El 18 de septiembre no es el día de la independencia de Chile: ¿Qué fiestas patrias se celebran por más de dos siglos?
“La verdad habla y escribe para abrirse paso, la mentira para cerrarlo”……
Prof. Dr. Haroldo Quinteros Bugueño.
Semanario el SurAndino,
Addhee.Ong
Su nueva publicación fue solicitada por los jóvenes
chilenos y mapuches de la Plaza de la Libertad Gabriela Mistral 18/09/2023
En 1808, el emperador francés Napoleón Bonaparte,
que por entonces ya había ocupado toda Europa continental excepto Rusia,
procedió a la invasión de España, una de las tres mayores superpotencias colonialistas
de la época, junto a Francia e Inglaterra. La resistencia española a los
disciplinados, diestros y poderosos ejércitos napoleónicos fue inútil. Napoleón
ocupó el país, obligó al rey Carlos IV a abdicar en favor de su hijo Felipe
VII, y puso en el trono español a su hermano José. Al conocerse estas noticias
en las colonias españolas americanas, sus administradores, obviamente realistas
y varios de ellos nacidos en España, organizaron juntas de gobierno cuyo fin
era asegurar la continuidad de la posesión española de las colonias. Por lo
tanto, éstas, mientras España no se liberara de los franceses, serían
administradas por fieles súbditos de la lejana corona. La esperanza de la
monarquía hispana era que Napoleón fuese finalmente vencido por las restantes
potencias europeas, algunas de ellas, como Prusia y demás estados alemanes,
ocupadas por el Corso.
Administrar la colonia en nombre de la corona de
España, sobre cualquiera otra consideración, involucraba un rechazo a los
ideales republicanos que aunque fuese en teoría Napoleón representaba, aventados
y sostenidos por los independentistas de toda la América hispana. Por lo tanto,
la convocatoria a la junta de realizada en Santiago de Nueva Extremadura
(Santiago de hoy) por un pequeño grupo de aristócratas habitantes de una de las
colonias del rango más modesto entre ellas (Chile era sólo una “capitanía
general” en la nomenclatura imperial española) fue un llamado a reafirmar el
coloniaje. En verdad, la reunión del 18 de septiembre de 1810, sólo era parte
de una estrategia realista continental, anti-republicana y
anti-independentista. Sólo hasta aquí, la conclusión ya es obvia: no hay
ninguna razón que sirva para justificar que esta fecha sea el día de la independencia
de Chile. Pueden llamarla “día en que la colonia comenzó a ser administrada por
criollos realistas,” etc., pero en ningún caso nuestro Día Patrio.
De modo que dicho con toda claridad, se ha
engañado al pueblo chileno con esta celebración, porque todas las explicaciones
que se han dado para celebrar el 18 de septiembre como el día de nuestra independencia
carecen de todo fundamento, tanto histórico como ideológico.
Había, se dice, entre los convocados a formar la
junta algunos personajes de convicciones independentistas. Eso es cierto, pero
eran una ostensible minoría. Si hubiesen sido mayoría, Chile habría proclamado
entonces su independencia; además, no habría sido elegido Mateo de Toro y Zambrano
su presidente, un anciano aristócrata posesor del título nobiliario Conde la
Conquista. (¡vaya! “de la conquista”). Los independentistas que participaron en
la Junta eran un pequeño grupo de infiltrados en lo que era una asamblea
derechamente realista que se reunió, precisamente porque temía que la derrota
del imperio español ante Napoleón pudiera servir a los patriotas a transformar
la colonia en una república independiente.
