martes, 11 de septiembre de 2018

EL COMPAÑERO PRESIDENTE DR. SALVADOR ALLENDE GOSSENS, ¡VIVE HOY Y SIEMPRE! Valparaíso, 11 de Septiembre, 2018


EL COMPAÑERO PRESIDENTE DR. SALVADOR ALLENDE GOSSENS, ¡VIVE HOY Y SIEMPRE!.
VALPARAÍSO, 11 DE SEPTIEMBRE DE 2018.



Acentúo, el Compañero Presidente Dr. Salvador Allende Gossens, un heroico y ejemplar luchador social: “Yo debo repetirlo, sí la victoria no fue fácil, difícil será consolidar nuestro triunfo y construir la nueva sociedad, la nueva convivencia social, la nueva moral y la nueva Patria libre, digan, democrática, justa, culta, soberana y solidaria. Un país señero en el progreso, en la Justicia Social, en los Derechos de cada hombre, de cada mujer, de cada joven de nuestra Patria.  Gracias compañeros dirigentes de la Universidad del Norte/ Chile, por su apoyo durante la campaña eleccionaria, y el que hoy me reiteran como su Compañero Presidente, en este histórico Palacio de los Presidentes…”.
Dr. Salvador Allende Gossens, Presidente de Chile/ 10 de Diciembre de 1970.

EL COMPAÑERO PRESIDENTE DR. SALVADOR ALLENDE GOSSENS, UN HEROICO Y EJEMPLAR LUCHADOR SOCIAL:
De hijo en hijo, bien nacidos, es decir agradecidos, hay que honrar estos Seres Humanos como el Compañero Presidente que dio su vida luchando heroicamente contra los enemigos de la Humanidad, el capitalismo salvaje globalizado y sus testaferros, la oligarquía empresarial farisea sofofa y la taifa corrupta castrense en su lucha por la vida, la Justicia Social que no es otra cosa que la lucha contra el olvido, porque “Un Pueblo sin memoria histórica, nada significa y nada vale”.
“El Chile impuesto por la dictadura fascista cívico militar, a través de su Artilugio/ constitución de 1980 y sus amarres, de la libertad la democracia y la Justicia, en la medida de lo posible, mayoritariamente sobrevive tiempos de confusión generalizados,  el Pueblo no termina de recobrarse de los horrores de la dictadura fascista cívico militar, que ha dejado en la mayoría de las gentes, un trauma moral indeleble…”

Con esperanza y memoria.
Prof. Moreno Peralta/ IWA.
Secretario Ejecutivo ADDHEE.ONG



EL COMPAÑERO PRESIDENTE DR. SALVADOR ALLENDE GOSSENS SE DESPIDE DE SUS ÚNICOS HEREDEROS, LA CLASE TRABAJADORA:
¡Viva Chile, Viva el Pueblo, Vivan los Trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.
El Palacio Toesca de Los Presidentes de Chile en llamas, 11 de Septiembre de 1970.


LA VERDADERA MUERTE FÍSICA DEL LEAL, CONSECUENTE Y HEROICO PRESIDENTE DR. SALVADOR ALLENDE GOSSENS
Por: Gabriel García Márquez/ Premio Nobel de Literatura.



Al cumplir 80 años, le preguntaron al genial escritor de la Patria Continente América latina y el Caribe, ¿Qué cambiaría de su texto sobre la muerte física del Presidente Allende Gossens?, él contestó: ¡Ni una coma!

A la hora de la batalla final, con el país a merced de las fuerzas fascistas desencadenadas de la subversión, el Presidente Salvador Allende Gossens continuó aferrado a la legalidad.

La contradicción más dramática de su vida fue ser al mismo tiempo, enemigo congénito de la violencia y revolucionario apasionado, y él creía haberla resuelto con la hipótesis de que las condiciones de Chile permitían una evolución pacífica hacia el socialismo dentro de la legalidad burguesa.

La experiencia le enseñó demasiado tarde que no se puede cambiar un sistema desde el gobierno, sino desde el poder.

