UN CAMINO DE VICTORIA PARA CHILE
Los recientes acontecimientos
políticos en América Latina han sido generadores de un nuevo sujeto que
protagoniza los hechos a partir de novedosas conductas no siempre comprendidas
por sus antecesores. Ahora, son los jóvenes, las mujeres, los ambientalistas y
los pueblos originarios entre otros, los que están señalando el rumbo y el
ritmo de la lucha social.
No es viable establecer
generalizaciones para todos los países. Cada cual tiene su propia historia,
idiosincrasia, práctica organizativa y experiencia en las luchas populares que
hacen inútil copiar modelos y métodos de acción. Los pueblos, a partir de su ejercicio
propio, irán señalando el derrotero que debe seguir el camino de la liberación.
Las fuerzas democráticas,
progresistas y revolucionarias (que no son las mismas) forjaron coaliciones a
finales del siglo pasado que llevaron al gobierno a líderes populares que en
casi todos los casos no provenían de los partidos tradicionales. Las
organizaciones y los militantes sobrevivientes de las luchas de la segunda
mitad del siglo XX se incorporaron como furgón de cola de estos avasalladores
procesos que irrumpieron en la región tras el triunfo electoral del Comandante
Hugo Chávez Frías en 1998, en la República
Bolivariana de Venezuela.
La izquierda en el gobierno en
varios países de América Latina durante los primeros quince años de este siglo
produjo profundas mutaciones políticas, económicas y sociales que coadyuvaron
al mejoramiento de las condiciones de vida de millones de ciudadanos…pero no
accedieron al poder. Con todo, es indudable que el saldo de esos tres lustros
es altamente positivo en materia de avances democráticos, redistribución más
equitativa del ingreso, defensa de la soberanía, inclusión y participación
social.
Pero no pudieron superar algunas
lacras del capitalismo enquistadas culturalmente en la psiquis y la conciencia
de muchos que llegando a cargos públicos, no establecieron claras diferencias
con el pasado. La burocracia, la ineficiencia administrativa, el nepotismo, la
mediocridad gubernamental en algunos casos y sobre todo la corrupción e
impunidad, permearon y minimizaron la gran obra transformadora que hicieron en
cada país, y como un todo dieron a América Latina y el Caribe la posibilidad de
ser un actor protagónico presente y actuante en la dinámica internacional por
primera vez en la historia.
No se debe olvidar que, frente a la
imposibilidad de competir en condiciones de igualdad con la derecha por su
abrumador poder económico, militar e institucional, el arma más poderosa que ha
esgrimido la izquierda por décadas es su inigualable talante ético, su
superioridad moral y su elevada conciencia política que permite hacer
extraordinarios sacrificios, sin pedir nada material a cambio. Cuando se pierden
estas virtudes, quedamos desarmados.
No subestimo la labor de zapa que
realizan Estados Unidos y las potencias aliadas, pero no se puede suponer que
sea posible realizar un proceso de transformación de la sociedad contando con
el visto bueno imperial. Ello sería hasta peligroso. En su ADN, Estados Unidos
trae su vocación injerencista e intervencionista criminal. El que asuma la
causa de los pueblos ante el sistema de dominación, debe saber que se va a
enfrentar a la reacción brutal de quienes pretenden mantener el sistema de
predominio y control a cualquier costo.
Un movimiento social anti neoliberal y “nuevo orden mundial”
capitalista invade Latinoamérica
En los últimos meses, ha hecho
erupción nuevamente el sentimiento libertario de los pueblos, una nueva ola
democratizadora, popular y anti neoliberal y nuevo orden mundial del sistema
capitalista salvaje está cruzando todas las latitudes de Nuestra América. Sería
un error querer caracterizar los acontecimientos actuales a partir de valores y
categorías del pasado.
