Una negociación sin alma: el falso armisticio de Trump y Netanyahu
Diario red, el Clarín de Colombia, el nortino de Chile,
el Clarín de Chile, Jornada de México, Xinhua.net, la Haine, enred sin
fronteras, red latina sin fronteras, telesur, publico.es, Amy Goodman/Colombia
University, el Sur Andino.
El nuevo intento de paz en Gaza,
auspiciado desde Washington y escenificado en Sharm el Sheij, Egipto, llega
rodeado de una escenografía diplomática que recuerda más a una partida de
ajedrez global que a una negociación de buena fe. Se habla de urgencia, de
acuerdos al “90%” y de plazos que “no pueden durar semanas ni siquiera días”.
Pero detrás de la retórica y los comunicados oficiales, lo que se despliega es
un complejo juego de presiones, propaganda y supervivencia política.
Por un lado,Israel continúa bombardeando la Franja
con una intensidad casi idéntica a la de los días previos a la propuesta de
paz. Más de un centenar de palestinos han muerto desde que Trump exhortó a
Netanyahu a cesar “inmediatamente” los ataques. Las palabras del presidente
estadounidense son, sin embargo, un espejismo: Israel no ha ordenado ningún
alto el fuego. Solo ha reducido selectivamente algunos ataques, manteniendo el
mensaje de fuerza que Netanyahu necesita para sostener su liderazgo en un
momento de debilidad política interna.
El plan, presentado como una salida al conflicto,
es en realidad una hoja de ruta unilateral redactada en Washington y retocada
por Jerusalén. Hamás apenas ha tenido margen para plantear objeciones, y aun así
pretende hacerlo ahora en Egipto. Pero el Gobierno israelí se ha apresurado a
blindar sus condiciones: no habrá cumplimiento de ningún punto del acuerdo
mientras los rehenes sigan en manos de Hamás. Este último, debilitado y sin
aliados sólidos, intenta ganar tiempo y legitimidad planteando objeciones que
sabe imposibles de aceptar sin consecuencias.
En este tablero, Donald Trump juega su propia partida.
Desde la campaña presidencial, busca recuperar protagonismo internacional con
gestos de fuerza que le devuelvan el aura de negociador todopoderoso. Su
advertencia de “aniquilación completa” si Hamás se aferra al poder no es tanto
una estrategia diplomática como un mensaje electoral hacia su base más dura. A
su lado, figuras como Jared Kushner y el empresario Steve
Witkoff preparan su desembarco en las conversaciones, más como
representantes del poder económico que como diplomáticos tradicionales.
Kushner, en particular, ha hablado abiertamente de Gaza como una “oportunidad
inmobiliaria”, expresión que retrata con precisión el sesgo con el que la Casa
Blanca observa la tragedia palestina.
Egipto, Qatar y Turquía intentan ejercer de
mediadores, pero su papel es más simbólico que decisivo.Ninguno posee la
influencia suficiente para obligar a Israel a cesar los ataques ni a Hamás a
desarmarse. Las negociaciones en Sharm el Sheij son, en el fondo, un escaparate
de equilibrios regionales: El Cairo busca mantener su papel histórico de
mediador, Doha defiende su conexión con la rama política de Hamás, y Ankara, de
la mano de Erdogan, aprovecha su relación personal con Trump para
reposicionarse como actor relevante en Oriente Próximo.
El supuesto “plan de paz” no esconde su asimetría.
A cambio de la liberación de unos 48 rehenes —la mayoría fallecidos—, Israel
obtendría la excarcelación de 2.000 presos palestinos, pero sin comprometerse a
retirar sus tropas ni a levantar el asedio. La Franja seguiría bajo control militar y el futuro de su administración
quedaría en manos de una “autoridad tecnocrática palestina”, tutelada y sin
presencia de Hamás. Es decir, una estructura política impuesta desde el
exterior, concebida más para garantizar la seguridad israelí que para construir
un Estado palestino viable.
Detrás de cada anuncio de “progreso” diplomático,
los hechos siguen desmintiendo las palabras. Los hospitales de Gaza informan
cada día de nuevos ataques y víctimas civiles, mientras Israel justifica sus
bombardeos como “acciones defensivas”. En paralelo, las potencias occidentales
buscan presentar el proceso como una transición hacia la estabilidad, cuando en
realidad se trata de un intento de redefinir la región bajo un nuevo orden
tutelado por Washington y sus aliados.
El problema de fondo
para obtener La Palestina libre y soberana.
El problema de fondo sigue siendo el mismo que
desde hace décadas: se negocia la paz
sin hablar de justicia, se exige seguridad sin garantizar dignidad. Gaza no
necesita más planes, sino una voluntad real de poner fin a la violencia
estructural que la asfixia. Y eso, ni Trump, ni Netanyahu, ni las milicias
islamistas parecen dispuestos a asumirlo.