Es muy importante tener en cuenta que los
patriotas actuaban clandestinamente. También se argumenta en favor de otorgar
al 18 de septiembre la categoría de nuestro Día Nacional, la irrupción del
“Motín de Figueroa,” pero ese incidente sólo fue expresión de contradicciones
entre los realistas, no entre realistas y patriotas. Veamos:
El 1° de abril de 1811, más de 6 meses después de
reunida la Junta, un teniente coronel español ultra-conservador, Tomás de
Figueroa, junto a algunos seguidores, se alzó para impedir la constitución de
un congreso que remplazaría a la Junta del 18 de septiembre del año anterior y
deponer al gobierno colonial. El congreso la ampliaría y modernizaría
jurídicamente; es decir, la colonia seguiría siendo colonia, lo que significa
que conservaría enteramente su sello y carácter anti-independentista. La razón
que tenía Figueroa era su temor que este congreso, cuyos miembros serían
elegidos (aunque bajo el principio de fidelidad a la corona) fuese infiltrado
por independentistas.
Figueroa pensaba -y así lo declaró en su defensa-
que para gobernar la colonia bastaba la Real Audiencia y un gobernador leal al
rey, mientras el monarca continuara refugiado en Cádiz, el puerto español del
sur peninsular que, protegido por la flota inglesa, Napoleón evitó ocupar. Como
se comprobó que algunos miembros de la Real Audiencia habían apoyado a
Figueroa, la minoría patriota activa en la Junta, entre ellos Ignacio de la
Carrera (el ilustre padre de los cuatro hermanos Carrera), un criollo
aristócrata que era parte de su testera, quiso dar un paso, aunque fuese débil,
hacia la independencia, y se jugó por entero por disolver la Real Audiencia,
ejecutar a Figueroa, encarcelar y deportar a los que apoyaron su asonada. Esta
explicación es, sin embargo, insuficiente, porque la disolución de Real
Audiencia y la destitución del corrupto gobernador García Carrasco ya había
sido decidida desde España desde hacía mucho tiempo; de modo que era natural
que el poder político y la administración de la colonia terminarían
concentrándose en el congreso que sustituyó a la junta de 1810. Figueroa fue
finalmente condenado a muerte y fusilado. Volvamos a la junta de aquel 18 de
septiembre de 1810: Naturalmente, no hubo en ella ninguna resolución de
independencia, en absoluto, lo que en los manuales de Historia de la Educación
escolar básica y media de Chile, no se enseña. Menos se enseña el texto del
acta evacuada ese mismo día. La junta que se reunió el 18 de septiembre de 1810
no se hizo llamar “Junta Nacional de Gobierno,” como falsamente aún se enseña
en nuestras escuelas. Obviamente, no podría ser “nacional” puesto que la nación
no existía, lo que explica por qué el nombre real y oficial que le dieron sus
organizadores, i. e., los autores del acta-acuerdo que evacuó, fue “Junta
Provisional Gubernativa del Reino.” “Provisional” porque existiría sólo hasta
cuando el rey de España volviera al trono; y “reino” porque esa palabra era
otro nombre que se daba en la época a las colonias. En suma, esa acta partía
por reconocer a Chile como una colonia, y no como un país que se independizaba.
Tampoco la educación oficial de Estado chilena ha sido veraz al carácter que
tuvo esa reunión. La ha llamado “cabildo abierto,” en circunstancias que tuvo
lugar en un recinto cerrado y celosamente custodiado por el ejército colonial
de entonces, realista, monárquico y anti-patriota.
