Los tribunales y su dudosa justicia.
Por Juan Pablo Cárdenas S./
En opinión de los magistrados no existen pruebas
contundentes que puedan demostrar fehacientemente la comisión de un homicidio,
lo que en estricta razón tampoco puede descartar del todo que en la muerte de
Frei no haya habido intervención de médicos, enfermeras y diversos cómplices.
Toda vez que es innegable que en este deceso ocurrido en la clínica Santa María
de la Capital se cometieron irregularidades, tales como realizar una autopsia
sin los protocolos debidos y en que se le sustrajeron del cadáver piezas que
fueran depositadas por años en un recinto de la Universidad Católica de Chile,
lo que la propia familia de Frei tuvo conocimiento varios años después.
A esta altura de la historia, luego de constatados
cientos de crímenes cometidos por la DINA, la CNI y otros diversos agentes de
la represión pinochetista, para nadie debiera resultar extraño que también el
Dictador de marras haya resuelto eliminar a un opositor que para esos
días emergía como la cara más visible y promisoria de la oposición. No obstante
que Frei había estado entre quienes justificaron el Golpe Militar de
1973.
Es necesario consignar al respecto que todavía son
centenares los casos de ultimados por la Dictadura que no han sido resueltos
por la Justicia, de la misma forma que son abundantes las investigaciones y
causas judiciales que terminaron en sentencias irrelevantes y muchos de sus
autores cumplieran condenas irrisorias o se mantengan en total impunidad.
Si algo certero que se puede concluir del desempeño
de los tribunales chilenos es la complicidad que demostraron muchos jueces en
delitos horrorosos, como en la resistencia de muchos magistrados a dictar
sentencias justas y actos de reparación. Pinochet mismo es el caso más
vergonzoso, así como todavía existen en el país altos oficiales y civiles
coludidos con gruesos delitos que nunca han sido siquiera procesados. En la
trayectoria de la judicatura existen contundentes demostraciones de inocentes
que han sido condenados, criminales absueltos, como jueces venales y corruptos,
especialmente en períodos de autoritarismo y democracias febles. Hoy mismo es
alta la sospecha respecto de magistrados en Chile sometidos al poder del
narcotráfico y de otros que confían en que su abyección a la política les puede
deparar ascensos en su carrera judicial. En un país, por lo demás, que no
existe real autonomía de los poderes del Estado.
De esta manera, no hay razón alguna para estimar
que ahora podamos tener certeza de justicia con el sobreseimiento definitivo de
quienes ya fueron inculpados por otro alto magistrado que llevó la causa por
largo tiempo y en cuya sentencia marco acusaciones que resultaban plenamente
convincentes. Es así como muchos de los que no dan crédito a la resolución de
la Corte Suprema estén dispuestos a acatarla sin más, mientras algunos hasta
acusan de desacato a los que la descalifican. Para lo cual argumentan respetar
el estado de derecho y no ahondar en un clima de dimes y diretes entre el
oficialismo, la oposición y otros actores de la vida nacional crispados por
este y otros hechos.
Lo que buscan muchos de los que acatan
incondicionalmente los dictámenes de los tribunales es a construir una “verdad
histórica” que tiene muchos visos de no constituir plena certeza respecto de la
acontecido durante los 17 años de la Dictadura. En la pretensión, asimismo, de
que la investigación histórica pueda detenerse y renunciar a demostraciones que
sean mucho más plausibles que las actuales. Recién hoy en el mundo se
descubren, respecto de lo acontecido en antiguas civilizaciones, hechos y explicaciones
que contradicen las “verdades” establecidas por los libros de historia y los
propios museos que guardan sus distintas manifestaciones.
Puede que transcurran muchos años y hasta
generaciones antes que se despeje lo acontecido en relación a las extrañas
muertes de sus más relevantes actores. De forma tal que los sendos informes
sobre la situación de Derechos Humanos en Chile durante la Dictadura añadan
otros acontecimientos en que se consigne, por ejemplo, lo acontecido con
decenas de chilenos ultimados por la furia militar y de la cual hasta hoy no
tenemos registro. Bien sea por la renuencia de las víctimas a ser investigados
y puedan quedar al descubierto los horrores padecidos, o por tratarse de
personas que viven en lugares remotos o decidieron nunca más retornar al país.
Lo más repugnante de todo es el placer que le
produce a la derecha y a otros referentes pinochetistas una resolución judicial
como la que comentamos, como si dependiera de este caso solamente condenar las
actuaciones del que fue el terrorismo de Estado puesto en práctica por los
militares golpistas y acicateado por el silencio culpable de sus civiles
adherentes. Como si la vida del presidente Frei fuera más importante que las de
esos miles de modestos chilenos ultimados por la Dictadura cívico militar.
Sin que se dude de lo establecido por otras tantas sentencias judiciales que no
se ponen en duda.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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