Guerra, paz y periodismo, en el genocidio del Pueblo Palestino.
Directora de
'Público'/OTHER NEWS/ADDHEE.ONG:
Vivimos en medio de un consenso político, mediático e intelectual casi
sin fisuras en lo que respecta a la guerra de Ucrania. Es un momento en el que
quien no comulga con el relato fijado por Gobiernos y otras instituciones, se
mueve en los márgenes y resulta estigmatizado, apartado
o castigado.
"Ninguna guerra es justa. Cuando no se hallan
maneras de resolver políticamente los desacuerdos, la guerra no es otra cosa
que la demostración de la ineficiencia diplomática o, peor, su inoperancia
frente a los grandes intereses".
Estas dos frases son las más duras de un artículo
de Chantal Maillard, poeta y filósofa
española nacida en Bélgica, Premio Nacional de Poesía y Premio de la Crítica,
que fue rechazado por los medios en los que habitualmente colabora.
Este rechazo ilustra muy bien el momento en el que
estamos, una ola belicista en la que quien renuncia a surfearla, queda
automáticamente arrinconado.
No es algo nuevo.
Ahora que el desigual conflicto entre Israel y Palestina vuelve a la
palestra, no está de más recordar el apoyo cerrado a Israel de los principales
Gobiernos occidentales/USA/OTAN/UE. Apoyo que es recogido en los medios
de comunicación globalizada sin aportar prácticamente contexto y sin una
perspectiva periodística de derechos humanos y del entorno ecológico.
Pero déjenme que les hable del libro La guerra es la salud del Estado (Ediciones El
Salmón). Los dos breves ensayos que contiene fueron escritos por Randolph Bourne en 1917 y1918. Bourne mantuvo
desde 1914 una postura antibelicista que lo enfrentó a casi toda la izquierda
estadounidense. Acabó marginado y expulsado de los medios en los que escribía.
Según él, los Estados se sirven de la
guerra para extender su dominio más allá de sus fronteras y
aplastar cualquier disidencia interna con leyes de excepción.
En el primero de los ensayos (La guerra y los intelectuales), Bourne escribe:
"Una clase intelectual totalmente racional
habría llamado insistentemente a la paz y no a la guerra. Durante meses, la
necesidad apremiante ha sido la de una paz negociada, para evitar la ruina de un callejón sin salida. Esta
misma habilidad política, empleada con determinación en aras del
intervencionismo militar, ¿no habría podido asegurar una paz que no hubiera
supuesto el sometimiento de ninguno de los dos bandos?".
Y en páginas anteriores:
"Los intelectuales se han identificado con las
fuerzas menos democráticas de nuestra sociedad. Han asumido el liderazgo para
la guerra de esas mismas clases contra las que viene luchando la democracia
estadounidense desde tiempos inmemoriales; sólo en un mundo en el que no
quedara rastro de la ironía podría una clase intelectual entrar en guerra a la
cabeza de semejantes cohortes antiliberales en la causa declarada del
liberalismo y la democracia mundial. No ha quedado nadie para señalar la
naturaleza antidemocrática de este liberalismo de guerra: en tiempos de fe, el escepticismo es el más intolerable de los
insultos".
Un siglo después, en lo que respecta a la guerra de Ucrania, estamos prácticamente igual.
Asistimos a un malabarismo intelectual y dialéctico en el que la paz y la
guerra se vuelven equivalentes: Ucrania puede ganar aun cuando pierda, y Rusia
pueda perder aun cuando parezca ganar.
"Si quieres la paz, prepárate para la
guerra", decía Vegetius, un alto
aristócrata romano conocido por su belicismo radical y por haber inspirado a
los ideólogos del fascismo italiano.
Y eso es precisamente de lo que nos intentan
convencer: de que a la paz se llega con la guerra y, en este caso, con el
aplastamiento de los rusos. Un discurso que han mantenido, por ejemplo, Los
Verdes alemanes/amarillos.
En esa línea argumental, nadie agrede, todos se defienden. Pero entonces,
¿a qué llamamos paz? ¿A la no violencia o a la
defensa de un statu quo?
En ese marco, el discurso de guerra justa y la justificación del envío de armas han sido
aceptados mayoritariamente por la ciudadanía, sin mayores reparos. Entre otros
motivos, porque los medios mediáticos globalizados de comunicación así
lo reflejaron y lo siguen reflejando.
¿Y esto por qué sucede? Por distintos motivos.