A todo esto, los patriotas conspiraban. La primera
y más importante conspiración patriota fue la de los “Tres Antonios,” anterior,
incluso, a la Revolución Francesa. Esta conspiración, que reviste gran
importancia en el largo proceso de lucha por la independencia de Chile y de
todas las colonias españolas, apenas se menciona en nuestras escuelas, aunque,
como chilenos debiera honrarnos proclamarla y enseñarla, porque fue uno de los
primeros gritos de libertad en el continente. Tuvo lugar en Chile en 1780, poco
después del triunfo de la revolución de independencia de Estados Unidos en
1776, y sólo un años después de la ejecución en Cuzco del patriota indígena
peruano Tupac Amaru. Inspirados en los principios del enciclopedismo francés
(Rousseau, Voltaire, Diderot, Montesquieu) que diera origen ideológico a la
Revolución Francesa, tres hombres de nombre Antonio, protagonizaron en Chile el
primer esfuerzo independentista. Dos de ellos eran nacidos en Francia, Antoine
Berney y Antoine Gramusset, pero, en verdad, eran muy chilenos porque ya vivían
muchos años en Chile y tenían esposas e hijos chilenos; y uno criollo-chileno,
Antonio de Rojas. Los Antonios organizaron un grupo independentista que tenía
varias células en el país. El jefe mayor del grupo era Antoine Berney, profesor
de Latín y Matemáticas en la única universidad que había en Chile, en Santiago,
llamada Universidad de San Felipe, en honor al rey de España Felipe VII. Fueron
finalmente descubiertos y capturados. Los dos Antonios franceses no fueron
ejecutados porque entonces España no arriesgaría ningún conflicto con la
Francia post-revolucionaria. Además, por finales del siglo 18, el enemigo tanto
de España como de Francia era Inglaterra. Antonio de Rojas, el Antonio chileno,
se salvó porque los dos franceses abogaron por él. Los tres, por su calidad de
conspiradores en primer grado, fueron deportados al Perú, para ser juzgados en
el virreinato. En Perú fueron condenados al exilio. Partieron a Francia, pero
el barco en que iban naufragó en el océano. Los dos Antonios franceses murieron
ahogados y Antonio de Rojas, que se salvó, consiguió ser rescatado y llevado finalmente
a Francia. Como sucede con los verdaderos revolucionarios, siempre incansables,
apenas pudo volvió a Chile, con la intención de seguir luchando. En Chile fue
capturado, torturado y murió en prisión a causa de las torturas sufridas. Las
proclamas de los Antonios fueron los primeros documentos revolucionarios
independentistas chilenos, y fueron conocidos en la región americana colonial
española. Nada de esas proclamas se enseña en las escuelas de Chile, aunque
muchas se han conservado, gracias a las investigaciones y archivos de varios de
nuestros historiadores de la República (Amunátegui, Vicuña Mackenna, Barros
Arana, especialmente). Una de esas proclamas declaraba el carácter que tendría
el nuevo estado libre de Chile. Decía: Queremos,
1. La sustitución del régimen monárquico por el
republicano. 2. Un gobierno establecido en un cuerpo colegiado, repartido entre
el Jefe de Estado y el Senado. 3. Elección de las autoridades por voto popular,
incluyendo el voto de los indígenas "araucanos" o mapuches. 4.
Abolición de la esclavitud y de la pena de muerte. 5. Fin de los títulos de
nobleza y las jerarquías sociales. 6. Redistribución de la tierra,
repartiéndola entre todos los chilenos en lotes iguales. 7. Exportación de la
revolución chilena al resto de América y el mundo.
Volviendo al tema de la falsedad del “cabildo
abierto” de 1810:
La verdad histórica es que los primeros cabildos
abiertos de nuestra historia fueron convocados un año después, en 1811, bajo el
gobierno del Primer Padre de la Patria (por lo menos, en sentido cronológico),
y Primer Presidente de Chile, don José Miguel Carrera y Verdugo. Un “cabildo
abierto” es una instancia de participación popular y de carácter resolutivo, y
la reunión convocada por la junta el 18 de septiembre de 1810 congregó, por
simple co-optación, solamente a criollos ricos conocidos por su figuración en
el ambiente de la aristocracia, dueños de tierras y algunos poseedores de
títulos nobiliarios, condición completamente contraria a los ideales patriotas
proclamados por los Tres Antonios. En la junta también se reunieron
dignatarios, autoridades y burócratas de la corona, la jerarquía de la Iglesia
Católica, tan monárquica como anti-independentista, como lo consigna el
historiador Miguel Luis Amunátegui en varias de sus obras como La Encíclica del
Papa León XII contra la independencia de la América española (1874); y
finalmente, los oficiales mayores del ejército colonial. Entonces, ¡vaya día de
la “independencia” el 18 de septiembre, conformada por aristócratas, clérigos y
militares, todos anti-independentistas, que evacuaron una declaración, que
entre otros conceptos, decía:
Procuraremos los medios más ciertos de quedar
asegurados, defendidos, y eternamente fieles vasallos del más adorable monarca
Fernando.
