Y el pueblo
dónde está?
El desarrollo de la política profesional realmente limita en
demasía el ejercicio de la soberanía popular. La realidad internacional nos
señala que las grandes decisiones mundiales son adoptadas de espaldas a los
llamados ciudadanos por gobernantes de facto, en muchos casos, o por otros que
se han impuesto en los gobiernos y parlamentos sin mayor voluntad de servir a
los intereses de sus connacionales, sino más bien a su afán de perpetuarse en
los altos cargos públicos. Y, por supuesto, medrar en ellos.
Dan cuenta de lo anterior, las guerras que hoy asolan a
varios puntos del planeta, los miles de muertos civiles, la destrucción de
ciudades y grandes obras arquitectónicas y de infraestructura.
Si bien en el pasado remoto los pueblos concurrían con
entusiasmo a los más cruentos episodios, hoy es indiscutible que los pueblos
prefieren la paz por sobre cualquier consideración política, económica o
estratégica. Los movimientos por la paz son mucho más multitudinarios que los
actos patrioteristas.
Ya casi no existe el prestigio y la fama de antaño de los
ejércitos y militares. Lo que se explica mucho en los horrores cometidos por
los uniformados contra los propios pueblos obligados a solventar sus
despropósitos. Como es el caso de aquellas Fuerzas Armadas que practicaron la
guerra interna y pisotearon sistemáticamente los Derechos Humanos de tantos
países del mundo y, en particular, de nuestra región.
De este modo, solo cabe lamentar la autoridad que todavía se
le asigna a las instituciones mundiales y a aquellos mecanismos con los cuales
la política profesional consolida su hegemonía, abogando siempre por principios
que vulneran constantemente, como la igualdad entre las naciones, la libre
determinación de los pueblos y la no intervención en los asuntos de los otros
estados. El mismo Tribunal de Justicia de La Haya, pasando por todas las
instancias multinacionales, se ve que son manipuladas por las grandes potencias
y los lineamientos impuestos por la ideología neoliberal asumida como un
estricto canon entre las relaciones internacionales.
Con frecuencia se descalifica a aquellos regímenes que no
son del gusto de las potencias, mientras que en estas imperan gobiernos de muy
precaria condición democrática como sucede con los Estados Unidos, China, Rusia
y varias de sus naciones adláteres, donde justamente existe licencia para
violar los derechos humanos y el derecho a declarar por doquier conflictos
armados, invasiones y genocidios para alimentar su principal forma de sustento:
el lucrativo negocio de las armas. O cuando en su supremacía no trepidan en
digitar las economías y los gobiernos vasallos, como ocurre hoy en día con
aquellas naciones asiáticas y africanas completamente dominadas por la política
exterior de los países más ricos e imperialistas. Estados pobres y atrasados
que solo pueden salvar relativamente su autonomía cuando carecen de petróleo y
otros recursos estratégicos.
Lo que ocurre en la presuntuosa Europa es realmente
bochornoso a causa del influjo que le asignan a la OTAN y a referentes como el Banco
Mundial. Lo mismo que ocurre nuestra
región con la más que desacreditada Organización de los Estados Americanos y
otras instancias multinacionales que tuvieron los más nobles propósitos pero
que finalmente sucumbieron a las presiones del imperialismo. A cuyo influjo
vemos que se inclinan, también, gobernantes de izquierda que llegan al poder
cargados de promesas para en un dos por tres terminar arrodillados frente a la
Casa Blanca y el Banco Interamericano de Desarrollo.
Pero no todo está perdido. La Rebelión Social del
2019 en Chile, si bien solo logró remecer la antigua institucionalidad, sirvió
para comprobar que, cuando el pueblo se levanta y moviliza por sus propios
fueros, es posible abrigar y consolidar cambios fundamentales y hasta revoluciones.
Siempre y cuando los que alcancen después el poder no se corrompan tan
rápidamente y terminen dándole aliento, por ejemplo, a la Constitución de
Pinochet como a su herencia económica y social.
Al respecto, años atrás, nadie hubiera podido imaginar que
nuestro Estado podría llegar a consolidar un estratégico acuerdo empresarial
con el yerno del Dictador, acaso el empresario más repugnante del régimen
castrense y que ahora de su apelativo de “rey del salitre” ha pasado a ser el
”zar del litio” y otras reservas que nuestro Desierto de Atacama le ofrenda por
obra y gracia de los gobierno de la Concertación y , ahora, de izquierda.
Llena de esperanza lo que ocurre actualmente en Francia
donde los trabajadores del agro han sitiado su Capital y tienen en jaque la
tozudez de la clase política renuente a concederles sus justas demandas. Así
como creemos ejemplar la espontanea reacción de cientos de miles de alemanes
propuestos a encarar a los grupos hitleristas o neofascistas que se proponen
irrumpir en la política para poner en práctica sus intenciones racistas y
genocidas. Las cuales, se ve, continúan muy latentes allí y en otros países.
Nunca debemos olvidar que la derrota del apartheid
sudafricano se debió al levantamiento popular y a la solvencia de líderes
incorruptibles como Nelson Mandela. Como también debemos rendirles tributo a
figuras tan señeras como la de Gandhi y Martin Luther King. Así como es posible
reivindicar, aunque a algunos mucho les incomode, la Revolución Cubana que, más
allá de sus logros y frustraciones, demostró una entereza enorme en las fauces
mismas del imperio, sobreponiéndose a toda suerte de bloqueos y agresiones
criminales contra un pueblo que se ha mostrado, hasta aquí, indomable.
Quizás si la mejor contribución que pueden hacer los
sectores de izquierda y del progresismo sea dejar que la organización social
fluya y se oriente hacia un nuevo y justo rebelión democrática y popular
que no esté dispuesto a cederle el poder a los políticos profesionales, ni a
las bandas de delincuentes. A endosarle su fuerza y representación a esos
líderes de papel causantes de tanto desencanto aquí y en otras naciones. Para
que la desigualdad social continúe profundizándose, las oligarquías se
mantengan impunes y se haga propicio el crimen organizado, el narcotráfico y
otras lacras del tiempo actual.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
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