“EL MUNDO ESTA CAMBIANDO, LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS DEBE
DESAPARECER “. El súper poder empresarial, financiero del Club
Bilderberg, histérico, no concilia el
sueño...
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“El
mundo está cambiando, está experimentando cambios fundamentales y técnicos”.
-
Testimonio
del Professor Jeffrey D. Sacks/Universidad de Columbia/NY/USA: “Los pueblos sin
memoria histórica nada significan ni nada valen”
El escritor no es
testigo de la historia que hacen los pueblos dignos que luchan construyendo su
futuro, sino es un protagonista. El y su obra son la misma cosa. En este
concepto múltiple se debe por entero a la responsabilidad y a la lucha por /
para cambiar de raíz el sistema capitalista perverso que nos agobia y nos
mutila.
Como colofón,
reitero una vez más, que la riqueza de los países latinoamericanos y caribeños
no radica solo en sus materias primas de sus territorios, sino en la honestidad
e integridad moral de sus escritores, educadoras, filósofos y artistas.
Nuestro admirado escritor, colaborador, Sergio
Rodríguez Gelfenstein con su obra presta su voz a quienes no la tienen, los sin
justicia, los marginados llevando adelante y defendiendo el legado educacional,
cultural común de los Pueblos de la Patria Continente América Latina y el
Caribe, respetando los acentos nacionales, regionales y étnicos en el marco de
la lucha por la razón, la Justicia Plena y Paz, en tiempos como los que
sobrevivimos signados por la intolerancia, la mediocridad, el rastrerismo, el
oportunismo y las malditas guerras imperialistas. Una tarea desproporcionada
para que unos pocos escritores se la
echen encima. Pero no nos queda otro remedio.
El desarrollo
científico y tecnológico donde el poder económico y político se halla
controlado por una clase oligarca empresarial, financiera-bancaria/agiotista,
agrícola monopolista, el 1%, con su testaferra la clase burguesa politicastra
castrense corrupta, defendamos el derecho de los pueblos al pan, al trabajo y la
vivienda digna, la educación y la salud pública y la Justicia Plena y
asumamos sin temor ni descanso nuestra
responsabilidad en la construcción de un Nuevo Orden Mundial Multipolar y la Mundialización. Entendemos,
por esta última, el proceso de convergencia de diferentes culturas sin perder
por esto su estilo de vida y su identidad,
en el que no haya cómplice, porque tampoco haya verdugo.
Con esperanza y
memoria, “solo merecen la libertad y la vida quienes cada día la conquistan”...
Prof. Moreno
Peralta/ IWA
Secretario Ejecutivo /Addhee.Org.
La Organización
de Naciones Unidas debe desaparecer.
Escritor, analista internacional/ Indymedia Argentina, Other News, Sputnik, RT, La
Jornada de México, ACHEI, Addhee.Ong
En fecha tan lejana como el 25 de septiembre de 2011 escribí
un artículo titulado “La ONU ha muerto”. Entre otras cosas allí decía que: “Los acontecimientos de los últimos años
signados por una unipolaridad cerrada […] dan cuenta de una ONU inoperante y
plegado a la voluntad de los Estados canallas. La resolución unánime que
condenó a Irán por la supuesta intención de construir armas atómicas contrasta
la existencia de las mismas en países como Israel, India y Pakistán, que poseen
la común característica de estar entre los mayores compradores de armas a los
fabricantes que son básicamente los países miembros permanentes del Consejo de
Seguridad”.
Continuaba más adelante: “La aprobación también unánime de
las potencias para autorizar -a través de la resolución 1973- lo que derivó en
el bombardeo indiscriminado a las ciudades libias y el asesinato de miles de
ciudadanos, muestran una organización que ya no es garante de la paz sino
promotora de la guerra. Igual hecho ocurrió durante los recientes
acontecimientos en Costa de Marfil, donde el propio Secretario General de la
ONU dio órdenes a los Cascos Azules de involucrarse militarmente bajo órdenes
de las fuerzas armadas francesas que invadieron el país africano”.
Doce años después, el diagnóstico es el mismo pero la crisis
es aún más profunda. La pandemia de Covid 19 evidenció ante el mundo la
incapacidad de la organización para gerenciar el combate contra el virus que se
constituyó en enemigo común de la humanidad.
En esta batalla, la Organización Mundial de la Salud (OMS
fracasó estrepitosamente). En octubre de 2021, 20 meses después de haber
comenzado la pandemia sólo el 57% de la
población mundial había sido vacunada. La pandemia nunca pudo ser controlada a
través de la distribución de vacunas. Los países ricos establecieron una clara
distancia de los más pobres. En
enero de 2022, la OMS publicó una guía para priorizar la distribución mundial
de las vacunas COVID-19 de manera justa pero ya era demasiado tarde y el
plan era defectuoso. Primó la lógica del mercado, del lucro y la ganancia por
encima de la lógica de la protección del ser humano, de su salud y su vida.
Ello, porque la OMS depende principalmente de la buena voluntad de los países
ricos y de las empresas.
Circunstancias similares ocurrieron en la actuación de la OMS durante la gripe A (subtipo
H1N1) que atacó al mundo en 2009. Otro ejemplo de error reiterativo de la OMS
fue su actuación en 2014 durante la crisis del Ébola. Su incapacidad es recurrente. En el primer
caso los gobiernos que siguieron sus
recomendaciones acumularon cantidades innecesarias de fármacos antigripales
solo en beneficio de las empresas farmacéuticas. Y en el segundo, actuando con
extrema pasividad ante la gravedad de la propagación del Ébola, infravalorando
el problema . Solo cuando la epidemia estaba ya fuera de control en África
Occidental, la directora general declaró una emergencia global.
