La otra cara del desembarco de Normandía
Prolegómenos:
Aunque
la vorágine de acontecimientos internacionales es muy intensa, trato de
escribir solo un artículo a la semana para no atiborrar a mis lectores con
tanta información. Esta semana era inevitable comentar el triunfo de la Dra.
Claudia Sheinbaum Pardo y de la alianza que va a dar continuidad al
gobierno de López Obrador en México.
No obstante, he visto con asombro
el burdo y vergonzoso show de celebración del 80 aniversario del desembarco en
Normandía en Francia, suponiendo que el mundo está lleno de estúpidos que no
se dan cuenta que están intentando tergiversar la historia. Me parece que
algo hay que decir. Pero como no me da tiempo de escribir algo nuevo, recuperé
un artículo que escribí en junio de 2014
con el mismo motivo, cuando se cumplieron 70 años del hecho. Creo que tiene
validez y actualidad. Al final una pequeña nota de comentario.
Entre agosto de 1942 y febrero de 1943 se desarrolló el
enfrentamiento bélico de mayor dimensión en la historia de la humanidad. La
batalla de Stalingrado produjo un poco más de 2 millones de bajas entre
soldados de ambos ejércitos y civiles soviéticos.
La victoria soviética significó un
punto de inflexión en la intención nazi de derrotar a ese país y el inicio de
una contra ofensiva de las Fuerzas Armadas al mando del mariscal Zhukov, que no
se detuvo hasta la victoria definitiva en Berlín en mayo de 1945. En esa
medida, Stalingrado, encarnó un cambio en la correlación estratégica de fuerzas
de la segunda guerra mundial y la convicción de Occidente que el poder
soviético no iba a caer por la fuerza avasalladora del ejército nazi,
aspiración suprema de las fuerzas aliadas que durante los dos años anteriores
miraban con ambición no oculta que ese hecho ocurriera.
Intentando contener a las tropas
soviéticas, en julio de 1943 Hitler ordenó el ataque de sus principales
fuerzas, lo que dio origen a la Batalla de Kursk, (en territorio ucraniano),
considerada la de mayor dimensión en cuanto a la participación de blindados
(8.000) y de aviones (5.000) entre ambos contendientes. Los soviéticos pasaron
a la ofensiva y entre julio y agosto lograron derrotar a la mayor agrupación de fuerzas alemanas
sobrevivientes de Stalingrado convenientemente reforzadas por Hitler. La
derrota en Kursk fue el último intento nazi de pasar a la ofensiva en el frente
oriental.
De inmediato, el mando soviético
ordenó dar continuidad a la contra ofensiva para aprovechar el alto grado de
desmoralización que produjeron las derrotas del ejército nazi en Stalingrado y
Kursk, por lo que entre agosto y octubre de 1943 se desencadenó la Batalla de
Smolensk que ocasionó alrededor de 250
mil bajas alemanas y de sus aliados y 400 mil entre soldados y civiles
soviéticos. Esta contienda permitió la entrada de las tropas en Bielorrusia
iniciando los combates por la liberación de esa república.
Simultáneamente, en agosto de ese
año, dio inicio la Batalla del Dniéper. Al finalizar la misma en diciembre, las
fuerzas nazis tuvieron un millón 700 mil bajas y las soviéticas un millón 250
mil. Este enfrentamiento también está considerado uno de los de mayor dimensión
en la historia, con la participación de alrededor de 4 millones de combatientes
entre ambos bandos.
Durante los últimos meses de 1943
y primeros del año 1944 el avance de las tropas soviéticas hacia el oeste se
mantuvo indetenible. Fueron liberadas
Kiev, Crimea, Odessa, Sebastopol y Nóvgorod, creando condiciones para romper el
cerco sobre Leningrado que había durado 900 días ininterrumpidamente desde
septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944 sin que el alto mando nazi
hubiera logrado el objetivo de capturar la ciudad.
Así, el Estado Mayor de las
Fuerzas Armadas soviéticas preparó para el verano de 1944 la Operación
Bagration encaminada a desplazar a los alemanes de Bielorrusia y los países
bálticos, liberar totalmente su vasto territorio de toda presencia militar
extranjera y entrar a la Europa ocupada a través de Polonia. Esta batalla
significó el aniquilamiento total de 17 divisiones del ejército nazi, quedando
además 50 de ellas gravemente disminuidas.
La Operación Bagration basó su
éxito en el extraordinario trabajo de la inteligencia soviética que logró
detectar los planes alemanes hasta el último detalle, logrando planificar de
antemano las operaciones, adelantarse en las mismas y quitarle toda posibilidad
de iniciativa al enemigo que se vio sorprendido y sin capacidad de respuesta
ante la acometida de las tropas al mando de los mariscales Zhukov, Vasilevsky,
Bagramián, y Rokossovsky y el General de Ejército Iván Chernyajovsky, muerto en
combate en Polonia en febrero de 1945
De manera tal que esa era la
situación en los campos de batalla cuando por fin¡¡¡¡¡, el alto mando aliado
decidió abrir el frente occidental ejecutando el Plan Overlord y el desembarco
en Normandía como parte de él. A partir de ese momento la mitología occidental
se ha encargado de transformar el desembarco en Normandía -a través de
Hollywood y su gran aparato ideológico y
de propaganda- en la “batalla decisiva” de la segunda guerra mundial,
adjudicándole a las fuerzas armadas estadounidenses un papel que no le cabe en
la historia. No se trata de minimizar la contribución de los aliados en la
contienda, pero la realización tardía e
interesada del desembarco persiguió objetivos políticos vinculados a la
situación que habría de crearse en la posguerra.
Lo cierto es que el sostenido
avance soviético en el este, despertó inquietud en la alianza atlántica en la
carrera por llegar primero a Berlín y, en primera instancia a París, en una
Francia que resistía a través de sus partisanos comunistas mientras el General
De Gaulle vivía en Londres y refunfuñaba con imprecaciones de toda índole por
la demora estadounidense-británica en ejecutar el ansiado desembarco, cuyo retraso
amenazaba con poner en entredicho su propia capacidad de liderar el proceso de
liberación de Francia.
Debe decirse que a mediados de
junio de ese año, la inteligencia soviética había logrado desinformar a
Alemania acerca de sus planes en el frente oriental, por lo cual concentraba
grandes cantidades de unidades en el
este que jamás pudo desplazar al oeste. Además, sus tropas se encontraban
diseminadas en un amplio frente de combate que iba desde el Báltico hasta el
Mediterráneo, donde además de las tropas soviéticas combatían heroicamente
fuerzas guerrilleras rurales y urbanas en Italia, Yugoslavia, Eslovaquia,
Polonia y Grecia.
Sin desmerecer a los miles de
soldados aliados y a los civiles franceses caídos durante y después del
desembarco en Normandía, quienes arriesgaron su vida a favor de destruir la
plaga del nazismo, la cifra de 214 mil bajas aliadas y de 300 mil alemanes
entre muertos y heridos, palidece ante las dimensiones antes relatadas de las
épicas jornadas de combate que sufrió la Unión Soviética durante 3 años.
Si se pudiera comparar en términos
militares, el desembarco en Normandía con las batallas en Stalingrado,
Leningrado, Smolensk, Kursk o el Dniéper habría que decir que la primera fue
una simple escaramuza, no tanto por la magnitud de las fuerzas militares y el
armamento terrestre, aéreo y naval ocupado en las operaciones, sino sobre todo
porque a diferencia de los soviéticos que luchaban por liberar territorio
patrio y su pueblo sufría en carne propia los desmanes y la represión indiscriminada
del aparato de guerra y represión nazi, Estados Unidos y Gran Bretaña luchaban
fuera de su territorio, ocupados en una batalla geopolítica para impedir que el
país de los soviets fuera el primero en llegar a Berlín y lograra la gloria de
derrotar al Tercer Reich en su propia madriguera. Era parte de la guerra fría y
el mundo bipolar.
Es cierto que 45 años después la
Unión Soviética fue derrotada y desapareció, que sus líderes de entonces no
tuvieron la misma grandeza de los que lo condujeron en la Gran Guerra Patria y
que su desvanecimiento anunció “el fin de la historia”. Pero esa es una cosa, y
otra es que se pretenda por vía cinematográfica tergiversar la historia,
construir falsos ídolos y esquilmar a los pueblos de la Unión Soviética el sustantivo
aporte que hicieron a la libertad no sólo de ellos mismos, sino de toda la
humanidad.
“Honrar, honra”, dijo el
maestro José Martí Pérez y se debe reconocer la honra del presidente
francés Francois Hollande cuando durante los actos en conmemoración del 70
aniversario del desembarco aliado el pasado 6 de junio, en las playas normandas
destacó
“el valor del Ejército Rojo y la contribución del pueblo de la entonces Unión
Soviética a la derrota del nazismo en la II Guerra Mundial”. Hollande hizo
patente su deseo de “…saludar el coraje del Ejército Rojo que, lejos de aquí,
frente a 150 divisiones alemanas, fue capaz de hacerlas retroceder”
En el
acto que contó con la presencia de 19 jefes de Estado entre los cuales
destacaba Barack Obama de Estados Unidos y Vladimir Putin de Rusia, Hollande
destacó "…la contribución decisiva de los pueblos de la llamada Unión
Soviética" durante esa contienda.
En ese
sentido, la agencia Prensa Latina recordaba que “Cuando el mando aliado decidió
abrir el Frente Occidental con el desembarco de más de 130 mil efectivos de
varios países en Normandía, ya el Ejército Rojo había prácticamente derrotado a
las fuerzas alemanas que invadieron a su país agregando que “La confrontación
costó a la hoy extinta Unión Soviética un duro precio de más de 20 millones de
vidas humanas, así como la destrucción de una gran parte de su territorio”.
Como colofón: El mundo ha retrocedido tanto que hace solo 10
años atrás, en 2014, los presidentes de Rusia y Estados Unidos podían
conmemorar juntos la derrota del nazi-fascismo en Europa. Igualmente, la
regresión ha sido tan atroz que hace una década el presidente de Francia
reconocía el relevante papel de la Unión Soviética en la derrota de las hordas
nazis. Hoy, en 2024, por el contrario, Estados Unidos y Francia apoyan al nazi fascismo,
lo promocionan, arman a sus fuerzas y entrenan a sus soldados. He ahí el
paupérrimo nivel del liderazgo occidental, ignorante y genuflexo ante el
nazismo, al que apoyan para conducir al mundo a una tercera maldita guerra
mundial, que no tendría un ganador, sino un perdedor, la Humanidad,
suponiendo que, al igual que en 1941, una derrota de Rusia, les va a llevar a
la salvación del capitalismo maribundo y al sostenimiento de la
hegemonía que sustentan.
Lo subrayado/interpolado es nuestro.
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