Esa comprobación tardía debió ser la fuerza que lo impulsó a resistir hasta la muerte en los escombros en llamas de una casa que ni siquiera era la suya, una mansión sombría que un arquitecto italiano construyó para fábrica de dinero y terminó convertida en el refugio de un Presidente sin poder.

Resistió durante seis horas con una metralleta que le había regalado el Comandante Fidel Castro Ruz y que fue la primera arma de fuego que el Presidente Salvador Allende Gossens disparó jamás.

El periodista Augusto Olivares Becerra, que resistió a su lado hasta el final, fue herido varias veces y murió desangrándose en la asistencia pública.

Hacia las cuatro de la tarde el general de división Javier Palacios Ruhmann, logró llegar hasta el segundo piso, con su ayudante René Riveros Valderrama y un grupo de oficiales. Allí entre las falsas poltronas Luis XV y los floreros de Dragones Chinos y los cuadros de Rugendas del salón rojo, el Presidente Salvador Allende Gossens los estaba esperando. Llevaba en la cabeza un casco de minero y estaba en mangas de camisa, sin corbata y con la ropa sucia de sangre. Tenía la metralleta en la mano.

El Presidente Allende Gossens conocía al general Palacios Ruhmann. Pocos días antes le había dicho a Augusto Olivares que aquel era un hombre peligroso, que mantenía contactos estrechos con la Embajada de los Estados Unidos. Tan pronto como lo vio aparecer en la escalera, el Presidente Allende Gossens le gritó: “Traidor”, y lo hirió en la mano.

El Presidente Allende Gossens murió en un intercambio de disparos con esa patrulla. Luego todos los oficiales en un rito de casta, dispararon sobre el cuerpo. Por último un oficial le destrozó la cara con la culata del fusil.

La foto existe: la hizo el fotógrafo Juan Enrique Lira, del periódico El Mercurio, el único a quien se permitió retratar el cadáver. Estaba tan desfigurado, que la Señora Hortensia Bussi Allende, su esposa, le mostraron el cuerpo en el ataúd, pero no permitieron que le descubriera la cara.

Había cumplido 64 en el julio anterior y era un Leo perfecto: tenaz, decidido e imprevisible.

Lo que piensa el Dr. Allende Gossens sólo lo sabe el Dr. Allende Gossens, me había dicho uno de sus ministros. Amaba la vida, amaba las flores y los perros, y era de una galantería un poco a la antigua, con esquelas perfumadas y encuentros furtivos.

Su virtud mayor fue la consecuencia, pero el destino le deparó la rara y trágica grandeza de morir defendiendo a bala el mamarracho anacrónico del derecho burgués, defendiendo una Corte Suprema de Justicia que lo había repudiado y había de legitimar a sus asesinos, defendiendo un Congreso miserable que lo había declarado ilegítimo pero que había de sucumbir complacido ante la voluntad de los usurpadores, defendiendo la voluntad de los partidos de la oposición que habían vendido su alma al fascismo, defendiendo toda la parafernalia apolillada de un sistema de mierda que él se había propuesto aniquilar sin disparar un tiro.

El drama ocurrió en Chile, para mal de los chilenos, pero ha de pasar a la historia como algo que nos sucedió sin remedio a todos los hombres de este tiempo, que se quedó en nuestras vidas para siempre.