Hay que decirlo, esa “buena voluntad” mencionada está en
relación directa con la decisión de las empresas de actuar cuando observan que
el contagio puede afectar sus ganancias y las de los países ricos. Este hecho
es violatorio del enciso 3 del artículo 1, Capítulo 1 de la Carta de las
Naciones Unidas que establece los propósitos y principios de la ONU y que señala
que la organización debe: “Realizar la cooperación internacional en la solución
de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o
humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y
a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de
raza, sexo, idioma o religión”.
Así mismo, el pésimo trabajo
de la ONU en el manejo de la pandemia atenta flagrantemente con el artículo 3
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU que establece
que: “Todo individuo tiene derecho a
la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”. La ONU ha demostrado
que no es capaz de garantizar ese derecho y, ni siquiera cumplir con los
propósitos que le asigna la Carta.
En este contexto, la
operación militar de Rusia en Ucrania y el reciente conflicto en Palestina
pusieron sobre el tapete la inoperancia de la ONU. En ambos casos la
organización fue incapaz de impedir que se proyectaran y ejecutaran sendos
genocidios sobre los pueblos del Donbass y de Palestina respectivamente. En
Ucrania hicieron de la “vista gorda” durante 8 años mientras con extrema
crueldad hordas nazi fascistas exterminaban a la población ruso parlante.
El asunto palestino es
mucho peor porque la ONU es causante directa del mismo al crear ilegalmente el
Estado de Israel cuando no es potestad suya -según la Carta- crear países, pero
incluso después de haber decidido tal esperpento jurídico, no ha sido capaz de
hacer cumplir la resolución 181 de la Asamblea General, del 29 de noviembre de 1947 que
establecía la partición de Palestina en un Estado judío, un Estado árabe
y una zona bajo régimen internacional particular. En este caso, tal vez más que
en ningún otro, se ha hecho patente el uso de la ONU como un instrumento de la política
exterior de Estados Unidos. La ONU ha fallado en su responsabilidad primigenia
que era promover y consolidar la paz en el planeta.
En
otro ámbito, uno podría preguntarse qué sentido tiene la existencia de la
Organización Mundial del Comercio (OMC), otra agencia de la ONU si hasta agosto
de 2023, se habían aplicado 26.162 medidas coercitivas unilaterales (mal
llamadas sanciones) por parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá Reino
Unidos, Suiza y otros países afectando a 30 Estados en todo el mundo. Así, el
28% de la población mundial está impedida de desarrollar su vida con total
normalidad.
Vale
decir que en este caso, la Asamblea General de la ONU en su 78° periodo de
sesiones, aprobó con 128 votos a favor y 54 en contra una resolución sobre la
promoción y protección de los derechos humanos frente a las medidas coercitivas
unilaterales.
Sin
embargo, todo es en vano. Las relaciones internacionales no son de derecho sino
de poder. La ONU es una estructura sustentada en el poder atómico de 5 países
que imponen esa condición al mundo. La institución del veto es una práctica
antidemocrática que establece que el mundo tiene que vivir bajo la dictadura de
5 países por la única razón que tienen capacidad de destruir el planeta. Así,
esa capacidad es la que establece y sostiene al sistema internacional y su
estructura. El planeta vive bajo la permanente contradicción entre el carácter
democrático de la Asamblea General y el carácter dictatorial del Consejo de
Seguridad.
En
la actualidad hay varios casos que exponen el carácter retrógrado de la ONU
además de los ya conocidos en Ucrania y Palestina, En este sentido, la
República Popular Democrática de Corea (RPDC) ha opinado en torno a que el Comando de la ONU, responsable de
vigilar el cumplimiento del armisticio después de la Guerra de Corea de los
años 50 del siglo pasado, debe disolverse para “evitar el inicio de una nueva
guerra y defender la paz y seguridad en la península de Corea.
De acuerdo con el comunicado emitido por el
gobierno norcoreano, el comando no representa “más que un instrumento de
confrontación de Estados Unidos porque no tiene nada que ver con la ONU”. Según
Pyongyang, el comando “vuelve a revelar
su naturaleza agresiva, buscando preparar una declaración de confrontación
simulando la segunda Guerra de Corea”. Ya en 1975, la Asamblea General de la
ONU aprobó dos resoluciones que estipularon la disolución del comando y la
retirada de las tropas estadounidenses de la región e incluso, dos antiguos
secretarios generales de la ONU, Butros Butros Ghali y Kofi Annan,
afirmaron que “el organismo no está bajo el control de Naciones Unidas, sino de
Washington”. Ahora -según la denuncia de la RPDC- el Comando “se reactiva como
un instrumento de guerra plurinacional, encabezado por Estados Unidos. Se trata
de graves acontecimientos que ponen en peligro la seguridad en la región
Asia-Pacífico, la península de Corea incluida”. Parece evidente que la ONU está
permitiendo ser usada por Estados Unidos para generar otro escenario de
conflicto en el planeta.
No podía ser de otra manera cuando el
secretario general de la ONU es un hombre proveniente de un país de la OTAN.
Hay que recordar que cuando fue primer ministro de Portugal acompañó todas las tropelías
de esta agrupación belicista ente ellas la guerra de los Balcanes y la invasión
de Afganistán. Difícilmente un personaje de esta estirpe puede tener la
ecuanimidad y la neutralidad necesaria para tratar los asuntos que incumben a
la organización. Un mundo justo jamás
debe tener a un guerrerista como su máximo líder.
Ya en el pasado, Europa nos dio ejemplos del liderazgo que la
representa. Entre 1972 y 1981, Kurt Waldheim, un político austríaco de extrema
derecha fue designado secretario general de la ONU. No importó que Waldheim hubiera sido miembro
de la Liga de Estudiantes Nacional-Socialistas Alemanes, una estructura del
partido nazi de su país que lo llevó a que incluso formara parte las SA, las tropas
de choque del partido nazi que bajo las órdenes directas de Hitler sembraban el
terror en los países ocupados. Nada más y nada menos que un nazi fue enviado
por Europa para ser secretario general de la ONU.