1. En sociedades acostumbradas a consumir
información en forma de píldoras y en las que todo se simplifica al máximo,
cuando toca analizar una realidad compleja se da una necesidad de identificar a un malo y a un bueno. Recordemos
que la película siempre comienza cuando alguien se siente agredido y se tiene
que defender.
Es mucho más fácil y eficiente (en términos de
impacto en las audiencias) moverse en blancos y negros en lugar de
bucear entre los grises. Porque los grises generan dudas,
preguntas, incertidumbres, reflexiones y necesitan de tiempo, ese bien en
peligro de extinción. Y en esos matices la figura del bueno y del malo quedan
diluidas.
Como todas las guerras, la de Ucrania podría
haberse evitado si los Estados implicados hubieran actuado sobre seguridad
Rusa las causas que motivaron la invasión. Esto señala de igual manera
a Ucrania, Rusia, Estados Unidos, a los países de la OTAN y a la UE. Algo
que es compatible con la condena sin paliativos de la invasión de Rusia.
Pero es mucho más fácil visualizar la dicotomía
malo-bueno que analizar la situación en profundidad y enfrentarnos a
reflexiones que pueden hacer aflorar nuestras propias contradicciones.
Y también es mucho más rentable. En
términos de repercusión, de no significación (siempre es más agradecido ir con
la masa enajenada que romper moldes) y por supuesto en términos
económicos. Vamos a ver por qué.
2. En los últimos 20 años hemos visto cómo
la revolución tecnológica ha impactado de lleno en
los medios de comunicación. Una de las consecuencias de las incesantes reducciones de costes en los medios ha sido el
desmantelamiento de las secciones de Internacional.
Apenas quedan ya corresponsales y
las redacciones se han vaciado de periodistas muy preparados, que tenían un
gran conocimiento de cuestiones cruciales para todos. Porque no olvidemos que
todo lo que sucede en la otra punta del mundo, terminará teniendo consecuencias
allá donde estemos.
Esto implica que, en el mejor de los casos, la
información internacional acaba quedando en manos de las grandes agencias de noticias (Reuters, Associated
Press). Y que por tanto miramos la realidad desde prácticamente el mismo lugar
y con una perspectiva limitada.
Ese lugar común es muy
occidental, muy blanco y muy masivo determinista. Y
responde a la unipolaridad que hoy rige el mundo: ESTADOS UNIDOS es principal poder militar,
económico, cultural, científico y energético. Es indiscutible que la agenda
mundial viene hoy marcada por ESTADOS UNIDOS. Y que los medios medaiticos
globalizados así lo reflejan.
A esto hay que sumar la paulatina transformación de la
información en una mercancía. Los medios de comunicación,
muchos de ellos en una situación económica muy precaria, generan más ingresos
cuanto más leídas sean sus informaciones.
La información internacional no es la que concita precisamente más
lectores. Por tanto, las empresas periodísticas suelen darle menos peso y
cuando ocurre una circunstancia como la guerra de Ucrania, no tienen
periodistas suficientemente formados ni recursos económicos para abordarlas.
3. Hablaba de esa perspectiva occidental, blanca y masculina. Y
quiero incidir en lo masculino y en el color de
la piel.
La mayoría de los medios de comunicación están
dirigidos por varones, que suelen copar también las jefaturas
intermedias. En los 30 años que llevo dedicada a este oficio, la única
redacción dirigida por mujeres que he conocido es la de Público.
Y en todo este tiempo he sido testigo de cómo en las reuniones de redacción,
los jefes hablaban alegremente de la necesidad de enviar los tanques a tales o
cuales lugares, incluso dentro de España. Por ejemplo, con el conflicto
catalán, sin ir más lejos.
Esto se traduce luego en las maneras de contar y acaba derivando
en una narrativa
belicista que resulta muy difícil de romper precisamente
por lo arraigada que está.
Si a esta masculinidad un poco neandertal le añadimos la occidentalización,
nos encontramos con que fabricar explosivos para resistir una invasión puede
llegar a ser algo defendible cuando quien lo hace es europeo y blanco.
Y a partir de ahí saquen sus propias conclusiones sobre las diferencias
de tratamiento para los ciudadanos palestinos en comparación con los
ucranianos, por poner un ejemplo.
En circunstancias como estas, lo esperable y deseable sería que
los medios de comunicación analizaran las implicaciones
éticas del envío de armas por parte de países occidentales
a Ucrania y la hipocresía y el trasfondo
racista en el tratamiento ‘institucional’ y mediático de
las víctimas de unos conflictos o de otros.
Pero esto no solo no sucede, sino que quienes intentamos hacerlo,
somos condenados al ostracismo en el mejor de los casos. Es decir, intentar
abrir el foco, tener una mirada más amplia, inclusiva con los derechos humanos
y enfocada a la paz supone hoy un estigma. Y así llegamos al punto en que no
existen apenas espacios para un debate público que
aborde este asunto.
Al final, ese discurso dominante que incide en la guerra como el
camino para la paz lo que hace es perpetuar la falta de cultura
democrática.
4. La sociedad ha asumido el marco discursivo de la
extrema derecha. Y los medios de comunicación también,
algunos de ellos incluso en el prime time.
Resulta complicado no hacerlo cuando la propia política migratoria
de la UE rezuma exclusión y miedo: se
prefiere financiar a Turquía o Libia para que frenen
en sus fronteras a quienes quieren desplazarse a países de la Unión Europea
antes que invertir en programas inclusivos; mejor levantar muros y vallas,
enriqueciendo de paso a la industria del control migratorio (que en gran parte
es la industria armamentística), que trabajar de forma global y articulada en
soluciones de integración.
En este escenario desaparecen, también en la mayoría de los medios
de comunicación, factores como la emergencia climática, los
conflictos armados o la depredación occidental de determinados países, que
están detrás de la mayor parte de movimientos migratorios. O se narran de manera
desarticulada, dando la sensación con demasiada frecuencia
de que estos hechos y las migraciones no están conectados.
La consecuencia de todo esto la expresó muy bien Averroes hace
900 años: "La ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio y el
odio lleva a la violencia. Esa es la ecuación".
5. La desinformación campa
y ha campado a sus anchas. En el caso de la guerra de Ucrania, los bulos y
manipulaciones que circulan por Occidente están diseñados para provocar la
simpatía por Ucrania y la hostilidad hacia Rusia. Y no en pocas
ocasiones acaban en las páginas de los medios de comunicación.
Por ejemplo, la Casa Blanca tuvo que desmentir a la CNN cuando
la cadena anunció que Biden había asegurado a Zelenski que la invasión tendría
lugar "en cuanto se congelase el terreno".
También se divulgaron de forma masiva, y como si fueran reales,
imágenes de un videojuego en las que se ve cómo un 'heroico’ piloto de combate
ucraniano intenta derribar desde tierra aviones de combate.
Otro ejemplo: los medios occidentales informaron de forma
generalizada de que las tropas rusas habían masacrado a 13 soldados ucranianos
en el Mar Negro. Pero en aquella ocasión, los medios rusos decían la verdad:
había 82 soldados ucranianos y se habían rendido. Todos estaban sanos y salvos.
Aún no se había prohibido en Europa la difusión
de medios estatales rusos en una decisión sin precedentes
y que también ha sido aplaudida casi sin fisuras.
Los medios deben, más que nadie, distinguir la realidad de la
propaganda, la verdad de un bulo. Pero también los
lectores y espectadores. Y es ahí donde se entra en un extraño frenesí en el que
algunos se convierten en una especie de policías del purismo periodístico e
ideológico, cuya misión es salir a la caza de todo aquello que consideran que
incumple sus parámetros.
Es una de las consecuencias del consumo de información en
píldoras: ya no se lee un medio en su
conjunto, sino por piezas, por lo que el lector se pierde el
conjunto de la línea editorial. Y se acaba haciendo una lectura
de prensa de trinchera, no para conformarse una visión
global, sino para reafirmarse en las posturas propias, sean estas las que sean.
***
Por todo esto, el papel de los medios en una guerra es más
relevante que nunca. Y precisamente por ello, «la primera víctima
cuando llega la guerra es la verdad».
Esta frase, atribuida al senador estadounidense Hiram
Johnson en 1917, fue pronunciada hace casi cien años
durante la Primera Guerra Mundial. Y, como un boomerang, nos
devuelve al inicio de esta ponencia, a Randolph Bourne, a
su conocido aforismo "La guerra es la salud del
Estado" y a concluir que esa salud
de los Estados debe de estar en uno de sus mejores momentos, a
la vista del panorama internacional.
La historia se repite y nos devuelve,
desgraciadamente, a caminos ya transitados en los que volvemos a estrellarnos.
Sí, también en el periodismo y en los medios de comunicación.
“Guerra, Paz y
Periodismo en el genocidio del Pueblo Palestino”. Por Virginia Pérez
Alonso, escritora, periodista, analista
internacional/Others News/ Addhee.ong.
“El genocidio del Pueblo Palestino y
la paz perpetua”: hay solo dos maneras para ser responsable de un genocidio, ¡por acción u omisión!
Por
Prof. Moreno Peralta/IWA
Estimados amigos asociados:
Una vez más la maldita
guerra imperialista está salvando por el momento al sistema capitalista salvaje
agonizante. El régimen de Estados Unidos
y la locomotora alemana de la Unión
Europea, ambos en recesión, a pesar de los estupendos negociados con la venta de armamentos, la subida del
precio del petróleo y del dólar por la maldita guerra de Ucrania, sobreviven.
El régimen estadounidense en bancarrota.
La maldita guerra de Ucrania se está acabando, entonces, hay que echar manos al
aparteid/sionista israelí para que profundice el bombardeo y asesine a los
hijos del Pueblo Palestino.
Frente a cada maldita guerra imperialista vuelvo a
publicar/comentar el maravilloso ensayo del genial filósofo, educador,
professor, Dr. Immanuel Kant sobre La
Paz Perpetua, pero nadie lo lee, ni
nadie lo escucha. La mayoría de las
gentes enajenadas ve la
telebasura/internet de la tiranía, monopolio de los medios mediáticos de (in)
comunicación globalizados del perverso sistema capitalista salvaje. Las
geniales reflexiones del Professor Kant siguen sin ser escuchadas: “Todo ser humano debe ser respetado como un
fin absoluto en sí mismo, es un crimen contra su Dignidad y sus Derechos que le
pertenecen como criatura humana,
servirse de él como un simple medio para cualquier fin extraño”, como
las malditas guerras.
Este demencial militarismo según el Professor Kant era /es “debido a la expansión de Europa en el Continente Americano, África y Asia en
peleas resultantes entre ladrones, saqueadores por repartirse el botín”. El Professor se
lamentable de que, “nuestros gobernantes
no tengan dinero para
dedicarlo a la educación pública, porque
los recursos que disponen ya se
hallan destinados en el presupuesto para la próxima guerra. Las naciones
no serán realmente civilizadas,
mientras no sean abolidos todos los ejércitos
permanentes...”
Concluye el genial Professor Dr. Kant, para lograr “la Paz Perpetua”
en la constitución de cada Nación Democrática,
soberana – de la mayoría por respeto a las minorías -, que
ejerce el Pueblo Soberano -, a través de sus representantes elegidos
`por la ciudadanía en sufragio universal, libre y secreto-, en el sistema
capitalista con una libertad, una democracia y una justicia por y para una
minoría empresarial dueña de la celestina universal constituyen una ficción, un
espejismos con todas las abstracciones que pueblan la fantasía de los ingenuos,
masificados, mediatizados, enajenados y forman el capital de los mendaces. La mayoría
del pueblo marginado siempre ha estado ausente – “cuando el ciudadano (a), los
que hayan de combatir tengan el derecho
de decidir por la paz o la guerra, la historia ya no se escribirá con sangre
nunca más....”
Jamás se había expresado un filósofo a su edad con tanta valentía, honestidad y
genialidad sin que nadie lo escuchara y lo ignoran hasta nuestros días. En nuestro desgraciado planeta hay una falta
de reconocimiento de lo que es la vida. Toda indiferencia, toda falta de
respeto por ella, mata lo presente sino lo futuro.
En la “Franja de Gaza”, un territorio de 43 kilómetro de largo y
10 kilómetros de ancho sobreviven hacinados 2 millones 300 mil Palestinos, a
sido transformada en un campo de concentración del nacionalismo israelí. Médicos
sin fronteras/MSF nos informan que los
objetivos de la aviación sionista son los barrios populares, centros educacionales, usinas eléctricas,
viviendas, etc. Un misil acaba de destruir un hospital con más de 600 víctimas. Joe Biden y Ursula von der
Leyen, hipócritamente han asegurado que Israel “tiene derecho a defenderse”. Ponen
de victima al estado sionista, que desde 1948, en que se constituyó, usurpando
el territorio histórico palestino y asesinando adultos, niños ya ancianos, el régimen
sionista israelí tiene casi 5.000 presos políticos palestinos condenados por la
justicia sionista:
Parafraseando
al maestro José Marti Perez, “Los ojos atónitos en la telebasura/internet, lo
ve, el genocidio del Pueblo Palestino, la razón se escandaliza, se espanta, se
resiste a creer lo que han hecho y siguen haciendo los barbaros sionistas israelíes
herederos del nacional socialismo alemán de Hitler”...
Querido
pueblo palestino, el presente es de lucha y el futuro es vuestro.
Prof.
Moreno Peraltar/IWA.
Secretario
Ejecutivo ADDHEE.ONG
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