viernes, 31 de julio de 2015

La compañía de Jesús en la Patria Continente América Latina y El Caribe.



En el marco de la introducción de mi disertación, yo deseo hacer un par de reflexiones sobre el fundador de la Compañía de Jesús San Ignacio de Loyola, quién obtuvo la aprobación del Papa Paulo III, en 1547, y de Julio III en 1550, para su orden. Ésta se extendió por Europa y Asia, antes de llegar al continente Americano. En este, se estableció primero en Brasil, en 1566, en 1568 en Perú y en 1572 en México.
En mi estudio de la obra de la Compañía de Jesús, que estoy empezando con esta disertación y que deseo terminar con un trabajo de Post- Grado, hay que tener presente los objetivos, el fin y la consecuencia con que se ha ejecutado el proyecto jesuita en Latinoamérica: el respeto absoluto por el evangelio de Cristo, “la buena noticia de Jesús”, y la búsqueda de solución a los problemas sociales que han afectado y afectan a los habitantes del continente de la esperanza, Latinoamérica, entre ellos, en especial, los sin voz ni justicia, los indígenas y pobres del campo y la ciudad de la patria del Libertador Simón bolívar Palacios y Blanco, si estos se excluyen, la obra pierde su columna vertebral, su razón de ser.
Las misiones jesuitas entre los pueblos indígenas, les permitieron explorar vastos territorios, aprender las lenguas indígenas, escribir la historia, y diseñar carta geográfica en medio de grandes penurias y trabajos, hasta haberlos interrumpido, a veces, con la muerte violenta. Los jesuitas han tenido y tienen un ánimo juvenil para emprender grandes desafíos sin arrendarles el sacrificio. No les faltan los amigos ni tampoco los enemigos. Tienen un espíritu de cuerpo, cohesión y de continuidad en lo emprendido. Sus obras son seleccionadas con gran criterio, fundamentada y basadas en la acción constante y no en las palabras. Han tenido y tienen una tenacidad admirable, la que no debe confundirse con porfía (Hartnäckig <= =>Stuar), generosa para luchar con la adversidad. Enemigos de la vida ociosa, del lujo y de las comodidades. Informes científicos han comprobado que el exceso de trabajo es la causa de que la mayoría de los jesuitas no lleguen a le vejez.
Desde su llegada a la patria continente América Latina y El Caribe, los jesuitas se preocuparon de hacer servir los medios espirituales a su obra espiritual. Esto se manifestó, primero en l agricultura y luego en las diversas ramas de la artesanía y hasta en el arte, en este último llegaron a producir obras descollantes: la escultura, la arquitectura, la música, la platería, la orfebrería, la relojería, además de trabajos en herrería, fundición y muebles, son otros campos donde destacó el trabajo intelectual y manual de los jesuitas. Ellos no se conformaron con producir su arte, sino que lo traspasaron, lo enseñaron a los indígenas.
Un episodio triste y amargo para la compañía de Jesús, lo constituye su expulsión del continente y, más tarde, la suspensión de la orden -1765, 1780-, siglo XVIII.
Para ser justos, hay que distinguir bien entre las causas propiamente dichas, con  que se justificó lo injustificable de la expulsión y supresión y lo que proclamó como tal. Esto, aun en nuestro tiempo, no ha tenido una aclaración histórica definitiva. Se aprovecharon todas las intrigas que se habían acumulado en años de historia, para tratar de enlodar una orden que brilló y ha brillado pura y valientemente en la vanguardia intelectual de la Iglesia Católica y, en especial, en la aplicación consecuente del evangelio de Cristo. Si por el bien de las relaciones con la corona española se suprimió la Compañía de Jesús, no es menos cierto que cuando se necesitó “experimentados remeros para guiar a buen puerto la nave de San Pedro, se la restauró y se le entregó la confianza a la Compañía de Jesús”.
Con el decreto del rey Carlos III, no sólo se expulsó a los jesuitas del continente Americano, sino que se ordenó su arresto, su destierro y se legalizó su maltrato. Los jesuitas se sentían hijos del nuevo continente, el destierro no los aniquiló. Muchos murieron y no pudieron volver. Pero con la luz murieron después de haber brillado en la Patria Continente, Latinoaméric.
Una de las acusaciones contra los jesuitas, fue haber apoyado la idea autonomista y la escisión de España, en especial, en Paraguay. Se les acusó de populistas por los historiadores, pero la acusación más grave fue su valoración de lo americano por medio de la historia, etnografía y lingüística de su obra.
Los jusuitas salieron expulsados del continente americano, fueron más de dos mil, la mayoría de los que regresaron fueron activos partidarios del movimiento independentista americano. Las temporalidades o bienes de los jesuitas fueron confesado en beneficio de la monarquía.

