Capitalismo y Derechos Humanos, dos términos incompatibles
Por Javier Tolcachier/Other news, Xinhua, Sputnik, RT, La Jornada de México, Red latina sin fronteras. Sur, ACHEI, Adriana Fernandez/Argentina Indymedia/ADDHEE.ONG:
Escritor, periodista y analista internacional/ ADDHEE.ONG.
PROLEGOMENOS:
Basta ya de eufemismos:
“Las maquinas no traerán el apocalipsis, sino la avaricia del
sistema capitalista. Los empresarios plutócratas dueños de la Celestina
Universal” Prof. Dr. Stephen Hawking.
Parafraseando al genial escritor George Orwell: “En tiempos
infames como el actual, en que reina la mentira, la corrupción, la cobardía, la
impunidad, el pragmatismo contemporizador, decir la verdad, es un acto
revolucionario”
Pensar en lograr un ejercicio pleno de los Derechos Humanos
en el marco de un sistema capitalista es un error garrafal y una ingenuidad
absoluta. Error de apreciación que no es espontáneo sino inducido
intencionalmente por los detentores de la hegemonía del mismo sistema, faltos
de toda ingenuidad.
“Nada por encima del Ser Humano y ningún Ser Humano por
debajo de otro”
Es innegable que los Derechos Humanos, en tanto concepto,
tienen una vigencia moral inobjetable, aunque su efectiva realización diste
mucho del canon teórico. El abismo entre ambas es, además de la constatación de
realidades preexistentes, una emboscada semántica y reside, como es habitual,
no en el declamado discurso, sino en los diferentes significados que a este
fundamental significante se le atribuyen.
El occidente/USA/su patio trasero/UE dominado por la ética anglosajona en la medida de lo pisible, sucesora de los anteriores poderes imperiales, restringe la concepción de los Derechos Humanos al ámbito de los derechos civiles individuales, las prácticas de una devaluada democracia liberal, y sobre todo, el derecho a la propiedad. Mientras que el espíritu condensado en los treinta artículos de la Declaración Universal reconoce de modo extendido los derechos sociales y la necesidad de entornos dignos para la existencia humana.
Aun así, la sola afirmación del carácter de “derechos” y la
aceptación colectiva por parte de todas las naciones y los pueblos de la Tierra
confieren a estos postulados el carácter de una conquista cultural invalorable.
La Celestina Universal contra los Derechos
Humanos
La ineficiencia del capitalismo para asegurar un mínimo
bienestar a cada ser humano se aprecia con claridad cada día. La endeble
sustentación del sistema es la lejanísima ilusión de las mayorías de pertenecer
al ínfimo núcleo adinerado y “triunfador”, más parecida a la posibilidad de
ganar la lotería, o la simple resignación de sobrevivir aceptando un modelo
depredador, competitivo y excluyente.
Los Derechos Humanos quedan entonces recluidos a las
posibilidades de lograr lentos avances progresivos desde los esfuerzos
colectivos, estatales y comunitarios, a contracorriente de los deseos y las
fuerzas con las que cuentan los grupos empresariales corporativos
multinacionales y la banca de inversión.
Es una lucha despareja en la que el capital compra, alquila
o manipula los resquicios de la voluntad política ciudadana, vulnerando por
completo esa “democracia” que suelen esgrimir sus personeros formados en
universidades adeptas.
Tal es el desquicio en el uso del término, que aquellos que
osan desafiar las modalidades impuestas son vilipendiados en la esfera
diplomática justamente por la fechoría de “violar sistemáticamente los Derechos
Humanos”.
Como lo señala Silo en su novena Carta a mis amigos: “Una
vez más se está comprometiendo la soberanía y autodeterminación de los pueblos
mediante la manipulación de los conceptos de paz y de solidaridad
internacional.”
Esto no quiere decir que aquellos pueblos que optan por
construir sus vidas de un modo más equilibrado e igualitario no padezcan estas
violaciones, como también puede constatarse a diario. Lo que se afirma es que
el capitalismo hoy predominante es fuente de violencia económica, por tanto, en
flagrante oposición al cumplimiento de los Derechos Humanos.
