Ártico, ¿podrá la paz perdurar a pesar de Trump?
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Por Sergio Rodríguez Gelfenstein/escritor,
historiados y analista internacional/ADDHEE.ONG:
Hasta
hace algún tiempo, poco y nada se sabía, y mucho menos se hablaba del Océano
Glaciar Ártico. Se relacionaba con una masa compacta e inexpugnable de hielo
cercana al Polo Norte en la que pueblos pacíficos desarrollaban su vida en
comunión con la naturaleza y científicos de todo el mundo desarrollaban
investigaciones. Todo ello se ha visto alterado y lo que es peor, algunas
potencias planetarias han fijado sus ojos en la región con fines militares.
Se
considera como territorio ártico a aquel que medido desde el Polo Norte hasta
el Círculo Polar Ártico (latitud 67° al norte del Ecuador), se extiende a lo
largo de unos 20 millones de kilómetros cuadrados de superficie
marítima y terrestre, de los cuales 15,5 millones corresponden al Océano
Ártico.
Los
hielos “eternos” del pasado han comenzado a desaparecer tras el avance
aparentemente indetenible del cambio climático que ha abierto el acceso a
recursos minerales desconocidos hasta ahora, al tiempo que se comienza a
vislumbrar la posibilidad de establecer el tránsito marítimo por una vía que se
anunciaba - solo unos años atrás- como de complejidad extrema para la
navegación.
En
cuanto a recursos, vale establecer que actualmente el 90% de la producción de
gas y el 60% de la de petróleo de Rusia se producen en el Ártico. La región
tiene un extraordinario 60% de las reservas de gas y petróleo de Rusia. Así
mismo, es rica en carbón, diamantes, oro, níquel, cobalto, cobre, paladio,
platino, zinc y tierras raras.
En
otro ámbito, la navegación por el Ártico acorta en gran medida la ruta
comercial de China y de Asia con Europa
y ofrece una alternativa al canal de Suez y el Estrecho de la Malaca, que podrían
ser bloqueados por una fuerza naval estadounidense en caso de desatarse un conflicto
global.
Rusia
considera que el Ártico es una vía navegable interna, lo cual plantea un
problema no tanto por su utilización como vía comercial, sino que, ante una
eventual apertura, Estados Unidos y la OTAN podrían asumir que sus barcos de
guerra pueden transitar libremente por un territorio que es de soberanía absoluta
de Rusia, lo cual ha generado controversias en el marco del derecho marítimo,
toda vez que, amparados en la Convención de las Naciones Unidas sobre el
Derecho del Mar, incluso países como
Alemania, Japón y Corea del Sur, que realizan un intenso tráfico marítimo
comercial, reclaman el derecho de paso internacional.
Moscú
ha hecho transitable la vía gracias a su flota de 40 rompehielos, incluidos
cuatro de propulsión nuclear y una nueva serie prevista. Además, se ha
propuesto desarrollar la región como zona turística y ha planeado
construir en ella nuevas ciudades,
puertos, aeropuertos y desarrollar polos científicos e informáticos.
En
el caso de China, aunque no es un Estado
ártico, ha manifestado algunas reivindicaciones en el marco de las leyes
internacionales respecto de sus pretensiones en la región. En ese marco reclama
derechos relacionados con la investigación científica, la navegación, el
sobrevuelo, la pesca, el tendido de cables submarinos y tuberías en altamar y
otras áreas marítimas relevantes en el Océano Ártico, y derechos a la
exploración y explotación de recursos en la zona. En la búsqueda de consolidar
la vía como ruta alternativa, en 2012, un rompehielos chino realizó un tránsito
completo a través del Ártico hasta Islandia.
En
el entorno del Ártico existen territorios soberanos de Rusia, Estados Unidos
(Alaska), Canadá, Dinamarca (Groenlandia), Noruega e Islandia. Algunos de estos
países reclaman una parte del territorio de esta región: Estados Unidos (10%),
Canadá (25%), Dinamarca (20%), Rusia (50%) y Noruega (5%).
Más
recientemente, el presidente de Estados Unidos Donald Trump ha fijado su mirada
en la zona y ha manifestado su deseo de apropiarse de Groenlandia (la isla más
grande del mundo) hoy bajo dominio colonial de Dinamarca. Sumado a ello,
Trump ha revelado su deseo de hacerse de
otro importante territorio ártico cuando ha dicho que Canadá debería
incorporarse a Estados Unidos. De esta
manera, ha puesto presión sobre dos de
sus aliados más cercanos, ambos socios
en la OTAN.
La
relevancia del Ártico como asunto de seguridad global no es nueva, toda vez que
los países que tienen territorio sobre sus costas han tratado de preservar su
presencia en él, pero ha sido en fechas más cercanas cuando ha cobrado una
inusual notabilidad estableciéndose una rivalidad estratégica nunca antes
vista. Por un lado, Rusia y China y por el otro, Estados Unidos y la OTAN.
Estados
Unidos ha instalado radares de largo alcance en Alaska a partir de la hipótesis
de que un conflicto en la región podría tener incidencia en otros escenarios.
Según Christopher Rierson, capitán del Comando de Operaciones Especiales Norte
de Estados Unidos, una deliberada ausencia en el Ártico podría afectar a su
país “por la interrupción de la infraestructura de proyección de poder, lo que
podría comprometer el despliegue de capacidades avanzadas en el Indo-Pacífico y
otros escenarios". Por ello,
Washington planea ampliar su base aérea de Thule en Groenlandia, que
alberga a la Fuerza Espacial de Estados Unidos y una red global de sensores de
advertencia de misiles.