Toda juventud es esencialmente
transformadora. El Presidente Dr. Salvador Allende Gossens lo dijo de forma
terminante: “Ser joven y no ser
revolucionario es una contradicción hasta biológica”. En esa medida los
jóvenes son eterna y naturalmente incomprendidas cuando asumen – a su manera-
la conducción de los procesos sociales. Siempre ha sido así, la diferencia con
lo que ocurre hoy es que la evolución e innovación tan profunda y acelerada de
las comunicaciones y las tecnologías ha hecho que esa distancia se haga más
abrumadora.
No se trata de plantearse la lucha
emancipadora en términos generacionales, ni caer en los extremos de desechar a
los mayores o, lo que es peor, ser un veterano que promueve a los jóvenes
despreciando a otros iguales. El que sea
verdaderamente revolucionario lucha por su espacio y se va a imponer si sus
ideas son justas, y correcto el análisis que hace de la situación concreta. Es normal que lo arcaico se resista a los
cambios y que lo nuevo quiera avasallar a todo lo que se le enfrenta, pero peor
es la inmovilidad, la parálisis en la acción y el letargo acomodaticio para
ostentar mejores posiciones de poder.
Lo complicado es encontrar la justa
medida entre una y otra cosa. Los países asiáticos y los pueblos originarios en
nuestra región hacen práctica cotidiana de esta aparente contradicción. Aunque
son los jóvenes los que toman las decisiones, nunca desechan a los viejos porque
consideran que son portadores del conocimiento y la sabiduría ancestral tan
necesarios para la correcta toma de decisiones.
Hace unos días, escuché una
interesante entrevista realizada por la radio argentina FM de la Azotea de Mar
del Plata al pre candidato presidencial chileno Daniel Jadue, actual alcalde de
la comuna de Recoleta de la capital ese país. Esta entrevista se suma a otras
en las que he escuchado a Jadue con atención, resultando positivamente
sorprendido al descubrir en su discurso respuestas a varias de las inquietudes
expresadas anteriormente.
Aunque Jadue rebasó ya los 50 años,
percibí en él, una retórica fresca que va desgranando con meticulosidad
quirúrgica las preguntas del periodista sin eludir ninguna de ellas. Eso no
sería tan relevante si no fuera porque encontré una mirada dialéctica frente a
temas que rebasan los estrictos márgenes de Chile y sus avatares.
En primer lugar y ante los
evidentes éxitos de su gestión municipal, Jadue evade el autoelogio tan propio
de los burócratas politicastros “profesionales”. Una y otra vez se asume como
parte de un colectivo de alto nivel político y elevada capacidad profesional y
técnica que ha logrado construir un modelo de desarrollo popular y anti
neoliberal, y nuevo orden mundial del sistema capitalista lo que se creía
imposible en Chile. En la misma tónica, rechazando protagonismos individuales y
caudillismos de cualquier índole, le atribuye el mérito del momento político de
flujo que vive su país al Pueblo Chileno, sus organizaciones populares y
sociales. No me creo confundirme, tengo muchos años para no ser capaz de
distinguir al charlatán populista de quien -como Jadue- con argumentos aporta a
favor del verdadero sentido de lo popular en el quehacer cotidiano de la
política.
En el Movimiento social 18 de
Octubre , los jóvenes acentúan que la
lucha no es por la subida de precio del
Metro, 30 pesos, sino contra las casi 5
décadas de explotación y marginación.
En otro plano, refiriéndose a la
realidad actual. Daniel Jadue rechaza la idea de “estallido” y de que todo
comenzó el 18 de octubre de 2019 cuando los estudiantes se saltaron el
torniquete del transporte público subterráneo para manifestar su rechazo al
aumento de dicho servicio. Explica con muchos detalles históricos y con
apasionada vehemencia que estos hechos vinieron a hacer patente un largo
proceso de acumulación de fuerzas que inicia tras el golpe cívico-militar
fascista de 1973. Con esto, interpreta el sentir de los que lucharon y
combatieron de diferentes formas a la dictadura de marras los que resistieron
la ofensiva neoliberal y anti popular en los 30 años de gobiernos
concertacionistas/Nueva Mayoría y de las
dos derecha del duopolio de poder que dio abrigo y sostenimiento al modelo
gestado por Pinochet y su camarilla y, por supuesto, a los que se enfrentan hoy
a la expresión más feroz de ese modelo que estando en el gobierno o en la
oposición, aspiran a darle continuidad.
