lunes, 11 de septiembre de 2023

EL MAGNICIDIO DEL PRESIDENTE DE CHILE DR. SALVADOR ALLENDE GOSSENS.

 

EL MAGNICIDIO DEL PRESIDENTE DE CHILE DR. SALVADOR ALLENDE GOSSENS.

El presidente de Chile Dr. Salvador Allende Gossens Gossens fue asesinado. Rematado con un disparo en la frente por el General Javier Palacios Ruhmann. Evidencia forense del Dr. Luis Ravanal Zepeda. Congreso Mundial de Medicina Forense 2004, Tokio, Japón.
Por casi cinco décadas la conciencia de la Humanidad exige verdad y justicia en este alevoso crimen de lesa humanidad.  La investigación por el magnicidio del Presidente Allende Gossens Gossens, Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, la Corte suprema, en el marco de la “Justicia en la medida de lo posible “ de la dictadura cívico militar, la cerró con una sentencia prevaricadora, un sobreseimiento total existiendo diligencias pendientes….

Prof. Moreno Peralta / IWA, Secretario Ejecutivo Addhee.Ong., Querellante.

El 11 de septiembre se cumplirán 50 años del golpe militar fascista de las Fuerzas armadas de Chile - jamás vencidas - que por orden del régimen  de los Estados Unidos y de la oligarquía empresarial CMPC/Sofofa, financiera- bancaria/agiotista, agrícola, monopolista llevaron a cabo. La dictadura cívico militar fascista, produjo  desde esa infausta fecha la más grande tragedia de la historia del Pueblo Chileno y  la más salvaje. Se divide en Pueblo de Lautaro del Libertador Bernardo O'Higgins Riquelme, del Compañero Presidente Allende Gossens Gossens, de Gabriela Mistral, de Pablo Neruda, etc., en: el Chile de los ganadores: la oligarquía empresarial CMPC/sofofa y sus epígonos, testaferros concertacionistas,  el Chile de los perdedores que tendrán que sobrevivir al margen de la sociedad de la alegría, del consumismo desenfrenado, las drogas del narcotráfico, el exitismo y la autocomplacencia, etc.  Las consabidas razones de la” guerra sucia “, de la salvación de la patria y de los valores occidentales y cristianos, constituyen un  patético recuerdo. En nombre de la “ seguridad nacional”, miles de seres humanos,  mayoritariamente jóvenes y hasta adolescentes fueron bestialmente secuestrados, torturados, apresados y desaparecidos, sin que, hasta nuestros días el Estado de derecho haya asumido su responsabilidad de investigar exhaustivamente, estos crímenes de lesa humanidad cometidos por la barbarie militar fascista.

Para recuperar el Chile libre, democrático, soberano, culto y solidario, para construir una paz duradera y alcanzar la reconciliación,  es imprescindible  verdad, justicia y reparación digna para todas las víctimas de la dictadura cívico militar. Aclarar el crimen de lesa humanidad, el magnicidio del presidente constitucional de chile Dr. Salvador allende Gossens, conforme a la documentación forense del Dr. Luis Rabanal Zepeda.  El montaje de “El suicidio” del presidente Dr. Allende Gossens Gossens, lo creen las fuerzas armadas cipayas/mercenarias, traidoras, la oligarquía empresarial CMPC/sofofa  y sus  tartufos epígonos y testaferros concertacioncitas, y una mengua de intelectuales renovados/renegados oportunistas, vende patria,  de utilería y diuréticos, que consumen horas de tazas de café y cigarrillos criticando al Presidente Allende Gossens Gossens, culpándolo de  errores que ellos cometieron, pero lo que más les duele es que  el Presidente mártir los ignoró en su último mensaje y no los dejó como sus herederos. Como les duele las palabras del compañero presidente Dr. Salvador Allende Gossens Gossens, del 11 de septiembre de 1973:“Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigara la felonía, la cobardía y la traición: ¡Viva Chile, viva el Pueblo, vivan los trabajadores!. Otros hombres superaran este momento gris y amargo en que la traición pretende imponerse…”

La memoria histórica, la lucha prometeana del compañero presidente Dr. Salvador Allende Gossens Gossens, su pensamiento socialista marxista, su ética revolucionaria y su indoblegable ejemplo de lucha revolucionaria por la vida y por su Pueblo, continúan vivos, entrañablemente vivos. Las nuevas generaciones no le olvidan. Con esperanza y memoria, que más temprano que tarde recuperaremos nuestro Chile libre, democrático, culto, solidario y soberano, porque la historia la hacen los Pueblos

Prof. Moreno Peralta/ IWA

Secretario ejecutivo Addhee.Ong

Querellante Causa 77-2011 por el magnicidio del presidente de Chile Dr. Salvador Allende Gossens Gossens.

11-09-2023

El Dr. Luis Ravanal Zepeda y el asesinato del Presidente constitucional de Chile Dr. Salvador Allende Gossens Gossens.

El Dr. Luis Ravanal Zepeda, gobernador de la asociación de medicina legal forense, el golpe de Estado de Chile y el asesinato del presidente constitucional Dr. Salvador Allende Gossens Gossens.

El Dr. Ravanal ha participado como perito en distintos casos de connotación nacional e internacional, como las investigaciones por las muertes del presidente Salvador Allende Gossens Gossens, del poeta Pablo Neruda; del ministro de Interior y Defensa en gobierno del presidente Allende Gossens Gossens, José Tohá; y de Rodrigo Anfruns Papi, niño de 6 años secuestrado y asesinado en junio de 1979.

El destacado médico forense chileno, Dr. Luis Ravanal Zepeda (La Serena, 1965) fue nombrado este 6 de agosto “Gobernador” de la World Association of Medical Law (WAML).

Esta distinción se entregó en el contexto de la apertura del 25° Congreso Mundial de Medicina Legal, que se desarrolla en la Universidad de Waseda (Tokio) y que reúne a los principales profesionales de la ciencia forense a nivel mundial.

De esta manera, Dr. Luis Ravanal Zepeda (master en medicina forense) se convierte en el único latinoamericano en formar parte del directorio mundial de la WAML, ente colegiado integrado por una mesa de gobernadores elegidos por sus méritos científicos.

Tras su discurso de asunción del cargo -pronunciado en el auditorio principal de la citada universidad- Ravanal expresó que su nombramiento debe interpretarse “como un reconocimiento a la medicina forense chilena en su conjunto”, añadiendo que este logro “indirectamente contribuirá a mejorar los aspectos técnicos y de cooperación científica entre Chile y el resto del mundo”.

