La lucha contra el apartheid en Palestina y América Latina
Por Javier Tolcachier/ Telesur/ El Salto/ Prensa Mare
Argentina/ Xinhua, Other News, Sputnik, RT, Publico.es, La
Jornada de México, Red latina sin fronteras. Sur, ACHEI, Utopía,
Argentina Indymedia/ADDHEE.ONG:
En coincidencia con la
76ª conmemoración de la Nakba, tendrá lugar entre el 10 y el 12 de mayo, en
Gauteng, Sudáfrica, la Primera Conferencia Mundial contra el Apartheid en
Palestina bajo el lema «Hacia un frente mundial contra el genocidio sionista
colonialista israelí y el apartheid colonial de los colonos».
La Nakba, palabra árabe
que significa «catástrofe» o «desastre», se refiere al éxodo masivo y la
expulsión de cientos de miles de palestinos de sus hogares durante la guerra
árabe-israelí de 1948, que siguió a la declaración de independencia del Estado
de Israel. La Nakba marcó un punto de inflexión en la historia moderna de
Palestina, y es un evento profundamente significativo y doloroso para los
palestinos, que continúan luchando por sus derechos y por el reconocimiento de
su derecho al retorno a sus hogares perdidos.
No nos detendremos en
esta nota en los argumentos, sobradamente urgentes, conocidos y válidos, que
instan a detener la masacre y superar el régimen de apartheid que sufre el Pueblo
Palestino.
Sin embargo, es
relevante conectar esa lucha justa con los escenarios de acción de los
movimientos sociales que trabajan por la liberación regional y mundial.
La
causa palestina y el escenario internacional
Como es ampliamente
sabido, hoy la hegemonía anglosajona cimentada por el poder financiero, el
complejo militar-industrial, tecnológico-digital y cultural de Occidente,
además de la institucionalidad neocolonial impuesta a mitad de siglo pasado,
está siendo desafiada por la emergencia de alianzas multilaterales cada vez más
fuertes.
En este marco, el
reclamo por la identidad nacional palestina, el reconocimiento pleno de su
derecho a constituirse en Estado, el desmonte de la cotidiana agresión del
Estado de Israel contra su población y la reparación simbólica y material del
daño producido – aunque no se pueda reparar cabalmente el valor de las vidas y
las mutilaciones – se han convertido hoy en clamor y bandera mundial.
Tal centralidad no es
casual. La instalación del Estado de Israel, que para muchos judíos constituyó
en su momento la posibilidad de un refugio seguro contra las persecuciones
zaristas y nazis, entre otras, tuvo como contrapartida, en términos
geopolíticos, el establecimiento de un enclave del poder imperialista de
occidente/USA/UE/OTAN/Japón en una zona clave para el aprovisionamiento
petrolífero y el tránsito de mercancías a nivel mundial.
El respaldo financiero,
armamentista y tecnológico de los Estados Unidos de América a Israel, sin el
cual el nuevo Estado no podría haberse establecido, exigió que este sirva como
un apéndice bélico de los intereses de aquel. Así, bajo la justificación de
amenazas circundantes, manifiestas o intencionalmente exacerbadas, se apuntaló
el desarrollo de tecnologías avanzadas de guerra, vigilancia, inteligencia e
incluso armamento nuclear y se construyó una sociedad altamente militarizada.
De este modo, el Estado israelí, al progresivo y brutal desalojo de la
población palestina, sumó las características de un Estado gendarme, guardián
celoso del régimen post y neocolonial en Medio Oriente.
Por ello, en este
momento en el que este viejo régimen comienza a tambalear, las fuerzas sociales
que adhieren a la nueva ola de liberación política y cultural en curso, se unen
y concentran inequívocamente con una demanda de carácter mundial en la causa
contra el apartheid en Palestina, como un potente ariete para derribar el
antiguo orden estratégico internacional todavía dominante.
La
causa palestina y el escenario regional latinoamericano y caribeño
En el caso de América
Latina y el Caribe, la cuestión, aparentemente distante, adquiere mucha
relevancia, ya que el avance relativo de las ultraderechas viene apareado con
alianzas con el establecimiento neocolonial.
La derecha continental
está no solamente ligada objetiva, cultural e históricamente a los intereses de
poder del bloque atlantista, sino que también tiene ligazones directas con el
Estado de Israel, como proveedor de avanzados sistemas de vigilancia y
represión social, desarrollados a la vera de su propia experiencia en terreno
contra la resistencia palestina.
Asimismo, es preciso
constatar la influencia negativa y decisiva del sector financiero concentrado
para los pueblos de Latinoamérica y el Caribe, sobre el que la colectividad
judía estadounidense – factor preponderante en la política exterior de apoyo a
Israel – tiene fuerte influencia.
Por otra parte, la sed
de paz, desarrollo y justicia social de los pueblos de la región contrasta
profundamente con las tendencias a la guerra y el armamentismo que se
desprenden de la matriz ideológica supremacista que caracteriza a los gobiernos
de Estados Unidos e Israel.
Bien sabemos también que
el apartheid, de manera solapada o explícita, continúa también en nuestra
región con la discriminación de los pueblos indígenas y afrodescendientes,
contra las mujeres, los colectivos de la diversidad sexoafectiva, los jóvenes y
los pobres, entre otros sectores.
Por todo ello, la
solidaridad internacionalista con la causa palestina y el establecimiento de un
Estado palestino, coincide plenamente con la necesidad de liberarse del
imperialismo atlantista y sus matrices de dominación.
Finalmente, pensamos
que, tal como sucedió en la lucha por liberar a Sudáfrica de su régimen de
segregación, la lucha por la liberación palestina debe transitar con firmeza
hacia una metodología no violenta. Metodología que, además de enarbolar su
carácter ético humanista, reste toda posible argumentación revanchista a las
represalias genocidas del fundamentalismo israelí.
Por último, entendemos
que la amplia condena internacional, tanto simbólica como práctica, similar a
la que ayudó en su momento a terminar con el apartheid en Sudáfrica, la
solidaridad de los gobiernos progresistas con la población palestina y con la
misma resistencia de muchos israelíes contra las políticas de su gobierno, son
fundamentales para cambiar el estado de cosas.
Por último, la
posibilidad de establecer una justicia transicional para los crímenes de lesa
humanidad cometidos, abre una puerta intermedia en el necesario camino hacia la
difícil pero única vía de futura convivencia, paz y reconciliación entre los
pueblos.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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