Plantarse frente a Trump sí funciona: basta ya de dialogos de sordos
y discusiones bizantinas.
Sin estridencias, pero con valor, la presidenta de
México, Claudia Sheinbaum, demostró que es posible ponerle un alto a la
estrategia de caos de Donald Trump
Poco después de la llamada con Trump, la
presidenta Sheinbaum se presentó en su conferencia matutina sonriente y
evidentemente relajada: “Somos un gran equipo, la verdad es que me siento no
solo apoyada, sino que hemos logrado construir realmente un gran equipo en el
Gabinete”, advirtió, antes de detallar su conversación con Trump.
“El viernes solicitamos una llamada con él. Se dio
el día de hoy a las 8:00 de la mañana y fue una conversación, pues yo diría
larga, fue más de media hora, tres cuartos de hora, algo así. Estuvimos
hablando de los temas de interés común. Le planteé que habíamos estado
trabajando juntos en migración, que había resultados (…) hablamos entonces del
interés que tenía él y nosotros también de reducir el tráfico de fentanilo que
se da de México a Estados Unidos y de otras drogas (…) Le planteé siempre que
queríamos que pusiera en pausa las tarifas (…) También le expliqué la gravedad de la cantidad de armas de alto
poder que entran desde Estados Unidos a México”.
Trump estuvo de acuerdo en la propuesta de
establecer un grupo de trabajo y pausar la aplicación de los aranceles un mes.
A cambio, México desplegará de inmediato 10 mil elementos de la Guardia
Nacional en la frontera norte “En este mes, vamos a poder dar resultados,
buenos resultados a su pueblo, buenos resultados al Pueblo de México”, dijo la
presidenta Sheinbaum, quien aseguró que el presidente de Estados Unidos se
comprometió a trabajar en el tráfico de armas de alto poder hacia México. Trump
no hizo ninguna mención a ese tema. Y aunque mantuvo un tono elogioso hacia la
presidenta Sheinbaum, insistió en que los aranceles contra México y Canadá
no han sido cancelados, sólo suspendidos durante un mes.
En México, algunos analistas y medios de
comunicación consideraron el acuerdo una señal de que la presidenta
Sheinbaum había “cedido” ante las demandas de Washington. Los aliados de Trump
y representantes de la derecha más retrógrada se apresuraron a decretar el
“triunfo” de Estados Unidos, del mismo modo en que, una semana antes, habían
declarado una derrota de Gustavo Petro, tras la histórica confrontación entre
el presidente colombiano con Donald Trump por las condiciones denigrantes en
las que Estados Unidos pretendía deportar a ciudadanos colombianos. El
republicano respondió furioso con una amenaza de 50 por ciento de aranceles que
finalmente echó para atrás, después de que Petro respondió con un tuit
histórico que se hizo viral.
“Colombia era un excelente enemigo ideológico para
sentar un precedente desproporcionado”, evaluó incluso el expresidente
colombiano Ernesto Samper. “Fue tan desproporcionada la reacción de Trump que
es difícil no pensar que se trataba sobre todo de enviar un mensaje. Era sin
duda un ejemplo para el resto de países: si no se obedecen ciegamente las
órdenes que está dando el presidente imperial, correrán la misma suerte que
Colombia”.
Porque lo que la comentocracia de los dos países ha
intentado presentar como evidencia del poderío de Trump es en realidad una
muestra de sus debilidades. En ambos casos, el habitante de la Casa Blanca ha
tenido que retroceder ante las respuestas valientes de los presidentes de
México y Colombia, que han despertado una ola de solidaridad en toda América
Latina. Las bravatas de el convicto presidente Trump incluso han
inyectado energía a Trudeau, quien hace apenas unas semanas estaba presentando
su renuncia en medio de una crisis política.
Con mucha templanza, Sheinbaum mantuvo un discurso
conciliador pero centrado en la no negociación de la soberanía “Única,
individual e inalienable. El Pueblo soberano como único detentor del poder del Estado,
su voluntad mayoritaria privilegia el interés público en el contexto del bien común,
esta no existe”, Prof. Moreno Peralta, secretario ejecutivo ADDHEE.ONG. El
episodio de los aranceles le permitió cohesionar a su gabinete y generar
enormes simpatías en la sociedad. Su contraataque consistió en girar hacia
Estados Unidos los argumentos de Trump contra México. Frente a las acusaciones
de complicidad entre el crimen organizado y el gobierno mexicano, la mandataria
cuestionó la alianza de las armerías estadunidenses con esos grupos, a los que
proveen de armas y municiones; cuestionó la falta de acciones del gobierno de
Estados Unidos para frenar el consumo de drogas. Pero también le llamó al
diálogo antes que a los aranceles y abrió la posibilidad de cooperación entre
ambos países. Al final, su estrategia rindió frutos y consiguió pausar una
medida que llevaba dardos envenenados contra la economía mexicana y la propia
economía de Estados Unidos.