La actuación
respecto de Venezuela no está ajena a su impronta. La ONU ha violentado el
Acuerdo de Ginebra que establece una solución amistosa y satisfactoria para las
dos partes en el conflicto del Esequibo. Las gigantescas reservas petroleras
descubiertas en 2015 en ese territorio en reclamación movilizaron al gobierno
de Estados Unidos que ejerciendo presión sobre la ONU logró que el caso fuera
enviado de forma ilegal a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), un órgano
de la ONU que ha decidido actuar sin tener jurisdicción sobre el caso.
Ya, el anterior
secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, un títere de Washington, había decidido de forma unilateral e ilegal
ponerle fin a la figura del buen oficiante. Dando continuidad a esta aberración
jurídica, Antonio Guterres -casi desde el mismo momento de su designación-
aceptó la demanda que Estados Unidos había iniciado ante su predecesor, favoreciendo unilateralmente
la decisión de Guyana que en realidad es la decisión de la empresa ExxonMobil,
que pretende explotar ilegal y unilateralmente los recursos del Esequibo.
Guterres es cómplice de este intento de despojo, de la misma manera que lo es
la CIJ que, poniéndose al margen de la ley pretende avalar la demanda de
Guyana.
Guterres debió consultar a Venezuela para obtener su conformidad
respecto de la jurisdicción de la CIJ, tal como lo establece el Acuerdo de
Ginebra. Vale agregar que Venezuela no es firmante del protocolo sobre
jurisdicción obligatoria de la CIJ por lo que no está obligada a acatar la
decisión que tome este organismo. No es Venezuela la que se ha puesto al margen
de la ley. Ha sido la organización de Naciones Unidas, una vez más.
Tal vez nadie como el presidente de Brasil, lo ha señalado con tanta
precisión: “La ONU de 1945 ya no
vale nada en 2023". Lo dijo espantado por la incapacidad de la
organización para detener el genocidio israelí en Palestina. Como es habitual,
la dictadura anacrónica del veto ejercida por Estados Unidos he impedido
incluso que se detengan las acciones armadas en Gaza. Al respecto Lula dijo:
"Solo un país tuvo derecho a vetar y la vetó [la propuesta], y fue Estados
Unidos. Esto es incomprensible, no es aceptable. Por eso luchamos para cambiar
la ONU” y agregó: "Por eso queremos cambiar el número de [miembros] y cómo
funciona y acabar con el derecho de veto"
En
este contexto fue el propio gobierno israelí el que se puso al margen del
derecho internacional al reconocer públicamente que posee armas nucleares, lo
cual le está vedado por la Carta de la ONU. No obstante, la Agencia Internacional de
Energía Atómica (AIEA), otro ente perteneciente a la ONU, tan activa queriendo
auditar y controlar a Rusia en el conflicto en Ucrania, ha dado vuelta la
cabeza para evitar dar una opinión sobre esta otra situación que…otra vez, pone
en entredicho la neutralidad de la ONU y su apego al derecho internacional todo
lo cual deteriora la seguridad global, colocando en grave riesgo el régimen de
control internacional de armas que la ONU debe sostener, defender y aplicar.
Washington se ha
colocado por encima de la ONU avalando todos los desmanes cometidos por Israel,
país que por cierto no ha firmado el
Tratado de No Proliferación. Sus 300 bombas termonucleares son un verdadero
peligro no sólo para el pueblo palestino sino para todo el planeta, cuando se
sabe que las mismas están en manos de estos nuevos nazis del siglo XXI,
desbordantes en odio, ávidos de matar y carentes de todo sentido de humanidad.
La ONU ha fracasado, no tiene sentido de existir.
Un mundo nuevo está naciendo. Una organización nueva le debe acompañar.
Serguéi Lavrov. “El mundo está experimentando cambios fundamentales y
tectónicos”.
Por Sergio
Rodríguez Gelfenstein
Mi artículo
de la semana pasada “La ONU debe desaparecer”, despertó comezón entre algunos
lectores que me escribieron para manifestar estupor, hacerme saber sus
opiniones, exponer críticas y preguntarme si eso era posible y cómo debería
hacerse.
Recordé que
hace unos meses, en una reunión, una veterana diplomática venezolana jubilada,
apelando a sus muchos años de servicio y experiencia, ante un planteamiento
similar de mi parte, me llamó a la cordura y a entender que “las cosas no
funcionaban así”. Esa diplomática, que en general ostenta un discurso bastante
radical, se rendía ante la tradición y ante una práctica, que ahora resulta
obsoleta, sobre todo porque hoy, la ONU, está incapacitada para resolver los
grandes problemas de la humanidad.
En este
marco, quisiera -haciendo una interpretación propia- exponer un artículo
escrito por el Ministro de
Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov el pasado 10 de octubre de 2023¸ publicado
en la página oficial de ese ministerio. El
texto es bastante extenso. Voy a hacer un esfuerzo de resumirlo, incorporando
lo que a mi juicio son los aspectos más resaltantes. Cualquier error o falla es
de mi entera responsabilidad.
Según el Canciller ruso, el planeta está experimentando
cambios “fundamentales y tectónicos” que están haciendo surgir un nuevo mundo
multipolar más justo, reflejando de esa manera la diversidad cultural y
civilizatoria de la Tierra. Así, la mayoría global, (85% del planeta) aboga por
una distribución más equitativa de los bienes, por el respeto a la diversidad
civilizatoria y por la democratización de la vida internacional.
