante un acuerdo en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU.  Una de las razones es que las grandes guerras deben alimentarse desde el exterior, tanto con financiación externa como con armamento.  El Consejo de Seguridad de la ONU podría acordar poner fin a estas terribles guerras retirando la financiación externa y el armamento.  Para ello sería necesario un acuerdo entre las principales potencias.

 La otra razón por la que estas guerras pueden terminar rápidamente es que son el resultado de factores económicos y políticos que pueden abordarse mediante la diplomacia y no mediante la guerra.  Al abordar los factores políticos y económicos subyacentes, el Consejo de Seguridad puede establecer las condiciones para la paz y el desarrollo sostenible.  Consideremos cada una de las cuatro guerras por separado.

La guerra en Ucrania tiene dos causas políticas principales.  La primera es el intento de la OTAN de expandirse a Ucrania a pesar de las oportunas, reiteradas y cada vez más urgentes objeciones de Rusia.  Rusia considera la presencia de la OTAN en Ucrania como una amenaza significativa para la seguridad de Rusia. (1) La segunda causa política es la división étnica este-oeste en Ucrania, en parte por líneas lingüísticas y en parte por líneas religiosas.  Tras el derrocamiento del presidente Yanukóvich en 2014, las regiones de etnia rusa se separaron del Gobierno posterior al golpe y solicitaron protección y autonomía.  El acuerdo de Minsk II, respaldado unánimemente por este Consejo en la Resolución 2202, pedía que la autonomía regional se incorporara a la Constitución de Ucrania, pero el acuerdo nunca fue aplicado por el Gobierno de Ucrania a pesar del respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU.

La causa económica de la guerra se debe a que la economía ucraniana está orientada tanto al oeste, hacia la Unión Europea, como al este, hacia Rusia, Asia Central y Asia Oriental.  Cuando la Unión Europea/UE intentó negociar un acuerdo de libre comercio con Ucrania, Rusia expresó su alarma porque su propio comercio e inversiones en Ucrania se vieran perjudicados a menos que se alcanzara un acuerdo a tres bandas entre la Unión Europea/UE, Rusia y Ucrania que garantizara que el comercio y las inversiones entre Ucrania y Rusia se mantuvieran junto con el comercio entre la Unión Europea/UE y Ucrania.  Por desgracia, la Unión Europea/UE no parecía dispuesta a negociar con Rusia un acuerdo tripartito de este tipo, y la orientación este-oeste de la economía ucraniana nunca llegó a resolverse.

Este Consejo podría poner fin rápidamente a la guerra de Ucrania abordando sus causas políticas y económicas subyacentes.  En el frente político, los países del P5 deberían acordar extender una garantía de seguridad a Ucrania y, al mismo tiempo, acordar que la OTAN no se expandirá a Ucrania, abordando así la profunda oposición de Rusia a la ampliación de la OTAN.  El Consejo también debería trabajar para lograr una solución de gobernanza duradera en relación con las divisiones étnicas de Ucrania.  El fracaso de Ucrania a la hora de aplicar el acuerdo de Minsk II, y del Consejo a la hora de hacer cumplir el acuerdo, significa que la solución de la autonomía regional ya no es suficiente.  Tras casi 10 años de duros combates, es realista que algunas de las regiones étnicamente rusas sigan formando parte de Rusia, mientras que la gran mayoría del territorio ucraniano seguirá perteneciendo, por supuesto, a una Ucrania soberana y segura.

 Desde el punto de vista económico, hay dos consideraciones, una relativa a la política y otra a la financiación.  En cuanto a la política, el gran interés económico de Ucrania es ingresar en la Unión Europea, manteniendo al mismo tiempo unas relaciones comerciales y financieras abiertas con Rusia y el resto de Eurasia.  La política comercial ucraniana debe ser integradora y no de distracción, para que Ucrania pueda servir de puente económico entre el este y el oeste de Eurasia.  En cuanto a la financiación, Ucrania necesitará fondos para la reconstrucción y para nuevas infraestructuras físicas, como ferrocarriles rápidos, energías renovables, 5G y modernización de puertos.  Como describo a continuación, recomiendo que el Consejo de Seguridad establezca un nuevo Fondo para la Paz y el Desarrollo que contribuya a movilizar la financiación necesaria para ayudar a Ucrania y a otras zonas en guerra a abandonar la guerra y avanzar hacia la recuperación y el desarrollo sostenible a largo plazo.

