Entrevista al Papa Francisco: y los riesgos de los candidatos de ultraderecha.
Por Bernarda Llorente/directora de Telam/Other News/Diario el
Salto/Sputnik/RT/La Jornada de México/ ADDHEE.ONG:
Prolegómenos:
- “Sin nombrarlo, el Papa Francisco alertó sobre Milei: "El Mesías es uno solo. Los demás son todos payasos de mesianismo".
Los jóvenes cristianos – precisan, los democratacristianos de Chile admiran al dictador Pinochet y administran la herencia orwelliana de la dictadura cívico militar -, de la Plaza de la Dignidad Gabriela Mistral del Movimiento Social, Popular, Rebelde18 de octubre, le preguntan al Papa Francisco por la causa de beatificación del obispo de los pobres, monseñor Enrique Alvear Urrutia, ¿Por qué demora tanto el Vaticano?, recuerdan una maravillosa reflexión de un pastor de los sin voz ni justicia que tanto admiran:
“Cada uno de los que estamos reunidos en este templo y de los que me escuchan por la radio, debe hacerse una seria pregunta: ¿Yo, escucho el llamado de mi hermano afligido?.
¿Atiendo el gemido; algunas veces; al clamor otras veces, de tantos que sienten hambre, desnudez, desnutrición para sus hijos, privación o desconocimiento de sus legítimos derechos?".
"A veces dicen que el Papa es comunista. No es así. El
Papa dice lo que dice el Evangelio", aseguró Bergoglio en una entrevista a
Télam donde alertó sobre los peligros de seguir a los "flautistas de
Hamelin" que prometen soluciones mágicas.
En una larga entrevista con Bernarda Llorente, la directora
de la agencia Telam, el Papa Francisco expresó su preocupación con las guerras
que conmueven al mundo y explicitó los objetivos que se propone alcanzar con el
presente Sínodo. Pero también dejó clara su posición frente a los avances de la
ultraderecha y, sin nombrar a Javier Milei, planteó que de las crisis "no
se sale solo". "Todos fuimos jóvenes sin experiencia y a veces
los chicos y las chicas se aferran a milagros, a mesías, a que las cosas se
resuelven de manera mesiánica. El Mesías es uno solo que nos salvó a
todos. Los demás son todos payasos de mesianismo", aseguró.
También hizo una sugerente analogía con la historia del
Flautista de Hamelin. "Yo le tengo mucho miedo a los flautistas de Hamelin
porque son encantadores. Si fueran de serpientes los dejaría, pero son
encantadores de gente… y las terminan ahogando. Gente que se cree que de la
crisis se sale bailando al son de la flauta, con redentores hechos de un día
para el otro", explicó Francisco para después concluir que "las
grandes dictaduras nacen de una flauta, de una ilusión, de un encanto del
momento. Y después decimos "qué lástima, nos ahogamos todos".
Cuando le preguntaron sobre los candidatos que en diferentes
países hacen campaña prometiendo eliminar derechos de los trabajadores, el Papa
Francisco respondió que "cuando un trabajador no tiene derechos o se lo
contrata por poco tiempo para ir cambiándolos y no pagar aportes, se lo
convierte en esclavo y uno se transforma en verdugo. Verdugo no es solamente
aquel que mata a una persona, sino también el que explota a una persona. A
veces cuando me escuchan decir las cosas que escribí en las encíclicas
sociales, dicen que el Papa es comunista. No es así. El Papa agarra el
Evangelio y dice lo que dice el Evangelio".
En su reciente entrevista con el propagandista estadounidense
Tucker Carlson, uno de los principales apoyos mediáticos de Donald Trump, Milei
había asegurado que Bergoglio "tiene afinidad con comunistas asesinos, de
hecho no los condena. Es condescendiente con todos los de izquierda, aún cuando
sean verdaderos criminales". En intervenciones anteriores lo había
calificado como "la encarnación del maligno en la tierra", pero en la
charla con Carlson centró sus críticas en aspectos sociales. "Es aloguien
que considera a la justicia social como un elemento central de su visión y eso
es muy commplicado porque la justicia social es robarle el futuro de su trabajo
a una persona y dárselo a otra".