La historia reciente enseña que las treguas sin
reconciliación solo aplazan el conflicto. Gaza, como tantas veces, es hoy el
espejo donde se refleja la hipocresía internacional: todos hablan de paz, pero
nadie está dispuesto a pagar su precio.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
Netanyahu y la doctrina del «Lebensraum o espacio vital». Así funciona el nazisionismo ...
Diario red, el Clarín de Colombia, el nortino de Chile, el Clarín de Chile,
Jornada de México, Xinhua.net, la Haine, enred sin fronteras, red latina sin
fronteras, telesur, publico.es, Amy Goodman/Colombia University, el Sur Andino.
Lebensraum significa «espacio vital» en alemán y es un
concepto geopolítico, popularizado por geógrafos como Friedrich Ratzel, que
postula que un pueblo necesita expandirse territorialmente para desarrollarse y
asegurar su supervivencia y prosperidad, influyendo así en la política y las
relaciones de poder internacionales.
El geógrafo Friedrich Ratzel fue el primero en aplicar el
término en su libro Politische Geographie (1897), describiendo cómo «la
geografía física influye en las actividades y el desarrollo de una sociedad».
Por su parte, el politólogo Rudolf Kjellén acuñó el término «geopolítica» y
basó algunas de sus ideas en las de Ratzel, defendiendo que «las fuerzas
geográficas afectan las relaciones de poder».
La idea del Lebensraum fue adoptada y pervertida por el
régimen nazi, quien la utilizó como justificación para la expansión territorial
de Alemania en Europa Oriental pues consideraba que la expansión era necesaria
para el crecimiento y la seguridad de la nación alemana nazi. Siguiendo
la estela del régimen nazi, Netanyahu habría decidido implementar el Eretz
Israel o Gran Israel, cuyos primeros pasos serían la anexión de la Franja de
Gaza, de Cisjordania y la totalidad de Jerusalén.
¿Nueva guerra regional?
Netanyahu busca una gran guerra regional para evitar los
juicios pendientes e implementar el Gran Israel y aprovechando que Rusia está
ocupada con Ucrania, China rodeada por el arco de crisis nuclear del AUKUS para
proteger a Taiwán y que las reservas estratégica de EEUU están en máximos, el
Pentágono e Israel buscarían iniciar una nueva Guerra en Oriente Medio con el
doble objetivo de secar las fuentes energéticas de China y configurar la
cartografía del Nuevo Oriente Medio.
Dicha guerra será un nuevo episodio local que se enmarcaría
en el retorno al endemismo recurrente de la Guerra Fría EEUU-Rusia e involucrar
a ambas superpotencias teniendo como colabores necesarios a las potencias
regionales (Israel, Egipto, Arabia Saudí e Irán), abarcando el espacio geográfico
que se extiende desde el arco mediterráneo (Libia , Siria y Líbano) hasta Yemen
y Somalia y teniendo a Irak como epicentro (rememorando la Guerra de Vietnam
con Lindon B. Johnson (1963-1.969).
Hacia “la
Gran Israel”...
Oriente Medio y Próximo presentan un paralelismo
sorprendente con los Balcanes y la Europa centro-oriental de los años que
provocó la Primera Guerra Mundial, tras la que los vencedores procedieron a
rediseñar las inestables fronteras de dicha zona dibujando unas fronteras
virtuales que provocaron un extenso periodo de agitación, de violencia y de
conflictos en la zona como consecuencia de los conflictos étnicos derivadas de
unas fronteras artificiales amén del choque de intereses económicos de las
principales potencias europeas en la zona.
Así, Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel buscan proceder
al rediseño de la cartografía del puzzle inconexo formado por los países de
Próximo Oriente y lograr unas fronteras estratégicamente ventajosas para
Israel, siguiendo el plan orquestado hace sesenta años de forma conjunta por el
eje anglo- judío con el respaldo de los principales aliados occidentales (Gran
Israel).
Así, el régimen de Netanyahu estaría acelerando los
plazos para implementar el endemismo del Gran Israel (Eretz Israel), ente que
intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Gran Israel (Eretz
Israel), que bebería de las fuentes de Génesis 15:18, que señala que «hace
4.000 años, el título de propiedad de toda la tierra existente entre el Río
Nilo de Egipto y el Río Eúfrates fue legado al patriarca hebreo Abraham y
transferida posteriormente a sus descendientes». Ello supondría la restauración
de la Declaración Balfour (1917), que dibujaba un Estado de Israel dotado de
una vasta extensión cercana a las 46.000 millas cuadradas y que se extendía
desde el Mediterráneo al este del Éufrates abarcando Siria, Líbano, parte
nororiental de Irak, parte norte de Arabia Saudí, la franja costera del Mar
Rojo y la Península del Sinaí en Egipto, así como Jordania, mientras la
población palestina de las actuales Cisjordania y Gaza se verá forzada a una
diáspora masiva ( nueva nakba).
Lo subrayado interpolado es nuestro.





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