Este es el contexto en que el canciller Lavrov explica el
rechazo de Occidente a los principios fundacionales de la ONU para lo cual hace
un análisis histórico desde finales de la guerra fría exponiendo los acuerdos
tomados para evitar la expansión de la OTAN. En 2021-2022, Rusia elaboró una
propuesta que fue entregada a Occidente para que se establecieran garantías
mutuas de seguridad pero fueron silenciadas y rechazada. Con la militarización
de Ucrania, la OTAN pretendió extender su área de influencia hacia el este,
amenazando a Rusia. Incluso se dio a la tarea de crear alianzas agresivas en el
Asia-Pacífico apremiando y provocando a China, a Rusia y a la Asociación de
Naciones del Sureste de Asia (ASEAN).
Pareciera que la política de Estados Unidos está encaminada
a extender la Doctrina Monroe a todo el mundo, tratando de esa manera, de
determinar cuál debería ser la política exterior de los países. La violación de
la Carta de la ONU se está transformando en una constante. Se quiere mostrar la
expansión de la OTAN como algo beneficioso y la extensión de los BRICS como
dañino. Estados Unidos pretende erigirse como árbitro del mundo. Se omite el
principio fundamental de la Carta de la ONU que dice que la organización “ está
fundada sobre la base de la igualdad soberana de todos”. Así mismo, se está
socavando permanentemente el principio de no injerencia en los asuntos internos
de otros países.
Desde la desintegración de la URSS, Estados Unidos quiso
subordinar a Ucrania. Hay suficientes pruebas de ello. La injerencia directa de
Washington en el derrocamiento del presidente Yanukovich es abierta, pública y
conocida. A partir de ese momento, el país comenzó a vivir una espiral de
represión, persecución y asesinato de aquellos que no aceptaron y rechazaron el
golpe de Estado de 2014. Así mismo, se empezaron a aplicar medidas racistas de
todo tipo y se violentaron todas las leyes internacionales.
En ese contexto se llevó a delante la negociación que concluyó
con los Acuerdos de Minsk. Hoy se sabe que solo fueron un gran engaño por parte
de Alemania y Francia que solo buscaban ganar tiempo para oxigenar y fortalecer
a Ucrania a fin de prepararla para sus objetivos macabros.
Rusia, que desde 1997 había hecho todo tipo de esfuerzos
para llegar a un acuerdo que aceptara la indivisibilidad de la seguridad, comenzó
a percibir, sobre todo desde 2015 que en Ucrania se estaba profundizando una
práctica gubernamental de carácter supremacista y neonazi.
En este contexto, Occidente ha manifestado temor de debatir
estos temas. Han asumido una posición respecto de Ucrania pero evitan a hablar
de Mayotte y Comoras (Francia) así como
de Chagos y Malvinas (Reino Unido). Yo agregaría que se niegan también a
debatir los casos coloniales de Puerto Rico, la República Árabe Saharaui
Democrática y Palestina.
El Canciller Lavrov opina que el modelo de mundo occidental
liberal es intrínseco a un discurso de doble rasero en la política internacional.
Cuando el concepto de libre autodeterminación entra en contradicción con los
intereses geopolíticos occidentales, estos lo condenan y castigan a los países
con sanciones. Pero si le “interesa” la autodeterminación, la apoyan como en el
caso de Kosovo que le fue sustraída a Serbia por decisión de la OTAN sin
realización de un referéndum de autodeterminación para que el pueblo opinara
como si se hizo en Donbass y en Crimea. Ahora, Bruselas pretende imponer su
“mediación” entre Azerbaiyán y Armenia, solo para tratar de desestabilizar la
región, ubicada también en las fronteras de Rusia.
Pasando a otro tema, pero dando continuidad al análisis,
Lavrov dice que Estados Unidos busca impedir la democratización de las
relaciones internacionales imponiendo sus criterios y violando la ley y los
procedimientos. La propia secretaría
general de la ONU actúa al margen de la neutralidad a la que está obligada.
En este contexto, menciona el discurso de Antonio Guterres
el pasado 29 de marzo cuando dijo que “…la administración autocrática no
garantiza la estabilidad, sino que representa un catalizador del caos y
conflictos”, mientras que “las fuertes sociedades democráticas son capaces de
auto enmendarse y automejorar, pudiendo estimular los cambios, incluso radicales,
sin derramamiento de sangre ni violencia”. Dice Lavrov que sin querer, Guterres
“se acuerda uno de los ´cambios` generados por las aventuras agresivas de las
´democracias fuertes` en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y muchos
otros países”.
A continuación
señala que en el mismo discurso el Secretario General dijo que: “Ellas ([as
democracias] son centros de extensa cooperación que hunde sus raíces en los
principios de la igualdad, la participación y la solidaridad”. Lo curioso es
que esta retórica concuerda plenamente con cierta argumentación del gobierno de
Estados Unidos. Es además un discurso proselitista que entra “en directa
contradicción con el punto 4 del Art.1 de la Carta de las Naciones Unidas donde
se recoge la necesidad de que la ONU ´sirva de centro que armonice los
esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes`”.
En este marco, el
Canciller ruso opina que es necesario revisar las relaciones existentes entre
el Consejo de Seguridad (CS) y la Asamblea General (AG) de la ONU. Expone que
ha habido un “abuso del derecho a veto” de las potencias occidentales. Explica
que Estados Unidos incluso forzó un debate sobre el asunto en la Asamblea
General. Sin embargo, dice que hay muchas resoluciones del CS aprobadas hace bastantes
años sin que se hubiera aplicado el veto, y no se han cumplido. Lavrov se
pregunta por qué la AG no analiza las causas de esta situación , en particular
las relacionadas con Palestina, Asia Occidental y el norte de África.