Texto completo del reportaje al Papa Francisco
"La guerra es la gran enemiga del diálogo universal
que necesitamos"
Son días ajetreados en el Vaticano, como casi todos los de
los últimos diez años de un papado que despertó estructuras aletargadas para
ponerlas a caminar al ritmo que exigen estos tiempos. Sus respuestas e
iniciativas no sólo contemplan la complejidad de un mundo en movimiento, con o
sin brújula, sino también las acciones necesarias para superar una crisis
civilizatoria que permita mejorar el presente y construir otro futuro.
En el Sínodo que transcurre en estos días - un ámbito de
escucha y reflexión al interior de la Iglesia- el Papa Francisco apela "a
la mirada de Jesús que bendice y acoge para no caer en algunas tentaciones: ser
una Iglesia rígida, que se acoraza contra el mundo y mira hacia el pasado; la
de ser una Iglesia tibia, que se rinde ante las modas del mundo; la de ser una
Iglesia cansada, replegada en sí misma".
Esta tarde de finales de septiembre la vida me da la
oportunidad de volver a entrevistar al líder religioso, social y ético más
trascendente del planeta.
Santa Marta es el escenario de una charla en la que desgrana
alertas, salidas, reflexiones, desde su mirada universal, contenedora,
transformadora.
Al promediar el encuentro, Francisco señala: "Creo que
el diálogo no puede ser solo nacionalista, es universal, sobre todo hoy día con
todas las facilidades que hay para comunicarse. Por eso hablo de diálogo
universal, de armonía universal, de encuentro universal. Y claro, el enemigo de
esto es la guerra. Desde que terminó la Segunda Guerra Mundial hasta ahora hubo
guerras en todos lados. Fue lo que me llevó a decir que estamos viviendo una
guerra mundial a pedacitos".
Sus palabras deberían interpelar aún con más fuerza la
conciencia planetaria por estas horas. Desde la mañana del sábado 7 de octubre
en que la violencia entre Israel y Palestina escaló de manera inusitada.
El domingo 8, al final de la oración del Ángelus, habló su
dolor por el recrudecimiento de la guerra que enluta Tierra Santa:
"Expreso mi cercanía a las familias de las víctimas, rezo por ellas y por
todos los que están viviendo horas de terror y angustia. ¡Que los ataques y las
armas se detengan, por favor!, y se comprenda que el terrorismo y la guerra no
conducen a ninguna solución, sino sólo a la muerte y al sufrimiento de tantos
inocentes".
Tan solo 72 horas después, en la audiencia semanal del
miércoles 11, redobló su exhortación por la paz: "El terrorismo y los
extremismos no contribuyen a lograr una solución al conflicto entre israelíes y
palestinos, sino que alimentan el odio, la violencia y la venganza, y hacen
sufrir a unos y otros".
Y en el Ángelus del domingo 15, el Pontífice reiteró su
llamamiento a la paz e imploró por respeto del derecho humanitario
"especialmente en Gaza donde es urgente y necesario garantizar cordones
humanitarios y acudir en ayuda de toda población".
"Las guerras son siempre una derrota", insistió el
Papa peregrino en aquella tarde de finales de septiembre en Santa Marta, a sus
86 años, en la que el entusiasmo iluminó su rostro cuando apuntó cuáles son los
destinos previstos a lo largo del mundo en su agenda de pastor incansable, para
caminar una vez más, juntos, por un futuro de esperanza.
-Bernarda Llorente: Francisco, ¿le quedan aún viajes
importantes?
-Francisco: Bueno sí, Argentina.
-Claro.
-Me gustaría ir… Hablando de los más lejos, me queda Papúa
Nueva Guinea. Pero alguno me decía que, ya que voy a Argentina, haga escala en
Río Gallegos, después el Polo Sur, aterrizar el Melbourne y visite Nueva
Zelanda y Australia. Sería un poco largo.
-¿Cómo planea sus viajes? ¿Cómo elige sus destinos?
-Llegan muchas invitaciones, hay todo un elenco de posibles
viajes y algunos se imponen por sí mismos, por ejemplo, el de Mongolia. Otros
son más planeados, dentro de Europa, como el viaje a Hungría. Depende de cada
caso. Siempre hay una invitación y después está la intuición del momento. No es
algo automático, cada decisión es original, única.