Consideremos de forma similar la guerra en Israel y Palestina.  También en este caso, el Consejo podría poner fin rápidamente a la guerra aplicando las numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU adoptadas a lo largo de varias décadas en las que se pide el retorno a las fronteras de 1967, el fin de las actividades de asentamiento de Israel en los territorios ocupados y la solución de dos Estados, incluidas las resoluciones 242, 338, 1397, 1515 y 2334 del CSNU.  Está claro que Israel y Palestina son incapaces de alcanzar acuerdos bilaterales acordes con estas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. En ambas partes, los partidarios de la línea dura frustran una y otra vez a los moderados que buscan una paz basada en la solución de los dos Estados.

Ya es hora, por tanto, de que el Consejo de Seguridad de la ONU haga cumplir sus decisiones, aplicando una solución justa y duradera que beneficie tanto a Israel como a Palestina, en lugar de permitir que los partidarios de la línea dura de ambas partes ignoren el mandato de este Consejo y amenacen así la paz mundial.  Mi recomendación a este Consejo es que reconozca inmediatamente el Estado de Palestina, en cuestión de días o semanas, y acoja a Palestina como miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas, con capital en Jerusalén Este y con control soberano sobre los Santos Lugares islámicos. El Consejo también debería establecer una fuerza de mantenimiento de la paz, procedente en gran medida de los países árabes vecinos, para ayudar a garantizar la seguridad en Palestina.  Tal resultado es la voluntad abrumadora de la comunidad internacional, y en el interés manifiesto tanto de Israel como de Palestina, a pesar de las vociferantes objeciones de quienes son los de la posiciones duras a ambos lados de la línea divisoria.

Como en el caso de Ucrania, el hecho de que este Consejo no haya aplicado sus resoluciones anteriores sobre Israel y Palestina ha hecho que la situación actual sea mucho más difícil de resolver.  Los asentamientos ilegales de Israel han superado ya los 600.000 colonos.  Sin embargo, la descarada y prolongada violación por parte de Israel del Consejo de Seguridad de la ONU a este respecto no es razón para que el Consejo se abstenga de actuar ahora de forma decisiva, especialmente cuando Gaza está en llamas y la región en general es un polvorín que podría explotar en cualquier momento.

La estrategia política debe ir acompañada de una estrategia económica.  Lo más importante es que el nuevo Estado soberano de Palestina sea económicamente viable.  Esto requerirá varias medidas económicas.  En primer lugar, Palestina debe beneficiarse de los yacimientos de petróleo y gas en alta mar en las aguas territoriales de Palestina.  En segundo lugar, el nuevo Fondo para la Paz y el Desarrollo debe ayudar a Palestina a financiar un puerto moderno en Gaza y un enlace seguro por carretera y ferrocarril que conecte Gaza y Cisjordania.  En tercer lugar, los recursos hídricos vitales del valle del Jordán deben repartirse equitativamente entre Israel y Palestina, y ambas naciones deben recibir apoyo conjunto para garantizar un aumento sustancial de la capacidad de desalinización con el fin de satisfacer las urgentes y crecientes necesidades de agua de ambos países.  En cuarto lugar, y lo que es más importante, tanto Israel como Palestina deben formar parte de un plan integrado de desarrollo sostenible para el Mediterráneo Oriental y Oriente Medio que apoye la resiliencia climática y la transición de la región hacia la energía verde.

Del mismo modo, el Consejo puede poner fin a la guerra en Siria.  La guerra de Siria estalló en 2011 cuando varias potencias regionales y Estados Unidos unieron sus fuerzas para derrocar al gobierno del presidente sirio Bashar al Assad.  Esta operación de cambio de régimen profundamente equivocada fracasó, pero desencadenó una guerra prolongada con un enorme derramamiento de sangre y destrucción, incluso de antiguos sitios del patrimonio cultural.  El Consejo debe dejar claro que todos los países del P5 y los países vecinos de Siria están plenamente de acuerdo en que todos los intentos de cambio de régimen han terminado definitivamente, y que el Consejo de Seguridad de la ONU tiene la intención de colaborar estrechamente con el Gobierno sirio en la reconstrucción y el desarrollo.

