México desde abajo y a la izquierda, y sobre la derecha: La recreación zapatista
Por Arturo Landeros (*)/escritor,, periodista y
analista internacional/ ADDHEE.ONG/Lucha
internacionalista/ El Salto/ Prensa
Mare Argentina/ Xinhua, Other News, Sputnik, RT, Publico.es, La
Jornada de México, Red latina sin fronteras.Sur, ACHEI, Utopía,
Argentina Indymedia:
Es muy conocido que al amanecer del primer día del año 1994,
hace 30 años, miles de indígenas mayas tomaron por las armas las plazas de 7
municipios del estado mexicano de Chiapas, incluyendo la ciudad de San
Cristóbal de las Casas. A este hecho le siguieron 12 días de enfrentamientos
armados entre quienes se nombraron Ejercito Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN) y el ejército federal mexicano. Pero no todo el mundo sabe que esta
guerrilla maya tuvo su origen en la decisión de un puñado de militantes que lo
fundaron en 1983, y que provenían de un movimiento guerrillero del norte del
país: las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), creadas en agosto de 1969 en
Monterrey, Nuevo León.
Dado el autoritarismo del régimen del Partido Revolucionario
Institucional (PRI), que gobernó México durante casi 80 años, y su alto grado
de represión de las disidencias (como la matanza de estudiantes del 2 de
octubre de 1968 en Tlatelolco), las FLN no veían vías políticas factibles para
transformar al país. A diferencia de otras organizaciones activas en ese
entonces, las FLN consideraban que la lucha urbana no iba a ser fructífera en
las ciudades, así que fundaron un primer asentamiento en la selva chiapaneca,
en febrero de 1972, con la idea de ir creciendo y, en un tiempo, formar un
ejército popular. En 1974, las FLN vivieron su peor momento represivo. Como
fichas de dominó, sus refugios fueron descubiertos por el ejército mexicano a
raíz del ataque a la casa de seguridad en la población de Nepantla, Estado de
México, donde fueron capturadas o asesinadas varias personas. Ahí encontraron
documentos que llevaron al gobierno al grupo de Chiapas. Ahí fueron
desaparecidos 7 guerrilleros de los cuales aún se desconoce su paradero. Entre
ellos se encontraba el fundador de las FLN, César Yáñez, alías Manuel o
Pedro.
Pese a la casi desaparición de las FLN, lograron
reorganizarse y volver al sureste mexicano en la década de los 80, y el 17 de
noviembre de 1983, hace 40 años, fundaron el EZLN. A partir de entonces, su
presencia entre las comunidades indígenas empieza poco a poco a crecer hasta
lograr la aceptación entre la población. Pero ante los planteamientos
programáticos del EZLN, son las comunidades indígenas quienes, desde entonces,
llevan a una reformulación de la lucha, dando mucho más peso a las decisiones
que se toman en las asambleas de los pueblos.
Las organizaciones indígenas, por su parte, pasaron de
sufrir la dominación y tutelaje en las fincas de hacendados, que los trataban
como bestias, a una incipiente organización que mejoraría el estado de su
existencia. En 1974 la diócesis de San Cristóbal de las Casas, encabezada por
su obispo Samuel Ruíz García, organizó el primer Congreso Indígena en Chiapas
con motivo de los 500 años del nacimiento de Fray Bartolomé de Las Casas. Más
de mil comunidades y sus representantes debatieron sobre la problemática de la
tierra, el comercio, la educación y la salud. Durante tres días denunciaron en
las cuatro lenguas de los pueblos participantes (tzotzil, tzeltal, tojolabal y
chol) el abuso y la explotación, el despojo de las tierras, la destrucción de
su cultura e incluso las violaciones y los asesinatos cometidos en las fincas,
incluido el derecho de pernada.
La diócesis de San Cristóbal de las Casas colaboró al
despertar consciente de la situación de explotación de los pueblos en busca de
su emancipación. Para las comunidades indígenas, muy creyentes, fue importante
entender que su dios no era el que los quería pobres, que eso era cosa del
hacendado explotador. Aunque, desde luego, la diócesis no impulso el nacimiento
de la opción armada.
La primera pulsión de las FLN, convertidas ya en EZLN, fue
convencer a los pueblos indígenas sobre la forma en que se debía hacer la
insurrección. Sin embargo, fueron las organizaciones indígenas chiapanecas las
que convencieron a los miembros del FLN de cómo debían hacerse las cosas. Así
creció el EZLN, con dos raíces que se encontraron y lograron actuar mutuamente
según sus 7 principios: convencer y no vencer, proponer y no imponer,
representar y no suplantar, bajar y no subir, construir y no destruir, servir y
no servirse, y obedecer y no mandar.
Tras la guerra que enfrentó al EZLN con las fuerzas armadas
mexicanas, y el llamado de la sociedad civil a un alto el fuego, los y las
zapatistas decidieron consultar al pueblo mexicano sobre qué rumbo seguir. Los
pueblos zapatistas decidieron seguir la vía del dialogo con el gobierno, lo que
devino en los llamados Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura
Indígena, firmados entre ambas partes el 16 de febrero de 1996.
Sin embargo, el gobierno del entonces presidente Ernesto
Zedillo optó por no honrar los Acuerdos, lo que rompió el dialogo y motivo el
silencio del zapatismo hasta llegado el gobierno de Vicente Fox en el año 2000.
Ante el cambio de gobierno y de partido en el poder, intentaron, a través de la
Marcha del Color de la Tierra, llevar la propuesta al Congreso mexicano en
2001. Esta acción, que logró una movilización masiva a su paso, tuvo su momento
de mayor trascendencia cuando la comandanta Esther leyó en la tribuna del
Congreso los motivos para aceptar la ley indígena que, para ese entonces, era
conocida como Ley Cocopa, al haber sido consensuada entre la Comisión de
Concordia y Pacificación (Cocopa) y el EZLN. Pero las y los diputados de los principales
partidos políticos, PRI, PAN y PRD, votaron una nueva Ley que desnaturalizaba
el contenido de la Ley Cocopa. Una traición más del Estado mexicano al EZLN en
la construcción de un dialogo para la paz y la transformación de la situación
de subordinación sobre pueblos y comunidades indígenas.
El EZLN regresó a Chiapas, guardó silencio y en agosto de
2003 anunció la puesta en marcha de la ley indígena original en su territorio a
través del nacimiento de los primeros cinco Caracoles y sus Juntas de Buen
Gobierno (JBG). Las y los zapatistas decretaron el nacimiento de una nueva
forma de relacionarse dentro del movimiento zapatista y, externamente, con las
organizaciones y personas solidarias con el EZLN. La estructura zapatista
quedaba constituida desde los gobiernos locales de los pueblos con sus
autoridades; en un segundo nivel estaban los Municipios Autónomos Rebeldes
Zapatistas (MAREZ) y el nivel regional eran los Caracoles, como sedes de las
JBG.
Los Caracoles nacieron como el espacio de realización de las
tareas zapatistas: techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, libertad,
independencia, justicia, democracia y paz. Quedaba claro que nacía una entidad
propia para el desarrollo político y social de las comunidades que ahora sería
responsabilidad de las JBG, y que el EZLN como aparato militar quedaría como
garante de esa autonomía. A partir de entonces, la interlocución nacional e
internacional con el zapatismo para apoyos y solidaridades sería con las JBG
directamente.
A través de los Caracoles, los y las zapatistas consolidaron
su forma de administración interna y la compartieron con las comunidades no
zapatistas de su entorno. No son pocas las personas de los asentamientos
colindantes a las regiones zapatistas que acuden a ellas para obtener educación
y salud, pese a no pertenecer a la organización. Los y las zapatistas no dudan
en otorgar este servicio a sus hermanos y hermanas indígenas. Pero es más
llamativo que recurran también a la justicia zapatista, sistema no punitivista
para la resolución de conflictos.
Sin embargo, después de 20 años de fundadas las Juntas de
Buen Gobierno, el EZLN ha comenzado un proceso de transformación de su
estructura organizativa territorial. Los y las zapatistas dicen que la
estructura anterior terminó funcionando como una pirámide. Reconocen que uno de
los fallos fue construir esa pirámide en la que había unos cuantos
representantes. Si el pueblo manda y el gobierno obedece había que tumbar la
pirámide, porque las y los representantes se iban alejando de los pueblos. Las
autoridades se estaban distanciando, no por mala fe, sino porque a veces se
creaba una dinámica de teléfono descompuesto o descacharrado. La información
desde los pueblos hasta las JBG, en ocasiones, no llegaba en su totalidad. La
voluntad del pueblo no se veía representada. Esa era la pirámide.
La primera tentación fue darle vuelta a la pirámide, pero
tampoco era solución. Las cosas seguían teniendo un flujo vertical. En su
reflexión, las y los zapatistas ven esa estructura muy similar con la pirámide
capitalista, donde las propuestas del pueblo no llegan arriba, las propuestas
no se toman en cuenta. Ahí, los y las zapatistas fueron encontrando trabas en
el flujo de las decisiones y de las acciones. En el camino se perdía mucha
información, desde los y las comisarias y agentes de los pueblos hasta las JBG
y viceversa. Cuando entraba una JBG no siempre daba continuidad a los trabajos
anteriores, quedaban cosas a medio hacer.
Los pueblos querían decidir, pero no podían. A 20 años de la
constitución de las JBG se dieron cuenta de que había que cambiar, no sirve
copiar lo que hace el capitalismo en pirámide. Había que destruirla. En sus
palabras, la democracia es de los pueblos, como en el 94 decidieron ir a la
guerra, este pasado 2023 los pueblos decidieron tirar la pirámide. Lo
sometieron a discusión y decidieron cambiarlo y empezar con lo nuevo, ahora
poniendo énfasis en el abajo.
Es difícil que cualquier movimiento social, indígena o
urbano pueda compararse a la trayectoria de estos 40, 30 o 20 años de
aniversarios zapatistas. No es sólo la longevidad de su caminar, sino la
capacidad de reinventar su organización, la creatividad de su proceso vital,
reacomodando lo que no ha funcionado sin morir en el intento.
Pero la buena nueva es que hay zapatismo para rato. Lo
atestiguan unos jovencísimos milicianos y sobre todo unas jovencísimas
milicianas que han hecho suya la rebelión a ritmo de Panteón Rococó. Nuevas
generaciones zapatistas que permanecen cuando en muchos movimientos sociales la
lógica es que los más jóvenes opten por abandonar los ideales de sus padres y
mayores. Serán ellos y ellas quienes modelen el zapatismo de los años por
venir.
El zapatismo abrió la posibilidad de la construcción
altermundista de nuevas formas de relaciones políticas frente al despojo que se
vivía en las fábricas y los barrios, convocando a una rebelión intergaláctica:
por la humanidad y contra el neoliberalismo. Hoy esta frase sigue tan vigente
como hace 30 años.
(*)Arturo Landeros es sociólogo.//Coordinador Programa
Barcelona protege a periodistas de México, Asociación por la Paz y los Derechos
Humanos Taula per Mèxic. Universitat de Barcelona, Cataluña, España
Lo
subrayado/interpolado es nuestro
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