China no
acepta disciplinamientos
El 4 de marzo se inició en el Gran Salón del Pueblo, frente
a la Plaza Tienanmen, el cónclave anual conocido como el de las Dos Sesiones, en el que se reúnen, por el lapso de una
semana, los representantes de la Asamblea del Pueblo y quienes integran el
Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política (CCPPC), un órgano asesor
integrado por colectivos territoriales, profesionales, sindicales y militares.
Durante el encuentro, se hace un balance respecto al año que finalizó y se
plantean los objetivos del futuro inmediato.
El primer ministro Li Qiang (foto) fue el
encargado de leer el informe frente a los tres mil delegados. Los ejes de su exposición se orientaron a
impulsar “un mundo multipolar igualitario y ordenado” y “una globalización
económica inclusiva”, en clara oposición al modelo pretendido por la OTAN y el
G7, quienes insisten en imponer un modelo basado en reglas unilaterales
sustentadas en prácticas “hegemónicas e intimidatorias”. El posicionamiento
que Li Qiang detalló en su presentación prevé una mayor presencia de China a
nivel internacional, promoviendo cambios en la gobernanza global.
El planteo de Li Qiang –segundo hombre de importancia
después de Xi Jinping– incluyó
observaciones respecto de la situación de Taiwán y el Mar de la China, ejes
prioritarios de la política exterior de Beijing. El ministro de
Exteriores Qin Gang advirtió recientemente que “si Estados Unidos
no pisa el freno y sigue acelerando en el camino equivocado, no habrá
barandillas suficientes para prevenir el descarrilamiento, que devendrá en un
situación muy conflictiva”. Las palabras de los referentes chinos
coincidieron en abordar tres ejes de la confrontación global, que se
desarrollan en forma simultánea: el conflicto de Medio Oriente (con sede en
Gaza, Israel Líbano, Siria, Irak, Irán y Yemen), el enfrentamiento bélico en
Europa Oriental, y las provocaciones de Washington en el sudeste asiático.
El 15 de septiembre
de 2021, Washington, Canberra y Londres formaron un triángulo militar
denominado AUKUS (acrónimo de las iniciales en inglés de cada uno de sus tres
miembros) con el objetivo de limitar y arrinconar a la República Popular China.
En 2022, Nueva Zelanda y Canadá expresaron su intención de sumarse al AUKUS
para profundizar las capacidades de defensa de los tres fundadores. La Alianza
está abocada a facilitar la adquisición de cinco submarinos nucleares por parte
de Canberra, dos Vanguard de origen británico y tres Virginia estadounidenses.
Además planifican fabricar para 2030 uno prototipo denominado AUKES en
territorio australiano.
Dos semanas atrás, el portavoz del Ministerio de Asuntos
Exteriores de China, Mao Ning, acusó a Washington de promover el belicismo al
impulsar una “Ucrania hoy, y un Taiwán mañana”. Wang Wenbin, portavoz del
Ministerio de Asuntos Exteriores chino, advirtió que la transferencia de
tecnología nuclear acordada por el AUKUS solo impulsará una carrera
armamentista en la región. La razón de fondo de la provocación de Washington y
Londres se debe a la doble estrategia que ha implementado Beijing: por un lado
la asociatividad comercial –basada en la ingeniería reversa y la aplicación
científico-tecnológica–, y por el otro la financiación del desarrollo de las
regiones abandonadas (y despreciadas) por el Occidente opulento. Mientras los
organismos internacionales (como el FMI o el Banco Mundial) se dedicaron a
otorgar créditos leoninos para disciplinar a las economías en desarrollo –con el único objeto de hacerlas compatibles
con las exigencias de las trasnacionales, los fondos de inversión y Wall
Street–, China se abocó a financiar infraestructuras asociadas a la ruta
de la seda y a diferentes países africanos, así como de América Latina y
del Caribe.
La nueva Guerra Fría, que puede transformarse
imprevistamente en nuclear, se desarrolla mediante formatos híbridos
(informáticos, comunicacionales, satelitales y de promoción de informaciones
falsas) y a través de los denominados conflictos
bélicos subsidiarios (formatos proxy), que permiten utilizar
territorios extrínsecos para emplazar operaciones militares. La guerra desatada
por la OTAN contra la Federación Rusa tuvo a Kiev como títere. La Guerra Fría
en el sudeste asiático tiene a Australia como su gestor. La crisis de la
hegemonía de Occidente viene con ecos de guerra.
Lo subrayado/interpolado
es nuestro.
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