TESTIMONIO DE LA DRA. BEATRIZ ALLENDE BUSSI, HIJA DEL COMPAÑERO PRESIDENTE DR. SALVADOR ALLENDE GOSSENS, PLAZA DE LA REVOLUCIÓN, HABANA/ CUBA, 1974.
Este testimonio fue extraído del libro: “Grandes Alamedas que narra el combate del heroico Compañero Presidente Dr. Salvador Allende Gossens, en el Palacio de la Moneda, del autor Jorge Timossi/ Agencia Prensa Latina/1974. Traducido al alemán, francés e inglés, por la Señora Gerda Büttcher, Directora de la Revista Latinoamérica, Un Pueblo Continente/ Berlín, 11 de Septiembre de 1977, Universidad de Humbolt/ República Democrática Alemana:
“No vengo a pronunciar un discurso, vengo sencillamente a decirle a este pueblo solidario y fraterno cómo fueron las horas que vivimos en el Palacio de la Moneda en la mañana del día 11 de septiembre
Vengo a decirles a ustedes cuál fue la actitud, cuál fue la acción y cuál fue el pensamiento del compañero presidente Salvador Allende Gossens bajo el ataque de los militares traidores y fascistas.
El pueblo cubano, desde luego, conoce la realidad, pero en muchos otros países la campaña de mentiras levantadas por la junta fascista y secundada por las agencias del imperialismo norteamericano pretende correr una cortina sobre los hechos que ocurrieron en La Moneda, trinchera de combate del presidente Allende.
Vengo a ratificarles que el presidente de Chile combatió hasta el final con el arma en la mano. Que defendió hasta el último aliento el mandato que su pueblo le había entregado, que era la causa de la revolución chilena, la causa del socialismo.
El Compañero Presidente Salvador Allende Gossens cayó bajo las balas enemigas como un soldado de la revolución, sin claudicaciones de ningún tipo, con la absoluta confianza, con el optimismo de quien sabe que el pueblo de Chile se sobrepondría a cualquier revés y que lucharía sin tregua hasta conquistar la victoria definitiva.
El cayó con invariable confianza en la fuerza de su pueblo, con plena conciencia del significado histórico que habría de tener su actitud al defender con su vida la causa de los trabajadores y de los humildes de su patria.
Pero hay algo más: Cuba y el Comandante Dr. Fidel Castro Ruz estuvieron presentes en sus palabras y en su corazón en aquellos instantes difíciles. Fuimos testigos de su lealtad hasta la muerte, de los lazos de profundo afecto que lo ataban a este pueblo, a su revolución y a su comandante en jefe, Dr. Fidel Castro Ruz.
Prácticamente todo el último mes que precedió al infausto golpe del 11 de septiembre lo vivimos en guardia permanente. Apenas pasaba un día sin que surgieran rumores de alzamientos militares y de golpes de estado.
Esa mañana del martes 11 recibimos noticias inquietantes y supimos que el Compañero Presidente Dr. Allende Gossens muy temprano había marchado hacia Palacio. Hacia allá nos dirigimos aún sin conocer la magnitud de lo que estaba ocurriendo.
Fue sólo en el trayecto hacia La Moneda, al tener que sortear en varias oportunidades las barreras de Carabineros, quienes en franca actitud hostil impedían el paso hacia la casa de gobierno, lo que nos hizo comprender la gravedad de la situación.
Logramos llegar a La Moneda aproximadamente faltando diez minutos para las nueve. En su interior estaba la guardia normal de Carabineros, los cuales tenían a su cargo la protección de Palacio. No obstante, antes de entrar al edificio habíamos visto a carabineros de los alrededores en plan de rendición o de plegarse al golpe de Estado.
En La Moneda confirmamos de inmediato que se trataba de un golpe de estado completo con la participación de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y Carabineros.
Dentro del edificio el clima era de actividad combativa, apoyaban al presidente un grupo mayor que lo habitual de compañeros de su seguridad personal, los cuales habían ocupado sus puestos de combate. Se había distribuido el escaso armamento pesado. Además, se integró un grupo del Servicio de Investigaciones que siempre trabajó en coordinación con los compañeros de seguridad personal del Compañero Presidente Dr. Salvador Allende Gossens.
Se encontraban también un grupo de ministros, subsecretarios, exministros, técnicos, personal de prensa y de radio. Estaban presentes médicos, enfermeros, personal de la planta administrativa de La Moneda, los que no quisieron abandonar el lugar, decidiéndose a combatir junto al Compañero Presidente Dr. Allende Gossens. Encontrándose, por último, sus colaboradores más cercanos. Formando parte de este grupo, once valientes y consecuentes mujeres chilenas…