La WAML tuvo su origen en el Congreso Mundial de Medicina Forense, realizado en Bélgica (1967). Su propósito es promover el estudio y la discusión de la medicina legal y la ética “en beneficio de la sociedad y el avance de los derechos humanos”, como reza su declaración de principios.

Desde su fundación, la WAML ha celebrado 19 congresos mundiales. En su revista especializada International Journal Medicine and Law se han publicado más de dos mil artículos de autores de más de 100 países. Además, realiza diversas labores académicas y educativas, todo lo cual constituye a esta asociación en el espacio de debate más relevante de la ciencia forense a nivel mundial.

Ravanal ya había recibido el premio Best Scientific Presentation Award, distinción entregada a la mejor presentación en el Congreso Mundial de Medicina Forense, realizado en Seúl, Corea del Sur, en octubre de 2014.

En dicha ocasión este científico chileno exhibió un informe relativo a la controversia no resuelta por la justicia chilena relacionada con el fallecimiento del presidente Salvador Allende Gossens Gossens, consumado en el Palacio de La Moneda, el 11 de septiembre de 1973.

En ese trabajo, titulado One bullet or two?, se analiza los resultados de los exámenes post mortem de 1973 y 2011. Allí, basándose en los patrones de fractura existentes en el cráneo, en los análisis de residuos de disparos y en la consideración de los hallazgos en el lugar de los hechos, Dr. Ravanal plantea la existencia de dos disparos en el cráneo del presidente Allende Gossens Gossens, percutados con armas distintas. El primero, a corta distancia y con arma de baja potencia, en la frente; y un segundo disparo, hecho con un arma de gran potencia, percutido en la zona submentoniana, cuando Allende Gossens ya estaba muerto. Este último, realizado con el fin de aparentar un disparo autoinferido.

La premiación de este informe sobre la muerte del presidente Allende Gossens Gossens supuso un respaldo científico del más alto nivel a la tesis histórico forense que sostiene que el presidente Allende Gossens Gossens no se suicidó.

Pese a la importancia histórica de esta revelación científica, la prensa chilena apenas dio a conocer esta premiación.

Ravanal es médico cirujano (Universidad de Chile, 1990) y se desempeña como médico forense desde 1994. Desde ese año, hasta 2004, laboró en el Servicio Médico Legal (SML), colaborando en distintas áreas como: Tanatología, Toxicología, Histología y Clínica Forense, Sexología, Valoración de Lesiones, Valoración del daño corporal y Discapacidad.

Es miembro fundador de la Sociedad de Medicina Legal y Criminalística de Chile; Master en Ciencias Forenses (Universidad de Valencia, España); y perito Legista de la Defensoría Penal Pública de Chile.

Se ha desempeñado como docente y/o investigador en distintas universidades chilenas como: U. de Chile, U. Católica, U. Arcis, U. de Los Andes, U. de la República, U. Andrés Bello, U. Central, U. Austral de Chile.
Ha impartido cursos de perfeccionamiento en distintas regiones del país para la Defensoría Penal Pública.

También ha participado como asistente y/o expositor, en numerosos congresos internacionales de su especialidad, en Uruguay, Escocia, Reino Unido, Holanda, España, entre muchos otros.

El último año ha expuesto en encuentros congresos de medicina forense en Bakú (Azerbaijan) y Riad (Arabia Saudita).

El Dr. Ravanal ha participado como perito en distintos casos de connotación nacional e internacional, como las investigaciones por las muertes del poeta Pablo Neruda; del ministro de Interior y Defensa en gobierno del presidente Allende Gossens Gossens, José Tohá; y de Rodrigo Anfruns Papi, niño de 6 años secuestrado y asesinado en junio de 1979.

En septiembre de 2013 publicó el libro “Allende Gossens: “Yo no me rendiré””: La investigación histórica y forense que descarta el suicidio (Ceibo Ediciones), en coautoría con el sociólogo y corresponsal en Chile de la revista Proceso de México, Francisco Marín.

En la actualidad, además de su labor como perito forense acreditado en la Corte de Apelaciones de Santiago, se desempeña como Secretario General de la Academia de Valoración de Daño Corporal del Mercosur.

A 50 años del golpe de Estado – organizado y financiado por el régimen de Estados Unidos R. Nixon y Henry Kissenger, y llevado a cabo por sus testaferros la oligarquía empresarial, financiera-bancaria/agiotista, agrícola monopolista/CTC/Sofofa y la clase politicastra/castrense corrupta – o un montaje para desviar la atención sobre los escándalos “caso convenios” del régimen, con el saqueo de las arcas fiscales y de las riquezas naturales, el cobre, el litio, etc., y el territorio del Pueblo Mapuche.

Los Pueblos sin memoria historia, nada significan ni nada valen. Hay que honrar a aquellos seres humanos que dieron sus vidas y su existencia por dar contenido, forma y perfil a nuestras nacionalidades”. Dr. Salvador Allende Gossens Gossens, presidente de Chile, Congreso de la Unión México, 1/12/1972.

“Allende Gossens, autopsia de un crimen”, de lesa humanidad

Por FRANCISCO MARIN Y Dr.LUIS RAVANAL:

Este libro nos entrega información fundamental, hasta ahora desconocida y oculta, que señala que el presidente Allende Gossens combatió hasta el último suspiro de vida, y que la bala, o las balas asesinas, fueron disparadas por miembros del Ejército de Chile. Especialmente “el tiro de gracia se lo dio el general Javier Palacios Ruhran”.

Hace diez años, la Sala Penal de la Corte Suprema de Chile cerró definitivamente la investigación sobre la muerte de presidente Dr. Salvador Allende Gossens Gossens, habiendo diligencias pendientes y dictaminó que se había tratado de un suicidio. Pero el veredicto no fue unánime. Uno de los integrantes de la Sala, el ministro Hugo Dolmestch, no respaldó la decisión: “Se advierten claras diferencias de apreciación e interpretación respecto de los documentos, pericias y testimonios recibidos (por tanto) no resulta aconsejable cerrar el proceso, pues a futuro bien podrían aparecer nuevos antecedentes que despejen las actuales dudas”. El vicepresidente de la Asociación Mundial de Medicina Forense, Dr. Luis Ravanal Zepeda, se suma a este criterio: “No es posible que los informes oficiales otorguen certeza respecto del mecanismo y forma de muerte de Salvador Allende Gossens; no han sido halladas las armas ni los proyectiles, ni se ha podido determinar cuáles fueron los recorridos de dichas balas. Se ha impuesto una ‘verdad’ con piezas faltantes (y) la verificación de la teoría del suicidio ha sido impuesta de modo fáctico, mas no científico”. El periodista Francisco Marín aporta nuevos e inéditos antecedentes históricos y testimonios directos que respaldan las palabras del juez y las del médico forense. En 2013, Marín y Ravanal publicaron “Allende Gossens; Yo no me rendiré”, dando cuenta de las inconsistencias y verdades fácticas en el Caso Allende Gossens. Hoy, una década más tarde, a 50 años del combate por La Moneda, aparece esta obra, con aquellos “nuevos antecedentes” a los que se refería el ministro de la Corte Suprema.

