Mitos de la herencia hispánica, “El descubrimiento de América de la España profunda, monárquica franquista”.
Por Prof. Luis Vitale/Universidad e Buenos Aires/Universidad
de la Habana, Cuba/ Universidad Nacional de México UNAN/Universidad de Chile,
etc.
Prolegómenos:
Estimada Señora Gerda Bottcher, Directora de la revista “Latinoamérica un
Pueblo Continente”, Berlín, Alemania:
Me apresuro en hacerle llegar mis reflexiones sobre los mitos de la
herencia hispánica de la España profunda monárquica franquista, su fabricadora el
descubrimiento de América, por ejemplo. Agradeciéndole su solidaria traducción al
Alemán, Francés e Inglés. La oligarquía empresarial,
financiera-bancaria/agiotista, agrícola monopolista y su clase paniaguada/cipayas,
burguesa politicastra/castrense, testaferras de la fabricante de mitos “La
madre Patria”, fabrican estos mitos para encubrir, tergiversar la dramática realidad
que sobreviven los pueblos Americanos y enajenar a las gentes en función de sus
miserables intereses de clases. A modo de ilustración le adjunto mi articulo analizando
otros mitos de la herencia hispánica, “la raza superior”, “la madre patria”,
etc.
Con cordiales saludos.
Prof. Luis Vitales, Buenos Aires, Argentina
Mito Nº 1: Que los
españoles, guiados por Colón, descubrieron América.
Para cualquier mente no
ideologizada está claro –a la luz de las pruebas arqueológicas– que antes de la
llegada de los españoles existían en nuestra América culturas milenarias. Si
alguien la descubrió fueron los seres humanos que, provenientes del
Asia, cruzaron el estrecho de Behring hace más de 50.000 años, bajando hasta el
extremo sur chileno donde se han encontrado en Pali-Aike (canal del Beagle)
restos humanos que datan de unos 10.000 años.
Posteriormente, hace unos 5.000
años, llegaron en canoas –por el Pacífico norte– navegantes originarios de la
cultura Jomon (isla Kyushu, al sur de Japón) que con su cerámica influyeron a
la Cultura Valdivia (Ecuador) y a otros pueblos originarios de la actual
Colombia.
Se ha hablado de la llegada de
los fenicios y vikingos a nuestras costas pero todavía no se ha podido
demostrar esta hipótesis. En consecuencia, Colón no descubrió nada porque
nuestra América ya estaba culturizada por los pueblos originarios. Si se
esgrimió la palabra “descubrimiento” fue para justificar la conquista de
territorios ricos en metales preciosos.
¿Por qué no se habló
del descubrimiento del Asia luego del viaje de Marco Polo en el siglo XIII?
La respuesta es que Europa –en relación a los avances de la cultura china- no
estaba en condiciones de conquistar Asia. Maravillado, Marco Polo contó a su
regreso el esplendor de la civilización china, razón por la cual a nadie se le
ocurrió hablar de “descubrimiento”. En síntesis, el concepto de descubrimiento
se utilizó recién en el siglo XVI por una razón cargada de contenido
ideologizante: justificar la apropiación de metales preciosos. No por
casualidad, Colón escribió en su diario –según Eduardo Galeano– 138 veces la
palabra oro. “Las venas abiertas de América Latina”.
Mito Nº 2: Que el viejo mundo era la avanzada de la
civilización y el nuevo mundo estaba en el salvajismo.
Detrás de este planteamiento está sin duda la concepción
eurocéntrica de la historia que, vista desde el ángulo europeo, pudo hablar de
Indias Occidentales y Orientales así como se visualizó en Asia el Cercano,
Medio y Lejano Oriente. Con justa razón, los chinos hablaban de la lejana
Europa. No siempre Europa fue el ombligo del mundo de la historia universal.