Al pasarle una de las numerosas llamadas telefónicas que se estaban recibiendo, lo vi por primera vez en ese día. Estaba sereno, escuchaba con tranquilidad las diferentes informaciones que se le entregaban y daba órdenes y respuestas que no admitían discusión.
Personalmente había recorrido ya y recorrería en varias ocasiones más los puestos de combate corrigiendo la posición de fuego de algunos compañeros.
Pronto se iniciaría el fuego de infantería, el ataque de los tanques y de la artillería golpista fascista sobre el Palacio Presidencial. Nuestros compañeros respondían con sus armas.
Supimos que desde temprano los militares golpistas conminaban repetidamente al Compañero Presidente para que se rindiera, pero él rechazó siempre en forma tajante e inapelable todos los ultimátums que le hicieron los fascistas golpistas.
Jamás le observamos dudar un sólo instante. Por el contrario, siempre reafirmaba su decisión de combatir hasta el final y de no entregarse a los militares traidores, a los que ya llamaba por sus nombres: fascistas.
También supe que desde por la mañana había recibido visitas y continuaría recibiendo llamadas de los partidos de la Unidad Popular y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, manifestándoles sus decisiones de combatir.
Le llamó por teléfono en varias ocasiones uno de los generales traidores llamado Baeza. Supe también que le habían ofrecido un avión donde podía irse con su familia y colaboradores para el lugar donde él quisiera. El Compañero Presidente les respondió que como generales traidores no podían conocer lo que era un hombre de honor, despidiéndolos, indignado, con tan fuertes palabras que no pudiéramos repetir aquí.
El Compañero Presidente tomaba medidas para librar un combate largo, se desplazaba continuamente de un lugar a otro. Pidió se revisaran los lugares más seguros para proteger a los combatientes de los futuros bombardeos aéreos. Se informaba de la cantidad de alimentos y agua almacenada.
Impartió órdenes de que el grupo médico tuviese listo el pabellón quirúrgico para atender a los heridos. Designó a un compañero para que agrupara a las mujeres y llevarlas a un lugar seguro mientras se les convencía de que debían abandonar La Moneda.
Pidió que se quemara la documentación, incluso la personal, que pudiera comprometer a otros revolucionarios. Envió hacia el exterior a tres compañeros, dos de ellos mujeres, a cumplir una misión en favor de la futura resistencia.
Ya en aquellos momentos supimos que los carabineros destinados a la protección de Palacio se habían plegado a la junta fascista.
Pude después conversar un momento a solas con el Compañero  Presidente. Me dijo otra vez que iba a combatir hasta el final. Que para él estaba sumamente claro lo que iba a pasar, pero que tomaría las medidas para que el combate se librara de la mejor forma. Que iba a ser duro, en condiciones desventajosas. Sin embargo, agregó que era consciente de que ésa era la única actitud que le cabía como revolucionario, como presidente constitucional, defendiendo la autoridad que el pueblo le había entregado. Y al no rendirse ni entregarse jamás, dejaría en evidencia a todos los militares traidores y fascistas.
Manifestó su preocupación por las compañeras que estaban allí, por su hija Isabel. Que todas deberían salir del Palacio y además preocuparnos de mamá, porque se estaba combatiendo en Tomás Moro y ella se encontraba allí.
Me dijo luego que se sentía en cierto modo aliviado de que este momento hubiese llegado, porque así las cosas quedaban definidas y quedaba liberado de la incómoda situación que lo había mortificado en los últimos tiempos, en que mientras era el Presidente de un -Gobierno Popular, por otro lado las Fuerzas Armadas, valiéndose de la llamada Ley de Control de Armas, venían reprimiendo a los obreros, allanando industrias y vejando a sus trabajadores. Esto ya me lo había dicho antes.
Su presencia de ánimo era extraordinaria, con gran disposición de combatir. En sus palabras se reflejaba la serena visión de los acontecimientos y del rumbo que necesariamente habría de tomar la lucha revolucionaria.
Planteó que lo importante era la conducción política futura. Asegurar una dirección unitaria de todas las fuerzas revolucionarias; que los trabajadores iban a necesitar una conducción política unitaria. Que por eso él no deseaba allí sacrificios estériles e inútiles; que habría que esforzarse por lograr esa dirección política unitaria que encabezara la resistencia que comenzaba ese día, y que para ella se necesitaría una acertada conducción política.