Los jesuitas en Paraguay:
Los jesuitas llegaron al Paraguay en 1588, y allí fundaron treinta comunidades utópicas. Entiendo la utopía como un desafío que se opone al realismo moderno, enajenante, exitista y autocomplaciente. Ella se alcanza con el cambio, que trae consigo la justicia social.  Si entendemos esta definición de utopía, podemos entender el sistema de vida que introdujeron en las reducciones del Paraguay y del continente América Latina y el Caribe los jesuitas. A ellos sólo les preocupaba el bienestar moral y social de los pueblos indígenas. Evidentemente, que el nuevo sistema social estaba influenciado por el proyecto de la República de Platón y las utopías renacentistas de Tomás Moro y de Tomás Campanella. Los misioneros jesuitas gobernaban según el evangelio de Cristo. La vida en las reducciones llegó a estar altamente estructurada, funcionaban como comunas, este proyecto tuvo un éxito arrollador, en pocos años los jesuitas formaron un país desde el río Paraguay hasta el río Uruguay. Los habitantes vivían un estado de felicidad moral casi permanente. El gran Voltaire, agnóstico, escribió sobre las reducciones indígenas jesuitas: “cuando en 1768 las misiones dejaron de estar bajo el control de los jesuitas, estas habían alcanzado quizás el grado más alto de perfección al que es posible llegar a un pueblo joven, y ciertamente a un estado superior al que existe en el resto del nuevo hemisferio. Las leyes eran respetadas allí, la moral permanecía pura, una feliz hermandad unía cada corazón, todas las aretes útiles estaban en un estado floreciente, e incluso algunas de las más agradables ciencias, la plenitud era universal”.
En esta república cristiana- latinoamericana, toso estaba ordenado en el marco del evangelio de Cristo. Del amanecer al atardecer, la campana de la Iglesia anunciaba los periodos de trabajo, estudio, recreo y oración.
Después de la expulsión de los jesuitas, por razones políticas, las reducciones fueron administradas por otras órdenes religiosas, conjuntamente con las autoridades civiles. Pero, ya nada fue igual, todo vino de mal en peor. Las aldeas fueron saqueadas, quemadas o sencillamente abandonadas. En menos de dos décadas desaparecieron veintitrés de las treinta comunidades o reducciones creadas por los jesuitas.
Es importante señalar que cuando los jesuitas comenzaban a introducirse en los Estados Unidos, en especial en California y Arizona, el gobierno se los prohibió. Esto supuso un desastre para los indígenas estadounidenses en esas regiones, porque el lugar de los jesuitas fue ocupado por otros misioneros y sectas religiosas con desastrosos resultados para los únicos dueños de la tierra del continente americano: los indígenas. Esta historia se repite en Paraguay, en 1768, y en otros países latinoamericanos, con la prohibición de la Orden. Un éxito de los terratenientes que veían en los misioneros jesuitas una competencia muy dura, casi insalvable. Además que codiciaban las enormes extensiones de tierra fértil y cultivada  que éstos tenían en sus reducciones/comunas. En pocos años, los terratenientes o latifundistas, acapararon las tierras y destruyeron las reducciones. Esta lacra había triunfado nuevamente. Hoy sólo quedan ruinas de los que una utopía viviente y maravillosa en Paraguay, un país, este último, sumido en la miseria, la pobreza, la drogadicción, la cesantía, etc. Pero la histoa la hacen los pueblos y no los terratenientes, ni menos los ricos de la ciudad.
Cuando glorificamos a todos los héroes de la independencia, unos, para ahogar en el mar de palabras todo lo que los hizo grandes en la memoria de los pueblos, otros para subrayar su aporte en la lucha sempiterna del pueblo por su libertad y la justicia social, no debemos olvidar el aporte valioso de los hijos de la Compañía de Jesús.
Como colofón, afirmo que frente al caos del capitalismo salvaje y su globalización del capital, el proyecto utópico del Maestro Platón, la República en el continente de la esperanza, Latinoamérica, y sus consecuentes discípulos, los jesuitas, está más vigente que nunca, espero es condición sine quanon que la gobiernen los más sabios y honestos.

Salvador Moreno- Peralta/Cesal e.V/Berlín DDR.
Katholische Universität Eichstät- Ingolstadt/Alemania

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