Por otro lado,
plantea que debe atenderse el problema de las sanciones porque Estados Unidos y
sus aliados han establecido sanciones adicionales unilaterales que son ilegales
al decidirse al margen del Consejo de Seguridad. Así, también ocurre que el CS
ha decidido sanciones temporales que se han extinguido, no obstante, como en el
caso de Irán, se siguen aplicando. En la
práctica, Occidente decide sus propias normas.
El canciller ruso
opina que es necesario hacer efectivo el espíritu de multipolaridad “explícito
en la carta de la ONU”, considerando que la mayoría del planeta está a favor de
“reforzar su soberanía, defender sus intereses nacionales, sus tradiciones, su
cultura y su forma de vivir”. Según él, esto está presente en las recientes
Cumbres de los BRICS, el G-20 y la Cumbre de Asia Oriental por lo que se hace
imprescindible reformar cuánto antes los mecanismos de gestión global.
Aquí disiento con
el Canciller Lavrov porque creo que eso es imposible, habida cuenta que Estados
Unidos vetará cualquier reforma de la ONU. Me parece que el camino (aunque
largo tal vez) debería ser comenzar a construir una organización paralela que
desde mi punto de vista está germinando a partir del BRICS.
Para concretar su
propuesta de reforma Lavrov convoca a :
·
Ir
reconociendo el peso económico y financiero real de los países del Sur Global.
·
Desbloquear
el funcionamiento de los órganos de solución de controversias de la OMC.
·
Ampliar
los miembros con poder de veto en el CS.
·
Abordar
métodos más justos en la “formación de la Secretaría de la ONU”
·
Revisar
las responsabilidades de los países anfitriones de las sedes de la ONU.
Claro, todo esto
es posible, si Estados Unidos está de acuerdo. Me parece difícil por no decir imposible
que lo acepte porque eso cercenaría su hegemonía institucional y jurídica sobre
el mundo.
Finalmente el
artículo plantea que la aplicación de estas propuestas permitiría avanzar en la
solidificación de la supremacía del derecho internacional. Aprovechando las
potencialidades del Sur Global y sus asociaciones en primer lugar del BRICS,
pero también de otras instancias como la Organización de Cooperación de
Shanghái (OCS) ,la CELAC, la Liga Árabe, la ASEAN, la Organización del Tratado
de Seguridad Colectiva (OTSC), la Unión
Económica Euroasiática (UEEA), la
Comunidad de Estados Independientes (CEI)
y la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, entre otros, se
podría aprovechar al máximo las potencialidades de estas agrupaciones. Algunas
de ellas, están coadyuvando a construir una gran asociación euro asiática, que -desde
mi punto de vista- es el espacio donde va a nacer y el eje sobre el cual va a
girar el mundo nuevo.
Toda esta
dinámica está tratando de ser contrarrestada por Estados Unidos y por Occidente
en general toda vez que su objetivo es sostener su dominación, manteniendo un
mundo fragmentado. Al respecto, el Presidente de Rusia, Vladímir Putin -con el
objetivo de reforzar el Derecho Internacional sobre la base de la Carta de la
ONU- formuló seis principios para la formación de una auténtica multipolaridad.
Son ellos: apertura y relaciones sin
barreras que obstaculizan la comunicación en el mundo, respeto de la diversidad
como fundamento del desarrollo conjunto, máxima representación en las
estructuras de la gestión global, seguridad universal basada en el equilibrio
de intereses de todos, acceso justo a los bienes del desarrollo, paridad para
todos y renuncia a la dictadura “´de los ricos o los fuertes`”.
Finaliza el canciller Lavrov afirmando que la humanidad debe superar la
unipolaridad y que existe una responsabilidad colectiva para lograr ese
objetivo, asegurando que “Rusia, junto con los países que comparten su postura,
está dispuesta a coadyuvar plenamente a su puesta en práctica”.
TESTIMONIO DEL PROFESOR JEFFREY D. SACHS, CATEDRÁTICO DE LA UNIVERSIDAD
DE COLUMBIA/ny/usa.
Sesión del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el
mantenimiento de la paz mediante el desarrollo común, del 20 de noviembre de
2023
Señor Presidente, señores Embajadores, señor
Secretario General Guterres, señora Presidenta Rousseff, distinguidos
diplomáticos, señoras y señores,
Mi nombre es Jeffrey D. Sachs. Soy
catedrático de la Universidad de Columbia. Soy especialista en economía global
y desarrollo sostenible. Comparezco ante el Consejo de Seguridad de la
ONU en mi propio nombre. No represento a ningún gobierno u organización
en el testimonio que voy a prestar.
La reunión de hoy tiene lugar en un momento
de varias guerras importantes. En mi testimonio me referiré a cuatro: la
guerra de Ucrania, que comenzó en 2014 con el violento derrocamiento del
presidente de Ucrania, Viktor Yanukóvich; la guerra entre Israel y Palestina,
que ha estallado repetidamente desde 1967; la guerra de Siria, que comenzó en
2011; y las guerras del Sahel, que comenzaron en 2012 en Mali y ahora se han
extendido por todo el Sahel.
Estas y otras guerras recientes se han cobrado
millones de vidas, han dilapidado billones de dólares en gastos militares y han
destruido la riqueza cultural, natural y económica acumulada durante
generaciones e incluso milenios. Las guerras son el peor enemigo del
desarrollo sostenible.
Estas guerras pueden parecer insolubles, pero
no lo son. De hecho, yo sugeriría que las cuatro guerras podrían terminar
rápidamente mediante un acuerdo en el seno del Consejo de Seguridad de la
ONU. Una de las razones es que las grandes guerras deben alimentarse
desde el exterior, tanto con financiación externa como con armamento. El
Consejo de Seguridad de la ONU podría acordar poner fin a estas terribles
guerras retirando la financiación externa y el armamento. Para ello sería
necesario un acuerdo entre las principales potencias.