En resumen, el día 18 de septiembre de 1810 sólo
hubo una reunión de realistas, que rechazaron, primero, la posibilidad que la
colonia española de Chile pasara a ser una colonia francesa; y segundo, la
posibilidad que la derrota militar de España ante Napoleón pudiera dar origen a
un alzamiento independentista en las colonias de América.
Finalmente, la figura de Mateo de Toro y Zambrano,
elegido presidente de la junta que iba a administrar la colonia de Chile,
grafica bien el tono ajeno a todo cariz de independencia que tuvo la reunión.
Tenía entonces 83 años, una edad exageradamente avanzada en aquellos tiempos, y
murió sólo 6 meses después de constituida la junta. Es muy decidor el hecho que
Toro fuera el elegido, porque ello, precisamente, sirvió para enfatizar el carácter
conservador, aristocrático y pro-colonial de la reunión del 18 de septiembre.
Es de concluir, entonces, que esta fecha sólo puede recordarse como aquella en
que los realistas se reunieron como colonos, para darse un gobierno local con
el solo objetivo de administrar lo que era una posesión de España, puesto que
el rey no podía hacerlo desde su perdido trono imperial. En otras palabras, la
junta del 18 de septiembre de 1810 trajo por consecuencia el establecimiento de
un gobierno anti-patriota, que no se habría constituido si Napoleón Bonaparte
no hubiera invadido y sometido completamente a España en 1808. Los juntistas
reafirmaron ese día sus convicciones monárquicas, proclamaron su conformismo
colonial, su oposición al republicanismo, su desprecio a la igualdad y a la
libertad de pensamiento, su oposición al laicismo de Estado, al republicanismo,
a la democracia y la independencia; exactamente lo contrario a lo que
propugnaban los patriotas, como los 3 Antonios, y más tarde Carrera, O ́Higgins
y Manuel Rodríguez.
En cuanto a qué fechas pueden servir para
proclamar la independencia de Chile, hay muchas. En orden cronológico, está el
4 de septiembre de 1811. Ese día, José Miguel Carrera seguido por sus hermanos,
algunas fuerzas militares y civiles armados patriotas atacaron la guarnición
realista de Santiago y desarmaron otros cuerpos armados de la capital. Al día
siguiente, Carrera, sin importarle un rábano el “congreso” también realista que
sustituyó a la junta, proclamó por primera vez la independencia de Chile.
Recordemos aquí que el 4 de septiembre era en nuestra antigua democracia la
fecha en que el pueblo elegía a los presidentes de la República, precisamente
en homenaje a la gesta de Carrera, fecha completamente lanzada al olvido por la
dictadura militar de Pinochet.
En 1814, luego de la derrota definitiva de
Napoleón en Waterloo, los realistas recuperaron la colonia con la derrota
patriota de O’Higgins en Rancagua. Así, la corona proclamó la “Reconquista” de
Chile, lo que dio origen al período que los realistas llamaron la
“Restauración.” Luego está también el 12 de febrero de 1817, fecha de la
victoria patriota en Chacabuco, día que fue proclamado por O’Higgins como el
día de la independencia. Finalmente, está también el 5 de abril de 1818, fecha
en que el Ejército Libertador comandado por José de San Martín derrotó
definitivamente a los realistas en Maipú. Los patriotas activos que había en
Chile en 1810 no tenían nada en común con los realistas de la junta del 18 de
septiembre, como así lo confirma el gobierno de José Miguel Carrera, que no
hizo otra cosa que dar cumplimiento a los ideales proclamados por los tres
Antonios. Para empezar el gobierno de Carrera tuvo una clara impronta popular.