En
esa medida, la presencia militar de Estados Unidos ha ido creciendo
aceleradamente. En febrero de 2023 realizó durante un mes los ejercicios
militares Arctic Forge 23, Defense Exercise North y Joint Viking
en el Ártico.
Estas prácticas bélicas poco publicitadas fueron en conjunto con Finlandia y
Noruega con el objetivo de “demostrar preparación mediante el despliegue de una
fuerza creíble en combate para aumentar el poder en el flanco norte de la OTAN”
según la información entregada por el Comando Europeo del Departamento de Defensa
de Estados Unidos. Participaron miembros de las fuerzas armadas de Estados
Unidos, Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Dinamarca, Finlandia y Noruega.
En
este contexto Robert O´Brien quien fuera Consejero de Seguridad nacional
durante el primer gobierno de Donald Trump afirmó que Groenlandia es "una
autopista desde el Ártico hasta América del Norte", y agregó que el
Ártico "va a ser el campo de batalla crítico del futuro porque a
medida que el clima se calienta, el Ártico va a ser una vía que tal vez incluso
reduzca el uso del canal de Panamá". Tal vez, sea este el hilo conductor
entre dos temas a los que Trump le ha dado gran relevancia al afinar sus prioridades
de política exterior.
Por
su parte, la presencia de Rusia en el Ártico es trascendente toda vez que su
frontera norte yace sobre su territorio. Eso la ha llevado a modernizar sus
bases militares, mejorar su flota de submarinos y ampliar como ningún otro país
su flota de rompehielos. Las inversiones rusas y chinas en la región también
han crecido.
En
otro ámbito, este territorio no ha estado exento de disputas territoriales, no
solo entre los países que poseen espacios terrestres o marítimos sobre el
Ártico y que han reivindicado soberanía sobre partes del mismo. Otros, como
Suecia, Finlandia y China que no la tienen, han entrado en una controversia que
apunta a la difícil tarea de definir límites de la plataforma continental y
delimitar los espacios marítimos.
Un
tratado firmado en París en 1920 estableció soberanía de cinco países sobre la
región: Rusia, Estados Unidos, Dinamarca, Noruega y Canadá pero la Convención
de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1987 cambió los parámetros sobre
los que se sustenta el Tratado de París,
que no dice nada sobre la división sectorial del territorio. Rusia ratificó la Convención
en 1997, pero Estados Unidos aún no lo ha hecho.
En
1996 se creó el Consejo Ártico como espacio intergubernamental en el que
se deben discutir los asuntos a los que
se enfrentan los gobiernos de los países árticos y
los representantes de pueblos indígenas de la región. En 2022, tras el inicio
de la operación militar especial de Rusia en Ucrania los siete miembros
occidentales (Noruega, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Suecia y Estados
Unidos) decidieron comenzar a funcionar sin Rusia. Esta disposición eliminó
cualquier posibilidad de cooperación en
el área.
Estados
Unidos ha decidido incrementar su presencia militar y también diplomática en la
zona creando el puesto de “Embajador en misión especial para la región del
Ártico”, además comenzó a desarrollar Fuerzas de Operaciones Especiales de su
Ejército para el Ártico.
En
particular se debe considerar la situación de los pueblos originarios de la
región: los inuit (llamados comúnmente esquimales) que viven en Alaska , Groenlandia
y Canadá (una población total de 180.000 personas) y los sami que tienen su
hábitat en los otros países (20.000 en
Suecia, 50.000 en Noruega, 8.000 en Finlandia y 2.000 en Rusia). Al parecer todo debate sobre la región, obvia
consultarlos a ellos que son los verdaderos dueños del territorio.
Ambos
pueblos tienen una organización que rebasa los Estados nacionales coordinando
acciones en función de su identidad y de intereses comunes. Los sami poseen un
concejo compuesto por tres parlamentos que representan a los pueblos indígenas
de Suecia, Noruega y Finlandia. Los samis rusos están representados por ONG
pero se han dividido en cuanto a su apoyo a la operación militar rusa en
Ucrania, una vez que, los que apoyaban a Moscú
fueron excluidos de la instancia.
En
términos geopolíticos, la reciente cercanía de Rusia y China plantea
preocupaciones a Estados Unidos y a Occidente en general. Sin poder dejar de
considerar que la frontera norte de Rusia ocupa más de la mitad de la costa del
océano, la alianza con Beijing le ofrece al gigante asiático una ruta marítima para su comercio con
Europa. En una dimensión menor, se han visto – más allá de otras consecuencias-
las repercusiones para la economía europea del cierre del espacio aéreo ruso
para naves de países del Viejo Continente en represalia a igual medida tomada
por Europa. Una decisión similar en las
vías marítimas, acarrearía grandes daños económicos a Europa.
En
resumen, la situación en el Ártico se ha tornado altamente explosiva, sobre
todo por la intención del nuevo presidente de Estados Unidos de incursionar en
la región por la fuerza. Tras la incorporación de Finlandia y Suecia a la OTAN,
Rusia debe enfrentar la expansión de esta organización guerrerista también en
esta región trascendente para sus intereses geopolíticos estratégicos.
El
pretérito de tranquilidad y armonía de la región tan hermosamente relatado en
las dos novelas de Hans Ruesch “El país de las sombras largas” y “Regreso al
país de las sombras largas”, parece no tener cabida en el futuro. La creciente
presencia militar y la ambición expansionista de Estados Unidos y la OTAN
amenazan con romper el equilibrio cuidadosamente mantenido incluso durante la
guerra fría. Es de esperar que prime la sensatez (tan escasa y alejada de los
escenarios diplomáticos de los últimos tiempos) y el Ártico pueda seguir siendo
un espacio de armonía para los pueblos de la región y para todo el mundo.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
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