La otra razón por la que estas guerras pueden
terminar rápidamente es que son el resultado de factores económicos y políticos
que pueden abordarse mediante la diplomacia y no mediante la guerra. Al
abordar los factores políticos y económicos subyacentes, el Consejo de
Seguridad puede establecer las condiciones para la paz y el desarrollo
sostenible. Consideremos cada una de las cuatro guerras por separado.
La guerra en Ucrania tiene dos causas políticas
principales. La primera es el intento de la OTAN de expandirse a Ucrania
a pesar de las oportunas, reiteradas y cada vez más urgentes objeciones de
Rusia. Rusia considera la presencia de la OTAN en Ucrania como una
amenaza significativa para la seguridad de Rusia. (1) La segunda causa política
es la división étnica este-oeste en Ucrania, en parte por líneas lingüísticas y
en parte por líneas religiosas. Tras el derrocamiento del presidente
Yanukóvich en 2014, las regiones de etnia rusa se separaron del Gobierno
posterior al golpe y solicitaron protección y autonomía. El acuerdo de
Minsk II, respaldado unánimemente por este Consejo en la Resolución 2202, pedía
que la autonomía regional se incorporara a la Constitución de Ucrania, pero el
acuerdo nunca fue aplicado por el Gobierno de Ucrania a pesar del respaldo del
Consejo de Seguridad de la ONU.
La causa económica de la guerra se debe a que la
economía ucraniana está orientada tanto al oeste, hacia la Unión Europea, como
al este, hacia Rusia, Asia Central y Asia Oriental. Cuando la Unión
Europea/UE intentó negociar un acuerdo de libre comercio con Ucrania, Rusia
expresó su alarma porque su propio comercio e inversiones en Ucrania se vieran
perjudicados a menos que se alcanzara un acuerdo a tres bandas entre la Unión
Europea/UE, Rusia y Ucrania que garantizara que el comercio y las inversiones
entre Ucrania y Rusia se mantuvieran junto con el comercio entre la Unión
Europea/UE y Ucrania. Por desgracia, la Unión Europea/UE no parecía
dispuesta a negociar con Rusia un acuerdo tripartito de este tipo, y la
orientación este-oeste de la economía ucraniana nunca llegó a resolverse.
Este Consejo podría poner fin rápidamente a la
guerra de Ucrania abordando sus causas políticas y económicas
subyacentes. En el frente político, los países del P5 deberían acordar
extender una garantía de seguridad a Ucrania y, al mismo tiempo, acordar que la
OTAN no se expandirá a Ucrania, abordando así la profunda oposición de Rusia a
la ampliación de la OTAN. El Consejo también debería trabajar para lograr
una solución de gobernanza duradera en relación con las divisiones étnicas de
Ucrania. El fracaso de Ucrania a la hora de aplicar el acuerdo de Minsk
II, y del Consejo a la hora de hacer cumplir el acuerdo, significa que la
solución de la autonomía regional ya no es suficiente. Tras casi 10 años
de duros combates, es realista que algunas de las regiones étnicamente rusas
sigan formando parte de Rusia, mientras que la gran mayoría del territorio
ucraniano seguirá perteneciendo, por supuesto, a una Ucrania soberana y segura.
Desde el punto de vista económico, hay dos
consideraciones, una relativa a la política y otra a la financiación. En
cuanto a la política, el gran interés económico de Ucrania es ingresar en la
Unión Europea, manteniendo al mismo tiempo unas relaciones comerciales y
financieras abiertas con Rusia y el resto de Eurasia. La política
comercial ucraniana debe ser integradora y no de distracción, para que Ucrania
pueda servir de puente económico entre el este y el oeste de Eurasia. En
cuanto a la financiación, Ucrania necesitará fondos para la reconstrucción y
para nuevas infraestructuras físicas, como ferrocarriles rápidos, energías
renovables, 5G y modernización de puertos. Como describo a continuación,
recomiendo que el Consejo de Seguridad establezca un nuevo Fondo para la Paz y
el Desarrollo que contribuya a movilizar la financiación necesaria para ayudar
a Ucrania y a otras zonas en guerra a abandonar la guerra y avanzar hacia la
recuperación y el desarrollo sostenible a largo plazo.
Consideremos de forma similar la guerra en Israel y
Palestina. También en este caso, el Consejo podría poner fin rápidamente
a la guerra aplicando las numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad de la
ONU adoptadas a lo largo de varias décadas en las que se pide el retorno a las
fronteras de 1967, el fin de las actividades de asentamiento de Israel en los
territorios ocupados y la solución de dos Estados, incluidas las resoluciones
242, 338, 1397, 1515 y 2334 del CSNU. Está claro que Israel y Palestina
son incapaces de alcanzar acuerdos bilaterales acordes con estas resoluciones
del Consejo de Seguridad de la ONU. En ambas partes, los partidarios de la
línea dura frustran una y otra vez a los moderados que buscan una paz basada en
la solución de los dos Estados.
Ya es hora, por tanto, de que el Consejo de
Seguridad de la ONU haga cumplir sus decisiones, aplicando una solución justa y
duradera que beneficie tanto a Israel como a Palestina, en lugar de permitir
que los partidarios de la línea dura de ambas partes ignoren el mandato de este
Consejo y amenacen así la paz mundial. Mi recomendación a este Consejo es
que reconozca inmediatamente el Estado de Palestina, en cuestión de días o
semanas, y acoja a Palestina como miembro de pleno derecho de las Naciones
Unidas, con capital en Jerusalén Este y con control soberano sobre los Santos
Lugares islámicos. El Consejo también debería establecer una fuerza de
mantenimiento de la paz, procedente en gran medida de los países árabes
vecinos, para ayudar a garantizar la seguridad en Palestina. Tal
resultado es la voluntad abrumadora de la comunidad internacional, y en el
interés manifiesto tanto de Israel como de Palestina, a pesar de las
vociferantes objeciones de quienes son los de la posiciones duras a ambos lados
de la línea divisoria.