En este sentido, y tal vez sin
proponérselo, Jadue se transforma en una bisagra que articula la lucha de
diferentes generaciones que poseen miradas disimiles frente al devenir de los
probables acontecimientos. No se cierra a la participación de nadie, le concede
un papel protagónico a los movimientos sociales dando respuestas precisas a las
interrogantes del periodista en torno a cuáles deberían ser las medidas que tendría
que tomar un gobierno de orientación distinta para darle viabilidad a un modelo
alternativo para este Chile que fue presentado como el súmmum del éxito
neoliberal.
Y aquí se revela otra muy
interesante faceta que emerge de su extraña formación profesional que imbrica
su condición de arquitecto y sociólogo. El actual alcalde de Recoleta expone un
alto nivel teórico en cuanto al manejo moderno de la ciencia y la tecnología
puestas al servicio de la administración pública Así, agrupa bajo una misma mirada
los aspectos científicos y técnicos en cuanto a su necesaria vinculación con lo
social.
Para finalizar, otro aspecto que me
parece reconfortante al estudiar el discurso de Jadue, es encontrar un político
de su tiempo, pero también el que enlaza el ayer con el hoy para proyectar el
mañana al exponer los aspectos de la política en todos sus niveles. Ante
preguntas del periodista, Jadue profundizó en su conocimiento de la
administración local, lo que -sin embargo- no fue óbice para que explicara con
lujo de detalles la forma en que planea ampliar tales aprendizajes exitosos a
todo el país –si llega a ser elegido presidente- sin recurrir a enrevesadas fórmulas
inentendibles, o peor, irrealizables. Con un lenguaje llano demuestra la
factibilidad de demoler el modelo neoliberal y rechazar “el nuevo orden
mundial” del sistema capitalista salvaje para hacer de Chile nuevamente un país
democrático y solidario.
En el plano regional y global, el
candidato –sin ambages- asumió las banderas de la izquierda, sin dudas, sin
cuestionamientos, con espíritu crítico pero respetuoso de las experiencias
anteriores, pero con una firmeza que denota su voluntad de poner a Chile -otra
vez- en la senda de la integración con su pares latinoamericanos asumiendo los
principios de no injerencia, no intervención en los asuntos internos de otros
países y respeto a la soberanía y al derecho de auto determinación.
La constitución/artilugio de 1980,
una parafernalia jurídica gatopardiana para que nada cambie.
Hace diez años cuando me iniciaba
en estas lides de escribir periódicamente, a la luz de lo que en esos días
ocurría en el país austral mi primer artículo se tituló “´Por la razón o la
fuerza`, Chile está vivo”. Lo iniciaba diciendo: “Sin registro electoral
alguno, el dictador Pinochet impuso fraudulentamente la Constitución de 1980 que
legalizó su modelo político autoritario de economía neoliberal de mercado. La
constitución pinochetista encadenó un entramado jurídico antidemocrático que
consagró un modelo gatopardiano en el que todo debía cambiar para que todo
siguiera igual”.
Y finalizaba: “Hoy, los jóvenes
están en las calles y luchan por sus derechos. Han comenzado a hacer válido el
lema del escudo de Chile, “Por la razón o la fuerza”. Toda la fuerza de la
juventud chilena en favor de su lucha junto al pueblo. Chile está vivo”. Cuanta
felicidad me produce testificar que tal convicción de hace una década, señala
hoy un camino de victoria.
Lo
subrayado/interpolado es nuestro.
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