 Desde el punto de vista económico, la mejor esperanza de Siria es integrarse estrechamente en la región del Mediterráneo Oriental y Oriente Medio, especialmente mediante la construcción de infraestructuras físicas (carreteras, ferrocarril, fibra, electricidad, agua) que conecten Siria con Turquía, Oriente Medio y las naciones mediterráneas.  Como en el caso de Israel y Palestina, este programa de inversiones debería financiarse en parte con un nuevo Fondo para la Paz y el Desarrollo Sostenible creado por este Consejo.

La guerra en el Sahel tiene raíces similares a la guerra en Siria.  Al igual que las potencias regionales y Estados Unidos pretendían derrocar el gobierno de Bashar al-Assad en 2011, las principales potencias de la OTAN también pretendían derrocar el régimen de Moammar Gadafi en Libia en 2011.  Al perseguir este objetivo, excedieron groseramente el mandato de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que había autorizado la protección de la población civil de Libia, pero ciertamente no una operación de cambio de régimen dirigida por la OTAN.  El violento derrocamiento del gobierno libio se extendió rápidamente a los empobrecidos países del Sahel.  La pobreza por sí sola hizo que estos países sahelianos fueran muy vulnerables a la afluencia de armamento y milicias.  El resultado ha sido una violencia continua y múltiples golpes de Estado, que han minado gravemente la posibilidad de una mejora económica.

La crisis del Sahel es hoy ante todo una crisis de inseguridad y pobreza.  El Sahel es una región de semiárida a hiperárida, con inseguridad alimentaria crónica, hambre y pobreza extrema.  La mayoría de los países de la región carecen de litoral, lo que dificulta enormemente el transporte y el comercio internacional.  Pero, al mismo tiempo, la región posee enormes yacimientos de minerales de gran valor, una gran biodiversidad y potencial agronómico, un enorme potencial de energía solar y, por supuesto, un enorme potencial humano que aún no se aprovecha debido a un déficit crónico de escolarización y formación.

 Los países del Sahel forman una agregación natural para la inversión económica regional en infraestructuras.  Toda la región necesita urgentemente inversiones en electrificación, acceso digital, agua y saneamiento y transporte por carretera y ferrocarril, así como en servicios sociales, especialmente educación y sanidad.  Como el Sahel es una de las regiones más pobres del mundo, los gobiernos son totalmente incapaces de financiar las inversiones necesarias.  También en este caso, y quizá más que en ninguna otra región, el Sahel necesita financiación externa para hacer la transición de la guerra a la paz, y de la pobreza extrema al desarrollo sostenible.

Todos los miembros del P5, y de hecho el mundo entero, sufren las consecuencias adversas de la continuación de estas guerras.  Todos están pagando un precio en términos de cargas financieras, inestabilidad económica, riesgos de terrorismo y riesgos de una guerra más amplia.  El Consejo de Seguridad está en condiciones de tomar medidas decisivas para poner fin a la guerra precisamente porque está claro que el interés de todos los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, y en particular de todos los países del P5, es poner fin a estas guerras de larga duración, antes de que se conviertan en conflictos aún más peligrosos.

La Carta de la ONU confiere al Consejo de Seguridad poderes considerables cuando cuenta con la determinación de sus miembros.  Puede introducir fuerzas de mantenimiento de la paz, e incluso ejércitos si es necesario.  Puede imponer sanciones económicas a los países que no cumplan las resoluciones del CSNU.  Puede proporcionar garantías de seguridad a las naciones.  Puede remitir casos a la Corte Penal Internacional para detener crímenes de guerra.  En resumen, el Consejo es ciertamente capaz de hacer cumplir sus resoluciones si así lo decide.  Por el bien de la paz mundial, dejemos que el Consejo decida ahora poner fin a estas guerras.

El Consejo de Seguridad de la ONU también debería reforzar sus herramientas participando en la consolidación de la paz económica junto con las decisiones más habituales sobre fronteras, fuerzas de mantenimiento de la paz, sanciones y similares.  He mencionado en varias ocasiones la idea de crear un nuevo Fondo para la Paz y el Desarrollo que el Consejo de Seguridad de la ONU podría desplegar para crear dinámicas positivas para el desarrollo sostenible, y para animar a otros inversores -como el Banco Mundial, el FMI y los Bancos Multilaterales de Desarrollo regionales- a coinvertir en el establecimiento de la paz.