El 15 de noviembre de 1811, el primer gobernante de Chile convocó a un cabildo
abierto de verdad, el primero en nuestra historia que se realizó en la Plaza de
Armas, para proclamar ante el país y el mundo que Chile era un país libre y
administrado por chilenos, no por españoles ni criollos realistas. Esta vez no
hubo invitaciones ni reuniones a puertas cerradas custodiadas militarmente,
pues la convocatoria fue universal.
Un mes después, viéndose apoyado por la mayoría de
los criollos, Carrera dio el golpe de gracia a los realistas. Expulsó del país
a los oficiales del Ejército conocidos como realistas, la mayoría de ellos
criollos; es decir, nacidos en Chile. Después disolvió el Congreso, que como
hemos dicho, no era sino una derivación de la reaccionaria Junta de Gobierno
del 18 de septiembre de 1810. En 1812, Carrera proclamó nuestra primera
constitución política como nación soberana, que llamó “Reglamento
Constitucional,” carta política de carácter republicano, conocida como la
Constitución de 1812, cuyo texto tampoco se enseña en nuestras escuelas y
liceos, y que no hace sino repetir lo que proclamaron los tres Antonios 32 años
antes. Durante su gobierno, Carrera hizo algunas concesiones formales a los
todavía poderosos realistas, pero esto sólo fue para impedir enfrentamientos
que pudieran dar inicio a conatos que terminaran en una guerra civil. En los
dos años y medio de su gobierno, Carrera decretó la libertad económica y de
comercio, rompió relaciones con el virreinato del Perú, el primer bastión del
colonialismo español en Sudamérica; impulsó la instrucción pública para niños
y, sépase, también de las niñas, lo más revolucionario imaginable en esa época,
puesto que la corona española y la Iglesia no admitían la educación
institucional escolar de las mujeres. Carrera puso también en marcha la primera
prensa nacional, en la que difundió la nueva cultura chilena como nación libre
e independiente, republicana e igualitaria, tal como la describe el diario
oficial de gobierno “La Aurora de Chile;” a cuyo cargo estaba Camilo Henríquez,
un cura revolucionario disidente de la jerarquía de la Iglesia, que unos años
antes había sido juzgado en Lima por un tribunal de la Inquisición porque se le
encontró libros de los precursores ideológicos de la revolución Francesa.
Carrera fundó el primer ejército nacional , que se llamó “Granaderos de Chile”;
construyó escuelas para el fomento de la educación; otorgó derechos políticos y
de propiedad de tierras al pueblo mapuche, respetando su calidad de pueblo y
nación diferente a los criollos. Carrera, además, ha pasado para siempre a la
historia universal como el primer gobernante de todo el continente americano
que abolió la esclavitud. Finalmente, cerró el Tribunal de la Inquisición,
autorizó la lectura de los livri prohibitorum et expurgatorum; es decir, los
libros revolucionarios franceses que constituyen la base sobre la cual se
sustentan filosófica y políticamente las democracias del mundo de hoy. Carrera
prohibió los pagos por los sacramentos que el pueblo católico pobre no podía
pagar; sin embargo, respetuoso de la Iglesia, fijó sueldos a los sacerdotes y
nunca puso en entredicho el ministerio eclesiástico en Chile. En resumen, si
bien Carrera, por la situación revolucionaria en que se encontraba el país,
gobernó en forma unipersonal, su ideal era la democracia parlamentaria estadounidense,
cuál era su objetivo político ulterior, que vino a ser truncado por la
Reconquista.
