viernes, 24 de enero de 2025

Estados Unidos asume el gobierno de Líbano de facto

Estados Unidos asume el gobierno de Líbano de facto

Latino América/Red latina/Enred/Other news/ADDHEE.ONG:


El nombramiento del general Joseph Aoun como presidente de Líbano confirma la tutela de Estados Unidos sobre el país, la influencia de sus aliados árabes y la sumisión de gran parte de la corrupta clase política libanesa a ambos. El objetivo es obligar a Hezbollah a abandonar la resistencia armada contra Israel y transformarse en otro partido político libanés.

Es casi imposible hablar de elecciones democráticas cuando sólo había un candidato, el comandante del ejército. Tampoco podemos hablar de soberanía cuando la lista de invitados a la votación parlamentaria la completó la embajadora de Estados Unidos, en su calidad de organizadora del evento y dirigente de facto del país.

Lo que muchos libaneses celebraron como una unión nacional fue la culminación de un plan calculado por Estados Unidos e Israel que se ha implementado en varias etapas. Comenzó empobreciendo al pueblo libanés destruyendo su economía, robando sus ahorros, colapsando su moneda y destrozando su otrora renombrado sistema bancario.

Si hay que felicitar, no al parlamento libanés ni a la mayoría de sus miembros, sino al enviado estadounidense y veterano del ejército israelí, Amos Hochstein. Sus múltiples visitas a Líbano, cuyo primer éxito fue la desastrosa demarcación de la frontera marítima que otorgó a Israel el bloque Karish, rico en hidrocarburos, prepararon el terreno para este resultado con la ayuda de algunas fuerzas sumisas de Líbano. Hochstein preparó la trampa y supervisó el proceso de captura al servicio del proyecto sionista colonialista israelí en la región, empezando por la sede del más poderoso de sus movimientos de resistencia.

La implementación de este plan estadounidense-israelí contra Líbano comenzó hace unos meses con la guerra genocida que tuvo como blanco deliberado la base de apoyo civil de la resistencia bombardeando aldeas en el sur de Líbano, los suburbios del sur de Beirut y la región de la Bekaa.

Esta guerra fue coronada por el alto el fuego, concluido un día antes del derrocamiento del gobierno sirio, uno de los principales canales de apoyo a la resistencia libanesa. Celebraciones aparte, podemos predecir lo que nos depara el futuro leyendo las líneas del discurso de Aoun después de prestar juramento.

En primer lugar, afirmó el derecho del Estado libanés al monopolio de las armas. En la práctica, eso significa que el sueño sionista/estadounidense de desarmar a la resistencia libanesa se va a hacer realidad. Eso sólo puede hacerse voluntariamente o mediante un enfrentamiento militar. Lo cual significa que se avecina una crisis en el horizonte en Líbano.

Aoun no pronunció la palabra “resistencia” en su discurso, ni se refirió a sus sacrificios ni le agradeció por liberar el sur.

En segundo lugar, Aoun insistió en que los campamentos palestinos serán desarmados y colocados bajo control militar y que impedirán el reasentamiento de refugiados palestinos, supuestamente para proteger su derecho a regresar. Los campamentos sólo pueden ser desarmados siendo invadidos por la fuerza. Esto significa que llegarán más problemas.

En tercer lugar, Aoun pidió que se discuta una estrategia de defensa integral que permita al ejército libanés poner fin a la ocupación israelí del territorio libanés. Aquí hay una gran paradoja. ¿Cómo puede poner fin a la ocupación un ejército que no pudo defenderse del último asalto israelí que mató a varios de sus miembros, que está pagado por Estados Unidos y que no pudo evitar la destrucción de otras aldeas en el sur, incluso después de firmar un alto el fuego?

El nuevo presidente libanés se apresuró a prometer que no disfrutará de ninguna inmunidad en caso de corrupción o delito. ¿Pero cómo puede lograrlo cuando la mayoría de sus votantes son corruptos y ladrones de fondos públicos y una gran proporción de ellos se benefician de la protección de Estados Unidos y Francia?

Uno no puede evitar preguntarse si la ONU e Israel podrían haber logrado todos estos resultados si Hasan Nasrallah todavía estuviera vivo, si Hezbollah estuviera en su punto más fuerte y si la mayoría de sus principales dirigentes no hubieran sido asesinados, y si ciertos dirigentes libaneses no hubieran conspirado en su contra.

Por enésima vez, los acólitos árabes de Estados Unidos utilizan todas sus habilidades para apoyar a Israel y sus planes de expansión. Basta con preguntar a los firmantes de los acuerdos de Camp David, Oslo y Wadi Arba dónde están hoy, de 30 a 50 años después. Pregúntenles a los libios, sudaneses, irakíes y algunos yemeníes que confiaron en las promesas estadounidenses.