Indoamérica no fue Nuevo Mundo porque poseían culturas más
antiguas que la de los que la invadieron. Nuestro neolítico fue tan antiguo
como el de Europa occidental con cultivos incipientes en Teotihuacán que datan
de 7.000 años a. C., y maíz cultivado hacia el 5.000 a.C., y en Chile restos
agrícolas de 3.500 a.C. Pronto se abrieron paso las terrazas o andenes para regadío
artificial, junto con un notable avance en cerámica y cestería. En cuanto a
elaboración de metales, nuestras culturas originarias estaban en un grado de
adelanto igual o superior al de los europeos del siglo XV, según John Murra.
El notable pintor alemán Albert Durero fue uno de los
primeros en reconocer el adelanto de nuestras culturas. En 1520, al observar
los tesoros traídos por Hernán Cortés de México, escribió en su diario: “En mi vida he visto nada que haya
regocijado tanto mi corazón como estas cosas. Pues he contemplado
maravillosos objetos y me ha asombrado el genio sutil de los seres humanosde
países extraños”. (H. Lechmann: “Las culturas precolombinas”, Editorial
Universitaria, Buenos Aires, 1965.)
Posteriormente, un científico europeo de la talla de E.
Nordenkiöld manifestó: “Creo que debemos admitir que la contribución de los indígenas
–como descubridores e inventores– al progreso cultural del seres humanos
es considerable. Puede incluso sobrepasar a la de los pueblos teutónicos
durante la era que precedió al descubrimiento de América. Es hecho comprobado
que los indígenas habían logrado muchos descubrimientos e invenciones
que en los tiempos precolombinos eran desconocidos en el Viejo Mundo” (citado
por A. Toynbee: “Estudio de la historia”, Emecé, Buenos Aires 1951). Nuestras
culturas originarias conocían todas las aleaciones de metales, con excepción
del hierro, llegando a utilizar hornos de fundición llamados “huairas”, como lo
han probado los estudios de Bargalló, Rivet, Arsandaux sobre minería y metalurgia
indoamericanas. Adelantos tecnológicos que aprovecharon los españoles más
retrasados en la minería que los indoamericanos, como lo dijo Garcilaso de la
Vega. En indoamérica se inició tempranamente una revolución urbana, con
ciudades como Teotihuacán, cerca de medio millón de habitantes, el Cuzco y
Lubatún (Imperio Maya) con 50.000, superando con creces la población de Atenas
en su máximo esplendor bajo Pericles. En el momento de la invasión española,
las dos ciudades más grandes del mundo eran Pekín y... nuestra Teotihuacán. Y
todo esto sin afectar los ecosistemas naturales, con los cuales la sociedad
seguía manteniendo plena armonía. Esa relación permitió a sus habitantes
enriquecer su cosmovisión y detectar centros de energía como los que vimos
cerca de Ciudad de México en Cochasquí, al norte de Quito. Los mayas
descubrieron un calendario tanto o más preciso que el egipcio y juliano del
imperio romano. También crearon el número cero, que recién fue incorporado a
Europa occidental a través de los árabes.
¿Qué era el tan mentado Viejo Mundo?.
Comenzaremos por
España. Colonizada por los iberos y luego por los celtas y, en menor medida,
por los fenicios, griegos y cartagineses fue convertidaen colonia del Imperio
Romano desde el siglo II a.C. hasta nuestra era. A la caída del Imperio
Romano fue invadida por los "bárbaros" visigodos, que no
comprendieron los avances culturales de un Isidoro de Sevilla. A partir del
siglo VII, España fue de hecho una colonia del Imperio musulmán hasta el siglo
XIV, poco menos de una centuria anterior al viaje de Colón. Los españoles
conocieron recién a grandes pensadores árabes como Ibn Jaldún, Averroes y
Avisena, portadores del pensamiento aristotélico, menospreciado por la Iglesia,
que al fin tuvo que aceptarlo a medias a través de Tomás de Aquino. En suma, la
España que nos conquistó había sido 7 siglos colonia de Roma y 14 del imperio
musulmán.