Lo SUBRAYADO/INTERPOLADO ES NUESTRO.


El presidente Salvador Allende Gossens en la hora de su magnicidio.

Por Gregorio GoldenBerg Fuchs/11-09-1990, escritor periodista, analista internacional/ADDHEE.ONG.

El general Javier Palacios Ruhmanse había jurado que iba a ser e1 primero que entrara en La Moneda y cuando se encontró frente a la puerta de Morandé 80, la entrada lateral del Palacio de Gobierno vio que la puerta se abría y asomaba por ella un palo con un trapo blanco.

Una columna de soldados estaba lista para entrar y alguno de ellos soltó nerviosamente unos disparos que hicieron temblar el paño.

Detrás de la bandera de rendición venían unas treinta personas encabezadas por Miria Contreras, La Payita, secretaria personal    presidente. Junto con los que bajaban por la escalera que daba a Morandé 80, subieron los soldados. Como en las películas, en cada puerta se repetía una escena tantas veces vista: los soldados empujaban la puerta con puntapiés y se asomaban a la habitación disparando en semicírculo una ráfaga de sus metralletas. Para e1 general Palacios aquello no era una película; le preocupaba que en una de esas habitaciones pudiera hallarse el presidente Allende Gossens

Los soldados se dispersaron por e1 segundo piso en medio del humo del incendio que estaba tomando cuerpo en el viejo edificio de Toesca. Con e1 humo se mezclaba e1 olor acido de los gases lacrimógenos, empleados para hacer salir de sus escondites a los defensores más recalcitrantes de La Moneda. El general Palacios sintió de pronto un calor intenso en su mano derecha. Se llevó instintivamente la mano a la boca y sintió la sal de un hilillo de sangre que se escurría en silencio de una herida: el rebote de una bala le había alcanzado en el borde de la mano, y sin darse cuenta, hundió su cabeza entre sus hombros para continuar avanzando agazapado.   

Había cruzado frente a una puerta que se encontraba se semiabierta y dando un paso atrás, se asomó por ella. La habitación estaba en penumbras; e1 incendio aun no habla alcanzado hasta esa ala del edificio: se encontraba en e1 Salón Independencia. Abrió con cautela la puerta empujándola con su mano herida. Había creído ver una figura arrodillada junto a la hilera de sillones que orillaban el salón.

En la puerta que se abrió silenciosamente en medio del tiroteo, dejó una huella de sangre

La puerta abierta dejó entrar más luz y e1 general Palacios vio los ojos espantados de un hombre que le miraba de rodillas junto a una figura echada en uno de los sillones. El general Palacios también vio una metralleta apoyada poco más allá y saco su pistola en un gesto mecánico.

-      ¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí? -preguntó el General Palacios con voz enérgica.

-      Soy el Dr. Guijón –respondió el hombre arrodillado-.

El Dr. Patricio Guijón, y aquí está e1Presidente...

El general Palacios no quiso creer lo que estaba oyendo.

El joven médico le miraba aterrado mientras se acercaba al cuerpo tirado en el sillón. No era una visión muy agradable; e1 hombre tenía deshecha la tapa de los sesos y parte del cerebro habla quedado desparramado en un tapiz que colgaba desde el cielorraso

-      ¡Tú lo mataste! -gritó de pronto el General Palacios, apuntando con su arma a al joven que se había puesto de pie.

-      No. señor -respondió e1 Dr. Guijón, con la voz casi silenciada por la angustia-. Yo no lo maté. Él se suicidó. Yo iba pasando por ese corredor para bajar con los demás a entregarme, como el Presidente nos había ordenado, cuando escuché los disparos. Dos disparos.

Patricio Guijón guardo silencio durante un instante. Tenía la garganta seca y apenas podía hablar. Sentía que en sus ojos se estaban juntando las lágrimas para rodar por su cara, pero también debían estar secas porque no lloraba. El general Palacios lo miraba sin decir ni una palabra, y luego volvía su vista hacia el cadáver. Él había conocido al presidente, pero no podía reconocerlo.

-      Entré por esa puerta, como usted -continuó Guijón-, para encontrarme con el prescindente ya muerto. Se suicidó...

Guijón estaba a punto de entrar en una descripción médica del suicidio, pero se calló ante la mirada helada que le lanzo e1 general Palacios.

El militar estudio cuidadosamente e1 cadáver. El hombre llevaba un pantalón gris oscuro, una chaqueta de tweed y un sweater con dibujos en triángulos con cuello redondo.

Sus lentes de marco obscuro se hallaban a sus pies sobre la alfombra. A un costado, e1 codo se apoyaba sobre un casco militar que habia llevado todo ese día el otro brazo hacia e1 piso. El arma, un obsequio de Fidel Castro Ruz, estaba apoyada en otro sillón a un metro de distancia. El general Palacios se volvió nuevamente había el joven médico.

-      ¿Y el arma? ¿Cómo llego allí?

El Dr. Guijón respondió sin pestañar – Yo la corrí a un lado para ver si estaba muerto.

Los dos hombres se miraron en silencio. El general, más relajado, volvió a examinar el cadáver desparramado en una postura poco elegante. También, lo noto desaliñado en e1 vestir. Habla corrido poca sangre de su cabeza descerebrada; apenas si algunas gotas salpicaban su cara sobre el gigote.

-      Bien -dijo e1 general Palacios-. Tendrá que ser así.

EI militar se dirigió lentamente hacia la puerta. Guijón le siguió maquinalmente y vio la herida en la mano del general, que sangraba goteando.

-      Déjeme curarle esa mano -dijo el Dr. Guijón, estirando la suya para tomar la del general, que acababa de guardar su arma en la cartuchera.

El general Palacios se detuvo y se dejó vendar la mano con un pañuelo. Miro al joven médico mientras éste lo vendaba y sintió pena por él.