-En sus visitas suelen mostrar propósitos, grandes temas
a remarcar y mucha cercanía con los pueblos, coherente con su idea de que las
transformaciones requieren del compromiso de los más poderosos, pero también de
las individualidades. Cuando vemos fuerzas de ultraderecha que se expanden,
cierta frustración o decepción ante la política o un voto que las expresa,
¿cree que estas crisis son momentáneas o perdurables? ¿Qué se puede hacer para
revertirlas?
-La palabra crisis me gusta porque tiene movimiento interno.
Pero de una crisis se sale para arriba, no se sale con enjuagues. Se sale para
arriba y no se sale solo. Los que quieren salir solos convierten ese camino de
salida en un laberinto, que siempre da vueltas y vueltas. La crisis es
laberíntica. Además, las crisis hacen crecer: cuando está en crisis una
persona, una familia, un país o una civilización. Porque si la resuelven bien,
se creció. Me preocupa cuando los problemas se encierran hacia adentro y no
pueden salir. Una de las cosas que tenemos que enseñarles a los chicos y a las
chicas es a manejar las crisis. A resolver las crisis. Porque eso da madurez.
Todos fuimos jóvenes sin experiencia y a veces los chicos y las chicas se
aferran a milagros, a mesías, a que las cosas se resuelven de manera mesiánica.
El Mesías es uno solo que nos salvó a todos. Los demás son todos payasos de
mesianismo. Ninguno puede prometer la resolución de conflictos, si no es a
través de las crisis saliendo hacia arriba. Y no solo. Pensemos cualquier tipo
de crisis política, en un país que no sabe qué hacer, en Europa hay varios…
¿Qué se hace? ¿Buscamos un mesías que venga a salvarnos de afuera? No.
Busquemos dónde está el conflicto, agarrémoslo y resolvámoslo. Manejar los
conflictos es una sabiduría. Pero sin conflictos no se va para adelante.
-¿Qué le está faltando a la Humanidad y qué le está
sobrando?
-A la humanidad le faltan protagonistas de Humanidad, que
hagan ver su protagonismo Humano. A veces noto que falta esa capacidad de
gestionar las crisis y de hacer aflorar la propia cultura. No tengamos miedo a
que salgan los verdaderos valores de un país. Las crisis son como voces que nos
señalan dónde hay que proceder. En cambio, los problemas que a veces están un
poco tapados o guardados, son como el flautista de Hamelin, que tocan la
flauta, vos creés que todo es flauta, vas allá y todos se ahoga. Yo le tengo
mucho miedo a los flautistas de Hamelin porque son encantadores. Si fueran de
serpientes los dejaría, pero son encantadores de gente… y las terminan
ahogando. Gente que se cree que de la crisis se sale bailando al son de la
flauta, con redentores hechos de un día para el otro. No. La crisis debe ser
asumida y superada, pero siempre hacia arriba.
-¿Y nos sobra individualismo? indiferencia?
-Yo le tengo más miedo a la indiferencia, porque es una
especie de abulia cultural. Que pase esto, que pase aquello, mientras el
flautista sigue tocando y los pueblos, ahogándose. Las grandes dictaduras nacen
de una flauta, de una ilusión, de un encanto del momento. Y después decimos
"qué lástima, nos ahogamos todos". Reitero, me gusta esta imagen del
flautista de Hamelin. Claro, queda ese ahogar ratones
-¿Cuál es el riesgo de estas identidades únicas o
pensamientos únicos?
-Que anula la riqueza humana. El pensamiento único destierra
la riqueza humana. Y la riqueza humana tiene que contemplar tres realidades,
tres lenguajes: de la cabeza, del corazón y de las manos. De tal manera que uno
piense lo que sienta y lo que hace, sienta lo que piensa y lo que hace y haga
lo que piensa y sienta. Esa es la armonía humana. Si a uno le falta alguno de
estos tres lenguajes, hay un desequilibrio tal que lo lleva al sentimiento
único, al pragmatismo único o al pensamiento único. Son traiciones a la
humanidad.
-La austeridad es una práctica habitual en su vida. Es
una convicción, ¿y también un mensaje?
-Bueno, la austeridad en sí misma no existe. Existen hombres
y mujeres austeros. ¿Y qué es eso? Alguien que vive de su trabajo, que tiene
una cultura y la sabe expresar, y que sabe caminar adelante contagiando
austeridad. En la cultura de lo fácil, de la coima y de tantos escapismos, es muy
difícil hablar de austeridad. La austeridad se enseña con el trabajo. El
austero no vive de arriba. Lo que unge a una persona de austeridad es su
trabajo, su compromiso, su ganarse el pan con el sudor de su frente, así sea un
sudor material o intelectual. Es importante concebir el trabajo como algo
inherente a la persona humana. La vagancia es una enfermedad social. Incluso
están los vagos ricos, los que viven a costilla de los demás sin pensar en un
bienestar común. La pereza y la vagancia son muy traicioneras porque alimenta
toda esta viveza de aprovechar para mí, a costilla de los demás. Por eso, una
persona que trabaja, trabaje donde trabaje, asume dignidad. Un problema es la
falta de dignidad cuando se va imponiendo la cultura del derroche, del pasarla
bien, de la explotación y de no trabajar. Ahí pierde dignidad la persona. Una
persona es digna si se gana su pan y cuida de la gente.
-Usted extiende la cultura del trabajo a fronteras más
amplias. ¿Qué sería hoy el trabajo en un mundo desigual y sin posibilidades
para muchos?
-Vuelvo a lo mismo, lo que te unge digno es el trabajo. Ahora, la traición más grande a este camino
de dignidad es la explotación. No de la tierra para que produzca más, sino la
explotación del trabajador. Explotar a la gente es uno de los pecados más
graves. Y explotarla para provecho propio. Tengo datos sobre la explotación
laboral en el mundo que son muy grandes. Y es muy duro eso. El trabajo te
confiere dignidad y de ahí que el trabajador tiene derechos concretos. Quien lo
contrata para trabajar tiene que proveer servicios sociales, que son parte del
derecho. El trabajo es con derechos o es esclavo.
-Hay quienes piensan que las legislaciones laborales son
el principal escollo en la generación de empleo y el aumento de la productividad.
Y hay líderes políticos, en distintos países, que basan sus promesas de campaña
en acabar con los derechos conquistados.
-Cuando un trabajador no tiene derechos o se lo contrata por
poco tiempo para ir cambiándolos y no pagar aportes sociales, se lo
convierte en esclavo y uno se transforma en verdugo. Verdugo no es solamente
aquel que mata a una persona, sino también el que explota a una persona.
Tenemos que tener conciencia de esto. A veces cuando me escuchan decir las
cosas que escribí en las encíclicas sociales, dicen que el Papa es comunista.
No es así. El Papa agarra el Evangelio y dice lo que dice el Evangelio. Ya en
el Antiguo Testamento, el derecho hebreo pedía que se cuidara a la viuda, al
huérfano y al extranjero. Si una sociedad cumple estas tres cosas anda
fenómeno. Porque se hace cargo de situaciones límites de la sociedad. Y si se
hace cargo de las situaciones límites, lo hará con las otras también.
Cuando se empieza a contratar en negro para no pagar los
aportes y negociar el futuro de esa gente a la esclavitud, ahí empieza a
enfermarse el trabajo. Y en vez de dar dignidad, el trabajo confiere
esclavitud. Tenemos que ser muy atentos a esto. Y aclaro que no soy comunista
como dicen algunos. El Papa sigue el Evangelio.
-¿Cómo observa este acelerado desarrollo tecnológico,
incluida la Inteligencia Artificial Genocida, y cómo cree que puede
manejarse desde un punto de vista más humano?
-Me gusta el adjetivo "acelerado". Cuando algo es
acelerado me causa preocupación, porque no tiene tiempo de asentarse. Cuando
miramos desde la revolución industrial hasta el año 50 del siglo pasado, vemos
un desarrollo no acelerado donde hubo mecanismos de control y ayuda. Cuando los
cambios vienen acelerados, no tienen tiempo suficiente los mecanismos de
asimilación, terminamos siendo esclavos. Y es tan peligroso ser esclavo de una
persona o un trabajo, como ser esclavo de una cultura. La pauta de un progreso
cultural, entre ellos la inteligencia artificial, es la capacidad que tenga el
hombre y la mujer de manejarlo, asimilarlo y regirlo. O sea, el hombre y la
mujer son señores de la Creación, y en eso no hay que claudicar. El señorío de
la persona sobre cualquier cosa. El cambio científico serio es progreso. Hay
que estar abierto a eso.
-Francisco, entre las guerras y conflictos usted apela a
un concepto nuevo: el de seguridad integral. ¿En qué consiste esta idea global?
-Uno no puede lograr una seguridad parcial, de un país, si
no es una seguridad integral, de todos. Uno no puede hablar de una seguridad
social si no hay una seguridad universal, o que esté en proceso de
universalizarse. Creo que el diálogo no puede ser solo nacionalista, es
universal, sobre todo hoy día con todas las facilidades que hay para
comunicarse. Por eso hablo de diálogo universal, de armonía universal, de
encuentro universal. Y claro, el enemigo de esto es la guerra. Desde que
terminó la Segunda Guerra Mundial hasta ahora, hay guerras en todos
lados. Fue lo que me llevó a decir que estamos viviendo una guerra mundial a
pedacitos. Ahora nos damos cuenta porque se acercó esta guerra mundial.
-¿Cuáles son las situaciones que propician o favorecen
las guerras?
-La explotación es uno de los orígenes de la guerra. El otro
origen es de tipo geopolítico del dominio de territorio. Hay guerras que
parecen infinitas, que nacen por motivos culturales, pero en el fondo son por
dominio de territorio. Myanmar, por ejemplo, es una guerra que lleva años y
años, donde un pueblo musulmán, los rohingyas, está sufriendo persecuciones
desde hace años y años por un dominio de tipo elitista, como de humanidad
superior. Yo creo también que las guerras son fomentadas por las dictaduras.
Hay dictaduras declaradas, encontramos muchas en el mundo, y otras que no son
declaradas, pero tienen el poder de una dictadura.
-¿Cree que unir nuestras conciencias, más allá de las
diferencias que podamos tener tanto a nivel religioso como político, es un
inicio en la construcción de la paz y el bien común?
-Sí, absolutamente sí, pero con una condición: que se tenga
conciencia de la propia identidad. Uno no puede dialogar con otro si no tiene
conciencia desde dónde. Cuando dos identidades conscientes se encuentran,
pueden dialogar y dar pasos hacia un acuerdo, al progreso, al caminar juntos.
Pero si uno no tiene conciencia de la propia identidad, asume lo que le parece
y en el fondo traiciona la cultura de su pueblo, de su país, de su familia. La
conciencia de la identidad es muy importante para el diálogo. Si yo, como
católico, tengo que hablar con alguien de otra religión, tengo que tener
conciencia que soy católico en serio, y que el otro tiene todo el derecho a su
religión. Pero si no tengo conciencia de mi propia identidad no voy a dialogar
y voy a reírme de todo, a vender todo, a disimular todo. No tendría una
consistencia verdadera.
-Se está llevando a cabo el Sínodo 2023, en un contexto
en el que usted ha definido a esta época no por sus cambios sino,
fundamentalmente, como un cambio de época. ¿Cómo se adapta la Iglesia a esta
realidad? ¿Qué Iglesia se necesita para estos tiempos?
-Desde los inicios del Concilio Vaticano II, Juan XXIII tuvo
una percepción muy clara: la Iglesia tenía que cambiar. Pablo VI coincidió y
continuó, al igual que los Papas que los sucedieron. No se trata solamente de
cambiar de moda, se trata de un cambio de crecimiento y en favor de la dignidad
de las personas. Y ahí está la progresión teológica, de la teología moral y
todas las ciencias eclesiásticas, incluso la interpretación de las escrituras,
que han ido progresando de acuerdo al sentir de la Iglesia. Siempre en armonía.
Las rupturas no son buenas. O se progresa por desarrollo o terminamos mal. Las
rupturas te dejan fuera de la savia de un desarrollo. Me gusta usar esa imagen
del árbol y sus raíces. La raíz recibe toda la humedad de la tierra y la tira
para arriba a través del tronco. Cuando uno se separa de eso, termina seco y
sin tradición. Tradición en el buen sentido de la palabra. Todos tenemos una
tradición, todos tenemos una familia, todos nacimos con la cultura de un país,
una cultura política. Todos tenemos una tradición de la cual debemos hacernos
cargo.
-Usted plantea una complementariedad entre la tradición y
el progreso.
-El progreso es necesario y la Iglesia tiene que insertar
estas novedades con una reflexión muy seria desde un punto de vista humano.