Como en el caso de Ucrania, el hecho de que este
Consejo no haya aplicado sus resoluciones anteriores sobre Israel y Palestina
ha hecho que la situación actual sea mucho más difícil de resolver. Los
asentamientos ilegales de Israel han superado ya los 600.000 colonos. Sin
embargo, la descarada y prolongada violación por parte de Israel del Consejo de
Seguridad de la ONU a este respecto no es razón para que el Consejo se abstenga
de actuar ahora de forma decisiva, especialmente cuando Gaza está en llamas y
la región en general es un polvorín que podría explotar en cualquier momento.
La estrategia política debe ir acompañada de una
estrategia económica. Lo más importante es que el nuevo Estado soberano
de Palestina sea económicamente viable. Esto requerirá varias medidas
económicas. En primer lugar,
Palestina debe beneficiarse de los yacimientos de petróleo y gas en alta mar en
las aguas territoriales de Palestina. En segundo lugar, el nuevo Fondo
para la Paz y el Desarrollo debe ayudar a Palestina a financiar un puerto
moderno en Gaza y un enlace seguro por carretera y ferrocarril que conecte Gaza
y Cisjordania. En tercer lugar, los recursos hídricos vitales del valle
del Jordán deben repartirse equitativamente entre Israel y Palestina, y ambas
naciones deben recibir apoyo conjunto para garantizar un aumento sustancial de
la capacidad de desalinización con el fin de satisfacer las urgentes y
crecientes necesidades de agua de ambos países. En cuarto lugar, y lo que
es más importante, tanto Israel como Palestina deben formar parte de un plan
integrado de desarrollo sostenible para el Mediterráneo Oriental y Oriente Medio
que apoye la resiliencia climática y la transición de la región hacia la
energía verde.
Del mismo modo, el
Consejo puede poner fin a la guerra en Siria. La guerra de Siria estalló
en 2011 cuando varias potencias regionales y Estados Unidos unieron sus fuerzas
para derrocar al gobierno del presidente sirio Bashar al Assad. Esta operación de cambio de
régimen profundamente equivocada fracasó, pero desencadenó una guerra
prolongada con un enorme derramamiento de sangre y destrucción, incluso de
antiguos sitios del patrimonio cultural. El Consejo debe dejar claro que
todos los países del P5 y los países vecinos de Siria están plenamente de
acuerdo en que todos los intentos de cambio de régimen han terminado
definitivamente, y que el Consejo de Seguridad de la ONU tiene la intención de
colaborar estrechamente con el Gobierno sirio en la reconstrucción y el
desarrollo.
Desde el punto de vista económico, la mejor
esperanza de Siria es integrarse estrechamente en la región del Mediterráneo
Oriental y Oriente Medio, especialmente mediante la construcción de
infraestructuras físicas (carreteras, ferrocarril, fibra, electricidad, agua)
que conecten Siria con Turquía, Oriente Medio y las naciones
mediterráneas. Como en el caso de Israel y Palestina, este programa de
inversiones debería financiarse en parte con un nuevo Fondo para la Paz y el
Desarrollo Sostenible creado por este Consejo.
La guerra en el Sahel tiene raíces similares a la
guerra en Siria. Al igual que las potencias regionales y Estados Unidos
pretendían derrocar el gobierno de Bashar al-Assad en 2011, las principales
potencias de la OTAN también pretendían derrocar el régimen de Moammar Gadafi
en Libia en 2011. Al perseguir este objetivo, excedieron groseramente el
mandato de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que había
autorizado la protección de la población civil de Libia, pero ciertamente no
una operación de cambio de régimen dirigida por la OTAN. El violento
derrocamiento del gobierno libio se extendió rápidamente a los empobrecidos
países del Sahel. La pobreza por sí sola hizo que estos países sahelianos
fueran muy vulnerables a la afluencia de armamento y milicias. El
resultado ha sido una violencia continua y múltiples golpes de Estado, que han
minado gravemente la posibilidad de una mejora económica.
La crisis del Sahel es hoy ante todo una crisis de
inseguridad y pobreza. El Sahel es una región de semiárida a hiperárida,
con inseguridad alimentaria crónica, hambre y pobreza extrema. La mayoría
de los países de la región carecen de litoral, lo que dificulta enormemente el
transporte y el comercio internacional. Pero, al mismo tiempo, la región
posee enormes yacimientos de minerales de gran valor, una gran biodiversidad y
potencial agronómico, un enorme potencial de energía solar y, por supuesto, un
enorme potencial humano que aún no se aprovecha debido a un déficit crónico de
escolarización y formación.
Los países del Sahel forman una agregación
natural para la inversión económica regional en infraestructuras. Toda la
región necesita urgentemente inversiones en electrificación, acceso digital,
agua y saneamiento y transporte por carretera y ferrocarril, así como en
servicios sociales, especialmente educación y sanidad. Como el Sahel es
una de las regiones más pobres del mundo, los gobiernos son totalmente
incapaces de financiar las inversiones necesarias. También en este caso,
y quizá más que en ninguna otra región, el Sahel necesita financiación externa
para hacer la transición de la guerra a la paz, y de la pobreza extrema al
desarrollo sostenible.
Todos los miembros del P5, y de hecho el mundo
entero, sufren las consecuencias adversas de la continuación de estas
guerras. Todos están pagando un precio en términos de cargas financieras,
inestabilidad económica, riesgos de terrorismo y riesgos de una guerra más
amplia. El Consejo de Seguridad está en condiciones de tomar medidas
decisivas para poner fin a la guerra precisamente porque está claro que el
interés de todos los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, y en
particular de todos los países del P5, es poner fin a estas guerras de larga
duración, antes de que se conviertan en conflictos aún más peligrosos.