 Yo recomendaría tres pautas para ese nuevo fondo.

 En primer lugar, lo financiarían las grandes potencias transfiriendo una parte de sus gastos militares a la pacificación mundial.  Estados Unidos, por ejemplo, gasta actualmente alrededor de un billón de dólares al año en el ejército, mientras que China, Rusia, India y Arabia Saudí son los siguientes países que más gastan, con unos gastos militares combinados que suponen algo más de la mitad de los de Estados Unidos, quizás unos 600.000 millones de dólares. Supongamos que estos países redujeran sus gastos militares en tan sólo un 10% y redirigieran el ahorro al Fondo para la Paz y el Desarrollo.  Sólo con eso se liberarían unos 160.000 millones de dólares al año.  Incluso esa suma podría apalancarse con algo de ingeniería financiera para permitir préstamos anuales de unos 320.000 millones de dólares al año, es decir, lo suficiente para ayudar a las actuales zonas de guerra a iniciar un vigoroso giro hacia la recuperación y el desarrollo.

En segundo lugar, el fondo haría hincapié en la integración regional.  Esto es primordial tanto para el establecimiento de la paz como para el éxito del desarrollo.  Se ayudaría a Ucrania a integrarse tanto al oeste (hacia la Unión Europea/UE) como al este (hacia Rusia, Asia Central y Asia Oriental).  Se ayudaría a Israel, Palestina y Siria a integrarse en una red de infraestructuras para la región EMME, profundizando tanto en la paz como en el desarrollo económico.  Se ayudaría a los países del Sahel a romper su aislamiento y su falta de servicios básicos mediante una red de infraestructuras de carreteras, ferrocarril, puertos, fibra y energía.   

En tercer lugar, el Fondo para la Paz y el Desarrollo se asociaría con otras fuentes de financiación, como la Iniciativa Belt and Road de China, el Global Gateway de la Unión Europea/UE, la Asociación Global para la Infraestructura y la Inversión del G7 y el aumento de los préstamos de las instituciones de Bretton Woods y los bancos regionales de desarrollo.  Curiosamente, el Fondo para la Paz y el Desarrollo podría ser un vehículo para una mayor asociación en materia de inversiones entre China, la Unión Europea/UE, Estados Unidos y el G7.  Esto también sería una contribución a la paz, no sólo en las zonas de guerra actuales, sino también entre las principales potencias del mundo.

Justo en la calle de enfrente de nosotros está el muro de Isaías, con las visionarias palabras del gran profeta judío del siglo VIII a.C: «Convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra». Es hora de honrar las palabras de Isaías poniendo fin a estas guerras inútiles, recortando los gastos militares y convirtiendo lo ahorrado en nuevas inversiones en educación, sanidad, energías renovables y protección social.

 La propuesta de reorientar los gastos militares de hoy hacia la financiación del desarrollo sostenible de mañana se basa no sólo en la sabiduría perdurable de Isaías, sino también en las propuestas de los líderes religiosos y de las naciones del mundo en la Asamblea General de la ONU.  El Papa Pablo VI, en su brillante encíclica Populorum Progresio (1967), pidió a los líderes mundiales «que destinen parte de sus gastos militares a un fondo mundial para aliviar las necesidades de los pueblos empobrecidos».  La Asamblea General de la ONU hizo suya esta causa en la Resolución 75/43 de la AGNU, en la que pedía «a la comunidad internacional que dedique al desarrollo económico y social una parte de los recursos disponibles gracias a la aplicación de los acuerdos de desarme y limitación de armamentos, con el fin de reducir la brecha cada vez mayor que separa a los países desarrollados de los países en desarrollo.»

Como estadounidense, me enorgullece que nuestro más grande Presidente, Franklin Delano Roosevelt, fuera el visionario que supervisó la creación de esta gran institución.  Creo firmemente en la capacidad de las Naciones Unidas, y de este Consejo de Seguridad, para mantener la paz y promover el desarrollo sostenible.  Cuando los 193 Estados miembros de la ONU, o 194 con la adhesión de Palestina, estén a la altura de la Carta de las Naciones Unidas, tendremos una nueva Era Global de Paz y Desarrollo Sostenible. 20 de noviembre de 2023

Lo subrayado/interpolado es nuestro.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario