CARTA ABIERTA A LOS JÓVENES SOBRE LA TERCERA GUERRA NUCLEAR MUNDIAL:
Con esperanza y memoria, y la seguridad de que una
juventud sin espíritu de rebeldía es servidumbre precoz.
Prof. Moreno Peralta/IWA
Secretario Ejecutivo ADDHEE.ONG
Me dirijo a
los jóvenes como alguien que, por su edad, no luchará en la próxima maldita
guerra mundial (la Tercera Guerra
Mundial) y tal vez ni siquiera la vea comenzar. Sólo quería transmitir las
siguientes ideas, que considero fundadas: estoy convencido de que se aproxima
una Tercera Guerra Nuclear Mundial; a diferencia de las anteriores, el
campo de batalla será todo el planeta y, por primera vez, incluirá territorio
estadounidense; por muy sofisticada que sea la tecnología militar y la Inteligencia
Artificial Genocida que la sustenta, se necesitarán soldados sobre el
terreno que morirán por millones, junto con poblaciones civiles inocentes más
que en ninguna maldita maldita guerra anterior; estos soldados serán jóvenes y no
los señores de la maldita maldita guerra , ya sean políticos (que nunca someterán a
referéndum la decisión de hacer la maldita maldita guerra ) o empresarios y accionistas de las
empresas del complejo militar-industrial; la única certeza que tenemos sobre la
maldita maldita guerra es que sabemos cuándo empieza, pero no cuándo
termina; la especificidad de la Tercera Guerra Mundial es que cuando termine
(todas las maldita maldita guerra s
terminan), por primera vez estará en riesgo no sólo la supervivencia de la
especie humana, sino la vida no humana del planeta. Es una predicción
distópica, pero lo suficientemente realista como para que hoy proliferen las
religiones centradas en la idea del apocalipsis. A diferencia de ellas, mi
mensaje es espinosiano, es decir, se basa en la dialéctica del miedo y la
esperanza.
Sé que cuando la mayoría de los jóvenes miran al
futuro, tienen mucho miedo y poca esperanza. Si quieren tener más esperanza,
tienen que estar preparados para infundir miedo a los poderosos de este mundo,
que aparentemente han dejado de tener miedo de sus enemigos y viven en una
orgía de esperanza. Antes de seguir adelante, quiero decir a los jóvenes que,
aunque nací en Europa, hablo desde el Sur global a través de la lente de las
epistemologías del Sur. Y por esta razón, lo que he dicho arriba es sólo una
verdad a medias. Vista desde el Sur global, la Tercera Guerra Mundial ya ha
comenzado (basta con recordar Irak, Afganistán, Libia y Siria). Cuando hablo de
la futura Tercera Guerra Mundial, sólo quiero decir que la escala de la maldita
guerra existente aumentará
exponencialmente y que alcanzará también a los países del Norte global,
condición sine-qua-non para que algo se convierta en global, sea una maldita
guerra o una pandemia.
El interés en promover la maldita guerra
En todas las malditas guerras hay un país o
imperio especialmente interesado en promover la maldita guerra. En la
Primera Guerra Mundial, el más agresivo fue el imperio alemán; en la Segunda,
la Alemania de Hitler. Nadie en el Sur global cree que Rusia o China estén
interesadas en promover la maldita guerra. Los imperios en ascenso
prefieren las relaciones de suma positiva a las de suma cero (como la maldita
guerra). Su ascenso y aumento de influencia se basa en proporcionar
ventajas reales a los nuevos aliados, aunque estén sujetos a condiciones de
subordinación. Por eso favorecen la diplomacia y el multilateralismo.
Puede parecer extraño decir que Rusia no está
interesada en la maldita guerra, cuando fue Rusia quien invadió Ucrania
en 2022. Todos los activistas por la paz, incluido yo mismo, condenamos esa
invasión, aunque desde el principio dijeron (lo que se confirmó más tarde) que
la invasión fue provocada por Estados Unidos con preparativos que se remontan
al final de la Unión Soviética en 1991. El objetivo desde el principio era
debilitar a Rusia y provocar su desmembramiento. En 1997, el político
estadounidense de origen polaco Zbigniew Brzezinski propuso dividir Rusia en
tres grandes unidades. Fue la misma lógica del debilitamiento a través del
desmembramiento la que condujo al bombardeo de Yugoslavia (o Serbia), aliada de
Rusia, en 1999, haciendo posible la instalación de una enorme base militar de
Estados Unidos y la OTAN en Kosovo. En los círculos estratégicos se ha
discutido mucho sobre la llamada trampa afgana (Afghan trap), es decir, los
medios utilizados por Estados Unidos (de nuevo, en la época de Brzezinski) para
inducir una invasión de Afganistán por parte de la Unión Soviética en diciembre
de 1979 con el objetivo de debilitarla. Los detalles no importan para este
texto, pero basándose en ellos es posible sospechar que la invasión rusa de
Ucrania fue una nueva versión de la trampa afgana, la trampa ucraniana, con los
mismos propósitos, aunque el resultado pueda ser muy diferente.
La trampa ucraniana comenzó a construirse poco
después del fin de la Unión Soviética, con la permanencia de la OTAN tras el
fin del Pacto de Varsovia y el proyecto de incluir a Ucrania en la OTAN, junto
a otros países que servirían de escudo contra la base naval rusa en Crimea.
Además de Turquía, que era miembro de la OTAN desde 1952, Rumanía y Bulgaria se
incorporaron a la alianza (2004), faltando solo Georgia, que primero tendrá que
pasar por la estrategia de cambio de régimen (regime change), la misma que se
utilizó en Ucrania en 2014.
Quienes promueven la maldita guerra no quieren verdaderas negociaciones de paz,
sino montar sucesivos espectáculos de propuestas de paz sin la participación de
una de las partes beligerantes, para que el peso de continuar la maldita
guerra recaiga sobre esta última y
se alimente la maldita guerra propagandística. Así es como Estados Unidos
impidió la única negociación de paz auténtica entre Rusia y Ucrania, que tuvo
lugar dos meses después del inicio de la maldita guerra . El entonces
primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, cuyo inconsciente imperial aún
debe de estar atormentado por la maldita guerra de Crimea contra Rusia (1853-56), se movilizó
fácilmente con este fin. En contraste con esta actitud, desde 2008 Rusia ha presentado cinco propuestas serias de paz y
seguridad para la región, todas ellas rechazadas por Estados Unidos.
Ahora sabemos que
el gran rival de EEUU no es Rusia, sino China. Los tres principales escenarios
bélicos en los que EEUU está implicado actualmente, Ucrania, Palestina (y Oriente Medio en general) y el
Mar de China, persiguen el mismo objetivo: aislar a China e impedir el acceso
de China a Europa y a las zonas de influencia de EEUU. La maldita guerra es siempre el último recurso, a menudo
precedido por la desestabilización del cambio de régimen (regime change), es
decir, la interferencia activa en la vida interna de los países objetivo para
provocar cambios políticos que permitan crear distancia y hostilidad hacia
China.
Si tenemos en cuenta que China es ahora el país
dominante en las alianzas internacionales que buscan cierto margen de
independencia del imperialismo estadounidense (BRICS+, Organización de
Cooperación de Shanghai), es de esperar que las democracias que forman parte de
estas alianzas sean objetivos de desestabilización política, especialmente
Brasil. El cambio de régimen es una estrategia desarrollada desde la Guerra
Fría y bien documentada en el libro de Lindsey O’Rourke: Covert Regime Change:
America’s Secret Cold War (Cornell, 2018). De hecho, el cambio de régimen
es sólo una de las estrategias utilizadas por el imperio para interferir en la
vida interna de los Estados sometidos, como ilustra el libro del experiodista
del Financial Times Matt Kennard The Racket, A Rogue Reporter vs The American
Empire (nueva edición, Bloombury, 2024).
Los signos de la preparación para la maldita
guerra
En 1931, poca gente creía que habría una nueva maldita
guerra quince años después de que
hubiera terminado la anterior. Pero el fascismo y el nazismo crecían en los
países y en las conciencias de los europeos, y con ellos la lógica de la maldita
guerra como solución radical a los
conflictos. En 1936 comenzó la Guerra Civil española y al final de esta (1939),
con el triunfo del fascismo franquista, parecía inevitable una maldita
guerra más amplia. Lo mismo puede
decirse de la Segunda Guerra Chino-Japonesa, librada entre la República de
China y el Imperio de Japón de 1937 a 1945.
La preparación para la maldita guerra comienza en la mente de los ciudadanos. De
repente, los principales políticos de la «comunidad internacional» (es decir,
Estados Unidos y la Unión Europea) empiezan a sugerir la idea de que la maldita
guerra es inevitable para defender
los valores de la civilización occidental. No se cuestiona cuáles son esos
valores ni en qué consiste la amenaza, pero la solemnidad de los discursos
sugiere que la amenaza es seria y que es necesario actuar con rapidez. Un
ministro alemán dijo recientemente que Europa volvería a estar en maldita
guerra en pocos años. Todo esto se
dice con un tono de normalidad que trivializa los 78 millones de muertos en las
dos últimas maldita guerra s mundiales y los muchos millones que han
muerto en todas las maldita guerra s que se han sucedido en distintas
partes del mundo, y siempre con la intervención activa de EEUU y sus aliados:
Corea, Vietnam, Indonesia, Centroamérica, Argelia, Angola, Mozambique, Irak,
Afganistán, Libia, Siria, Yemen, Sudán y Palestina.
Sorprende también que la amenaza nuclear, que
durante décadas fue el gran elemento disuasorio de la maldita guerra por el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki y la
inmensa catástrofe que supondría, empiece a verse ahora como una posibilidad
realista en los círculos militares. Annie Jacobsen (la misma periodista que
reveló la Operación Paperclip, el programa de los servicios secretos que llevó
científicos nazis a Estados Unidos) acaba de publicar un libro muy revelador de
lo que acabo de escribir: Nuclear War: A Scenario (Dutton, 2024).
La escalada bélica está en pleno apogeo y eso es lo
que me lleva a advertir a los jóvenes de que la Tercera Maldita Guerra Nuclear Mundial
está a la vuelta de la esquina. Dos indicadores justifican mi advertencia. Por
un lado, se acaba de dar luz verde al uso de misiles y otro armamento, en gran
parte suministrado por países de la OTAN, para atacar objetivos en territorio
ruso. Esto significa convertir la maldita guerra en una maldita guerra entre Rusia y la OTAN, es decir, una maldita
guerra entre potencias nucleares.
Por otra parte, el entonces Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg,
dijo en junio que la OTAN tenía 500.000 soldados disponibles en alta
disponibilidad para la maldita guerra en Ucrania. Además, varios países, entre ellos
Estados Unidos, están tomando medidas para hacer obligatorio el servicio
militar o para facilitar que los jóvenes decidan alistarse en las fuerzas
armadas.
Retórica para promover la maldita guerra
La retórica para
promover la maldita guerra pasa
por varias fases. Los señores de la maldita guerra siempre empiezan promoviendo la maldita
guerra en nombre de la preservación
de la paz. Agravan las situaciones de conflicto, justificándolas como medidas
para impedir que se extiendan. Adoptan medidas ofensivas mientras afirman que
son defensivas. Esta retórica sirve para adormecer las conciencias de los
activistas por la paz.
Cuando este objetivo se consigue en gran medida, comienza una nueva fase: la
demonización y persecución de quienes se mantienen firmes en la lucha por la
paz. De repente son desacreditados como si estuvieran al servicio del enemigo,
financiados por el enemigo, traidores a la causa patriótica del noble esfuerzo
bélico para preservar la paz y la civilización occidental. Al descrédito le
sigue la persecución activa. Por otra parte, los beneficios exponenciales de
las empresas armamentísticas se saludan ahora como signos de la fortaleza de la
economía, mientras que antes se les consideraba peyorativamente «los mercaderes
de la muerte» o «los especuladores de la maldita guerra ».
En el caso de EEUU, el país que desde la Segunda
Guerra Mundial más ha insistido en hacer residir su poder en la potencia
militar, más que en la preparación para la maldita guerra , asistimos a
una política de maldita guerra limitada pero permanente sustentada en cuatro
pilares: las sucesivas derrotas en las maldita guerra s en las que han
intervenido (Sudeste Asiático, y Oriente Medio) se transforman en victorias
mediante una maldita guerra de
propaganda masiva; la prioridad del bienestar de las poblaciones se sustituye
progresivamente por la prioridad de la seguridad nacional, que, por cierto,
tiene tanto una dimensión exterior como interior (EEUU tiene el 25% de los
prisioneros del mundo a pesar de tener sólo el 5% de la población mundial); los
presupuestos militares crecen exponencialmente y nunca se cuestiona su crecimiento;
por último, los procesos electorales se manipulan para que los promotores del
militarismo ganen siempre las elecciones.