Ni qué hablar del atraso de Inglaterra. Colonia del Imperio
Romano, de los siglos II al V, fue luego dominada por los piratas sajones que no
se caracterizaban precisamente por su cultura. Inglaterra gateaba en la
historia cuando fue invadida en el siglo XI por los normandos de Guillermo I,
el Conquistador. Ahí se inició un proceso de culturización que se consolidó con
la aprobación de la Carta magna en 1215, base de instituciones liberales como
el Parlamento. Al vencer a Francia en la Guerra de los Cien años (1337 – 1453),
Inglaterra pavimentó el camino que la transformó en pocos siglos en uno de los
imperios coloniales más poderosos de la historia. En todo caso, no se
podría hablar de una Inglaterra del Viejo Mundo, cuando su despegue comenzó
sólo dos siglos y medio antes del viaje de Colón. De su período anterior, no
existe ningún vestigio arqueológico que permita decir que la Inglaterra era más
"vieja" y avanzada que nuestras culturas originarias. En rigor de
verdad, debería ser incluida en el grupo de naciones del joven o "Nuevo
Mundo".
Lo mismo cabe decir de la orgullosa Alemania, fragmentada en
condados y ducados, que recién se unificarían en una sola nación en 1870, bajo
el regimenautoritario de Bismarck. Este territorio que solo tiene un
poco más de un siglo como Estado-Nación no fue precisamente cuna de expresiones
culturales superiores a las de los indoamericanos. Alemania, Inglaterra,
Francia, no pudieron contemplar la belleza de un Machu Picchu y menos de las
pirámides del Sol y de la Luna de nuestro Teotihuacán.
Si aprendieron algo fue gracias a los egipcios, chinos,
sumerios y árabes, que desde el siglo VII al XIV fueron avanzadas de la
civilización en el hemisferio norte. Dieron un impulso inusitado al comercio,
mientras el resto de Europa vivía bajo un régimen feudal de economía
cuasi-natural. Portadores de la pólvora, la imprenta, la brújula y el papel
–descubiertos por los chinos, que eran el verdadero Viejo Mundo junto a la
India– los árabes aportaron a Europa el cero y el sistema hidráulico de regadío
y canalización más desarrollado, según lo demostró el Dr. Karl Marx en
el tomo I, volumen I, p.565 de "El capital".
Gracias a la prolongada ocupación musulmana, España tuvo un
feudalismo sui-géneris, distinto al de otras regiones de Europa, en transición
al capitalismo mercantilista incipiente luego de la expulsión de los moros, de
los judíos y de los gitanos, bajo el autoritarismo del Estado nacional
monárquico, uno de los primeros en Europa junto con Francia e Inglaterra, al
decir de Maquiavelo en "El Príncipe".
Mito Nº 3: El día de la Raza.
No está claro si los españoles recurrieron a la zoología
para difundir el concepto de raza, de inequívoca inspiración etnocéntrica. En
todo caso, lo utilizaron al calificarse de "subhumanos" a nuestros
aborígenes, asociando arbitrariamente el color de la piel con las facultades
síquicas.
Así era fácil la sed de riquezas en nombre de una supuesta
raza superior. Colón escribía en 1503 a la reina Isabel: "Con oro hasta se hacen entrar las almas al
paraíso". ¡Cómo para hacer ruborizar a los frailes empeñados en la cruzada
de evangelización! Al parecer, el actual Papa polaco –tan político- ha
perdido la memoria histórica porque continúa celebrando los quinientos años de
evangelización sin mencionar para nada que dicha campaña de "esa celestina
universal" que es el oro, como dijera Shakespeare.