Muestra cabal de la contradicción radical entre capitalismo
y Derechos Humanos son las malditas guerras, un anacronismo que se sigue
instigando y librando para apropiarse de recursos, destruir infraestructuras,
conquistar mercados, doblegar adversarios políticos o más llanamente, para
continuar llenando las arcas de los inversores en empresas armamentistas. Es
indudable que nada de ello dice relación con la supuesta y tan remanida defensa
de “Derechos Humanos”, retórica envenenada esgrimida por los belicistas del
Norte global.
Capitalismo y subjetividad
Lejos de quedar restringido a la materialidad, el
capitalismo no puede subsistir sin operar permanentemente sobre los psiquismos,
propagando actitudes y conductas absolutamente reñidas con la concreción de
derechos universales consagrados.
Sentidos vitales como la posesión y la apropiación promueven
el despojo y la diferencia, lo que realimenta sociedades de apropiadores y
expropiados, contrarias al usufructo colectivo del producto generado
socialmente. Obtener bienes y placeres a cualquier costo degradando la
existencia ajena, hasta el límite incluso de su eliminación física, es fuente
de máxima violencia, inimaginable en un real régimen de Derechos Humanos.
La lógica de la competencia, el lucro y la acumulación de
poder, consustanciales al capitalismo, son la exacta contracara de la
colaboración, la acción desinteresada y la autodeterminación personal y
colectiva, elementos insustituibles para avanzar hacia sociedades protegidas
por estos derechos.
La concreción de los Derechos Humanos en un futuro
humanista
De lo expuesto hasta aquí podría inferirse – erróneamente –
que bastaría con modificar las condiciones de organización socioeconómica para
arribar automáticamente a la plena vigencia de los Derechos Humanos.
Dicha tesis, formalizadas doctrinariamente en la Europa
industrialista del siglo XIX, junto a la brutalidad y negación del sector
dominante ante los justos reclamos de los desposeídos de todo derecho, animaron
violentos levantamientos populares en la creencia de que el control
centralizado de los medios de producción y de la actividad social traería
consigo los cambios deseados.
Haciendo uso de las proposiciones bicondicionales de la
lógica, puede afirmarse que la distribución armónica de los recursos es condición
necesaria pero no suficiente para que se verifique la implementación de los
principios expuestos en la Declaración Universal. La condición suficiente es la
instalación de nuevos preceptos éticos irrenunciables como ejes de relación
social, intersubjetivos y de conducta personal.
Preceptos cuya instauración, a gran distancia de la moral
impuesta por designio de grupos particulares que causaron indecible violencia y
la entronización de poderes ajenos al bienestar de los pueblos, no puede ser
forzada verticalmente.
El nuevo orden
mundial multipolar y la
Esta nueva ética, en una etapa de mundialización e
interconexión total entre las distintas culturas de la Tierra, no puede tener
otra base que aquella que justamente constituye el alma de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, es decir, el reconocimiento del Ser Humano
como sujeto primordial de derechos, como lo señala su segundo artículo, “sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento
o cualquier otra condición.”
El afianzamiento y extensión de esta moral revolucionaria
humanista es tarea de los pueblos, partiendo de una aspiración y conducta
cotidiana extendida a expresiones políticas colectivas, en la que debiera afianzarse
la convicción de que no habrá progreso para nadie sino es para todos y todas.
Para ilustrar en concreto estas valoraciones, puede
aclararse que seis conceptos han sido posición común de los humanistas de las
distintas culturas, a saber: la ubicación del ser humano como valor y
preocupación central; la afirmación de la igualdad de todos los seres humanos;
el reconocimiento de la diversidad personal y cultural; la tendencia al
desarrollo del conocimiento por encima de lo aceptado o impuesto como verdad
absoluta; la afirmación de la libertad de ideas y creencias y el repudio a la
violencia.
Lo cual refuerza la necesidad de crear entornos mentales y
sociales humanistas para la efectiva aplicación de la Declaración que ahora
cumple 75 años. Declaración a la que podríamos sugerir como epígrafe el lema:
“Nada por encima del Ser Humano y ningún ser humano por debajo de otro”.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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