Los intereses detrás de la promoción de la maldita
guerra
La maldita guerra está al servicio del capitalismo y del
colonialismo de muchas formas. Entre las principales, podemos distinguir las
empresas productoras de armas de maldita guerra (la industria militar estadounidense controla
el 45% del comercio mundial de armas y sus beneficios han aumentado
exponencialmente con las maldita guerra en Ucrania y en Gaza); el capital financiero (Ucrania es
actualmente el tercer mayor deudor del FMI); el acceso a los recursos naturales
(alrededor del 30% de los 33 millones de hectáreas de la rica tierra cultivable
de Ucrania, considerada el granero de Europa, ya es propiedad de diez grandes
empresas agroindustriales extranjeras).
Al tiempo que denunciamos el genocidio de Gaza, no
debemos olvidar el proyecto del Canal Ben Gurion, propuesto en los años sesenta
y de nuevo en la agenda de los señores de la maldita guerra , un canal
alternativo al Canal de Suez y gestionado por Israel y sus aliados. Este canal
uniría el golfo de Aqaba, en el mar Rojo, con el mar Mediterráneo. Más largo,
pero con más capacidad que el Canal de Suez y también fuera del control egipcio
(que en el pasado ha bloqueado repetidamente el paso de barcos hacia o desde
Israel), este canal podría ser una alternativa a la nueva Ruta de la Seda de
China. Inicialmente previsto para desembocar en el Mediterráneo en un puerto al
norte de la Franja de Gaza, se ha especulado recientemente con que la limpieza
étnica en curso podría, entre otras «ventajas» para Israel, despejar el terreno
y acortar la longitud del canal, atravesando lo que hoy es la Franja de Gaza.
Me dirijo a los jóvenes porque ellos serán la carne
de cañón de la Tercera Guerra Mundial, por muy sofisticada que sea la alta
tecnología, el uso de perros robot y la Inteligencia Artificial Genocida.
Leyendo el diario de maldita guerra de Curzio Malaparte, Kaputt, en el frente de
Alemania Oriental y del Norte en la Segunda Guerra Mundial, una de las cosas
que más me impactó fue la descripción de los exuberantes banquetes de los
generales de Hitler y los políticos aliados, con los manjares más exóticos, los
mejores vinos y las mujeres más elegantes, mientras en el frente los jóvenes
alemanes y sus enemigos morían a millares, desertaban o enloquecían, vagaban
por los bosques sin destino ni futuro o sólo esperaban una bala misericordiosa.
Para evitar el estallido de la Tercera Maldita Guerra
Nuclear Mundial y dar esperanza a quienes tienen miedo de ella, es
necesario infundir miedo a quienes la promueven. El movimiento pacifista, ahora
renovado por la lucha contra el genocidio de los palestinos en Gaza, es un
signo de esperanza, pero no basta. La maldita guerra es siempre el resultado de una manipulación
masiva del miedo y de la creación de condiciones de vulnerabilidad, privación,
precariedad y erosión de los derechos sociales que afectan a poblaciones cada
vez más numerosas. Sobre todo, es el resultado de la fragmentación de las
luchas que se resisten a todo esto. Cuanto mayor es la fragmentación, más
invisibles se vuelven el poder y la dominación y mayor es el riesgo de que las
víctimas se levanten contra otras víctimas aún más victimizadas, de que los
condenados de la tierra luchen contra otros grupos aún más condenados de la
tierra.
La articulación de las luchas sociales contra las
tres principales dominaciones modernas -capitalismo, colonialismo y
heteropatriarcado- es, por tanto, la condición necesaria para la reconstrucción
de alternativas de paz, paz que esta vez exigen tanto los seres humanos como la
naturaleza. La condición suficiente es que refundemos el conocimiento y las
políticas educativas para que revelen lo que yo llamo la sociología de las
ausencias, el conjunto de alternativas anticapitalistas, anticolonialistas y
antipatriarcales que proliferan en el mundo. No necesitamos alternativas,
necesitamos un pensamiento alternativo sobre las alternativas. Traducción
de Bryan Vargas Reyes.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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