La Carta de la ONU confiere al Consejo de Seguridad
poderes considerables cuando cuenta con la determinación de sus miembros.
Puede introducir fuerzas de mantenimiento de la paz, e incluso ejércitos si es
necesario. Puede imponer sanciones económicas a los países que no cumplan
las resoluciones del CSNU. Puede
proporcionar garantías de seguridad a las naciones. Puede remitir casos a
la Corte Penal Internacional para detener crímenes de guerra. En resumen,
el Consejo es ciertamente capaz de hacer cumplir sus resoluciones si así lo
decide. Por el bien de la paz mundial, dejemos que el Consejo decida
ahora poner fin a estas guerras.
El Consejo de Seguridad de la ONU también debería
reforzar sus herramientas participando en la consolidación de la paz económica
junto con las decisiones más habituales sobre fronteras, fuerzas de
mantenimiento de la paz, sanciones y similares. He mencionado en varias
ocasiones la idea de crear un nuevo Fondo para la Paz y el Desarrollo que el
Consejo de Seguridad de la ONU podría desplegar para crear dinámicas positivas
para el desarrollo sostenible, y para animar a otros inversores -como el Banco
Mundial, el FMI y los Bancos Multilaterales de Desarrollo regionales- a
coinvertir en el establecimiento de la paz.
Yo recomendaría tres pautas para ese nuevo
fondo.
En primer lugar, lo financiarían las grandes
potencias transfiriendo una parte de sus gastos militares a la pacificación
mundial. Estados Unidos, por ejemplo, gasta actualmente alrededor de un
billón de dólares al año en el ejército, mientras que China, Rusia, India y
Arabia Saudí son los siguientes países que más gastan, con unos gastos
militares combinados que suponen algo más de la mitad de los de Estados Unidos,
quizás unos 600.000 millones de dólares. Supongamos que estos países redujeran
sus gastos militares en tan sólo un 10% y redirigieran el ahorro al Fondo para la
Paz y el Desarrollo. Sólo con eso se liberarían unos 160.000 millones de
dólares al año. Incluso esa suma podría apalancarse con algo de
ingeniería financiera para permitir préstamos anuales de unos 320.000 millones
de dólares al año, es decir, lo suficiente para ayudar a las actuales zonas de
guerra a iniciar un vigoroso giro hacia la recuperación y el desarrollo.
En segundo lugar, el fondo haría hincapié en la
integración regional. Esto es primordial tanto para el establecimiento de
la paz como para el éxito del desarrollo. Se ayudaría a Ucrania a
integrarse tanto al oeste (hacia la Unión Europea/UE) como al este (hacia
Rusia, Asia Central y Asia Oriental). Se ayudaría a Israel, Palestina y
Siria a integrarse en una red de infraestructuras para la región EMME,
profundizando tanto en la paz como en el desarrollo económico. Se
ayudaría a los países del Sahel a romper su aislamiento y su falta de servicios
básicos mediante una red de infraestructuras de carreteras, ferrocarril,
puertos, fibra y energía.
En tercer lugar, el Fondo para la Paz y el
Desarrollo se asociaría con otras fuentes de financiación, como la Iniciativa
Belt and Road de China, el Global Gateway de la Unión Europea/UE, la Asociación
Global para la Infraestructura y la Inversión del G7 y el aumento de los
préstamos de las instituciones de Bretton Woods y los bancos regionales de
desarrollo. Curiosamente, el Fondo para la Paz y el Desarrollo podría ser
un vehículo para una mayor asociación en materia de inversiones entre China, la
Unión Europea/UE, Estados Unidos y el G7. Esto también sería una
contribución a la paz, no sólo en las zonas de guerra actuales, sino también
entre las principales potencias del mundo.
Justo en la calle de enfrente de nosotros está el
muro de Isaías, con las visionarias palabras del gran profeta judío del siglo
VIII a.C: «Convertirán sus espadas en
rejas de arado, y sus lanzas en podaderas; no alzará espada nación contra
nación, ni se adiestrarán más para la guerra». Es hora de honrar las palabras
de Isaías poniendo fin a estas guerras inútiles, recortando los gastos
militares y convirtiendo lo ahorrado en nuevas inversiones en educación,
sanidad, energías renovables y protección social.
La propuesta de reorientar los gastos
militares de hoy hacia la financiación del desarrollo sostenible de mañana se
basa no sólo en la sabiduría perdurable de Isaías, sino también en las
propuestas de los líderes religiosos y de las naciones del mundo en la Asamblea
General de la ONU. El Papa Pablo VI, en su brillante encíclica Populorum
Progresio (1967), pidió a los líderes mundiales «que destinen parte de sus
gastos militares a un fondo mundial para aliviar las necesidades de los pueblos
empobrecidos». La Asamblea General de la ONU hizo suya esta causa en la
Resolución 75/43 de la AGNU, en la que pedía «a la comunidad internacional que
dedique al desarrollo económico y social una parte de los recursos disponibles
gracias a la aplicación de los acuerdos de desarme y limitación de armamentos,
con el fin de reducir la brecha cada vez mayor que separa a los países
desarrollados de los países en desarrollo.»
Como estadounidense, me enorgullece que nuestro más
grande Presidente, Franklin Delano Roosevelt, fuera el visionario que supervisó
la creación de esta gran institución. Creo firmemente en la capacidad de
las Naciones Unidas, y de este Consejo de Seguridad, para mantener la paz y
promover el desarrollo sostenible. Cuando los 193 Estados miembros de la
ONU, o 194 con la adhesión de Palestina, estén a la altura de la Carta de las
Naciones Unidas, tendremos una nueva Era Global de Paz y Desarrollo Sostenible.
20 de noviembre de 2023
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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