- Venga -le dijo-. Vaya con los demás... Un sacudón les hizo detenerse y pensar en un temblor. “So1o esto nos faltaba”, pensó el general. Pero e1 jefe de los bomberos aclaro lo que estaba ocurriendo:        

- Cuando e1 fuego hace presa de un edificio viejo como este, las vigas se resienten. Es mejor despejar este piso.

El general Palacios dio orden de que nadie entrara al Salón Independencia sin su autorización. Puso cuatro soldados de guardia en la puerta y salió a buscar a los peritos del ejército para que examinaran el cadáver. Ya en la calle hizo entrega del prisionero que le acompañaba a un capitán que estaba allí ordenando una fila de hombres tirados en el suelo.

-      Este es el Dr. Guijón. Queda arrestado, pero trátenlo con cuidado. Es una pieza clave para nosotros

El general Palacios cruzo la calle y se dirigido a un puesto de mando que tenía casi en la esquina, a escasos metros de la intendencia de Santiago, de donde estaban sacando a un grupo de francotiradores. Se comunicó con el Comando del Estado Mayor instalado en e1 edificio del Ministerio de Defensa, al otro lado de la Avda. Bernardo O’Higgins y hablo telegráficamente:

-      Misión cumplida. Moneda tomada. Presidente muerto.

En e1 Cuartel General de la Guarnición de Santiago la información fue recibida con una mezcla de regocijo y de pesar: había algunos que hubieran deseado tener al presidente vivo para enviarlo a un triste exilio.

El Almirante Carvajal se comunicó con el puesto N°1, en Peñalolén, donde se encontraba el General Augusto Pinochet. El chicharreo de la radio se oyó demasiado estridente; los nervios estaban de punta. El almirante Carvajal habla en inglés, por temor a alguna interferencia: “Palacios”, dice Carvajal, “comunica desde La Moneda que e1 Palacio de Gobierno esta tomado y misión cumplida.” y añade “They said that Allende Gossens Gossens has committed suicide.”. (La diferencia que existe entre   el mensaje del general Palacios y la versión que e1 almirante Carvajal le transmite al general Pinochet, se prestara más tarde a toda una serie de conjeturas

Las dos versiones serán recogidas incluso por el ex embajador estadounidense en Chile de aquellos días, Nathaniel Davis, en su libro Los dos últimos años de Salvador Allende Gossens Gossens (Plaza y Janés, Barcelona).

Mientras e1 general Palacios continuo con el operativo de ocupar La Moneda, su interés se concentra en el cadáver que ha visto en e1 Salón Independencia, del segundo piso. Los peritos de las Fuerzas Armadas tardan en llegar, por lo que decide pedirle ayuda a El Mercurio, que se encuentra a tres cuadras de allí.

Pocos minutos más tarde, un vehículo blindado paso a recoger a1 jefe de fotografía de ese periódico, Juan Enrique Lira. Este se hace acompañar por otro fotógrafo, Hernán Farías. El vehículo sale disparado hacia La Moneda.

Los fotógrafos estaban recibieron enormes descargas de adrenalina ante la perspectiva del trabajo que les esperaba. Se les ha dicho que en La Moneda está el cuerpo de un genera1 muerto y que es preciso fotografiarlo rápidamente, porque e1 edificio arde y hay que levantar el cadáver. La perspectiva de entrar a La Moneda en llamas se convierte para los fotógrafos en un hecho hist6rico.

En La Moneda, e1 general Palacios recibe a los fotógrafos y se los lleva al segundo piso. Antes de entrar en el Salón Independencia les dice:

-      “El cadáver es de Salvador Allende Gossens Gossens. Tengo Órdenes de que se tomen todas las precauciones para no mover ni tocar el cadáver. Sera necesario que quede bien claro que se suicidó, que nadie pueda imputamos más tarde que nosotros lo matamos”

Suben la estrecha escala que conduce al segundo piso. El lugar está a cada momento más lleno de humo porque los bomberos trabajan allí con mangueras de agua. En la puerta del Salón Independencia, cuatro soldados se cuadran al paso del general. Los hombres entran al Salón.

E1 cadáver se encuentra en la misma posición en que el general lo viera pocos minutos antes. Ahora capta algunos detalles que no le habían llamado la atención la primera vez: una máscara antigases se halla a un lado del sillón donde está el cuerpo sin vida del presidente Allende Gossens Gossens.         '

Juan Enrique Lira es un fotógrafo muy capacitado y busca los mejores ángulos para disparar con su cámara. Lo mismo hace Hernán Farías; ambos han trabajado juntos muchas veces y no se estorban, actuando en perfecta coordinación. El general Palacios los mira trabajar y se distrae unos minutos pensando en si de verdad la misión ha concluido; se esperaba una fuerte resistencia en los cordones industriales.

Juan Enrique Lira es un profesional; cuando mira a través de su cámara solo ve lo que la cámara capta; no tiene tiempo para distracciones. Ha tomado 27 cuadros, 27 fotografías en colores. Su colega trabaja con película de blanco y negro.

Unos soldados, encabezados por un oficial, llegan a la puerta del Salón Independencia y ven a1 general Palacios. Entran sin mayores ceremonias y sin prestarle importancia a la presencia del general, se dirigen a Juan E. Lira:

-      “Está bien. Nuestra gente ha llegado y se hará cargo del resto. Sería mejor que se retiren pronto. La tarea de ustedes termino, ahora nos corresponde a nosotros”.

Lira sale sin hacer ningún comentario. El general acompaña a los fotógrafos de El mercurio hasta la calle.

-      “Muchas gracias” -dice Palacios-. “El Servicio de Inteligencia Militar continuará con e1 trabajo a pueden irse”.

-      “¿Irnos?” -pregunta Juan Enrique Lira-. “¿irnos...?”

-      “Si’ -Responde Palacios y les estrecha las manos-. “El Mercurio” queda apenas a la vuelta...”

-      ”Ni cagando me voy ahora a pie” -dice Lira, a punto de estallar con indignación-. “Nos van a dejar en e1 vehículo blindado que nos trajo aquí o no nos vamos, general”.

El periodista miro a su alrededor. Vio en la acera de Morandé, junto a La Moneda, una hilera de personas tirados en el suelo. Un tanque se encontraba, mitad sobre la acera, mitad sobre la calle. Un oficial grito:

-      Ahora e1 tanque pasara por encima de ustedes- y le hace una seña al tanquista

El ruido del tanque que comienza a avanzar es sencillamente espantoso, pero la voz del general Palacios los saca de esa escena macabra.