El conocido genocidio
de millones de indígenas bajo el signo de la cruz y la espada, a los cuales
habría que agregar la pólvora, las armas de fuego y –por qué no decirlo– el
falo para consumar una de las mayores violaciones de la historia. Esta
violencia contra la mujer también se hizo en el nombre de la "raza
superior", mentira que a partir de 1810 fue repetida por la clase empresrial/latifundista
dominante criolla para arrebatarles a los pueblos originarios las tierras que
aún les quedaban en el siglo XIX, alegando –como se hizo con la llamada
"pacificación de la Araucanía"– que así lo demandaba el progreso
(léase expansión capitalista de la frontera interior o, en términos marxistas,
ampliación de la renta absoluta de la tierra).
Una vez consolidado
el Estado nacional, las clases oligarcas/empresarial, y burguesías politicastras/castrenses
latinoamericanas se aprestaron a celebrar el Día de la Raza a fines del siglo
XIX. Argentina se oficializó el 12 de octubre de 1892, curiosamente el
mismo año en que José Martí Perez fundaba el Partido Revolucionario
Cubano para iniciar la segunda guerra de la Independencia contra España profunda
monárquica franquista.
La instauración
oficial del Día de la Raza coincidió, no por casualidad, con la primera
celebración del Centenario –en este caso el IV– del "descubrimiento"
de América. (En 1792 todavía éramos colonia). Este primer festejo de un
Centenario fue el resultado de una ofensiva hispanófila que reclutó a –como
siempre– intelectuales criollos que se encargaron de ideologizar este
acercamiento a España. Afirmación –como lo sistematizó más tarde Jaime
Eyzaguirre– que la Independencia latinoamericana tuvo como base la
"tradición jurídica" española, según la cual; derrocada la monarquía
por Napoleón, la autoridad volvía al pueblo ya que el poder de los reyes había
sido generado por el pueblo (J. Eyzaguirre: "Ideario y ruta de la
emancipación chilena, Stgo. 1957).
Basta leer las opiniones de Eyzaguirre sobre los mapuches
para darse cuenta del racismo hispanófilo que corre por sus venas
castellano-vascas. Sus maestros fueron los racistas Hume y el conde de
Gobineau. Hegel , autor de la tesis de "los pueblos sin historia",
llegó a opinar que "sólo en América existen salvajes tan torpes e idiotas
como los fueguinos y los esquimales". Si un filósofo de la envergadura de
Hegel se equivocó al diagnosticar, con criterio eurocéntrico, que la historia
culminaba en el Estado alemán, es de imaginar el destino que espera al
sentencioso Kukuyama con su "teoría" del fin de la historia o
culminación de ella en el sistema "neoliberal" (léase capital
monopólico transnacional).
No hay un fin de la historia, que tampoco se acabará con “el
comunismo” como le pregonaron teológicamente ciertos manuales hoy en el
invernadero.
Detrás del telón de fondo del IV Centenario en 1892 estaban
los intereses comerciales de la monarquía española que deseaba disputarle los
mercados latinoamericanos –otrora suyos– a Inglaterra, Francia y Estados
Unidos, en cuya mira estaban el azúcar cubano y puertorriqueño, por entonces
todavía colonias de España.
Es sugerente que ahora la parafernalia montada en torno al V
Centenario tenga parecida finalidad: convertir a España en la cabecera de
puente para que las clases empresariales/oligarcas, las burguesías/politicastras/castrenses
latinoamericanas puedan entrar con facilidades aduaneras en el Mercado Común
Europeo.
Mito Nº 4: La Madre Patria.
¿A quién se le pudo ocurrir que sea "madre patria"
la que exterminó al 75 % de la población aborigen, desarraigó a 10 millones de
negros y explotó sin piedad a millones de mestizos? Ni siquiera fue "madre
patria" para los criollos que tuvieron que enfrentar a España en la lucha
por la Independencia.
Estas elites –que empezaron con el ideal bolivariano de
construir una patria grande y terminaron en "patrias chicas"– fueron
precisamente las que a fines del siglo pasado comenzaron a levantar el mito de
la "madre patria" con la intención de limar las asperezas de la
guerra de la Independencia para reiniciar el intercambio comercial con España.
