¡Militares al poder!
Prolegómenos: Militares al poder en el contexto de la constitución/artilugio de 1980,
vigente, con su democracia, libertad y justicia en la medida de lo posible
entre estado de sitio y estado de excepción.
Estimado Prof. Cárdenas
Squella
Cuando los pueblos se
domestican/enajenan, callan, los defensores de los ideales como usted levantan
su voz.
“Lo peor que le puede
suceder a un pueblo es que sea regido/gobernado por los militares” Libertador Simón
Bolívar Palacios y Blanco.
Prof. Moreno Peralta.
Secretario Ejecutivo ADDHEE.ONG
La población chilena todos los días da muestras de vivir con
miedo ante la proliferación de crímenes, secuestros, asaltos a la propiedad
privada y pública. Los mismos jueces y tribunales de la República son
cuestionados severamente por su débil desempeño en la captura y condena
ejemplar a los que delinquen. En este sentido, se asume que nuestras
autoridades y tribunales han manifestado debilidad fragrante en relación a los
carteles de la droga empoderados en poblaciones y ciudades a lo largo de todo
el territorio nacional. Cuestión que se manifiesta en la puerta rotatoria de
nuestras cárceles por donde entran y salen peligrosos malhechores. Criminales
que incluso siguen delinquiendo al interior de los penales, agenciándose el
favor de jueces y gendarmes demasiado tolerantes con sus derechos e, incluso,
favorecidos por prerrogativas que otros reos no consiguen.
Lo más lamentable es que ante los magros resultados en la
población aumenta la convicción de que hay que involucrar a los militares en
las tareas policiales. Diríamos que quienes así piensan en la política hacen
gala de un irresponsable populismo, cuando incluso los más altos mandos del
Ejército han expresado estar renuentes a esta posibilidad, advirtiendo no estar
preparados para asumir tareas que son propias de las policías.
Es evidente que el miedo que hoy invade al país puede hacer
propicio el involucramiento de las Fuerzas Armadas en tareas que van más allá
de la defensa nacional, misión que aparece cada vez más remota en nuestra zona
latinoamericana, es decir en la única región del mundo que impera la paz y se
hacen muy poco probables los conflictos armados entre los países que la
integran. Una cuestión que aparece evidente si se observan que los militares de
esta región han estado y siguen involucrados en la lucha contra los enemigos
“internos”, conspirando y derribando gobiernos muchas veces legitimados por el
ejercicio del sufragio popular.
Vale la pena recordar que cuando el Presidente Allende
recurrió a altos oficiales castrenses para integrarlos a su gabinete
ministerial, a la postre esto le abrió las puertas a la sedición cívico militar
como al cruento golpe de estado de 1973, lo que por cierto para nada estuvo en
los cálculos del mandatario que fue depuesto y asesinado por esta
asonada.
Valoramos que en La Moneda no prospere todavía la
“necesidad” de llamar a los militares a tareas para las cuales no están
preparados. Sin embargo, ya parece inminente la idea de encomendarle la
custodia de la llamada “infraestructura crítica” del país, cuestión que puede
parecer conveniente si es que ello no deja a los uniformados cada vez más cerca
del desempeño político, lo que se facilita por la irresponsable actitud de la
clase política que, ante una hora tan crítica de nuestra convivencia, parece
únicamente interesada en la competencia electoral.
Una derecha obstruccionista que incluso hace uso de la aguda
y dramática intranquilidad social para ganar voluntades o un gobierno que
apenas ha cumplido en dos años con menos de un tercio de lo prometido por sus
dirigentes en campaña y que a esta altura parece no vislumbrar posibilidad de
cumplir con la voluntad de conjurar las políticas neoliberales de sus antecesores,
para lo cual llegaron hasta autoproclamar su superioridad moral. Cuando
nuevamente la corrupción hizo presa de no pocos militantes de izquierda, que
malversaron recursos destinados a los más pobres, continuaron practicando el
nepotismo y otros vicios que el pueblo asume ya como endémicos al poder y las
clases hegemónicas.
Lo que es más evidente es que el pueblo no tiene mayor
interés en los próximos comicios electorales, así como la misma democracia
pierde también adeptos, con lo cual la propuesta de muchos de involucrar a la
casta militar en las tareas de la política puede provocar vientos en el
inminente vendaval político y social que parece avecinarse. Por la
desigualdad social que se perpetúa y la consecuente inseguridad social
transformada en el pan de cada día.
Ante la misma renuencia de los militares a ser incorporados
a tareas que van más allá de la preparación para la guerra, las autoridades
podrían considerar la reducción del gasto en Defensa a objeto de destinarle más
recursos a las policías y Gendarmería. Incluso contemplar la posibilidad de
formar otras instancias que sirvan, como en otros países, para el control de
los puertos y fronteras. Es cosa de imaginarse lo que podría reunirse con los
recursos que hoy se malgastan en aviones, tanques, navíos y mantención de miles
de soldados para la eventualidad de un conflicto de muy remota posibilidad.
Armas que solo se obsoletan con el tiempo o se van destruyendo en sus onerosos
juegos de guerra.
Parece fundamental que tanto en Carabineros de Chile y la
Policía de Investigaciones sean removidos sus directores generales imputados
por la Justicia como autores de gravísimos delitos en materia de Derechos
Humanos y corrupción. Cuestión que abunda en el descrédito de la población
respecto de los temas de seguridad, así como de la capacidad del Gobierno y
estas instituciones para encarar una demanda tan sentida en todo el país.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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