-      “Ahí está el vehículo. Muchas gracias una vez más”. Los dos fotógrafos corren agazapados hacia e1 vehículo y suben a é1. Ninguno de ellos dice ni una sola palabra. Solo se escucha e1 tiroteo, que a ratos se torna violento, con la participación de armas pesadas. Los tanques disparan contra las ventanas de La Moneda; todavía quedan allí algunos francotiradores. Ven a unos hombres que salen por la puerta de Morandé con las manos en la nuca, empujados a culatazos.

(Las 27 fotografías de juan enrique Lira no se han publicado hasta la fecha y la mejor suposición es que se encuentran en poder del SIM, después de que personal del Servicio de Inteligencia exigiera a Lira el rollo con las fotografías. Por otra parte, la escena del tanque que amenazaba con pasar por encima de los detenidos no resulto ser más que eso, una amenaza, Aunque sea fácil imaginar como quedaron los nervios de las victimas).

El general Palacios regreso al Salón Independencia. Ha recibido la orden de enviar cuanto antes e1 cadáver del Presidente Allende Gossens Gossens al Hospital Militar. Cuando llega a1 segundo piso, los fotógrafos del SIM ya han tomado todas las fotografías que necesitan.

Palacios se ocupa entonces de ver como bajar e1 cadáver a la calle, donde lo espera una ambulancia. Con ayuda de unos soldados envuelven e1 cadáver en un poncho de lana, a rayas, con dibujos bolivianos. Ahora ha tenido más tiempo de mirar e1 cuerpo del que fuera su Presidente hasta pocas horas antes. Se le haría una autopsia, tarea que no correría por cuenta suya, afortunadamente.

En efecto, en el Ministerio de Defensa, dos generales, Herman Brady y Sergio Arellano Stark, han recibido una orden perentoria: Que no queden dudas de que se trata de Allende Gossens. La autopsia debe practicarse en presencia de representantes de todas las ramas de las Fuerzas Armadas y de Carabineros.

El general Brady se comunica con la Brigada de Homicidios del Servicio de Investigaciones; allí le informan que en ese mismo momento salen hacia el Ministerio de Defensa dos policías expertos. Pocos minutos más tarde, en medio de una feroz balacera, llegan los dos policías en un carro blindado.

-      ¿Ustedes son de la Brigada de Homicidios? -pregunta el general luego que los policías fueron llevados su presencia.

-      Sí, señor general -dice uno de ellos.- Él es el subinspector Julio Navarro y yo el inspector Pedro Espinoza

-      “Les llevarán de inmediato a La Moneda. El muerto es e1 ciudadano Salvador Allende Gossens Gossens. Lo asesino un GAP, uno de su Grupo de amigos personales”

-      Necesitaremos algunos asesores especializados - respondió e1 Inspector Espinoza, sin poder disimular cierto asombro. ¿Lo había asesinado un GAP?

-      Todos los asesores que ustedes quieran se los vamos a proporcionar nosotros –respondió Brady, secamente.

En La Moneda se cruzan con los fot6grafos del SIM. En el Salón Independencia vieron al general Palacios y a dos fotógrafos desconocidos para ellos, que fueron despachados inmediatamente. Palacios les habl0 con una voz serena y cautelosa:

-      Se suicidó... Ustedes podrán verificarlo.

Espinoza y Navarro cruzaron una mirada sin hacer ningún comentario; luego, como verdaderos detectives que eran, examinaron la habitación antes de acercarse a1 cadáver que yacía en un sillón. Vieron el arma arrimada a otro sillón. Esto les llamaba la atención. Si era el arma suicida, ¿cómo había llegado tan lejos del cuerpo y colocada allí para que todos la vieran? Le hicieron el comentario al general Palacios, pero sin denotar ninguna emoci6n.

-      La coloco allí el Dr. Patricio Guijón, que es quien encontró el cadáver. ’

-      Bien -dijo Espinoza-. Si es así hallaremos sus huellas y podremos saber si simplemente la tomo para colocarla allí o ...

El resto de la frase quedo colgando, congelada, en e1 aire enrarecido de la estancia. Palacios comprendi6 de inmediato lo que el inspector había querido decir; era un asunto de la mayor importancia.

El subinspector Navarro se había asomado a la ventana, corriendo un poco e1 cortinaje, y había visto a algunos detectives de Investigaciones entre los hombres que se hallaban tirados en la acera de la calle Morandé.

-      Señor -dijo Navarro a Palacios-. Entre esa gente que esta tirada en la acera, allí abajo, he visto varios detectives.

Palacios le replico tajante:

-      “Sabemos que muchas de esas personas tienen placas de Investigaciones y no son detectives. Cuando se aclare quién es quién de esos prisioneros, los verdaderos detectives serán puestos en libertad, no se preocupe”.

Un planimetrista estaba tomando las medidas de la habitaci6n para trazar un croquis; la distancia a que se encontraban los muebles, e1 lugar preciso en que se hallaba e1 cadáver de Allende Gossens Gossens, el arma suicida y toda suerte de otros detalles. Luego se retiró; les había llegado el turno de intervenir.

Los funcionarios policiales estaban habituados a este tipo de diligencia. Tomaron el cuerpo de Allende Gossens Gossens y lo tendieron sobre una alfombra. Quedo en descubierto un abrigo de color beige que se hallaba debajo del cuerpo y que seguramente había resbalado de sus espaldas. El abrigo estaba empapado en sangre que se había escurrido allí; también había sangre en el tapiz del sillón.

Después de observar y tomar nota de todos los detalles que podría proporcionarles e1 cráneo destruido del Mandatario, comenzaron a desnudar su cuerpo: era una operación de rigor. Los dos hombres trabajaban en silencio, ante la mirada del general Palacios y otros oficiales que se habían reunido en el Salón Independencia.

Los observadores expresaron cierta extrañeza, mezclada con incredu1idad, cuando los policías informaron que prácticamente Allende Gossens Gossens no llevaba nada en los bolsillos. En e1 bolsillo superior de la chaqueta encontraron un pañuelo de seda azul, con lunares rojos; en el pantalón, una llave y un pedazo de papel que tenía e1 membrete del Presidente de la República. Debajo de esta leyenda estaba impresa la palabra “Edecán”. En la muñeca izquierda de Allende Gossens Gossens vieron su reloj automático de metal blanco.

Repentinamente la puerta del Salón fue abierta con energía y con algo de violencia. Eran los bomberos; traían en sus manos los pistones listos para lanzar el agua. El hombre que venía adelante se quedó mirando la escena y boquiabierto, sin saber qué decir, solo atino a mirar a sus compañeros por encima de su hombro.