Curiosa analogía histórica: en 1992, con los jugosos
negocios prometidos a los gobiernos latinoamericanos por el gobierno español
–más liberal que socialdemócrata– no sería raro que nuestros gobernantes
encuentren ya no solo una madre patria edípica sino un padre que podría prever
abundantes divisas para atenuar la extrema pobreza de estos millones de
"rotos".
Mito Nº 5: Que América latina se incorporó a la
modernidad con la colonización europea.
Comenzaremos con una afirmación que puede ser discutible: el
concepto de modernidad es eurocéntrico, elaborado en función del modelo de
desarrollo europeo. Dos: no existe "la" modernidad sino varias
modernidades y variadas formas de expresarlas. Tres: modernidad significa,
desde el punto de vista del desarrollo capitalista, apertura del comercio
mundial y revolución industrial. "La biografía moderna del capital –decía el
Dr. Karl Marx– se abre en el siglo XVI con el comercio y mercado
mundiales". La monarquía española fue parte activa de este proceso al ampliar
el comercio con la conquista de América, cuyos metales contribuyeron de manera
decisiva a la acumulación originaria de capital. Veamos cómo se expresó esta
modernidad eurocéntrica en nuestra América. Si ella significa deterioro
ecológico, indudablemente que fuimos incorporados a través de la colonización
española u portuguesa que devastó nuestra flora y fauna, generadas en 500
millones de años, en aras de la economía de exportación. Si por modernismo se
entiende régimen patriarcal consolidado, entonces los indoamericanos no eran
modernos porque, como lo atestiguó el cronista Cieza de León, en Quito y en el
Cuzco "las mujeres son las que labran los campos y benefician las tierras
y mieses y los maridos hilan y tejen y se ocupan de la ropa". Si por
modernidad se entiende propiedad privada generalizada de los medios de
producción, entonces por suerte nuestros aborígenes no eran modernos porque
trabajaban la tierra que colectivamente poseían, al decir del cronista español
Pedro Mártir: "Es cosa averiguada que aquellos indígenas poseen un común
la tierra, como la luz del sol y el agua, y desconocen las palabras 'tuyo' y
'mío'.
Si por modernidad se entiende imponer un Dios único –que
además castiga– entonces la gente de nuestra tierra justificadamente lo rechazó,
manteniendo su cosmovisión con dioses representativos de su armónica relación
con la naturaleza.
Si para los españoles la modernidad se expresaba en
gobiernos monárquicos, entonces los indígenas Americanos, para bien,
nunca fueron modernos porque tenían una concepción democrática de generación
del poder a través de asambleas que elegían caciques, fenómeno reconocido por
el cronista Fernández Oviedo en su "Historia general y natural de las
indias": "las autoridades eran nombradas por comunidades regidas por
senadores o asambleas de ancianos, seres humanos venerados, escogidos
mediante votación".
Mientras para los siglos 17, 18 y 19 la modernidad significó
libre competencia y libre comercio, para el presente la postmodernidad
representa la hegemonía del capital monopólico llevado a su máxima expresión
transnacional. Entonces, debemos reconocer que aquí algo anda mal respecto de
la significación conceptual porque no puede ser que una misma palabra –
modernidad – tenga dos contenidos distintos y contradictorios, por más "post"
que se ponga: libre competencia y monopolio.
Para los románticos del siglo XIX, modernidad fue un
movimiento de la razón crítica para luchar por la justicia y la libertad, como
afirma Michael Lowy. Si releyéramos las páginas de Heine, Flora Tristán, Fourier,
Lamartine, el joven Víctor Hugo y otros posteriores, como Rimbaud,
comprenderíamos que sus críticas al modernismo decimonónico son fuente de
inspiración para nuestras críticas al postmodernismo.