"Nada humano me es ajeno" dijo el pensador griego Publio
Terencio Africano. La Iglesia toma en su mano lo humano. Dios se hizo hombre,
no se hizo teoría filosófica. La humanidad es algo consagrado por Dios. O sea,
todo lo que es humano tiene que ser asumido y el progreso tiene que ser humano,
en armonía con la humanidad. En la década del ´60 los holandeses inventaron la
palabra "rapidación", que era mucho más que una aceleración. Bueno,
en esta rapidación de los conocimientos científicos la Iglesia tiene que estar
muy atenta y con sus pensadores en diálogo. Y subrayo esto: se debe dialogar
con todo progreso científico. La Iglesia tiene que dialogar con todos, pero
desde su identidad, no desde una identidad prestada.
-¿Cómo se resuelve la tensión entre cambiar y no perder
parte de su esencia?
-La Iglesia, a través del diálogo y la consideración de los
nuevos desafíos, ha cambiado muchas cosas. Incluso, en cuestiones culturales.
O, por ejemplo, en lo referido a la vida de un Papa. Que un Papa diera
entrevistas como esta no era muy común al final del Concilio Vaticano I. En un
siglo y medio ha cambiado una barbaridad, pero siempre en una línea. Hay un
teólogo del siglo IV que decía que los cambios en la Iglesia tienen que tener
tres condiciones para que sean verdaderos: que se consoliden, que crezcan y que
se sublimen con los años. Es una definición de Vicente de Lerins, muy
inspiradora. La Iglesia tiene que cambiar, pensamos cómo cambió desde el
Concilio hasta ahora y cómo tiene que seguir cambiando en la modalidad, en el
modo de proponer una verdad que no cambia. O sea, la revelación de Jesucristo
no cambia, el dogma de la Iglesia no cambia, pero crece, se desarrolla y se
sublima como la savia de un árbol. El que no está en esta vía es uno que da un
paso atrás y se encierra en sí mismo. Los cambios en la Iglesia se dan en este
flujo de identidad de la Iglesia. Y tiene que ir cambiando a medida que los
desafíos le vayan presentando cosas. De ahí que el núcleo de su cambio sea
esencialmente pastoral, sin renegar de lo esencial de la Iglesia.
-¿Es difícil ser el representante de Dios en esta Tierra
y en este momento?
-Voy a hacer una herejía. Todos somos representantes de
Dios. Todos los creyentes tenemos que dar testimonio de lo que creemos y, en
ese sentido, todos somos representantes de Dios. Es verdad que el Papa es un
representante de Dios privilegiado, y tengo que dar testimonio de una
coherencia interior, de la verdad de la Iglesia, y de la pastoralidad de la
Iglesia, es decir, de la Iglesia que siempre va con las puertas abiertas a los
demás.
-Francisco, ¿cómo es su relación con Dios?
-Pregúntale a él (mira para arriba y sonríe). Creo que es
una imagen, pero hay mucho de verdad: conservo mucho de mi piedad de chico. A
mí me enseñó a rezar mi abuela y conservo mucho esa piedad simple, de rezar, de
pedir y, como decimos en Argentina, de la Fe del carbonero. Cuando rezo no soy
complicado. Incluso, alguno podrá decir que tengo una espiritualidad anticuada.
Puede ser. En ese sentido, hay como un hilo conductor desde la niñez hasta
ahora. La conciencia religiosa ha crecido mucho, es otra cosa, ha madurado,
pero el modo de expresarme con Dios siempre es sencillo. No me sale ser
complicado. A veces digo (mira hacia arriba) "arreglá vos este asunto
porque yo no puedo". Y le pido la interseción a la Virgen, a los santos,
para que me ayuden. Y cuando hay que tomar una decisión, antes siempre está el
pedido… la luz de arriba, ¿no? Pero el Señor es un buen amigo, me trata bien.
Me cuida mucho, como nos cuida a todos. Tenemos que pescar cómo nos cuida, a
cada uno nos cuida con nuestro estilo. Eso es muy lindo.
-¿Y a veces uno se enoja con Dios?
-No, me enojo con los demás. Por ahí le protesto alguna vez,
pero sé que me está esperando siempre. Cuando meto la pata o cuando me enojo
injustamente con alguien. Pero nunca me reprocha. En el diálogo que tengo con
el Señor, el reproche siempre es caricia. Hoy leía el capítulo 11 del profeta
Oseas donde habla de esa caricia, de ese amor de Dios para cada uno de nosotros
como si fuéramos esa imagen de la ovejita que la lleva sobre sus hombros. Las
tres cualidades de Dios, las más contundentes, son cercanía, misericordia y
ternura. Dios es cercano. Dios es misericordioso, nos perdona todo y nos tiene
una paciencia impresionante. Y es tierno, esa cosa delicada de Dios aún en las
pruebas difíciles. Así lo vivo yo.
-Usted sonríe, ríe, muestra un gran sentido del humor.
¿Qué cosas lo divierten? El sentido del humor es un certificado de sanidad.
-Desde hace más de cuarenta años, rezo todos los días la
oración para pedir el sentido del humor, de Santo Tomás Moro, un grande. Esa
oración la puse en la nota 101 del "Gaudete et exsultate" (NdR:
exhortación "Sobre el llamado a la santidad en el mundo actual", de
marzo de 2018), por si alguien la quiere ver. En ella se pide al Señor la
capacidad de reír, de ver el lado ridículo de las cosas, de saber ver que la
vida tiene algo de sonrisa siempre. Empieza la oración muy linda: "Dame
señor una buena digestión y algo para digerir". Ya empieza con sentido del
humor. Y eso me gusta porque el sentido del humor humaniza. La gente que no
tiene sentido del humor es aburrida.
-Muy aburrida.
-Incluso aburrida consigo misma. En mi trabajo sacerdotal me
pasó de aconsejar alguna vez a alguna persona, que se mire al espejo para
reírse de sí mismo. Les cuesta horrores porque les falta esa capacidad del
humor. Bueno, estas cosas no son muy dogmáticas que digamos. Es un poco de
sabiduría de vida que me enseñaron y yo trato de ayudar a los demás con eso.
-Los miedos son inherentes a la condición humana. Sin
embargo, usted, como Sumo Pontífice, suele transmitir una paz contenedora. ¿De
vez en cuando lo asalta algún miedo?
-Sí, porque sé que si me equivoco en alguna cosa, mi ejemplo
va a hacer daño a mucha gente. Por eso hay algunas decisiones que las pongo en
la incubadora para que el tiempo las vaya madurando. Hay otras que las someto a
un sínodo para que sea toda la Iglesia la que se exprese.
-¿Alguna vez pensó que íbamos a tener un Papa argentino?
-En su momento se hablaba mucho de Pironio (Nota de la R.:
Eduardo Francisco, Cardenal obispo de la Iglesia Católica). Recuerdo que su
figura la hacía antipática una rama del episcopado argentino, cerrada y
tradicionalista, que planteaba que su designación podía hacerle daño a la
Iglesia. Fue el que inventó las jornadas de la juventud hizo tanto bien a la
Iglesia. Y se hablaba de él como posible Papa. O sea, que la idea de un Papa
argentino la teníamos con Pironio. Después no se dio por la coyuntura, murió de
cáncer… Y ahora está por salir el estudio sobre un milagro de él y si Dios
quiere, hacia fin de año puede ser declarado beato.
- Como profeta de la esperanza, ¿qué nos puede decir para
alimentarla?
-La esperanza es la virtud humilde, la de todos los días, a
la que le damos menos importancia. Siempre hablamos de la fe, la caridad y el
amor. Y la esperanza es la de la cocina, pero precisamente porque es la de la
cocina es la de todos los días. No solo no hay que perder la esperanza, sino
que hay que cultivarla. Hacernos un corazón esperanzador, un corazón con
esperanza. ¡Es tan fecunda la esperanza! Un poeta la llamaba la virtud humilde.
No podemos vivir sin esperanza. Si cortáramos las pequeñas esperanzas de cada
día, perderíamos la identidad. No nos damos cuenta de que vivimos de
esperanzas. Y la esperanza teologal es muy humilde, pero es la que sazona los
condimentos cotidianos. No es una huida pensar que quizás mañana va a ser
mejor. Es otra cosa.
-Me gustó mucho una apreciación sobre usted que circuló
estos días en Argentina: "Papa Francisco, el profeta de la dignidad
humana. Gracias, como siempre.
-Recen por mí, por favor. Pero recen a favor, no en contra.
Lo subrayado
interpolado es nuestro.
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