En 1812, Napoleón fue irrecuperablemente derrotado
en Rusia y finalmente terminó completamente vencido en Waterloo, en esa época
parte de Holanda, en 1815. Ya en 1813, los ingleses, encabezados por el Duque
de Wellington habían expulsado definitivamente a los franceses de España y
devuelto la corona española a Fernando VII. Como la historia y la política son
fenómenos globales, la derrota de Napoleón también fue la derrota de la causa
patriota en Chile, porque en 1814, España volvió a ser la gran potencia
imperialista de antes. Fernando VII restauró el orden monárquico absolutista,
reinstauró la Inquisición y persiguió a los liberales en España, para luego saltar
al continente americano con el fin de recuperarlo de las manos de algunos
atrevidos revolucionarios independentistas como Carrera. Entonces, el cuerpo
colegiado de patriotas que administraban el país, encabezado por Carrera,
eligió al patriota y militar Francisco de la Lastra como “Director Supremo”,
mientras Carrera organizaba la guerra de resistencia. En 1814, se produjo el
inicio de la profunda enemistad entre los patriotas Carrera y O’Higgins, que
hasta hoy es materia de discusión. El hecho es que O’Higgins, el primer jefe
militar después de Carrera, firmó con los realistas el “Tratado de Lircay,”
ante la superioridad enemiga y los continuos fracasos militares patriotas desde
un año antes. El tratado reconocía la autoridad del rey de España en Chile, lo
que, para los “o’higginistas” sólo supone una táctica de guerra para ganar
tiempo. Carrera se opuso a ese tratado, y finalmente los dos primeros Padres de
la Patria, ya definitivamente enemigos, se enfrentaron militarmente en el
combate de Las Tres Acequias, que ganó Carrera. De la Lastra estuvo con
O’Higgins, y Carrera no trepidó en sacarlo del poder y asumir él la conducción
del país y la guerra; sin embargo, sabedor del apoyo militar que tenía
O’Higgins, pactó con él la continuación unidos de la guerra de resistencia.
Puede ser que esa desunión pudo ser la mayor causa de la derrota patriota en
Rancagua y el fin de lo que fue la Patria Vieja. Antes de Rancagua, e incluso
después de Las Tres Acequias, los dos primeros patriotas de Chile habían
enfrentado juntos a los realistas luchando a muerte contra sus ejércitos
comandados por los generales Gaínza, Pareja, Sánchez y Osorio. Aunque los
ejércitos patriotas comandados personalmente y en combate por Carrera y
O’Higgins ganaron varias batallas, finalmente en octubre de 1814, los realistas
recuperaron su antigua colonia, luego del desastre patriota en Rancagua.
Cada una de las obras del gobierno de Carrera
fueron aniquiladas, y así terminó la “Patria Vieja”, iniciándose el período de
nuestra historia conocido como “La Reconquista.” Como sabemos, nuestros
incansables patriotas se reagruparon y reiniciaron la lucha por la libertad,
cuyo más fiero y audaz exponente fue el guerrillero Manuel Rodríguez. Aquella
difícil tarea concluiría exitosamente en abril de 1818, con la batalla de
Maipú.
¿Por qué la aristocracia consiguió recuperar su
poder en Chile, luego de obligar a O’Higgins a abdicar?
Veamos las cosas desde el comienzo. La misma
aristocracia que se declaró española en 1810 con la junta del 18 de septiembre,
se declaró chilena después de Maipú. Valiéndose de su poder económico e
influencia sobre parte de la oficialidad y de la Iglesia, expulsó a O’Higgins
del poder en 1823, entonces Director Supremo y el más conspicuo de los
patriotas republicanos vivos. La esperanza de un Chile popular, igualitario y
democrático, que quisieron Carrera y O’Higgins, se esfumó luego que los
“pelucones” (los conservadores) vencieran a los “pipiolos” (los patriotas
liberales) en la batalla de Lircay en 1830. Al mando de las tropas
conservadoras estaba José Joaquín Prieto, entonces un convencido pelucón,
aunque había luchado con Carrera contra los realistas durante la Patria Vieja.
El bando pipiolo tenía como jefe a Ramón Freire, héroe de Maipú y antiguo
lugarteniente de O’Higgins. Prieto fue investido presidente de Chile, aunque el
cerebro de su gobierno fue el vicepresidente del país, y más tarde su Primer
Ministro, Diego Portales Palazuelos. Portales, además de rico comerciante, un
especulador y dueño del “estanco” (o sea, el monopolio) del tabaco, era miembro
de una familia conservadora y pro-realista; por lo tanto, contraria a los
ideales y obras tanto de Carrera como de O’Higgins. Terminó con la constitución
política de 1823, reformada por Freire en 1825, y temeroso que los ideales
patriotas de igualdad social y política y plurinacionalidad volvieran a emerger
en Chile, negó sistemáticamente la presencia de O’Higgins en Chile, prohibiendo
su vuelta desde el exilio en Perú, aunque sólo fuese para morir en la Patria,
lo que muchas veces se lo suplicó el Libertador.
El día de la independencia de Chile se celebraba
el 12 de febrero, como lo había estatuido O’Higgins. Portales derogó ese día,
cambiándolo en 1832, para siempre, por el viejo, realista y aristócrata 18 de
septiembre. Es decir, y dicho con toda claridad, fue la aristocracia de Chile,
la triunfadora militarmente en Lircay, la que inventó el 18 de septiembre como
nuestro día patrio. Portales, su mayor dirigente, desligó la celebración de
nuestra verdadera independencia de la realidad histórica y de la figura y obra
de los más ilustres patriotas de la Independencia, explícitamente de O’Higgins,
al eliminar el 12 de febrero como el Día Nacional; y de Carrera, al dejar en el
olvido el 4 de septiembre. En 1832, para rematar el edicto que imponía al país
el 18 de septiembre, Portales ordenó la primera “Revista Militar” al día
siguiente, el desfile y ceremonia que hasta hoy tiene lugar en todo el país,
que conocemos como como la “Parada Militar,” acto que se celebra como lo que pasó
a llamarse “el día de las glorias del Ejército.”
Para terminar, aunque la mentira del 18 de
septiembre siga en curso, nadie podrá borrar los hechos objetivamente
históricos. Indiscutiblemente, el 18 de septiembre de 1810 no es la fecha en
que Chile debiera celebrar su independencia. Como lo hemos señalado, ese día
los realistas, tanto peninsulares como criollos, dejaron “guardada” la colonia
de Chile hasta la vuelta de “su adorable rey.” Sólo 22 años después, el
ministro Diego Portales, un aristócrata anti-independentista por pensamiento,
origen y familia lo transformó, falsamente, en el Día de la Independencia.
Portales fue uno de los primeros pre-capitalistas de Chile y el fundador del
Estado conservador que aún rige, que aunque ya debilitado en 1973, fue
restituido íntegramente por la dictadura de Pinochet. Portales, un gobernante
tiránico y opresor, al revivir el olvidado 18 de septiembre nada menos como el
Día Nacional de Chile, selló así la vuelta de la aristocracia al poder.
Restauró el poder de la oligarquía, inició la ocupación de la Araucanía y
sustituyó la constitución política de 1825 por la suya, la constitución de
1833. Era natural, entonces, que la derecha golpista y autora del golpe de
estado del 11 de septiembre de 1973, además de frenar la continua marcha del
país hacia una nación verdaderamente independiente económicamente, más
democrática e igualitaria, hiciera de Portales su mayor ídolo y mentor
ideológico.
Lu subrayado/interpolado es
nuestro
El 18 de
septiembre no es el día de la independencia de Chile: ¿Qué fiestas patrias se
celebran por más de dos siglos?