Líbano y todos los Estados árabes que se han sometido al dictado estadounidense se están ahogando en deudas que la mayoría de ellos ya no tienen medios para hacer frente.

Con la profusión de puñales blandidos, el mundo árabe está pasando por una fase oscura y sombría. Pero inevitablemente saldrá de ahí, ya sea en un plazo más o menos largo.

Gaza: tregua engañosa

Editorial – La Jornada  de México/ ADDHE.ONG

Tras meses de estancamiento por la intransigencia israelí, ayer se anunció que Tel Aviv y Hamas alcanzaron un acuerdo para un alto el fuego en la franja de Gaza. Si todo sale conforme a lo pactado, el proceso tendrá una primera fase de 42 días en la que cesarán los bombardeos y ataques indiscriminados contra la población palestina, Hamas liberará a 33 rehenes israelíes con prioridad en mujeres (tanto civiles como militares), niños y adultos de más de 50 años de edad, mientras Israel soltará a 30 personas secuestradas a cambio de cada rehén civil y a 50 por cada mujer de sus fuerzas armadas.

En la segunda fase, también de 42 días, se declararía una calma sostenible en la que Hamas pondría en libertad al resto de los rehenes en permuta por un número no negociado de rehenes palestinos y se daría el retiro total de las tropas israelíes de la franja. En la tercera y última fase, cuya duración permanece indeterminada, se intercambiarían restos mortales, se aplicaría un plan de reconstrucción en Gaza y se permitiría la reapertura de los cruces fronterizos, actualmente cerrados por Israel a fin de convertir al enclave en el mayor campo de concentración y exterminio del mundo.

Es entendible la respuesta jubilosa de los gazatíes, quienes por primera vez en más de 450 días acarician la posibilidad de entablar una conversación, de caminar entre los escombros y de irse a dormir sin el terror de que un misil los aniquile a ellos o a sus familias.

Sin embargo, la tregua está muy lejos de significar la paz, no sólo porque el plazo de 84 días para poner en marcha la reconstrucción es inadmisible cuando la práctica totalidad de los 2.4 millones de habitantes ha perdido su hogar, su fuente de empleo, su centro educativo y todo lo que humaniza la vida, sino también porque no existe paz sin justicia, y ésta seguirá negada en tanto permanezca en el gobierno de Israel el grupo racista, integrista y apologista de la limpieza étnica encabezada por Benjamin Netanyahu.

Tampoco se puede hablar de paz sin libertad, condición vedada a la Nación Palestina por el bloqueo israelí-estadunidense a la solución de dos estados, acorde con resoluciones de la ONU y respaldada por la gran mayoría de la comunidad internacional. La ausencia de cualquier medida para frenar el delirante armamentismo de Israel e impedir la reanudación del genocidio significa que, en los hechos, el alto el fuego está sujeto al capricho o a las conveniencias políticas de la camarilla ultraderechista sionista colonialista genocida enquistada en Tel Aviv.

Por añadidura, para lograr una paz duradera es imperativo terminar con todas las formas de violencia ejercidas por Occidente contra el pueblo palestino, incluida la violencia del lenguaje que llama terroristas a quienes defienden sus hogares de la maquinaria de aniquilación sionista  genocida, prisioneros a los miles de rehenes palestinos secuestrados indefinidamente por Tel Aviv, y autodefensa a la imposición de un régimen colonial que no envidia nada en agresividad y racismo a los antiguos imperios español, británico, francés, ni al empresario más sanguinario de la historia, Leopoldo II de Bélgica, o a los autores del apartheid sudafricano. Sobre todo, es una bofetada a la Humanidad llamar guerra al genocidio: no puede hablarse de guerra cuando un país ha sido arrasado por las bombas, los tanques y los buldóceres mientras el otro sale intacto de 15 meses de operaciones bélicas; no hay guerra cuando no existen dos ejércitos, sino uno solo que extermina de modo sistemático a un grupo humano y concentra su saña en mujeres y niños desarmados y famélicos. Llamar guerra a lo que ha ocurrido es una muestra de ceguera moral y decadencia civilizatoria.

Rechazar la confusión verbal es tan indispensable como garantizar la no repetición, y ello pasa por adoptar todas las medidas necesarias para que comparezcan ante la justicia todos los responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad, comenzando por Netanyahu, quien ya es requerido por la Corte Penal Internacional. Si la comunidad internacional no cumple su obligación moral de aislar diplomáticamente a Israel y obligarlo a respetar lineamientos básicos de derechos humanos, devolver las tierras palestinas, sirias y libanesas ocupadas ilegalmente y reparar el daño a las víctimas, incurrirá nada menos que en la normalización del peor genocidio en lo que va del siglo XXI.

Lo subrayado/interpolado es nuestro

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