-      ¡Fuera de aquí! -bramo un oficial que se encontraba cerca de la puerta.

-      Somos bomberos -dijo el que traía el pistón en sus manos-. Ya nos vamos...

Comenzó a retroceder, tratando de cerrar simultáneamente la puerta. El oficial que le había gritado termino de cerrarle la puerta casi en las narices. Se alcanzo a escuchar, sin embargo, la voz del bombero que gritaba:

-      ¡Tienen que salir de ahí! ¡El incendio...!

La voz se perdió en medio de una balacera que estallo de pronto en otro rincón de la batalla que todavía se estaba librando afuera. Los inspectores Navarro y Espinoza comenzaron a desvestir c1 cuerpo de Allende Gossens Gossens y a dictar las prendas que iban retirando:

-      “Pantalón” -una pausa-; “camisa... calzoncillo...” Navarro, que estaba quitándole e1 calzoncillo al cuerpo de Allende Gossens hizo un hallazgo sorprendente. El general Palacios y los otros oficiales se aproximaron: debajo del calzoncillo se vio un slip, una prenda más, como la que lleva mucha gente.

Se oyeron nuevos golpes a la puerta. Al abrirla, el general Palacios se encontró con un oficial del Cuerpo de Bomberos.

-      Es preciso abandonar esta sala -dijo e1 bombero-.

Usted debe entender, mi general... El incendio está avanzando precisamente hacia acá porque no se nos ha permitido actuar como debíamos...

El general Palacios lo interrumpió, poniéndole una mano sobre un hombro. El bombero se fijó en el pañuelo que Palacios llevaba como venda en su mano derecha.

-“Esta perfectamente entendido, señor. Nos iremos de aquí en seguida. Pero este salón debe quedar tal como está, dentro de lo posible. Personal de Investigaciones todavía tiene que revisarlo entero, usted comprende...”

El general Palacios cerro suavemente la puerta y se volvió hacia e1 grupo que se encontraba alrededor del cadáver, ahora totalmente desnudo. Alguien a quien el no vio, había metido un pañuelo en el hueco del cráneo; ahora el rostro era más parecido al Allende Gossens que él había conocido.

Otros golpes a la puerta, con urgencia, insistentes. El general Palacios tiene su genio, y se dirige a la puerta sin disimular su enojo.

-      “¿Qué pasa ahora?” -grita abriendo la puerta, y se encuentra con un oficial que cuadra ante él, sin saber qué decir-. “Hable capitán”.

-      Una ambulancia está esperando por e1 Pre... por e1 cuerpo... Tienen órdenes de llevarlo de inmediato at Hospital Militar para practicar una autopsia. Son ordenes de los generales Brady y Arellano, mi general; pero las instrucciones llegaron del Puesto N°1.

Palacios cierra las puertas a medias. Se dirige a los detectives:

-      Eso sería todo, caballeros.

El oficial que ha estado en la puerta alcanza a oír que Palacios ordena que se cubra e1 cadáver. Vuelve a cuadrarse y se retira; la puerta se cierra. En unos minutos más soldados y bomberos bajan trabajosamente el cadáver del ex Mandatario por la estrecha escala que conduce a la calle Morandé. Los dos detectives completan el cortejo silencioso que les precede. Ha comenzado a llover.

Eran las 6 de la tarde, en punto, cuando el comisario Waldo Montecinos les pidió que subieran a su oficina; es el jefe de la Brigada de Homicidios. Interroga a sus dos hombres con puntillosa profesionalidad, sin hacer comentarios, pero cuando les escucha decir que la causal de muerte seria por heridas de bala del tipo suicida, Montecinos guarda silencio por un instante.

-      ¿Eso es lo que están escribiendo en su informe, inspector?

-      Exactamente, señor -respondió el inspector Espinoza.

El comisario Montecinos guarda silencio; mira alternativamente a sus dos hombres: los conoce como excelentes profesionales, y repasa cuidadosamente en su mente todo lo que han dicho. Finalmente, pregunta:

-      ¿Y e1 arma? ¿Hallaron huellas en e1 arma, además de las de Allende Gossens?

-      Si, varias. Las más recientes posiblemente sean las del Dr. Guijón.

Ante el silencio del comisario, Espinoza continua:

-      Es e1 médico del Presidente que dice haber encontrado el cadáver apenas escucho los disparos. Supone que tan solo alcanzo a disparase dos tiros en la barbilla, pero no había más balas en e1 cargador.

-      ¿La famosa metralleta que le regalo Castro?

-      Es... algo más que una metralleta comisario. Es un fusil ruso marca AK - dice Navarro. El subinspector era experto en balística. Hay una leve sonrisa dibujada en sus labios.

-      ¿Esos de cargador curvo?

-      Exactamente, señor.

-      Allende Gossens había amenazado con suicidarse - comenta Montecinos-. Había dicho que se reservaría e1 último tiro para suicidarse si no veía alternativa...

Hay un ambiente de misterio en la sencilla oficina del comisario Montecinos. Espinoza y Navarro lo observan levantarse de su sillón detrás del escritorio: e1 comisario se ve cansado: ha sido un día agotador.

-      ¿Y ... pueden verse las balas del cargador…?¿Puede saberse cuantas balas le quedan?

-      Negativo, señor -responde Navarre.

-      ¿Y ... se alcanza con la mano hasta el gatillo cuando el cañón está apoyado debajo de la barbilla?

-      Depende del alcance de los brazos, señor. Estamos trabajando con esa hipótesis, pero no es muy fácil. El Presidente tenía supuestamente el arma entre sus piernas; el arma descansaba en el piso. Una posición muy incómoda.

Era el inspector Espinoza el que había hablado. Montecinos lo escucha a muy interesado, y comenzó a pasearse, la cabeza hundida en e1 pecho, las manos perdidas en los bolsillos del pantalón. El misterio que reinaba en la oficina pareció espesarse

Después de un par de minutos de reflexión, entre esos hombres hechos para revolver puzles, Montecinos miro a Espinoza y le pregunto:

-      ¿Tiene algo más que decir? -su voz sonó cortante, como un hacha de hielo.

-      El Presidente era un hombre de brazos largos. Vamos a pedir al Instituto Médico Legal que nos suministre alguna información.

El comisario frunció el ceño antes de hablar:

-      ¿Es que usted realmente cree... que la autopsia la va a practicar e1 1nstituto Médico Legal, inspector? ¿Se da cuenta de lo que está diciendo?

