La abstención es mayoría absoluta/ más del 60%, en las elecciones del Chile virtual, con un estrepitoso descalabro para el régimen piñerista sofofo y la coalición de la derecha y un triunfo de la oposición….
Juan Pablo Cárdenas S. escritor, analista internacional, comunicador social, Semanario SurAndino / Addhee. Ong.
Parece ser que a los analistas políticos
ya no les llama la atención que bastante más de la mitad de los ciudadanos no concurra
a sufragar (58 por ciento). Si en el pasado, Chile se ufanaba de ser un país de
alto espíritu cívico, con esta concurrencia la verdad es que quedamos muy al
debe al respecto. Sobre todo si en los últimos comicios los chilenos tuvieron
por primera vez dos días para votar y podían marcar opción por los varios miles
de candidatos que se postularon a constituyentes, gobernadores, alcaldes y
concejales. Fiesta de la Democracia en realidad no hubo, aunque para millones
de chilenos por varios meses confinados en sus hogares por la pandemia, salir a
la calle fue un verdadero respiro y motivo de júbilo. Lo más relevante de esta
jornada fue la elección de los 155 integrantes del Consejo Constituyente que
tendrán la misión de redactar una nueva Constitución Política del Estado.
Una entidad que se hará cargo de definir
cada artículo de nuestra nueva Carta Magna siempre y cuando sean aprobados por
los dos tercios o más de sus miembros. Un quórum tramposo impuesto por el
Congreso Nacional y la clase política para impedir que los constituyentes
elegidos democráticamente, y de forma paritaria, pudieran determinar lo que les
parezca, como remover las bases del actual y cuestionado orden institucional
heredado de la dictadura cívico militar y sacralizado por las tres décadas de
los gobiernos y parlamentos que la administraron. Con los resultados de los
comicios se aprecia, ahora, la escasa posibilidad de que la derecha pueda vetar
las decisiones mayoritarias, al no obtener un tercio de los constituyentes sino
una cifra que solo podrían ver reforzada con los votos de algunos ex
concertacionistas y uno que otro independiente que se descubran renuentes a
cambiar el orden institucional establecido por la Constitución de 1980. Sabemos
que la Alianza por Chile saldrá a seducir a estos concejales y que varios de
éstos podrían perfectamente ceder a su influjo. Los balances indican que fueron
los candidatos independientes los grandes ganadores de esta jornada electoral,
los que estarán representados por una bancada de 48 escaños en la Convención
Constitucional.
En su mayoría personas que, habiendo
tenido militancia partidaria, terminaron por desencantarse de estas
agrupaciones y de la conducta de sus mandamases. Por lo que en ningún caso se
trata de personas desideologizadas o erráticas. El prestigio, entre ellos, de
un Benito Baranda, por ejemplo, nos ahorra mayores comentarios. Triunfantes
deben sentirse también en el Frente Amplio con sus diversas y muchas veces mal
avenidas denominaciones. Enseguida, debe ser el Partido Comunista el que
celebre haber llegado a la conducción de varios municipios, pero muy
especialmente al de Santiago, que hasta aquí fue bastión de la derecha, y donde
resultara derrotado un alcalde de apellido Alessandri, para mayor tragedia del
conservadurismo criollo. Justo es destacar, además, la consolidación de un
referente nuevo como el Partido del Pueblo que eligió a 22 concejales.
Un fenómeno realmente inesperado y que
le da representación a varios líderes que se destacaron en el llamado Protesta
Social del 18 de octubre del 2019.
Si la anécdota principal de los comicios
fue el improperio de la diputada Jiles al Jefe de Estado enfrente de los medios
de comunicación que transmitían en vivo, en la noche de los escrutinios deben
haber sido muchísimos los derechistas que usaran gruesos garabatos, también,
para referirse a la responsabilidad de La Moneda y de Piñera en su desastre
electoral. Por su débil elección de concejales y en la pérdida de numerosos
municipios, además del de Santiago. Pocos habrían imaginado que la propia
alcaldía de Viña del Mar pasara de la derecha al Frente Amplio y que su
candidata a la Gobernación de la Capital llegara tercera y no alcanzara
siquiera a llegar a la segunda vuelta que ahora va a ser entre un disminuido
candidato de la Democracia Cristiana y una líder de izquierda emergente
progresista como Karina Oliva. Más allá de guarismos que van a manipular los
partidos políticos para aminorar la derrota común de Chile Vamos y de la ex
Concertación, muchos celebran la derrota personal de personajes como Gonzalo
Blumel, el ministro del Interior de Piñera, y de otros como Carlos Ominami y
Mariana Aylwin, viejos concertacionistas disfrazados de independientes para
distraer a los sufragantes. Asimismo, y a pesar de que resultaron elegidos varios
―rostros‖ de la televisión, hay que celebrar la derrota de varios otros actores
y figuras del espectáculo, como la exuberante Marlene Olivari, reclutadas por
la derecha nada más que para que le sumaran algunos votos mediante sus rutinas
televisivas o sobre las tablas. En relación a las próximas elecciones
presidenciales, difícil parece que prospere un acuerdo entre social cristianos,
social demócratas y las expresiones más vanguardistas, cuyos penosos liderazgos
creen estar signados para derrotar al candidato del oficialismo.
Pero como los resultados obtenidos por
la derecha y la ex Concertación fueron tan magros, ya no se piensa
necesariamente en la unidad de la oposición para darle un nuevo gobierno a
Chile. El epicentro de la política se va a desplazar desde el gobierno y el
Congreso Nacional a la Convención Constituyente.
Muy pronto a pocos le va a importar los
integrantes de los curules legislativos y las casi cotidianas y majaderas
intervenciones del Jefe de Estado. Bueno sería que éstos fueran abandonando sus
cargos y, con ello, desahogar el presupuesto público. Debe ser desde La
Convención Constituyente que se construya una alternativa para Chile, con
nuevos líderes, ideas frescas y en la voluntad de convocar a los que no
votaron.
Muchos de los cuales se abstuvieron por
la rutina electoral del desencanto y el más de lo mismo... sin calcular lo que
finalmente se ha producido: la posibilidad de que se inaugure un nuevo
escenario político que defina una nueva Carta Magna, pero al mismo tiempo exija
allí y en las calles las reformas económicas y sociales por tan largo tiempo
demandadas. Entre ellas las más urgentes como el término de las AFPs, el
impuesto a la riqueza de los millonarios y las utilidades de las grandes
empresas. Así como la recuperación de nuestras reservas estratégicas y un
salario mínimo digno para todos los trabajadores. Saludable ha sido observar a
los grandes empresarios después de las elecciones.
Da gusto verlos preocupados o más bien
desencajados por lo acontecido. Que reconozcan que se está inaugurando una
nueva era en la que los trabajadores deben ser los protagonistas, que deben
cesar los abusos patronales y la explotación saqueo de los recursos naturales. En primer lugar,
debe proponerse el bienestar del pueblo y el respeto al medio ambiente. Un
tiempo en que se prohíba el lucro en la educación, la salud y otras áreas de la
actividad nacional. Y en el que los ahorros previsionales, por supuesto, sean
administrados por el Estado y los propios cotizantes. Debe ser aspiración de un
nuevo texto constitucional, restablecer el voto obligatorio, que exija y vele
por la diversidad informativa, soporte tan fundamental de la una genuina
democracia. A fin de que los que deciden el presente y el porvenir sean mejor
informados y para que los millones de chilenos que hoy se abstienen se hagan
parte de las transformaciones que también anhelan.
Lo subrayado/interpolado, es nuestro.
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