“La falacia de la Independencia de Chile
impuesta por más de dos siglos por la oligarquía empresarial, financiera,
bancaria/agiotista, agrícola monopolista, Sofofa/CMPC con la complicidad por acción u omisión de la clase
burguesa politicastra/castrense
corrupta”
Estimados amigos asociados:
Después de leer el excelente ensayo del Prof. Dr.
Haroldo Quinteros Bugueño, adjunto, yo
estoy seguro que ustedes no sólo se preguntarán , ¿cómo la mayoría del Pueblo
Chileno llegó a este estado de enajenación?. ¡Solo esto no es suficiente!. No
hay más muertos en el mundo que los que
mienten y olvidan…
Cuando las miserias morales asolan a un país, la
culpa es de todos los que por falta de educación/cultura y de ideales
no han sabido amarlo como Patria. De
todos los que han sobrevivido de ella sin trabajar por y para ella…
La política de las piaras se impone y se convierte
en profesión, en los pueblos sin
ideales. Politicastros y castrenses
corruptos medran. Toda excelencia desaparece eclipsada por el rastrerismo,
pragmatismo contemporizador, oportunista. Se
instaura una doble moral enajenante, agresiva, inquisidora que los miserables
oligarcas mercachifles imponen y sus tartufos epígonos acatan. En esta patética
realidad, nadie piensa, todos lucran, consumen se drogan y tragan. Lo que
antes era signo de infamia o cobardía,
tornase título de astucia. La improbidad se pavonea y ostenta en vez de ser
vergonzante y pudorosa. Lo que en la Patria se cubría de vergüenza, en el Chile
virtual de la oligarquía empresarial sofofa/CMPC, cúbrase de honores. Mercachifles del campo y la ciudad pagan los
votos coleccionados por los testaferros
burgueses politicastros corruptos para lograr la seguridad en sus negocios.
Buitres enriquecidos por casi cinco décadas
aparecen como tutores de un Pueblo enajenado, sin más capital que su
constancia y sus millones adquiridos en
la depredación de los bienes naturales de todo un Pueblo, y en el saqueo de las arcas del Estado de
propiedad de todos los chilenos. En el Parlamento los deshonestos constituyen
una legión para saquear las arcas del Estado,
entregados a las especulaciones
lucrativas. Venden su voto. En el
contexto de su exitismo y complacencia logran imponer una segunda reforma a la
constitución/ artilugio de 1980 de la dictadura cívico militar, en una
convención Constitucional, una burda
copia de la convención constituyente estadounidense, para que nada cambie y se cumpla su orwelliano proyecto de
transmutar la persona en un guarismo orwelliano.
Quien vive y lucha por y para un ideal, después de
leer el ensayo del Prof. Dr. Quinteros Bugueño, no puede permanecer en silencio
y seguir sobreviviendo su vidorria, y
ser cómplice de la mediocracia.
La Patria
es un elemento de la Humanidad,
un anhelo de dignificación
nacional y debe ser por lo tanto, un aspecto importante de nuestra fe en la dignificación humana. Asciende cada
raza a su más alto nivel, como Patria, y
por el esfuerzo de un Pueblo digno, culto, soberano remontará el más alto nivel
de la especie, como Humanidad. Solo el ser humano libre, digno y solidario
puede tener una Patria….
Con esperanza y memoria, y las sabias reflexiones
del maestro Libertador de la Paria Continente América Latina y el Caribe Lic. José Martí
Pérez, que el Pueblo Chileno, más
temprano que tarde se sacudirá de la
oligarquía empresarial Sofofa/CMPC y de sus testaferros, la clase
burguesa politicastra/ castrense corrupta, porque no hay mal que dure más de doscientos años: “quien tenga Patria que la defienda. Quien
no la tenga que la conquiste. Callar hasta hoy ha sido cuerdo. Callar desde hoy es y será de colonos
mentales esclavos”, de colonos mentales del capitalismo yanqui…
Prof. Moreno Peralta /IWA
Secretario Ejecutivo Addhee.Ong
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