El modernismo literario de Rubén Darío –amigo de otro buen
modernista nuestro, el presidente Balmaceda Fernández – era muy
distinto del modernismo conservador de fin de siglo, preconizado por la
corriente hispanófila. Como también fue distinto el modernismo crítico
romántico de Arcos y Bilbao al de los ideólogos de la modernista y autoritaria
era de Portales y Montt. Estas mismas corrientes modernistas romántico,
utopistas y conservadoras, se repetirán en el siglo XX chileno con el
conservador modernista Alberto Edwards y el relevante romántico surrealista
Vicente Huidobro, contemporáneo del marxista más romántico de América Latina:
José Carlos Mariátegui. Cabe preguntarse: si el presidente Allende fue
un romántico del cambio social, ¿quién fue entre 1970 –73 el conservador
postmodernista?
En síntesis, fuimos desde el siglo XVI colonizados e integrados
a la modernidad sin ser nunca estrictamente modernos, pues no despegamos
industrialmente a causa del pacto neocolonial del siglo XIX celebrado entre la aristócrata/feudal
criolla y la europea, que se comprometió a comprar nuestros productos
agropecuarios y mineros a cambio de permitirles la entrada indiscriminada de
artículos manufacturados. Ahora, justo ahora, el V centenario, resulta que por
estar incorporados, vía transnacionales, a la economía mundial y antisocial de
mercado, en un nuevo pacto neocolonial, somos postmodernos o a punto de serlo
si cumplimos las recetas del Fondo Monetario Internacional.
Colofón: Las críticas a la España profunda monárquica
franquista están dirigidas a sus clases empresariales/oligarca, y burguesa,
politicastra, castrense dominantes y no al Pueblo Español, a los catalanes,
vascos, andaluces y de otras nacionalidades peninsulares. Para ellos, que
jugaron como Viriato en defensa de su pueblo invadido por las legiones romanas,
que durante 7 siglos resistieron la ocupación musulmana y más tarde engrosaron
las filas de la guerrilla popular para batir a Napoleón y al ejército más
poderoso de entonces. Para ellos, y muy especialmente para los combatientes de
la República, de Julian Grimau a Buenaventura Durruty y Andrés Nin, vaya
nuestro saludo fraterno.
¡Hablando de Descubrimientos...!
Colón descubrió América... Marco Polo descubrió China.
Y
Es hora de descubrir Nuestra América Morena, entonces, recorramos nuestro continente con sus poblaciones callampas en Chile, sus villas miserias en Argentina, sus cantegriles en Uruguay, sus favelas en Brasil, sus bidonvilles en Haití, sus tugurios en México, Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, etc.
Para conocer Nuestra América Morena, Latinoamérica no hace
falta una exposición en Sevilla, hay que recorrer, caminar, oler, oír, ver y
sentir intensamente esta tierra que parió al general libertador
Francisco de Miranda y Rodríguez, primer desaparecido de nuestro
continente cuyo cuerpo aún no ha sido devuelto por la España profunda, monárquica,
franquista a través de su régimen de turno, al general libertador
Simón Bolívar Palacios y Blanco, al Lic. José Martí Pérez,
al general de seres humanos libres Cesar A. Sandino, el Lic.
Benito Juárez García, el comandante Dr. Ernesto Guevara de
la Serna, el presidente Dr. Allende Gossens, el sacerdote
revolucionario Camilo Torres Restrepo, el general libertador José
Artigas Arnal, etc. También parió a Gabriela Mistral, Guayasamín,
Miguel Angel Asturias, Pablo Neruda, Diego Rivera, Gabriel García Márquez, etc.
Hay que hacer algo por nuestra América Morena, Latinoamérica
como la llamaron José Martí Pérez y Gabriela Mistral. No hay que olvidar
nada, solo los pueblos esclavos sobreviven olvidando. Hay que recordar
los calendarios Mayas, Machu Picchu, las pirámides aztecas, los caminos del
inca, Lautaro, Tupac Amaru, Cuauhtémoc, Hatuey, Galvarino, Fresia, Caupolicán,
etc. Por este camino encontraremos nuestra verdadera historia.
Dr. Moreno Peralta, Hugo.
Director Fundación Cesal e.V/Berlín, Alemania
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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