Pinochet versus Pinochet: “Un mal que durará cien años”...Sólo el Pueblo Chileno salvara al Pueblo Chileno...
Escritor,
periodista, analista internacional/Other News, Sputnik, RT, La Jornada de México,
Red latina sin Fronteras, Argentina Indymedia, ADDHEE.ONG:
Lo curioso es que la derecha, esto es los sectores
herederos del Régimen Militar, que se opuso largamente a la posibilidad de dar
por clausurada la Constitución de 1980, se vió de la noche a la mañana con el
respaldo ciudadano para liderar el último intento constitucional, dejando
completamente abatidas las posiciones que reclamaban un cambio de orden y
sistema. De ello se derivó la propuesta que será plebiscitada a fin de año, en
que muy probablemente una nueva mayoría electoral termine por rechazarla y con
ello volver a fojas cero. Esto es legitimar en las urnas el modelo institucional
pinochetista con los votos de quienes fueron por tanto tiempo los principales
detractores políticos del régimen militar.
Difícil entender lo que ha sucedido para concluir
consolidando la democracia acotada o “protegida” pero por sobre todo el sistema
económico social neoliberal causante de las profundas inequidades sociales que
nos llevaron a la Rebelión Social del 2019. Esa masiva y violenta
protesta que tuvo a punto de echar abajo toda nuestra institucionalidad de no
haber mediado la pandemia del Coronavirus que obligó al país a enclaustrarse.
De lo que nadie tendrá dudas a fin de año es del
profundo fracaso de la clase política chilena, de la puerilidad de tantos
partidos y dirigentes políticos incapaces de arribar a una salida política que
significara profundizar nuestra democracia y abrir los cauces para la solución
de las agudas demandas sociales. Cuando, de nuevo, la inequidad en el ingreso
campea, crece la cesantía, los índices económicos se mantienen estancados y el
país observa atónito la ineptitud de gobernantes y legisladores para
implementar la reforma tributaria y de pensiones, ponerle fin a un sistema de
salud profundamente desigual, resolver los agudos déficits de vivienda y
educación, entre las demandas consideradas más emblemáticas.
El gobierno de Gabriel Boric se encamina a cumplir
dos años de muy pobre desempeño, habida cuenta los bloqueos de la oposición en
el Parlamento y el estallido de nuevos y gravísimos episodios de corrupción que
han comprometido a los sectores que se suponía más límpidos y probos de quienes
están en el Gobierno. Sumando a ello, por cierto, las inestabilidades
provocadas en la economía por las guerras y otros fenómenos globales.
Ya nadie puede dudar que la oposición electoral al
cambio institucional expresó, mucho más que la radicalidad del texto propuesto
por la izquierda, el descontento político y social con las nuevas autoridades.
Materializando un voto de rechazo que ahora pudiera afectar a la derecha que
busca aprobar un nuevo texto. Porque claro está que el descontento es general
respecto de toda la política y de quienes se aferran a sus cargos, sin que
siquiera un solo ministro, parlamentario, alcalde o autoridad elegida haya
tenido hasta aquí el coraje de reconocer su fracaso y dar un paso al costado. Renuencia
que confirma que el principal afán de la política y de los partidos es retener
sus cargos, corromperse en los mismos y, con su completa indolencia, arriesgar
que se vuelva a expresar una ruptura social de graves consecuencias.
Como lo repiten insistentemente los dirigentes
sociales, es poco o nada lo que les importa a los chilenos el contenido de una
nueva Carta Magna. Menos todavía, cuando se constata que los dos textos que se
plebiscitarán no ofrecen mayores diferencias entre sí, puesto que ambos han
sido redactados, finalmente, por las mismas manos de la derecha que ahora ha
venido desplazando el liderazgo de los sectores autoproclamados democráticos y
progresistas. Y que hoy suman a su descrédito el desarrollo de la criminalidad,
el arribo a Chile de las más peligrosas bandas delictuales, el empoderamiento
del delito y la inseguridad ciudadana. Así como la impunidad judicial, la
corrupción y la falta de probidad que tanto irrita al conjunto de la población.
No hay duda que en este cuadro le resulta mucho más
fácil a la derecha agitar el descontento social y abrirse a la posibilidad que
siempre guarda bajo de la manga: la intervención de las Fuerzas Armadas y
policiales en caso de que el pueblo se soliviante. De hecho, y pese al trágico
recorrido de los Derecho Humanos en Chile, son cada vez más numerosos los que
le declaran haberle perdido confianza a la democracia, empezando a añorar un
régimen de fuerza.
Aunque el Partido Republicano y sus socios de la
derecha aseguran que su propuesta constitucional es sólida y ha sido legitimada
por las distintas instancias que participaron en su redacción, tal parece que
confían más en que los chilenos la voten favorablemente más en repudio a los
actuales moradores de La Moneda que por sus contenidos. Así como desde el
oficialismo, la confianza del Gobierno y sus referentes es apostar a que en el
pueblo pueda seguir gravitando su oposición al pinochetismo.
Pero tal parece que en uno u otro caso será
la sombra del Dictador de marras la que resulte airosa. Algo nada de
encomiable, por supuesto, después de todo lo vivido en 50 años de historia.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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