Prácticamente esto mismo les planteó a los ministros y colaboradores, a los cuales reunió en el Salón Toesca. Les reiteró una vez más su decisión de defender con su vida la autoridad presidencial, el mandato que el Pueblo Chileno le entregara. Agradeció la colaboración de ellos durante esos tres años, ordenando a los hombres que estuvieran armados a retomar un puesto de combate, y a los que estaban desarmados, que lo ayudaran, primero a convencer a las mujeres que debían abandonar La Moneda, y luego hacerlo ellos, porque no quería sacrificios inútiles, cuando lo importante iba a ser la organización y la dirección de la clase trabajadora.
Allí fue la última vez que vi a uno de sus amigos y colaboradores más cercanos, el amigo de la revolución cubana, el compañero periodista Augusto Olivares, quien iba arma en mano a ocupar su posición de fuego.
Las mujeres y otros compañeros pasamos los últimos ratos cerca del pabellón quirúrgico y en el único pequeño local subterráneo, donde se almacenaba papel. El presidente llegó hasta allí con su casco militar verde olivo. Empuñaba un fusil automático AK que le había regalado el Comandante Fidel Castro Ruz con la leyenda: «A mi compañero de armas».
Se avecinaba el bombardeo aéreo. Los aviones pasaban haciendo vuelos rasantes. En forma enérgica nos ordenó, sin más dilación, que las compañeras deberían abandonar de inmediato el palacio. Se fue dirigiendo a cada una de nosotras en forma individual explicándonos el por qué seríamos más útiles afuera y del compromiso revolucionario a cumplir.
Volvió a plantear que lo importante era la organización, la unidad y la conducción política de su Pueblo.
A mi me reprochó que estuviera ahí con este embarazo, que mi deber era irme junto a los compañeros de la embajada de Cuba. Me hizo saber que había sufrido como en carne propia las provocaciones y agresiones de que habla sido víctima la representación diplomática cubana en los últimos meses. Que creía que ese día iban a ser provocados, que podría haber combate. Y que por eso debería estar junto a ellos.
Personalmente nos condujo hacia la puerta de salida por la calle Morandé. Ahí tomó la decisión de pedir un alto al fuego y un jeep militar para que las compañeras pudieran salir sin problema. Minutos antes había barajado la posibilidad de que nos tomaran como rehenes para exigirle una vez más su rendición. Pero nos dijo que de ser capaces de hacer eso, no lo harían vacilar; que, al contrario, ésta sería una prueba más ante el pueblo chileno y el mundo entero hasta dónde llegaba la traición y el deshonor del fascismo y que esto sería para él un motivo más para combatir.
Así lo dejamos justo antes de iniciarse el bombardeo aéreo, combatiendo junto a un pequeño grupo de revolucionarios, donde también quedaba, una compañera que se ocultó para combatir con ellos. Y ésta es, compañeros, la imagen que conservo del Compañero Presidente; ésta es la imagen, queridos hermanos de Cuba, que quisiera hoy dejar en la mente y en el corazón de cada uno de ustedes.
Imagen que se levanta con orgullo revolucionario en esta plaza, donde hace sólo unos meses alzó su voz emocionada para traerles el mensaje solidario y agradecido de nuestra patria, de nuestros trabajadores, de sus niños, mujeres y ancianos.
En este acto solidario con el Pueblo de Chile quisiera decirles lo que me pidió el Compañero Presidente,  les trasmitiera a ustedes.
Me lo confió en el Palacio de la Moneda bajo el combate: dile al Comandante Fidel Castro Ruz, que yo cumpliré con mi deber. Hay que lograr la mejor conducción política unitaria para el Pueblo de Chile.
Señaló que se iniciaba ese día una larga resistencia y que Cuba y los revolucionarios tendrían que ayudarnos en ella.
Hoy, desde este territorio libre en América, podemos decirle al Compañero Presidente Dr. Salvador Allende Gossens: tu pueblo no claudicará, tu pueblo no plegará la bandera de la revolución; la lucha a muerte contra el fascismo ha comenzado y terminará el día en que tengamos el Chile libre, digno, soberano, culto, socialista y solidario  por el que combatiste y entregaste tu vida heroicamente.

Compañero Presidente Dr. Salvador Allende Gossens, ¡Venceremos!

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