Espinoza se había sonrojado con esas dos preguntas, pero estaba habituado a ocultar sus sentimientos. Los ojos del comisario eran como dos taladros.

-      Esa información no la tendremos nunca, inspector. ¿Nunca, me oyó? Nunca-. Montecinos subrayaba la palabra separando las sílabas.

Continuo con su paseo en los escasos cuatro metros que había detrás de su escritorio. El tiempo parecía haberse detenido para Espinoza y Navarre; los segundos se convertían en horas. Montecinos se detuvo junto a su sillón, los miro alterativamente un par de veces, pensando con cuidado sus palabras:

-      Sera mejor que veamos juntos ese informe, inspector

-      y se sentó, interesado en unos papeles que tenía sobre e1 escritorio.

Espinoza y Navarro dieron por terminada la entrevista y dijeron algo así como “sí, señor’, no muy audible, mientras se retiraban de la oficina. Pero antes de que cerraran la puerta al salir, Montecinos les hablo en voz baja:

-      Sena mejor que dejaran de trabajar en esa… hipótesis. Al retirarse los dos funcionarios de Investigaciones no hicieron ningún comentario entre ellos. Espinoza miro al subinspector Navarro mientras caminaban por el pasillo de regreso a la oficina que compartían y vio que éste hacia ejercicios de relajamiento respiratorio. Navarro le devolvió la mirada y sonrió al ver que Espinoza también estaba haciendo los mismos ejercicios.

A esa hora, en su puesto de mando de Peñalolén, el general Augusto Pinochet insistía en que debía conseguirse que la autopsia fuese terminante respecto a la causa de la muerte: suicidio. Hizo notar que la actitud de Allende Gossens se había producido un par de contradicciones en el curso de ese día y que se las debía estudiar con sumo cuidado.

En la tarde, a alguna hora entre las dos y media y 1as tres, e1 general Baeza, Ernesto Baeza, había llamado al doctor Osvaldo Olguín, senador y vicepresidente del Partido Demócrata Cristiano. El general Baeza ignoraba que junto a Olguin se encontraba e1 senador Patricio Aylwin Azocar, presidente de ese partido.

-      Doctor -dijo el general Baeza-. tengo que darle una noticia que hubiera preferido no dar. El presidente Allende Gossens se suicidio en La Moneda.

El Dr. Olguín se quedó sin habla. Miro e1 teléfono, que había quedado mudo y lo colgó. Repitió con voz entristecida la noticia que le había dado Baeza.

En la sala del departamento donde se encontraban se produjo un silencio que pareció estirarse como un chicle. Patricio Aylwin reacciono pronto, ensombrecido por la impresión.

-      ¿Sera posible comunicarse con alguien de la Junta? - pregunto-. Es una situaci6n embarazosa... ¿Suicidarse... Salvador Allende Gossens?

-      Ha hablado de suicidarse en estos últimos días... Si la situación no tuviera salida, creo que lo haría. Aunque... es difícil... - comentó e1 Dr. Olguín.

El teléfono volvió a sonar. Esta vez era el doctor Mariano Ruiz-Esquide, diputado del Partido. Como médico y parlamentario, le sugería a1 colega Olguín que obtuviera de las nuevas autoridades el permiso para presencia la autopsia de Allende Gossens.

-      Sugiere que concurramos los dos, junto con el doctor Julio Montt, el ex diputado. Tres médicos - dijo Olguín.

-      Me parece bien, muy bien -contesto Aylwin-. deberíamos preparar una declaración oficial del Partido al respecto. Debemos pedir que la autopsia sea practicada en presencia de parlamentarios médicos y especialistas. Es preciso que no existan dudas sobre el suicidio, que se establezca absolutamente la verdad

-      Llamaré primero al general Baeza -dijo Olguín-, para hacerle verbalmente esta petición antes de entregar esa declaración del Partido.

El senador se comunicó con el general Baeza. Su respuesta fue cautelosa:

-Muy bien. Voy a consultar y me comunico con usted. Aylwin y Olguín se dedicaron entonces a redactar un borrador de declaración. Querían dejar constancia de que lamentaban los hechos, de que debía respetarse la integridad física del gobernante, etc., cuando sonó de nuevo el teléfono. Era el general Baeza

En pocas pa1abras, el general Ernesto Baeza le estaba llamando por un acuerdo de la Junta de Gobierno. Le dijo que él, junto a Ruiz-Esquide y Montt, podrían presenciar la autopsia. Luego le había pedido que le dijera donde se encontraba para enviar un jeep a buscarlo. Eso sería a las cinco de la tarde; faltaba poco más de una hora. Como se había decretado un Toque de Queda, en el mismo vehículo recogerían a los otros dos médicos.

Patricio Aylwin quedo satisfecho con el arreglo. En seguida se dedicaron afanosamente a redactar la declaración oficial del Partido Demócrata Cristiano. Llamaron por teléfono a Martita Caro, jefa del Departamento de Prensa del Partido, y le dictaron la declaración, que poco después se difundiría al mundo gracias a sus amistades con algunos corresponsales extranjeros y sus contactos en las agencias informativas.

El Dr. Olguín se cambió de ropa. Quería presentarse adecuadamente a esa autopsia. Estuvo listo poco antes de las cinco de esa tarde, pero la espera debió ser más larga de lo que había imaginado. El Jeep jamás llego.

Lo subrayado/interpolado es nuestro.

Traducido al alemán, Francés e inglés por la señora Gerda Bottcher, Directora ,de la revista Latinoamérica pueblo continente/Berlín Alemana.

La FACH de 1973 fue la máxima expresión de salvajismo

El bombardeo a La Moneda es la acción más infame de la historia.

Semanario Sur Andino/Director Luis Espinoza Garrido

Han pasado 50 años y aún sigue sin explicación ni menos justificación, la operación de mayor barbarie cometida por un destacamento armado, perteneciente al Estado, en contra de civiles indefensos, que se tenga conocimiento en la historia de Chile. Es cierto que en varias huelgas obreras del norte del país, las víctimas llegaron o pasaron el centenar de personas. Pero, el poder de fuego desatado en contra de los defensores de La Moneda, léase tanques, ametralladoras, cañones sin retroceso, fusilería y, sobre todo la aviación, no tiene un correlato anterior como concentración de poder de exterminio. Asimismo, nadie desarrollaba una acción de fuerza, como una huelga radicalizada o una manifestación callejera de ruptura.