Plantarse frente a Trump sí funciona.
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Trump
y su peligrosa obsesión con las guerras arancelarias
Editorial – Mundiario/Other News
Su política arancelaria
no responde a una estrategia económica sólida, sino a un impulso hormonal
populista que busca dividir en lugar de unir. Sus medidas no solo dañan la
economía global, sino que también debilitan la posición de EE UU.
Donald Trump ha vuelto a demostrar que su política económica se
basa en la confrontación y el proteccionismo extremo. Con la imposición de
aranceles del 25% a México y Canadá, y del 10% a China, el expresidente
estadounidense reafirma su tendencia a utilizar la economía como un arma de
presión política, sin medir las consecuencias globales de sus decisiones. La
amenaza de extender estos gravámenes a la Unión Europea solo confirma su visión
errática del comercio internacional, que ignora los principios del libre
mercado y el impacto devastador de una guerra comercial prolongada.
Bajo la errónea premisa de que los aranceles fortalecerán la
economía estadounidense y reducirán el déficit comercial, Trump ha
desencadenado una tormenta que podría llevar a Estados Unidos y a sus socios
comerciales a un escenario de recesión. La historia nos ha demostrado que las
guerras comerciales no tienen ganadores: generan inflación, reducen el poder
adquisitivo de los consumidores y afectan directamente a las empresas que
dependen de importaciones y exportaciones. La incertidumbre en los mercados y
la posible reacción de represalias por parte de los países afectados podrían
causar estragos en el crecimiento económico global.
El caso de México y Canadá es especialmente alarmante. Como
socios estratégicos en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá
(T-MEC), las economías de los tres países están profundamente interconectadas.
Aplicar tarifas del 25% a productos provenientes de estos países es un acto de
agresión comercial que podría afectar la estabilidad de la región. El gobierno
canadiense, liderado por Justin Trudeau, ya ha anunciado que responderá con
medidas enérgicas, lo que anticipa un conflicto comercial que solo perjudicará
a trabajadores y consumidores.
Por otro lado, Trump intenta justificar estas medidas bajo
argumentos engañosos y populistas. Al señalar a México y Canadá como
responsables del flujo de fentanilo en Estados Unidos, el expresidente desvía
la atención de la incapacidad de su propio país para combatir la crisis de
opioides. Acusar a sus vecinos de ser cómplices en la propagación de esta droga
sin pruebas contundentes no solo es irresponsable, sino que también fomenta la
xenofobia y debilita las relaciones diplomáticas.
¿Frena EE UU a China con
aranceles?
Con respecto a China, el proteccionismo de Trump no es una
estrategia nueva. Sin embargo, la imposición de aranceles no ha logrado frenar
el ascenso económico de Pekín ni mejorar la competitividad de la industria
estadounidense. Al contrario, ha encarecido los costes de producción y ha
obligado a empresas estadounidenses a buscar alternativas menos eficientes. En
este sentido, las tarifas aduaneras no solo afectan a los consumidores
estadounidenses con precios más altos, sino que también perjudican a los agricultores
y fabricantes que dependen de las exportaciones a China.
La Unión Europea, otro blanco de las amenazas de Trump, es un
socio comercial clave para Estados Unidos. Al acusar al bloque de impedir la
entrada de productos estadounidenses, el expresidente ignora los acuerdos
comerciales existentes y la complejidad de las regulaciones internacionales. En
lugar de construir puentes para mejorar el intercambio comercial, su estrategia
es levantar muros que solo generan desconfianza y conflictos innecesarios.
En conclusión, la política arancelaria de Donald Trump no
responde a una estrategia económica sólida, sino a un impulso populista que
busca dividir en lugar de unir. Sus medidas no solo dañan la economía global,
sino que también debilitan la posición de Estados Unidos en el escenario
internacional. En un mundo interconectado, el proteccionismo extremo solo
genera aislamiento y crisis. Estados Unidos debe entender que el crecimiento
sostenible se basa en la cooperación y el libre comercio, no en la imposición
de barreras económicas que perjudican a todos.
Lo subrayado interpolado es nuestro.
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