Fue una operación militar en contra de un gobierno legalmente constituido cuya conducta hacia quienes lo estaban derrocando, había sido de gran respeto, inclusive de trato preferencial en muchas cosas, por lo tanto, escapaba a toda lógica, que no fuese la adopción de una postura política e ideológica a favor de una clase social específica entre las que se enfrentaban en el complejo conflicto político de aquellos años, en este caso, de los empresarios.

Si bien es cierto, todo fue ideado y dirigido desde los Estados Unidos, no hay duda de que la posición que asumieron la Derecha y la DC para resolver las diferencias políticas y sociales fue desproporcionada, ya que al adoptar la vía militar y no privilegiar la salida política, dieron el visto bueno para que las Fuerzas Armadas desataran el terror sintiéndose legitimadas. En tal contexto, la Aviación desató la infame acción y bombardeó diferentes puntos de Santiago como las antenas de las radios de izquierda, la residencia presidencial de Tomás Moro, La Moneda y el Hospital de la FACH por equivocación. A su vez, al menos una vez en Antofagasta disparó rockets a los cerros de la zona norte para atemorizar a la población.

¿Cómo pudo una institución que se supone está para defender al país   su gente, desatar tal excursión de terror? Porque creyó tener un apoyo político para realizarlo, por lo que no midió las consecuencias históricas. Sin embargo, el alto mando de la FACH, permaneció impune, ningún oficial fue juzgado por el terror sembrado. Es más, algunos de los pilotos escribieron libros sobre el tema y otros ocuparon altos cargos en la institución. Como tantos hechos abominables cometidos en la

Dictadura, el bombardeo a La Moneda, fue asumido por las autoridades y los partidos de gobierno durante la transición con absoluta su- perficialidad, todos otorgaron.

Declaración conjunta del régimen: ex dirigentes demócratas cristianos exigen para firmarla, la precisión de que “Todos somos culpables”, Intrínsecamente perversos, las responsabilidades criminales Políticas, civiles, etc. Son personales.

Se desgranó el choclo: Inédita información de ex comandante en jefe del Ejército que asegura que la responsabilidad de todo lo que ocurrió la tuvo Augusto Pinochet.

Según el wiktionary y el diccionario de modismos chilenos, "desgranar el choclo" es perder sus partidarios, amigos o apoyos. Con la vuelta a la democracia, al dictador de marras  se le comenzó a "desgranar el choclo". Fue el director general de Carabineros César Mendoza, miembro de la dictadura cívico militar, el que utilizó, el día de su renuncia en 1985, la expresión popular “se está desgranando el choclo” para describir la situación del régimen de facto en ese momento.

Por cambio21/Radio Cooperativa/ADDHEE.ONG:

El último comandante en jefe del Ejército antes de irse a retiro, Ricardo Martínez (2018-2022) aseveró en que la responsabilidad del golpe de Estado y la posterior dictadura cívico militar, con todo lo que aquello implicó, le cabe a Augusto Pinochet.

"Creo firmemente, con mi formación y con mi paso de más de 46 años en el Ejército, que la responsabilidad de todo lo que ocurrió la tiene el comandante en jefe de la época, el general Augusto Pinochet, porque cuando uno habla de ese periodo no puede soslayar a quien estaba como comandante en jefe, y quien tenía la potestad de ordenar lo que hubiese que ordenar", planteó en radio Cooperativa.

El general en retiro apuntó que entre quienes se dedicaron a preparar el golpe antes de que Pinochet encabezara la Junta Militar, como Sergio Nuño y Sergio Arellano Stark, "hacen una fuerte crítica de hacia dónde se dirigía el gobierno" sólo tres años después del 11 de septiembre de 1973.

De todos modos, aludiendo al contexto en que se quebrantó el gobierno democrático del presidente Salvador Allende Gossens, Martínez relevó que "la situación parece ser de un grado de crispación tan alto, que yo diría que muchos actores políticos buscaron el golpe de Estado, y que tenían reuniones y presiones en los cuarteles militares para que se produjera".

"Por lo tanto, la responsabilidad es de los actores políticos; ellos son los que no pudieron transar sus posiciones y las llevaron a un nivel tan alto que se produjo este rompimiento, en que el Ejército no estaba muy convencido", puesto que "el general Pinochet entró a la planificación 36 horas antes".

En definitiva, opinó que "los actores políticos tienen una responsabilidad mayor; yo no puedo propiciar o alentar un golpe de Estado sin medir las consecuencias finales, y creo que todos aquellos que en algún momento propiciaron este rompimiento, no llegaron a acuerdos o propiciaron la vía armada (...) tienen que hacer esta reflexión, como yo la hice con el Ejército en su momento".

Volviendo a cómo se gestaron las órdenes en el ámbito militar, reafirmó que "cuando los hechos ocurren sucesivamente por horas, días, meses e incluso años, no se puede dejar de lado que existen las responsabilidades de mando. Y cuando se quiere detener algo en una estructura tan jerárquica y vertical como es el Ejército, se puede parar en forma casi inmediata", dijo Martínez en Cooperativa.

“La estructura jerárquica y vertical del ejercito, y la Caravana de la Muerte”.

"Yo la indico (esa responsabilidad) en los mandos superiores, porque un subteniente, un cabo o un soldado no tienen más que cumplir una orden. Un ejemplo muy claro de esto es la Caravana de la Muerte: hubo subalternos a quienes les ordenaron los fusilamientos diciéndoles que eran producto de un consejo de guerra que no era tal, y que cuando se investigó, esos mismos oficiales de más alto grado negaron haber dado la orden", recordó el exjefe de la institución.

No obstante, descartó que existieran pactos de silencio dentro del Ejército, al menos en sus tiempos a cargo del mismo: "Yo no he participado ni sabido de ellos. Otra cosa muy distinta es que personas que hayan participado en alguna acción constitutiva de delito se pongan de acuerdo entre ellos, y con alguna jerarquía que haya estado con ellos, para dar una versión", precisó.

“El plan de búsqueda de desaparecidos”...

En cuanto a la información que el expresidente de la Corte Suprema Milton Juica estima que tienen las FFAA y Carabineros para aportar al Plan de Búsqueda de Desaparecidos, observó que "en situaciones anómalas que ocurrieron a partir del golpe de Estado, en donde hubo ejecuciones sumarias sin un debido proceso, entierros clandestinos, ¿se puede pensar que haya algún registro con respecto a eso, si todo se hizo al margen de la ley?"

"Otra cosa muy distinta es que personas puedan tener información. Siempre se nos compara con Alemania, y no somos alemanes en el sentido de ser tan puntillosos para dejar un registro de cada cosa", remató.

Lo subrayado interpolado es nuestro.

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